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Exordio a lo que no se ve

Por 1 de octubre de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Basilio Baltasar

Reproduzco el discurso pronunciado en Formentor con la intención de dar a los no asistentes algunas pistas sobre lo que allí sucedió, por poco visible que pareciera a los sí asistentes.

"Antes de inaugurar estas conversaciones literarias -y no podía elegirse título más modesto para una reunión como la nuestra- dediquemos un breve recuerdo a los episodios anteriores.

Primero al visionario Adan Diel, que levantó este hotel con tantos ladrillos como ideas.

Luego, al Conde de Keyserling, que presidió un cónclave para convocar a la sabiduría.

Luego, Tomeu Buadas, Carlos Barral y Camilo José Cela, responsables del encuentro celebrado en este lugar hace cincuenta años.

Y ahora, con nuestro anfitrión Simón Pedro Barceló, los aquí presentes, dando continuidad a esta historia de fragmentos, esbozos más bien, pero enlazada por un curioso cordón umbilical.

Supongo que será inevitable conmemorar estos cincuenta años con ciertos aires de nostalgia. Pero hay que decir que de este ejercicio de melancolía no siempre se sale bien parado. La confrontación con el tiempo que no vivimos o con el hombre que fuimos puede resultar una pesada carga. A veces, porque el contraste nos somete a los espejismos propios del tiempo. ¿Quién podrá compararse con los monstruos del pasado, con su majestuosa ausencia, amplificada por la envergadura de una obra sacramentada ya por sus lectores? ¿Y quién podrá siquiera compararse consigo mismo, con el que fue entonces, esa extraña invención bautizada con nuestro mismo nombre?

Celebramos los cincuenta años de aquella reunión de escritores y editores en Formentor y para hacerlo, como decíamos, sin excesos nostálgicos, hagamos una última pregunta:

¿Se creía entonces en el presente tanto como hoy se cree en el pasado?

Consideremos

La memoria cultural, que todo lo embellece.

La evocación épica, que todo lo corrige.

La ausencia de los que quisimos, que todo lo magnifica.

Las Conversaciones de Formentor serán hoy mucho más modestas de lo que fueron entonces. Y no porque hayamos perdido algo de ese atrevimiento, sino por el principio de relatividad e incertidumbre que desde la física ha impregnado todos los ámbitos de la actividad humana. ¿A quién se le ocurriría hoy usar el prestigio la Sabiduría para convocarse junto a sus colegas? ¿A quién se le ocurriría anunciar el juicio final de la literatura o su definitiva redención?

No, no podemos imitar la autoridad de nuestros antepasados.

Por lo tanto, y aceptando las tendencias que impone el paso del tiempo a la cultura, avisados de la corriente que confunde al mundo con su incertidumbre, sabedores de cómo son precisamente nuestros conocimientos los que nos impiden creer en nosotros con la misma ingenuidad de nuestros antecesores, nos conformamos. Nos conformamos con unas conversaciones literarias que no quieren ir más allá de lo que constata su propio enunciado. Hombres y mujeres hablando de lo que les interesa.

Y lo que nos interesa es la literatura.

Pero antes de iniciar una conversación que adivinamos tan prolífica como presumida, hace falta admitir que si bien carecemos de las presunciones del pasado, no por ello hemos renunciado a nuestras propias pretensiones.

Las conversaciones mantienen un tenso vínculo con las perturbaciones culturales de nuestra época.

La educación, en su doble acepción, el de la enseñanza de los jóvenes y la de los buenos modales, con su progresivo deterioro, nos tiene alarmados.

La responsabilidad moral de los intelectuales, a veces complacidos, a veces anestesiados. Eso también nos alarma.

La débil influencia del pensamiento crítico, la tradición de los librepensadores europeos, de tan difícil ubicación en el mapa geoestratégico de las doctrinas ibéricas. Eso también nos preocupa.

Por lo tanto, las conversaciones literarias de Formentor se convocan con una conciencia modesta pero no tanto. En realidad, establece un estado de la cuestión y se propone contribuir a las exigencias de la alta cultura. Divulgar la pasión de la lectura, como recurso de urgencia contra la satisfecha banalidad de nuestra época. Subrayar la responsabilidad de los intelectuales en la reflexión moral que da forma al mundo. Y ensayar estos ejercicios regionales de pensamiento crítico (que no tiene porque ser mordaz o sarcástico).

En este paisaje, en esta geografía, alterada por nuestra conciencia y por nuestra modesta ambición, tendrán lugar unas conversaciones dedicadas a moldear interrogaciones de muy diverso signo.

Los dilemas que nos hemos acostumbrado a manejar sin inclinarnos nunca por una respuesta definitiva.

La literatura como enfermedad o la literatura como medicina.

La literatura como realidad o como universal de la imaginación.

La literatura como experiencia o la literatura como invención.

La literatura como tradición o como vanguardia.

La literatura como entretenimiento o como conocimiento.

Literatura hermética o literatura didáctica.

Literatura como estética o como apresurado aliento brutal.

La literatura como derecho del espíritu, de la razón o del estómago.

Literatura de élite o literatura popular.

La literatura del autor o la literatura del redactor.

¿Serán verdaderos o falsos estos dilemas?

Ya lo veremos.

Nos reúne en Formentor una doble condición: la pretensión de atrapar el pasado que se fue, que se fue más allá de todo límite, y la voluntad de ser, de ser lo que se debe ser, en este momento y en este lugar, sin reticencia alguna.

Escritores, profesores, editores y lectores:

Sed bienvenidos a Formentor".

 

Viernes, 25 de septiembre de 2009

 

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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