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Desgracia y muerte de Pilar Donoso

Por 5 de diciembre de 2011 Sin comentarios

Basilio Baltasar

 

El único diario personal que vale la pena creer es el que ha sido escrito para no ser publicado. Los dietarios, las memorias, las confesiones que vemos anunciadas como la obra de un autor decidido a compartir su intimidad pueden ser excelentes piezas literarias pero por lo general tan sólo prolongan el simulacro narrativo de una invención. En lugar de elaborar ficciones con argumentos imaginarios, el dietarista deja por un momento de escribir novelas y se encubre bajo una máscara que siempre tiene algo de noble y elegante. Es la moderna ficción del yo que tantas identidades ha salvado en este mundo voraz y descreído.

El dietario verdaderamente personal, íntimo, discreto, es el que escribe un autor para saber de sí mismo, para explorar los confines de una personalidad desconocida. No hay afán artístico en un ejercicio de escritura concebido como cirugía, como inquisitiva búsqueda de lo más extraño que hay en uno mismo.

Un texto elaborado en estas condiciones de ocultamiento nunca se envía al editor y no tiene por qué ser virtuoso ni loable. Al contrario. Siendo el lugar de la confrontación de un hombre con sus miedos, miserias y fantasmas, odios y avaricias, el dietario suele mostrarnos el lado oscuro y tenebroso del autor. Esta confesión suele ser compatible con sus logros sociales, el atractivo de su figura y la reputación de su nombre, pero precisamente por eso es perturbadora.

José Donoso escribió durante décadas uno de estos dietarios verdaderos, sin censurarse los sentimientos que brotaban de su mente convulsa, desconfiada, recalcitrante y hostil. La más ruda sinceridad rige esta conversación y nada parece deslizarse para consolar o mejorar la idea que Donoso tiene de sí mismo. Los juicios que profiere no son agradables y son muchos los personajes citados (empezando por su esposa y su hija Pilar) que se descubrirán con decepción en la memoria del que trataron como familiar, amigo o colega.

Un par de años antes de abandonar para siempre la redacción de estos voluminosos cuadernos de bitácora -que relatan el viaje de un espíritu al fondo de los infiernos-, Donoso imagina el argumento para una novela que nunca escribió: un escritor lega sus diarios a la universidad y fallece, la hija los recupera, los lee, e incapaz de soportar lo que su padre pensaba de ella, se suicida.

Pilar Donoso, la hija adoptiva de José Donoso, leyó, efectivamente, los diarios de su padre y redactó un libro para exorcizar los demonios de odio y rencor que la torturaban. Creyó que sólo podría liberarse de la descarnada brutalidad del padre, de sus escalofriantes confidencias, si compartía con el mundo su turbación.

Dijo Pilar Donoso en el prólogo a "Correr el tupido velo" (podría haberlo titulado "Descorrer el tupido velo") que no se había cumplido la profecía de su padre: "al parecer he logrado zafarme del fatal destino que él me asignó en su diario del 23 de abril de 1993. Aunque nadie sabe si uno es realmente un personaje y ese designio es insalvable".

A Pilar Donoso la encontraron muerta en su apartamento de Santiago de Chile hace dos semanas. Tenía cuarenta y cuatro años. Después de haber publicado el libro, Pilar se separó de su marido y sus tres hijas. La prensa dice que fue una de ellas la que encontró el cadáver de la madre. Pero el diario La Segunda cuenta que fue su tía Luz Larraín, "hermana de Lucha, su suegra", la que entró en la casa, pues era la única que tenía las llaves. "Estuve por lo menos una hora y media sola, sentada en el apartamento", le dice Luz Larraín al periodista.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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