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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Tras la catástrofe (III): la especie que arranca a la insignificancia

Tras el diluvio, Noé vivió todavía 350 años. Sus hijos Sem, Cam y Jafet junto a sus esposas, más los animales del arca fueron suficientes para garantizar el ciclo de las generaciones y con ello la pervivencia del ser humano, es decir, del ser por el que se cumple la palabra de Jahvé relativa al perdurar de la vida animal. Vida reducida a las formas o especies de las que el hombre es testigo y que están por él conservadas. La extensión de este cuidado a las especie vegetales, convertiría ya al hombre en depositario de la vida en general y con ello en efectiva medida de las cosas esenciales.
Sabemos que la especie hombre es resultado contingente del devenir natural, mas sin embargo a ella incumbe la tarea de conferir a la naturaleza un sentido, a saber, el de ser cimiento para asegurar precisamente la existencia del hombre. Y esta contemplación de la naturaleza como el primer eslabón en la causa del ser que otorga significación, además de arrancarla a la ciega insignificancia de lo meramente dado, tiene como inmediata consecuencia el imperativo de asegurar la salud de ese orden natural. Amar la naturaleza y luchar por su buena ordenación aparece así como inmediato corolario del amor de la especie humana, de tal manera que el fundamento de una actitud racionalmente ecológica no es otro que el deseo de plenitud para la especie humana.

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22 de enero de 2013
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Tras la catástrofe (II): técnica y pervivencia de las especies

Hay una disputa hermenéutica relativa a si el mito bíblico del diluvio es un añadido del siglo V de nuestra era o si es atribuible a Moisés. Mas como la propia Biblia indica en otro lugar que Moisés había sido iniciado en la sabiduría de Egipto, país marcado por el fantasma de los desbordamientos cíclicos del Nilo a los que aludía en la anterior columna, la atribución del relato al profeta tiene en todo caso coherencia.
La primera voluntad del Hacedor era la exterminación exhaustiva de la vida: "borraré de la faz de la tierra desde el hombre hasta la bestia y hasta el reptil y las aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos creado... yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra para destruir toda carne en que haya espíritu" (versículos 7 y 17). Mas cuando Noé halla gracia ante sus ojos, modifica su designio y le ordena apropiarse y dar cobijo a representantes sexualmente diferenciados de las especies animadas y así, tras la catástrofe garantizar la existencia de las mismas. ¿De todas las especies de la tierra? Dadas las razonables medidas del arca que el Libro describe con precisión y detalle (trescientos codos de longitud, cincuenta codos de anchura y treinta codos de altura Génesis capítulo 6, versículo 15) hay que pensar mas bien que se trata de la fauna local. En cualquier caso sólo las especies con presencia en el arca se salvan y así el momento en el que, apaciguadas las aguas, los animales salen de la nave es simbólicamente una repetición del acto de creación de las especies, destinadas desde entonces a perdurar: "Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará entonces ver mi arco en las mismas. Y el arco será memoria del pacto por mi deseado que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio destructor de toda carne"
La narración bíblica es absolutamente paradigmática de la concepción del papel del hombre en relación a las especies animales. Si Noé no hubiera sido puesto en antecedentes por su dios y no hubiera construido el arca , tras el diluvio hubiera brotado la rama de olivo, pero no hubiera habido paloma para tomarla en su pico, ni cuervo que retorna una y otra vez al arca por no encontrar tierra donde posarse. Y, como ya he sugerido, es absolutamente relevante el aspecto técnico (Génesis, capítulo 6 versículo 15) de la narración. No habiendo plan alguno de navegación, ocioso sería conferirle a la nave forma con proa y popa. El arca está concebido para responder estrictamente a la tremenda circunstancia del diluvio, con un diseño que intenta hacer difícil que pueda volcarse sobre sí misma, cumpliendo así su destino de flotar al capricho de las aguas, hasta quedar varada en ese monte Ararat para ella fijado por Jahvé.
Y el aspecto meticuloso de la descripción ( se ha interpretado que se trataría del espacio equivalente al de un buque de carga de 15000 toneladas destinado casi exclusivamente a mercancía útil ) pone de relieve algo esencial: aquello que hace de Noé un garante de la persistencia de la vida animada y con forma, lo que hace de Noé el cuidador de la naturaleza en su manifestación suprema, es su condición de Technités, de animal dotado de esa singular modalidad del ser que Aristóteles situaba como contrapunto, como una suerte de polo dialéctico, del orden natural. El animal que además de capacidad sensitiva, memoria, imaginación (facultades que otros animales poseen) se halla provisto Techne kai logismois, técnica-arte, y capacidad de hacer razonamientos es el que puede garantizar el orden natural tras la catástrofe... cierto es que también constituye el animal mayormente susceptible de provocarla.

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17 de enero de 2013
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Tras la catástrofe (I): memoria y renacimiento

Cuenta Platón en el Timeo que llegado Solón ("el más sabio de entre los siete sabios") a Egipto, un sacerdote ya anciano le da cuenta del secreto en el que reside la supremacía de su país sobre el de los griegos, amenazados sin embargo como ambos están por inevitables catástrofes cíclicas que anulan la vida civilizada. Pues hay una diferencia en la modalidad que adopta la catástrofe en uno y otro lugar, y esta diferencia tiene enormes consecuencias.
La catástrofe no tiene la misma gravedad cuando la provoca el fuego o cuando la provoca el agua, pues solo en el caso del fuego la destrucción es total. Pero aun tratándose de la calamidad producida por las aguas, todo depende de estas descienden torrencialmente o, como en Egipto, se trata del desbordar de un gran río. Pues entonces, en la llanura misma, aunque desaparecen las plantas, los animales y el hombre, se salvan los templos y sus inscripciones conservadoras de la memoria colectiva. Y así cuando las aguas descienden, los supervivientes en las cimas montañosas, al bajar a la llanura reencuentran en las paredes de tempos los cimientos de su civilización, la cual hubiera sido mucho más difícil restaurar en base al contingente recuerdo subjetivo.
Así pues, mientras la catástrofe en forma de desbordamiento del Nilo salva a Egipto, la ausencia en Grecia de esta forma relativamente menor de la destrucción cíclica, hace que sus habitantes estén a intervalos condenados a empezar a cero: "Solón, Solón eternos niños soy los griegos... Ninguna arcaica tradición oral ha podido inculcar en vuestras almas opinión fundada ni ciencia emblanquecida por el tiempo" son las palabras que dirige a Solón el sacerdote.
El mito de las catástrofes cósmicas parece ser una suerte de constante antropológica que reviste los más variados aspectos. No todos los relatos presentan la catástrofe como teniendo carácter cíclico, y cuando así es, no siempre se le atribuyen las mismas radicales consecuencias, pues aun en el mayor de los diluvios, cubriendo el agua incluso las cumbres de la montañas, sobrevivir es posible a condición de que entre las especies amenazadas se encuentre la que dispone de capacidad de razonar y de técnica.
"Aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas del cielo fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta día y cuarenta noches". El diluvio, que abolía la diferencia entre el desierto y sus oasis, hubiera hecho desaparecer toda vida reconocible si Noé, inspirado por su dios y al precio de ser considerado loco, no hubiera construido pacientemente a lo largo de 120 años su arca en el desierto y dado cobijo en ella a representantes de especies animales. Noé es en este caso un símbolo del hombre como paciente y laborioso technités, animal marcado por la técnica, de la cual depende la pervivencia de una naturaleza vivificada por especies animales. No será ocioso detenerse con cierto detalle en este aspecto.

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15 de enero de 2013
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El retorno de los rasgos de la especie

Así como hay etapas del fuego hay asimismo, etapas de la domesticación. La del lobo se remonta al paleolítico y es así muy anterior a la de otros animales que tiene lugar en el neolítico. El primer paso consistió posiblemente en hacerse con individuos aislados que, con mayor o menor violencia, eran incorporados al habitat del hombre. Puede tratarse incluso de crías que son recogidas antes de haber desarrollado sus potencialidades específicas, las cuales eran más o menos frenadas al adaptarse a la convivencia con el hombre. Pero la domesticación propiamente dicha empieza cuando se incorpora un grupo de individuos que a partir de ese momento son controlados, tanto en su desarrollo individual como en el cruce reproductivo. Surge así una selección artificial que viene a completar la selección meramente natural. Completar y no sustituir, por la evocada razón de que la específica naturaleza es difícilmente extirpable, mientras tal individuo perdure.
La domesticación de especies potencialmente dañinas para el hombre no apuntaba de entrada a una reducción, entre otras razones porque en muchos casos de poco serviría que lo fuera. Se sabe que en el cuarto milenario antes de nuestra era en Sumaria se domesticó el leopardo. Pero desde luego a nadie interesaba que el ahora dócil (para el hombre) animal perdiera su velocidad de más de 100 kilómetros por hora que le hacía un auxiliar precioso en la caza. Ciertamente se han señalado casos en los que la utilidad es posterior a la domesticación. Así parece que la domesticación de ciertas especies tiene para el hombre el interés de disponer de lana, pero resulta que el ancestro de las mismas, el muflón, carecía de ella.
Las razones de la domesticación pueden ser tanto la utilidad como alguna vinculación religiosa o el capricho. Pero no obstante en el origen de la misma hay ciertamente el interés por una especie concreta, no por lo que un individuo tiene de meramente animal o aun de meramente vital. Y ello en todas las especies animales. El hombre ha conseguido que haya una especie absolutamente artificial, esa larva del gusano de seda que se nutre de las hojas de mora que se le procuran y alcanzado el desarrollo vive tan sólo una horas para reproducirse. Si algún día la seda dejara de interesarnos el gusano de seda desaparecería. Se trata por así decirlo de una especie carente de intereses propios.
El perro confinado en espacios urbanos parece a veces acercarse al límite. Pues no sólo no despliega las potencialidades de la especie sino que en ocasiones procede ya de quien tampoco las desplegaba. Convertido en animal literalmente de compañía, parece carecer de función vinculada a su especie. Ya hemos visto que no es la primera vez que ello ocurre. Pero es muy difícil que la potencialidad se anule totalmente. Experiencia que conocen las víctimas de perros que abandonados individualmente en las calles urbanas de Bucarest se agrupan y recuperan su estado semi- salvaje. Ya he señalado que ello ocurre también con algunos de los perros abandonados en las carreteras durante los períodos de vacaciones, un tiempo frágiles y aislados pero readaptables y potencial amenaza para ganaderos y agricultores. "Por mucho que se expulse a la naturaleza con una furca siempre retorna" sentencia de Horacio a la que Freud añadía por su cuenta "retorna e la furca misma".
¿ Moraleja? ¡Cuidado con esa especie natural que constituye el hombre! Harían mal en confiarse aquellos que lo estiman plenamente reducido. En el seno mismo de la ignominia social, la naturaleza del hombre pugna por rebrotar y lo hará al menos puntual y esporádicamente, pues la reducción del ser humano nunca alcanza ese límite en el que la razón se vería convertida en instrumento y el lenguaje que le da soporte en mero código.

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8 de enero de 2013
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El retorno desde la ciencia a la filosofía

Algunos científicos sí efectúan este retorno a la filosofía al que aquí vengo refiriéndome Cuando el ya evocado físico austriaco Anton Zeilinger, realiza un experimento espectacular de tele-transportación del estado cuántico de una partícula situada en una isla de Canarias a otra partícula situada en otra isla de ese archipiélago, está realizando una performance técnica, pero él mismo percibe de inmediato que el comportamiento de ciertas entidades naturales que su experimento ha revelado contradice un postulado general de nuestra concepción de la naturaleza...e inevitablemente, en razón de esta inmediata percepción, se está convirtiendo en meta-físico.
En este caso, el postulado puesto en tela de juicio directamente es el principio de localidad (que en términos generales afirma simplemente que, en ausencia de intermediarios susceptibles de transmisión, una entidad A separada espacialmente de una segunda entidad B se haya a salvo de perturbaciones provocadas por lo que haya podido ocurrirle a la segunda), pero también otros principios están indirectamente aquí cuestionados, como lo están por otros protocolos matemáticos avanzados en los últimos decenios y que han tenido confirmación experimental. Me seguiré ocupando de este asunto, aunque no en la próxima columna en la que retomaré el tema de la imposibilidad de reducir a hombres y canes, la cual en lo que nos concierne es la garantía mayor para la filosofía.

 

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3 de enero de 2013
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La actitud ante la ciencia

La ciencia es minuciosa, y exigente con aquel que pretende abordarla. Las consideraciones generales sólo valen un momento, rápidamente hay que entrar en detalles. Al tocar un tema con cierta profundidad, el científico empieza recordando elementales cuestiones, al principio consideradas obvias, mas unos minutos después la pizarra o la pantalla se llenan de esotéricas figuras que derrotan al no suficiente iniciado, al que no realizó las necesarias mediaciones.
Mas para el que no se descorazona, para el que sigue con tenacidad y paciencia los meandros de una disciplina particular, la ciencia puede revelarse simplemente frustrante. Pues el tiempo se agota literalmente en la resolución de intrincadísimas fórmulas que a menudo conciernen solamente a un detalle del camino emprendido, detalle que, en razón de los propios recovecos del camino, ha perdido la perspectiva del paisaje general del horizonte de interrogantes en el que el pensamiento emprendió su tarea. Lo que se ha ganado en complejidad se ha perdido en significación, de tal manera que el espíritu baña literalmente en la insignificancia.
Y así, aunque nacida como exigencia de inteligibilidad vinculada a las cuestiones esenciales planteadas por el espíritu, arrancando en el estupor ante el comportamiento del entorno natural y la singularidad de los seres humanos, la ciencia se ve conducida al túnel de lo particularizado al límite, de lo carente de perspectiva, del detalle que sólo abre la puerta... a otro detalle. Tal es el momento de la inevitable especialización. "Espíritu sometido a la tortura de convertirse en máquina", cabria decir hegelianamente de ese momento. ¿Como ser fieles a la ciencia sin caer en la insignificancia? Obviamente es más fácil formular la pregunta que aventurar una respuesta. Quizás no hay remedio al principio, pues entonces la evocada lucha por descifrar y controlar los símbolos relativos al detalle puede acaparar todas las fuerzas de la inteligencia, quedando entre paréntesis la propia disposición subjetiva que condujo a buscar apoyatura en la ciencia.
Mas tal negatividad, tal momento de sombra, no coincide con el fin. La mediación por la ciencia se asemeja en ocasiones a una iniciación en la que sólo aquellos dotados de suficiente entereza salen enriquecidos. La riqueza consiste en este caso en el retorno al punto de partida, retorno a la interrogación filosófica. Pues bien:
Este retorno del estudioso de filosofía a su planteamiento originario, ya llenas las alforjas de los útiles indispensables, es como una proyección en la subjetividad del objetivo devenir del pensamiento, cuyo sentido se está evidenciando precisamente en nuestra época, entendiendo por tal el periodo que arranca a principios del siglo XIX y que recubre una secuencia de descubrimientos científicos que dejan literalmente estupefactos.
Tanto si los protagonistas de esos descubrimientos tienen formación filosófica como si no la tienen, es casi inevitable que la filosofía es a partir de ese momento cosa propia, lo cual no quiere decir que siempre respondan a esta llamada tan "indómita y nítida" como para el poeta John Masefield la llamada del mar (1).

 

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(1) Se trata de un fragmento de "Salt-Water Ballads".
: "I must go down to the seas again/for the call of a running tide/ Is a wild call and a clear call/ that can' t be denied.
 

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27 de diciembre de 2012
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Del buen uso de la erudición

El planteamiento ingenuo de interrogaciones está mal considerado por el mundo cultural. Se ha instalado subrepticiamente la idea de que para tener derecho a avanzar alguna de los asuntos que ocupan a filósofos, científicos, artistas, o a todos a la vez, hay ya de entrada que estar bien informado. Más que una persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno, se exige de entrada ser una persona culta y hasta una persona erudita. Esto alcanza, desde luego, al mundo académico: un especialista en genética, por ejemplo, no sólo se siente incompetente para emitir una opinión sobre algún interrogante de interés general pero técnicamente objeto de la física, sino para formular el interrogante mismo, siendo obviamente cierta la recíproca, es decir, el temor a meter la pata del físico tratándose de uno de los abismos filosóficos a los que conduce la genética.
Se diría que la información ha de preceder a la interrogación...incluso tratándose de las interrogaciones universales, cuya temática concierne a todos y cada uno de los humanos (otra cosa es que-como hemos visto- se hayan visto forzados a repudiar de sus vidas tales interrogantes). Ante este estado de cosas, se impone tomar posición:
Cabe eventualmente sentirse abrumado por la complejidad de los instrumentos con los que especialistas de una u otra materia (también curiosamente los filósofos, que no son especialistas de materia alguna, aunque deban alimentarse de muchas) abordan ciertos problemas cuyo origen es sin embargo muy elemental, pero no hay en absoluto que sentirse abrumado ante la cuestión misma, que no sólo todo el mundo está en condiciones potenciales de abordar, sino que probablemente ya ha abordado alguna vez. La formulación de una interrogación cabalmente filosófica nunca puede ser sofisticada en los términos (1).
Sólo si la interrogación es lo que ha conducido a la búsqueda de los elementos informativos, estos alcanzan pleno sentido, pues se revelan entonces como instrumento para lo que realmente importa y no como fin en sí. Reitero la tesis, clave en esta reflexión: la información es no sólo válida, sino imprescindible cuando constituye un arma para abordar un objetivo esencial; pero disponer de información por el hecho de estar informado (como sí el espíritu humano fuera esa tabula rasa, en sí vacía de contenido, a la que se refiere críticamente Steven Pinker) no tiene más interés que el que tiene para un saco estar lleno de patatas o de piedras. Pero el espíritu humano no es un mero recipiente. Es una estructura en la que se articulan múltiples facultades que pugnan por desplegarse. Se trata tan solo de vencer la inercia que impide tal despliegue (2).

 

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(1) Retomo ahora el ejemplo que ya presente aquí en anterior ocasión ¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide aparentemente con la mía? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas y han sido esgrimidos como armas por algunos de los pensadores más importantes del siglo veinte...pero la pregunta sigue siendo sencillísima y todo el mundo es susceptible de sentirse interpelado por la misma, hasta el punto quizás de que, si su vida material y social se lo permitiera, acuciado por tal interrogación, empezaría a ahondar en los escritos eruditos, y se dotaría de los argumentos para entenderlos.

(2) Tratando de estos asuntos del lazo entre filosofía y razón común o razón compartida, escribía yo hace un año "Lo democrático de la filosofía consiste en que todos podemos instalarnos en la actitud filosófica a poco que nos liberemos de las barreras que lo dificultan, en realidad barreras que impiden realizar nuestra naturaleza". Un lector realizó entonces un comentario crítico que (abstracción hecha del tono que parecía tender a personalizar el asunto) es representativo de una actitud que también es filosófica, y que desde luego no cabe ignorar. Transcribo lo esencial:

"... supongo que es parte de esa actitud democrática la de linchar a quien opte por seguir un rumbo que contradiga, niegue o relativice, el punto de vista democrático entre otros puntos de vista. De la absoluta tolerancia a la absoluta intolerancia hay poco trecho (...) Las formas de la tortura son múltiples y la que se práctica por el "bien del prójimo" no es de las menos salvajes, Es innegable por descontado que el democratismo filosófico afilia con suma facilidad a legiones de seguidores, sobre todo una vez han sido colocados en el lugar de lujo que a todos democráticamente corresponde"

Curiosamente estoy totalmente de acuerdo con la tesis de que "el bien del prójimo" puede ser coartada para toda clase de actitudes canallescas. De hecho he desconfiado toda mi vida de las disposiciones samaritanas. Y precisamente en función de una confianza en lo que de común tenemos los seres de razón. Es casi un asunto de instinto: si el entorno es miserable no hay fiesta posible. Y ello vale tanto tratándose de los regocijos del cuerpo como de los del alma. La defensa de un orden social en el que se den las condiciones materiales que posibiliten e incentiven prácticas como la ciencia el arte y desde luego la filosofía es una exigencia perfectamente "egoísta", si así se puede llamar al sano deseo de vivir bien, es decir estar en condiciones de pensar y amar.
Transcribo el entero texto que tanto irritó al citado lector:
" El motor de la filosofía no es tanto explorar desconocidos rasgos del mundo como restaurar una actitud ante aspectos (del entorno o de nosotros mismos) que eventualmente pueden ser ya conocidos, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes. Sería ocioso para un investigador en física ocuparse a estas alturas de las fórmulas de la relatividad restringida, pero el filósofo que ve en ellas la cristalización de una puesta en tela de juicio de la idea que nos hacemos del mundo, tiene todo el derecho a seguir hurgando en ellas con vistas a extraer toda su significación. Lo democrático de la filosofía consiste en que todos podemos instalarnos en la actitud filosófica a poco que nos liberemos de las barreras que lo dificultan, en realidad barreras que impiden realizar nuestra naturaleza. La filosofía da efectivamente vueltas y vueltas a las cosas. Pero tales vueltas no siempre son coincidentes, lo que se repite no es exactamente lo mismo; la metáfora no sería la del círculo sino la de la espiral. Esto es la esencia de la interpretación: un núcleo a partir del cual se despliega una pluralidad de puntos de vista".

 

 

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20 de diciembre de 2012
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La erudición no legisla

Es necesario enfatizar el hecho de que la disposición interrogativa a la que vengo refiriéndome como expresión misma de lo genuinamente humano y que constituiría ya en sí mismo como un embrión de lo que llamamos filosofía, no es en absoluto consecuencia de que el espíritu ha sido previamente enriquecido con datos informativos. La erudición no es el punto de arranque de la interrogación sino más bien al contrario: se buscan datos en razón de la inquietud interrogativa.
Un eminente físico de nuestros días, a cuyo nombre se asocian experimentos de un tremendo peso a la hora de intentar entender realmente los mecanismos que rigen el orden natural, confesaba recientemente en San Sebastián y Barcelona su ignorancia en relación a algunos de las referencias clave de la historiografía filosófica, entre ellas algún pensador pre-socrático del que (tras la información sin alma recibida al respecto en los años escolares) había olvidado casi hasta el nombre. Ello no fue óbice para que se sintiera inmediatamente interesado cuando se le dijo que las preocupaciones de ese pensador griego no estaban muy alejadas de sus propias reflexiones sobre las consecuencias de sus descubrimientos en física, reflexiones que con una suerte de inocencia le llevan a responder a una interlocutora: "Me gusta decir, que hay dos libertades: nuestra libertad y la libertad de la naturaleza. Nosotros somos libres de preguntarle a la naturaleza lo que queramos, pero la naturaleza también tiene la libertad de darnos las respuestas que quiera, sin olvidarnos que nuestra pregunta limita las posibles respuestas que la naturaleza puede darnos".
Lo que homologa a Anton Zeilinger con algunos de los pensadores de la Grecia presocrática es de alguna manera la manera ingenua de abordar las cuestiones más tremendas, las cuestiones literalmente metafísicas, convencido como está de que "siempre es más importante la pregunta de nuestros hijos que nuestra respuesta", y siendo obvio que tras el niño que se interroga no se esconde la motivación del erudito.

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18 de diciembre de 2012
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Irreductibilidad del can e irreductibilidad del hombre

Hace medio siglo el cineasta italiano Guiseppe de Santis (realizador de la célebre "Arroz amargo") nos ofrecía una sobria y dura historia, protagonizada por Pedro Armendáriz, Silvana Mangano e Yves Montand, en la que se entrecruzaba el destino de los lobos y el destino de los hombres.
Una región de alta montaña asolada por inviernos extremadamente duros, enmarca la tragedia de un hombre cuya mujer se siente atraída por un forastero que provoca la desconfianza de los montañeses, pero que acaba legitimándose ante ellos al ayudarlos en su lucha cíclica contra manadas de lobos que diezman el ganado, amenazan a los hombres y determinan la vida cotidiana y hasta los trazos psicológicos de los habitantes, presas de un sentimiento de fragilidad y de una permanente inquietud rayana en el terror.
Enfrentados a veces entre sí tanto por la defensa de intereses legítimos, como por la codicia o la envidia los montañeses se hallan unidos por la necesidad de medirse con la naturaleza, que parece siempre dispuesta a vengarse por el hecho de que, con tensión extrema, esos hombres le arranquen año tras año lo necesario para la subsistencia y para un elemental decoro de sus casas. Venganza para la cual dispone de fenomenal aliado en esa manada de lobos que asola la comarca...
En una atmósfera social como la evocada en la película de Giuseppe de Santis, marcada por la ancestral lucha entre hombres y lobos, poner el énfasis en la analogía entre ambas especies apuntaría sobre todo a una mejora de la estrategia de combate, sustentada en un buen conocimiento del enemigo. Pero la historia de los hombres y los lobos no está hecha tan sólo de combate mortal, en el cual por así decirlo las dos especies están homologadas por comunidad de objetivo:
En noviembre de 2002 se publicaron en Science dos estudios comparativos de material genético de más de seiscientos perros de los cinco continentes y 38 lobos euroasiáticos. Del trabajo se infería que todas las razas de perros, pese a su enorme diversidad, tendrían origen común hace unos quince mil años en Asia como resultado de la domesticación del lobo. El proceso de domesticación habría sido muy lento, pues se remontaría de hecho al menos a cuarenta mil años atrás. Y cabe imaginar que ello supuso un encarnizado combate entre ambas especies, combate en el cual acabaría primando la inteligencia. Se sospechaba desde hace tiempo que los perros conviven con los hombres desde antes de que lo hicieran las cabras, los caballos y hasta las vacas, pero la confirmación científica de estos hechos ha venido a conferir una suerte de legitimidad a la especial consideración que en las sociedades urbanas de occidente reciben estos animales, la cual algunos hacen extensiva al ancestro común de todas sus variedades.
Los etólogos han puesto de relieve que los lobos son, como nosotros, cazadores sociales que tienden a jerarquizar las relaciones entre ellos. Es de señalar que en esta jerarquizada sociedad lobuna tenga gran peso tanto el sentido de la responsabilidad como el sentimiento de solidaridad (lo cual invalida, desde luego, la tesis popular de que la "maldad" del lobo se reflejaría en el hecho de ser el animal que, precisamente, come carne de lobo).
Importantísimo es ese momento en el que el hombre no se propuso destruir a su enemigo sino vencerlo, a fin de poseerlo, someterlo a su voluntad y en definitiva reducirlo. Pero el verbo reducir es equívoco. En ocasiones se entiende por tal la eliminación de las propiedades superfluas, de tal manera que lo reducido gana en intensidad, tal es el caso de la condensación de una substancia en sus componentes esenciales. Tratándose de seres humanos, la reducción tiene un componente de confrontación que puede ser entendida de dos maneras. Se habla de la reducción de un pueblo o un ejército que se ve forzado a asumir una derrota, pero ello no significa forzosamente que tal pueblo o ejercito es privado de sus características, aunque ello obviamente puede ocurrir: caso de los pueblos vencidos conducidos a interiorizar la pérdida de rasgos tan fundamentales como los ritos y costumbres distintivos, la religión y en los casos más extremados ( y frecuentes) la propia lengua.
En el caso de los animales y concretamente de los animales en cuyo devenir biológico se ha cruzado el hombre la distinción entre ambos tipos de reducción es muy clara. Retomemos el caso del hombre que temiendo la fuerza del lobo... acaba por admirarla, a la vez que se apercibe del provecho que puede sacar de la misma. Admira el hombre en el lobo su potencia específica, no obviamente su mera animalidad. Admira aquello que es susceptible de ser canalizado en su propia lucha contra otras fuerzas naturales: sus prodigiosos olfato y oído que le hacen percibir con gran acuidad la presencia de una presa o de un peligro; su fuerza y destreza en la confrontación, lo incisivo y temible de su dentadura. Esta admiración es obviamente la motivación subjetiva que llevó al hombre a intentar el tremendo proceso de domesticación de canis-lupus. Si el lobo fuera un frágil depredador de sus bienes lo habría aniquilado simplemente, en modo alguno habría intentado incorporarlo.
En la domesticación, canis lupus fue perdiendo ciertamente alguna características, alimentarias por ejemplo (el can doméstico de nuestras ciudades es, a imagen de su amo, un animal casi omnívoro), pero conservaba lo esencial y precisamente por ello ha sido tan precioso y preciado a lo largo de historia de las sociedades humanas. Y desde luego es también gracias a la conservación de lo esencial que juega aun un papel predominante en las sociedades agrarias de nuestro tiempo.
Pues para ser eficaz vigilante de las tierras o el rebaño, como para ser auxiliar en la caza, el lobo-perro ha de permanecer tal, ha de mantener la agudeza de sus facultades, ha de responder a su condición específica, cosa que no ocurre cuando es confinado en un ámbito de exposición o en un angosto espacio urbano, erigido en sustituto asténico de la compañía humana, en imposible paliativo de esa soledad para la que solo la complicidad en la palabra y el relevo de la misma en el ciclo de las generaciones constituye adecuada medicina. Imaginemos por un momento que el perro de un hogar americano, que comparte a veces la mesa con los miembros de la familia, que recibe regalos navideños y es llevado a la peluquería, fuera transportado a un medio rural y se intentara que llegara a realizar alguna de las tareas que habitualmente se encomienda a sus congéneres. Obviamente sería muy difícil que se aclimatara; cabría decir que es ahora un animal desarraigado. Desarraigado, curiosamente, en el lugar dónde cabría que se desplegaran aun las potencialidades de su especie. ¿Su especie? Carente como se muestra de los atributos que eran corolario de la puesta en marcha de sus facultades específicas, puede a veces hacerse difícil afirmar su filiación. Se trata de un individuo reducido no precisamente por supresión de rasgos superfluos respecto a su especificidad, sino por supresión de rasgos que son corolario de sus atributos esenciales. Y es que no sólo no despliega las potencialidades de la especie sino que en ocasiones procede ya de quien tampoco las desplegaba. Convertido en animal literalmente de compañía, parece carecer de función propia. Y sin embargo...
La reducción radical que tantas veces supone el confinamiento de animales en espacios urbanos no les desnaturaliza totalmente, pues un rescoldo resiste. En el registro pro-creativo en primer lugar: cabe esperar progenitura viable en el caso de cruce con un miembro sexualmente diferenciado de la misma especie o subespecie, pero no sólo en este registro. En el más confinado de los perros de compañía urbanos, es difícil abolir toda huella de canis lupus, pues la especificidad natural pugna literalmente por recrearse, por revivir en el yermo.
Experiencia que conocen las víctimas de perros que abandonados individualmente en las calles urbanas de Bucarest se agrupan y recuperan su estado semi- salvaje. Ello ocurre también con algunos de los perros abandonados en las carreteras durante los períodos de vacaciones, un tiempo frágiles y aislados pero susceptibles de adaptase al nuevo estado y agruparse, siendo entonces potencial amenaza para ganaderos y agricultores. "Por mucho que se expulse a la naturaleza con una furca siempre retorna" sentencia de Horacio a la que Freud añadía por su cuenta "retorna en la furca misma".

En cada individuo la específica naturaleza pugna por restaurarse y desplegarse. Ello ocurre en los individuos de la especie canis lupus y en los de esa esa singular especie animal que es la del hombre. De ahí que hasta en el ser humano mayormente diezmado por la penuria, la humillada sumisión, el trabajo que esclaviza y el ocio que embrutece será imposible anular toda exigencia de respeto a la palabra y todo gusto por los frutos de la misma, es decir, imposible anular la originaria inclinación a simbolizar y conocer. ¿Moraleja? No se confíen aquellos que (impulsados quizás por la imposibilidad de asumir su condición y consiguiente odio de sí mismos, dispuestos antes a aceptar la mera vida que la vida humana) son alcahuetes, o hasta capataces, en las tentativas de reducción de los individuos de esa especie natural que constituye el hombre. Harían mal en tomar por definitivos los signos de que su nihilista causa está ganada:
Tras ser abandonado en carretera, en el fútil perro de apartamento urbano renace quizás el canis lupus que, asociado con otros que tuvieron idéntica suerte, puede erigirse en temible amenaza para los bienes de quien otrora le redujo y hoy le repudia.
Tras ser mayormente desterrado a los arcenes de la vida social, carente de la menor seguridad pero también de obediencias, en ese individuo humano mutilado en sus potencialidades creativas y cognoscitivas revivirá quizás el dormido instinto de su humanidad y buscará la alianza de los que sobreviven en los mismos confines, para simplemente acabar con la causa de los usurpadores y restaurar la causa del hombre en su lugar.

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13 de diciembre de 2012
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Leonardo y los ojos del minero

El Pas de Calais es una región septentrional del norte de Francia, un tiempo floreciente por su industria minera y hoy arruinada en razón del abandono de esa misma industria. El paro supera la media de países como España y la ciudad de Lens, de unos ciento treinta mil habitantes, es considerada la más pobre de Francia. Pues bien: Lens ha sido el lugar elegido para la descentralización del museo del Louvre. Un edificio de vanguardia acogerá por un tiempo obras emblemáticas de la célebre institución, y el entusiasmo de ciertos políticos locales se refleja en las palabras del Prefecto para quien el símbolo mismo de la recuperación de la ciudad y la región viene dado por el hecho que “La Gioconda vendrá a Lens en TGV (nombre francés del AVE)”. Los promotores de la iniciativa han erigido en emblema la frase “Un museo para todos” y, tratándose de una región minera, han tenido el detalle de escoger para la inauguración el día de Santa Bárbara. Otro de los defensores del proyecto sostenía que de esta manera se paliaban las carencias de una educación escolar que “habiendo enseñado a leer no había enseñado a ver”. La cosa es más que dudosa: Interesada la cadena franco- alemana ARTE por el evento, solicitó la opinión de un minero ya jubilado, quien respondió lo siguiente: “Es formidable, porque es buena la cultura, en Lens y en toda Francia, mas para las personas que ante todo han de sobrevivir con 500 euros por mes en una ciudad en la que hay 34 por ciento de paro, el Louvre...nos importa un bledo (on s´en fout)”. Es curioso que la otra experiencia francesa de descentralización de museo sea la del Pompidou, con sucursal en Metz, región del noreste de altísima tradición metalúrgica. Industria hoy devastada, en consecuencia de lo cual las cifras del desempleo deben ser similares a las de Pas de Calais. Metz tiene un impresionante patrimonio artístico y desde luego es en principio lugar adecuado para esa descentralización cultural. Pero es de de temer que para los que han quedado en los arcenes de la sociedad después de decenios de trabajo en la siderurgia, la recepción de las obras del Pompidou no haya sido más entusiasta que la de los mineros del Pas de Calais ante las obras del Louvre. Y es que la vigencia de lo sostenido por Aristóteles es plena: el espíritu tan sólo se recrea en libertad, y esta libertad tiene como condición primera el que esté resuelto lo relativo a la subsistencia y a la dignidad del entorno...propio. Pues de poco vale hallarse en la proximidad de esplendorosas fachadas si la de tu propia casa no ha sido encalada, y el fuego languidece en un interior insalubre. Y una observación sobre este último punto. En el mismo día y programa en el que la la cadena franco-alemana ARTE se ocupaba de la creación de la sucursal del Louvre en Lens, había otro tema informativo: se anunciaba el 19 de diciembre como “día internacional de los sanitarios”, concebido como denuncia de las condiciones de insalubridad en las que vive...un cuarenta por ciento de la población humana. Es bien sabido que esto de la celebración del “día de...” no tiene otro sentido que recordarnos la casi segura imposibilidad de alcanzar aquello que en principio se anuncia como objetivo. Así unas semanas antes de este recordatorio de la importancia de los váteres, se había celebrado el día mundial de la filosofía, que pretendía activar la conciencia de que la filosofía sería elemento imprescindible en la educación de los ciudadanos. Pues bien: Dada la relación de fuerzas que determina las condiciones de vida y educación de la humanidad, tan perdida parece la causa de la filosofía como la causa de la salubridad. Dejando sentado bien claramente que la primera causa suena a sarcasmo mientras la segunda esté vigente. La cadena ARTE ofrecía unas estremecedoras imágenes de personas ancianas buscando un lugar furtivo para realizar sus necesidades, y de niños chapoteando en un río de excrementos, cuyas aguas ciertamente sino les destruyen les vacunan. Todo esto es insoportable simplemente por propio egoísmo. Pues hay que ser absolutamente ciego para pensar que ese ser intrínsecamente social que es el hombre puede alcanzar una realización individual en ausencia de una realización colectiva. Mas cuando la penuria, la insalubridad, el miedo y la esclavitud marcan o amenazan a una gran parte de la humanidad, la otra parte caerá inevitablemente, ya sea de manera encubierta, en una paranoia securizante y en la fobia del otro. Así esas ciudades del llamado tercer mundo, privadas ya de todo rito compartido por la población en su conjunto, y en las que los barrios míseros del centro tienen contrapunto en urbanizaciones-fortaleza, en el interior de las cuales los habitantes se complacen en un espejismo de vida europea. “Salvar la ciudad” es tanto un objetivo de la filosofía como “salvar los fenómenos”. Por eso reitero que la primera condición de defensa del pensamiento es contribuir a acabar con este orden de cosas en el que la filosofía no es posible simplemente porque la humanidad está mutilada.

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11 de diciembre de 2012
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El Boomeran(g)
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