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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Asuntos metafísicos 79. Viraje hacia la filosofía (4): “Lucha de gigantes en torno a la entidad”

Síntesis

Resumo de nuevo lo que precede: Retornar a la atmósfera jónica en la que la convicción sobre el carácter inteligible del mundo se adueñó de los espíritus sería  tarea irrenunciable, no sólo para la filosofía sino también para la física. Pues se trataría  del retorno a una reflexión que no podría  ser catalogada ni como científica  ni como filosófica, y ello porque tal división sólo habría tenido lugar más tarde, y como resultado de un viraje en el seno mismo de la problemática que abre para nosotros el pensamiento jónico. Y citaba un texto en el que el gran Erwin Schrödinger parece reconocerse y deleitarse en ese horizonte previo a la división entre las tareas del espíritu.

Son muchos los pensadores que en el siglo XX han sentido nostalgia de esta Jonia arcaica y ello, entre otras razones, por considerar que, por dispares que sean, los problemas que abordan las diferentes disciplinas  tienen una matriz común y en consecuencia una relación intrínseca, por lo cual  la toma de partido respecto a uno de ellos afecta también a los demás. Esta es una de las razones que moverían  a retornar al  periodo álgido del pensamiento de los Tales de Mileto (585 a. C. aproximadamente),  Anaximandro,  (hacia 565) Anaxímenes (545)...

En estos pensadores, que podrían  ser considerados tanto los primeros científicos  racionalistas como los primeros filósofos, se habría fraguado no sólo la idea de que  la naturaleza es susceptible de ser comprendida, sino  también  la más singular todavía de que tal comprensión es neutra, es decir: la  persona  comprende  sin perturbar lo comprendido, sin involucrarse en ello, lo cual es la primera condición de que quepa hablar de conocimiento objetivo. Y  aquí hay un punto que permite la inflexión, el viraje de una problemática que podría ser considerada meramente científica a una problemática que, vinculada a la ciencia, permitiría in embargo hablar ya de filosofía. Me limitaré por hoy a señalar un aspecto:

Viraje hacia la filosofía

Si  en el acto de conocer el sujeto introdujera una perturbación en  lo conocido, perdería nitidez la diferencia  misma entre sujeto y objeto. Tenemos aquí el origen mismo  de una polaridad tan arraigada que ni siquiera (en nuestro ordinario discurrir) la reflexionamos. Cabe seguir en esta ausencia de reflexión,  seguir considerando como obviedad que el objeto no es perturbado por el conocimiento y así posibilitar la clara distinción entre sujeto y objeto, de manera concreta mantener la diferencia entre la naturaleza entorno y la singular entidad que constituye el ser que conoce, sentando así las bases de la actitud que caracteriza al físico, movido ("si se me pone contra la pared" dice John Bell en un texto ya en estas columna citado) a afirmar  la  existencia de una  naturaleza independiente, aun en los casos en que su propio trabajo obliga a considerar (al menos considerar) la hipótesis contraria.

Entre los pensadores griegos, algunos privilegiaron el testimonio  de  los sentidos  a la hora de atribuir propiedades a la naturaleza, y otros por el contrario consideraron como realidad física lo que los sentidos no podían percibir. Un tiempo incluso pudo pasar desapercibido el hecho de que en este segundo caso el único testigo de que había una realidad física era precisamente el intelecto. Pero el problema sin embargo surgió, surgió un combate entre los sentidos y el intelecto, reflejado en un bellísimo fragmento atribuido por Galeno a Demócrito y en correlación surgió el combate no tanto entre "realistas" e "idealistas" (al postular el vacío y los átomos el texto de Galeno sostiene que constituyen lo que de verdad hay), como el combate relativo al papel del hombre en la constitución de la propia realidad, combate relativo al papel del hombre en el ser de las cosas... combate que conduciría inevitablemente a una interrogación sobre el propio ser del hombre.

Estos asuntos también ocuparon a los llamados fisiócratas, y que eran de hecho  los que reflexionaban sobre la naturaleza, o sea, los físicos de la Antigüedad. Algunos de sus sucesores dejaron ya de ocuparse de la primera parte, dejaron de ser físicos. Entre unos y otros alimentaron un debate que emulando a Platón cabe designar de "lucha de gigantes en torno al ser" En tal combate seguimos gracias entre otras cosas a los nuevos físicos, a los Tales, Anaximandro, Anaxímenes... de nuestra época.

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1 de enero de 2015
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Asuntos metafísicos 78. Viraje hacia la filosofía (3): La pregunta persiste.

Sintetizaré lo esencial de las  columnas anteriores Un físico que se pregunta por las condiciones que han posibilitado el que haya en la historia de la cultura humana precisamente una disciplina como la física y  para intentar responder decide sumergirse en los arcanos del pensamiento griego (interrumpiendo incluso su docencia científica para dar unas lecciones recogidas bajo el título de  La naturaleza y los griegos)

La física, tal como la entendemos,  es ante todo el resultado de un conocimiento de la naturaleza que se va progresivamente actualizando, pero  Erwin Schrödinger sabe que  nuestra relación  con ésta no tiene  porque  venir determinada por un enfoque cognoscitivo. De hecho  tal enfoque  presusupone un postulado que está muy lejos de constituir una obviedad, a saber, precisamente,  que la naturaleza es cognoscible.  Como ya he señalado aquí mismo, cabe  perfectamente  concebir una gran civilización que no se halle sustentada en este  postulado, una civilización para la cual el fondo de la naturaleza sea algo reverenciable,  sagrado, temible o protector,  y ello precisamente por intrínsecamente ignoto. De ahí que  Erwin Schrödinger llegue a sostener una tesis ya por otros esbozada  pero que él asume con gran radicalidad, a saber: que la asunción  del postulado relativo al  carácter cognoscible del orden natural constituye una singularidad, un rasgo definitorio de la civilización griega y por mejor decir de la Jonia que constituye una de sus  matrices.

En este primer  postulado tendríamos la primera razón para  retornar al  periodo álgido del pensamiento de los Tales de Mileto (585 a. C. aproximadamente),  Anaximandro,  ( hacia 565) Anaxímenes (545)... Entre estos pensadores, que  desde luego pueden ser  considerados tanto los primeros científicos  racionalistas como los primeros filósofos, se fragua no sólo la idea de que  la naturaleza es susceptible de ser comprendida, sino  también la más singular todavía de que tal comprensión es neutra, es decir: el conocimiento en sí no perturba aquello sobre lo que se vuelca.

Nótese  que este hecho de que  la  persona  comprenda  sin perturbar lo comprendido, sin involucrarse en ello,  es la primera condición de que quepa hablar de conocimiento objetivo. Pues si en el acto de conocer el sujeto introdujera una perturbación en  lo conocido, perdería nitidez la diferencia  misma entre sujeto y objeto. Tenemos aquí el origen mismo  de una polaridad tan arraigada que ni siquiera (en nuestro ordinario discurrir) la reflexionamos. Si los pensadores griegos pudieran ser catalogados exclusivamente por la asunción consciente o implícita de los dos postulados... habría que considerarlos más bien como primeros científicos que como primeros flósofos. Y desde luego tal cosa hacen muchos de lso que a ellos se acercan. En un libro de 2013 que lleva el significativo título de Anaximandro de Mileto o el nacimiento del pensamiento científico, el ilustre físico Carlo Rovelli (a quien se debe la llamada  "interpretación relacional"  de la mecánica cuántica)  considera a Anaximandro como el primer científico en el sentido que tal palabra tiene para nosotros.

Rovelli ve en Anaximandro "un gigante del pensamiento, cuyas ideas suponen una revolución mayor: se trata del hombre que ha dado nacimiento a lo que los griegos han llamado 'investigación de la naturaleza', poniendo las bases, incluso literarias, de toda la tradición científica ulterior". Abre sobre el mundo natural una perspectiva racional: por primera vez el mundo de las cosas es percibido como directamente accesible al pensamiento" Habrá ocasión de volver sobre esta tesis, pero avanzaré  desde ahora los principales argumentos esgrimidos por Rovelli:

 Anaximandro sería el primero en considerar la evolución de los seres vivos; el primero en interpretar la necesidad natural como un orden que desarrolla los acontecimientos en el tiempo; el primero en avanzar conceptos abstractos que permiten postular entidades no perceptibles y que estarían detrás de los fenómenos. Anaximandro sería asimismo el primero en introducir el espíritu crítico que permite manifestar el desacuerdo con doctrinas establecidas, aunque éstas se encuentren sustentadas en la palabra sacerdotal o en la de un respetado maestro. Fiel a este espíritu Anaximandro habría revolucionado la cosmología heredada,  basada en la estructuración del espacio en  un alto y un bajo absolutos. Este cuestionamiento de lo heredado supondría la aportación mayor del pensamiento griego a lo que vendría a ser  el pensamiento científico: aun en el respeto de los dioses, la religión deja de ser la referencia a la hora de explicar, de salvar los fenómenos; aun en el respeto de quien enseñó a pensar, la exigencia fundamental es hacerlo con voz propia.

Vemos que la tesis de Rovelli   focaliza en Anaximandro la afirmación de Schrödinger según la cual  en Jonia se habría introducido la idea de que el mundo es transparente a la razón. Y sigo manteniendo la pregunta: además de hacer de Anaximandro el primer científico (dejemos toda discusión sobre si habría que considerar como tal ya a Tales) Mas la pregunta persiste:¿en qué todo esto hace de Anaximandro el primer filósofo?

Vuelvo sin embargo a Schrödinger, para quien  parece no haber duda de que aquí está ya la filosofía, además de que esté desde luego la ciencia.  Escribiendo al respecto con radicalidad:  "La filosofía de los antiguos griegos nos atrae hoy porque nunca antes o desde entonces, en ningún lugar del mundo, se ha establecido nada parecido a su altamente avanzado y articulado sistema de conocimiento y observación sin la fatídica división que nos ha estorbado durante siglos y que ha llegado a hacerse insufrible en nuestros días." (o. c. p.29).

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25 de diciembre de 2014
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Asuntos metafísicos 77. Viraje hacia la filosofía (2): ¿Nacimiento de la filosofía o nacimiento de la ciencia?

La ciencia es implacable cuando percibe  una insuficiencia, no sólo en  el rigor sino en esta modalidad particular del rigor que es la exactitud. Constatando la dificultad de conciliar la exigencia de la ciencia con ciertas disposiciones del espíritu humano que  no parecen reductibles a residuos de superstición  el físico que es Schrödinger (al que me refería en la columna anterior) experimenta la nostalgia de un horizonte intelectual en la que tal división aun no se había efectuado:

"La miseria personal, las esperanzas enterradas, los inminentes desastres y la desconfianza respecto a las reglas de prudencia y honestidad bastan para hacer que los hombres se aferren a una vaga esperanza (sea o no probable) de que el 'mundo' o la 'vida' se inserte en un contexto de más alta significación por más que sea inescrutable. Pero hay un muro que separa los 'dos senderos', el del corazón y el de la pura razón. Miramos atrás a lo largo del muro: ¿no es posible derribarlo?; ¿ha estado siempre ahí?. Si nos adentramos en la historia siguiendo su trazado por encima de montes y valles, contemplamos una tierra muy lejana, unos dos mil años atrás, donde el muro de allana y desaparece y el sendero ya no se escinde, sino que es sólo uno. Algunos estimamos que merece la pena volver atrás y ver qué se puede aprender de esta atractiva unidad original".

¿De qué unidad se trata?  ¿Al utilizar la transitada metáfora  de "sendero del corazón", está aludiendo a la carencia que lleva a la esperanza religiosa? Si no es así, muchos hubieran ciertamente preferido que el gran físico eligiera con mayor escrúpulo sus expresiones. Sin embargo es posible pensar que Schrödinger  tiene en mente no  la religión sino la filosofía, es decir, la rara modalidad de actividad del espíritu que acompañaría a la ciencia en su  nacimiento en las ciudades marinas de Anatolia.

La hipótesis supone que Schrödinger tiene claro en qué consiste la filosofía, cuáles son los rasgos que la diferencian de la ciencia, pues, como indicaba en la columna anterior,  decir que ciencia y filosofía están involucradas supone asumir que son cosas diferentes. La sospecha que tengo al leer no sólo  el texto de Schrödinger  sino también los de autores  que desde la historiografía filosófica y armados con el más riguroso saber filológico se acercan al mundo jónico es que explican más bien el nacimiento de la ciencia que el nacimiento de la filosofía. En otros términos: parece más fácil distinguir la ciencia tal como nosotros la entendemos no sólo de otras formas de aproximación a la naturaleza, sino incluso de otras formas de conocimiento de la misma, a saber (según Gompertz, Burnet, Schrödinger o el también físico Carlo Rovelli) esas formas de conocimiento que se darían en Egipto, China o Mesopotamia.

Y en la medida en que los autores que voy evocando son admirables científicos o admirables eruditos hay la sospecha de que tras la inmersión en el pensamiento jónico a la que nos invitan seguiríamoss sin saber de hecho  en qué consiste la filosofía. Asunto desde luego preocupante y hasta algo humillante para alguien quienes precisamente  nos dedicamos a la enseñanza de la filosofía. Pues bien:

De la lectura de los textos de esos pensadores nacidos en Jónia  y  que extienden tanto  su saber como sus problemas a Tracia, Samos o la Italia meridional, cabe extraer una hipótesis relativa al nacimiento de la filosofía, precisamente de la filosofía a no confundir con la religión (aunque de ella pueda heredar el ansia de absoluto), ni con la ciencia aunque efectivamente emerja como una consecuencia de  los dos corolarios fundadores de la misma a los que me he referido.

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18 de diciembre de 2014
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Asuntos metafísicos 76. Viraje hacia la filosofía (1): pensar el mundo a la manera de los griegos

"Prácticamente toda nuestra educación intelectual tiene su origen en los griegos. Un conocimiento escrupuloso de estos orígenes es pues requisito indispensable para liberarnos de su aplastante influencia. Ignorar el pasado es aquí, no sólo indeseable, sino simplemente imposible. Uno no necesita haber oído sus nombres  para estar bajo el hechizo de su autoridad. Su influencia no sólo se ha dejado sentir sobre quienes aprendieron de ellos en la Antigüedad y en los tiempos modernos; todo nuestro pensamiento, las categorías lógicas en las que éste se mueve, los esquemas lingüísticos que utiliza(y que por consiguiente lo dominan) es en cierto modo una elaboración y, en lo fundamental, el producto de los grandes pensadores de la Antigüedad. Debemos investigar, pues, este devenir con toda meticulosidad a fin de no tomar por primitivo lo que es resultado de un proceso de crecimiento y desarrollo, y por natural lo que es, de facto artificial"

Este radical  (y sin duda problemático) texto del historiador del pensamiento  Theodor  Gompertz (Griechische Denker-Pensadores Griegos- Vol I pag. 419 1911) es ampliamente glosado por el físico Erwin Schrödinger para dar por así decirlo base erudita a su propia convicción de que el retorno a la Jonia en la que el pensamiento griego tiene cuna constituye una exigencia tanto para los científicos como para los filósofos.  Y  a los argumentos de Gompertz, Schrödinger añade uno de sus propias alforjas. Da la razón a Gompertz en la necesidad de retornar la mirada hacia Jonia, y  enfatiza el hecho de que ello es en primer lugar  tarea del que se interroga por el origen y la esencia de la actitud científica. El físico  coincide asiso  con Burnet, otro gran historiador del pensamiento antiguo, en que  " constituye  una adecuada descripción de la ciencia el decir que en ella se trata de pensar sobre el mundo a la manera de los griegos", y  en consecuencia  "la ciencia no ha existido excepto entre los pueblos que vivieron bajo la influencia griega" (john Burnet Early Greek Philosophy Londres 1930).

Obviamente Schrödinger no ignora que esplendorosas civilizaciones ajenas a Jonia en el espacio y en el tiempo  han desarrollado prodigiosas técnicas que les han permitido un sorprendente control del entorno. No ignora que antes de Tales de Mileto, en China y en Egipto se había alcanzado un elevado conocimiento matemático, y podrían multiplicarse los ejemplos  ¿Qué nos quiere pues  señalar  el gran físico cuando asume tan radical tesis? No es seguro que la respuesta que él mismo se da sea satisfactoria. Aquí ya ha sido considerada. Pensar a la manera de los griegos sería hacerlo en base a un doble postulado,  a saber: a)que el mundo  es inteligible y b) que el conocer es en sí mismo neutro en relación a tal  mundo (otra cosa sería la técnica que surgiría de tal conocer). Mas "pensar al modo de los griegos", tiene quizás una connotación suplementaria que el propio Schrödinger barrunta, aunque no es seguro que llegue a tener un visión precisa de la cosa. Pues además de estar en el origen de lo que nosotros consideramos ciencia, el pensamiento griego se encuentra también en el origen de lo que se conoce como filosofía. Y  quizás en el lazo entre ambas, en la crisis que supone para la ciencia misma su vinculación a la filosofía, reside lo radicalmente novedoso del pensamiento que se despliega en Jonia, Tracia y la Italia meridional en la prodigiosa centuria que precede a la  formación de la Academia platónica. Obviamente esto no tiene sentido mas que si está realmente clara la diferencia entre ciencia y filosofía, es decir, si está claro qué añade la interrogación filosófica a la interrogación científica. O aun, en que momento de su interrogación los pensadores jónicos pasan a ser los primeros científicos para ser asimismo los primeros  filósofos. Intentaré  abordar el asunto en las columnas que siguen.

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11 de diciembre de 2014
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Asuntos metafísicos 75: Prioridad ontológica de la diferencia sobre la identidad

Formularé una pregunta clásica: ¿cabe una multiplicidad meramente numérica, es decir, sin notas diferenciales que suponen desigualdad?  Remontémonos una vez más a Aristóteles:  En el nivel de las especies la respuesta es negativa, pues referirse a especies   supone precisamente considerar la diferencia cualitativa en el seno de un género. Hombre y caballo se distinguen en el seno de la animalidad entre otras cosas porque el primero posee la nota racional, de la que el segundo carece. Pero Aristóteles sostiene que hay un dominio en el que en cierto modo hay distinción sin diferenciación cualitativa, pues para el Estagirita las polaridades cualitativas mediante los cuales podemos a distinguir a Sócrates de Calias (bajo-alto, feo- guapo, canoso- cabello negro, etcétera) son contingentes y en consecuencia carentes de peso ontológico.  De ahí su tesis de que no hay ciencia de los individuos y que la ciencia como determinación de diferencias esenciales acaba  allí dónde conseguimos distinguir a una especie de otra especie. Esta contingencia de los rasgos diferenciales cualitativos tratándose no de la especie sino  del   individuo supone que, a la hora de referirse a éste, lo único importante es exactamente lo que la etimología dice: indiviso respecto a sí mismos y dividido respecto a todos los demás (por decirlo en términos de Francisco Suarez) es decir la definición misma de uno. Si hay individuos hay multiplicidad meramente cuantitativa cabría decir respondiendo a la pregunta.

Mas,  ¿cual cual sería el soporte de esta  pluralidad meramente cuantitativa? ¿Dónde se despliega la discreta pluralidad  de los individuos? En  el continuo espacial o temporal sería la primera e inmediata  respuesta. Dos individuos presentes difieren en el espacio, mientras que el presente Sócrates que se dispone a tomar la cicuta difiere del Sócrates maestro del joven Platón en el tiempo. Pues bien, Leibniz vendrá al traste con esta concepción. Lejos de admitir que la diversidad de posiciones en el espacio y el tiempo basta para distinguir a una realidad de otra, Leibniz nos invita a considerar la posibilidad de que sólo se den tiempo y espacio en razón de que las cosas de inmediato se distinguen por rasgos intrínsecos. O en otros términos: tiempo y espacio serían la expresión de la diferencia entre las cosas y jamás un marco previo y subsistente en el cual eventualmente las cosas pudieran venir a insertarse. Transcribo al respecto un  párrafo de los Nouveaux Essais sur l'entendement humain (XXVII).

Un texto de Leibniz.

"Es necesario que además de la diferencia de tiempo y de lugar haya un principio de interna distinción, y aunque haya varias cosas de una misma especie es cierto, sin embargo que no hay cosas absolutamente similares: así, aunque el tiempo y el lugar (es decir, la relación exterior) nos sirvan para distinguir cosas que no distinguimos perfectamente por sí mismas, no por ello las cosas dejan de ser distinguibles en sí. El criterio de la identidad y la diversidad no reside pues en el tiempo y el lugar, aunque sea verdad que la diversidad de las cosas se acompaña de la diversidad de tiempo y lugar que conllevan impresiones diferentes sobre la cosa. Ello por no decir que más bien son las cosas las que permiten discernir un lugar o un tiempo de otro lugar u otro tiempo, pues por ellos mismos son absolutamente similares, lo cual supone que no son substancias o realidades completas"

En suma: el tiempo y el espacio no precederían a las cosas. Las cosas no precederían a sus intrínsecas diferencias. Luego: el tiempo y el espacio no precederían a la diferencia entre las cosas. Y el texto citado se completa con un segundo en el que se explicita ya el principio de los indiscernibles:

"El principio de individualización se reduce en los individuos al principio de distinción del que hablaba. Si dos individuos fueran absolutamente similares e iguales y así (en una palabra) indistinguibles por sí mismos, no habría principio de individualizació; e incluso me atrevo a decir que en estas condiciones no habría distinción individual ni individuos diferentes"

Vemos pues que con Leibniz se da un enorme paso en la vía de la priorización ontológica de la relación diferencial sobre la entidad per se de cada cosa.  Sin relación diferencial intrínseca no habría  especies,  sostenía ya Aristóteles. Sin  relación diferencial intrínseca no habría tampoco individuos, viene a decir Leibniz.  Así pues, sin relación diferencial intrínseca no habría simplemente mundo, puesto que mundo no es otra cosa que orden, es decir precisamente sistema de relaciones entre géneros, entre  especies, en el seno del género, y entre individuos en el seno de la especie.

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2 de diciembre de 2014
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Asuntos metafísicos 74: La escisión en el origen

El expediente de Zeus.

En uno de los más conocidos diálogos de Platón, El Banquete encontramos en boca de uno de los protagonistas, Aristófanes, el mito de una nostalgia de unidad originaria que  parece consubstancial a la condición humana:

"Pero habeis lo primero de conocer la forma y manera de ser humana y lo que con ella ha sucedido[ ...]Pues en primer lugar, eran tres las especies de los hombres y no dos, como ahora macho y hembra. Había una tercera, común en algo con esas dos, y cuyo nombre ha quedado hasta el día de hoy, en tanto que ella está extinguida: pues "andrógino" o "machihembra" o "marimacho"era en aquel entonces una de las tres, ompuesta así en figura como en  nombre de las otras dos, de la de macho y de la de hembra, mientras que ahora no hay tal, sino como nombre que se ponga como insulto.

Eran pues tremendos en poder y fuerza; soberbios eran los sentimientos que albergaban y osaron ir contra los dioses[...] Apenas si al cabo Zeus, tras haberlo meditado, habla como sigue: 'Me parece que he dado, dijo, con un expediente para que siga por un lado habiendo hombres y cesen, por el otro, en su desenfreno, una vez que su fuerza mengue. Y es ello que ahora, dice, voy a dividirlos en dos a cada uno de ellos, con lo cual, a la vez que vendrán a ser más débiles, serán más provechosos para nosotros, al resultar su número acrecentado; y marcharán erguidos sobre dos piernas. Pero si todavía les diera por portarse insolentemente y no se quisieran quedar tranquilos, de nuevo los he de dividir en dos, de modo que anden sobre una sola pata coja'. Habiendo dicho lo cual iba dividiendo a los hombres por la mitad, como quienes rajan las serbas y las preparan para hacer orejones de ellas[...]cada uno de nosotros es como una de las piezas de un hombre entero, dividido que está como los partes de un lenguado, de uno dos".

El texto platónico enfatiza el hecho de que en esta escisión originaria tendría su matriz la pulsión amorosa tendiente a reencontrar la unidad primitiva suturando así "la llaga del ser humano". Pero la fuerza del mito va mucho más lejos. Es de buena lógica pensar  que en realidad  el ser  previo a la escisión no era aun el ser humano, que  este surge como resultado de la misma, y en consecuencia, contemplar  a la luz de tal quiebra originaria, tal ruptura en el seno de lo entero, la totalidad de los proyectos humanos. Todos ellos esconderían  una inclinación a superar la parcialidad correlativa del ser y alcanzar así una plenitud que necesariamente (puesto que la individualidad humana resulta de la escisión) sería necesariamente más que humana.

Prioridad ontológica de la escisión

Pero el proyecto de reencontrar lo entero puede adoptar estrategias diferentes, algunas de las cuales se revelan inoperantes respecto al fin propuesto. La única manera de que la escisión no triunfe es asumirla, o sea: contemplar la individualidad como su fruto, rechazando de sí el espejismo consistente en ver cada cosa como una entidad por sí misma, la cual sólo en segundo lugar- y accidentalmente- mantendría  relación con las demás.

"El hombre es un nudo de relaciones" indicaba Saint Exupery, pero se traiciona lo esencial de este aserto si se considera que hay un ser del hombre  previo a este su  ser en relación. Se lo traiciona asimismo si se considera que la relación baña en un fondo de neutralidad que podría traducirse en tensión pero también en complementaridad.

La escisión en lo uno, traducida en polaridad, es la condición de la identidad, pero lo así polarizado no se vincula en la neutralidad sino en la oposición y en última instancia en la contradicción.

La concepción según la cual, en primer lugar las cosas son lo que son y sólo en segundo lugar entran en relación diferencial las unas respecto a las otras recibe la puntilla en pensadores como Hegel, pero este no es el único. Leibniz había preparado el terreno enunciando principios sobre los que me detendré un momento en la próxima columna.

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25 de noviembre de 2014
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Asuntos metafísicos 73: “La ternura común por las cosas…”

En estas reflexiones metafísicas me he ocupado  de los principios  ontológicos fundamentales, realismo, causalidad,  contigüidad, individuación... En las columnas siguientes voy a hurgar un tanto en asuntos vinculados al último de ellos, lo que servirá de peldaño para poner de relieve la potencia   de una tesis defendida por Hegel,  aunque no sólo por él, a saber, la inevitabilidad de la contradicción cuando se aspira meramente a reivindicar la diferencia. Lo hago de alguna manera con cierta intencionalidad política, convencido como estoy de que efectivamente la única posibilidad de no abismarse pasa por no intentar sortear el abismo, sino al contrario "mirarlo, medirlo sondearlo y descender a él".

El hecho de que Hegel sea por muchos considerado "el perro muerto de la filosofía" no es en absoluto óbice para que tomemos muy en serio algunas de sus consideraciones relativas a lo catastrófico de cierta actitud pusilánime que pretende esencialmente cocinar con guantes blancos, es decir, pensar que la diferencia cabe  sin oposición frente a aquello de que se difiere, que la  igualdad entre los diferentes  puede ser un punto de partida y no una conquista y en suma que el peaje de la contradicción es evitable cuando se piensa en las condiciones de posibilidad de una pluralidad ordenada, es decir, las condiciones de posibilidad de un mundo. Escribe el pensador: "La ternura común por las cosas, que se preocupa solamente de que éstas no se contradigan, olvida aquí, como siempre, que de esta forma la contradicción no se halla superada, sino únicamente  transferida a otro lado, es decir al pensamiento subjetivo".  Tan  subjetivo como ciego cabría decir. Pues como el Cristo que acompaña en el camino a los discípulos de Emaús  la contradicción  se hace tanto más presente cuanto menos se la reconoce, cuanto menos, en consecuencia, se la sondea y asume: "Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús y conversaban sobre lo acontecido [la desaparición del cuerpo en el sepulcro] . Y sucedió que mientras conversaban y discutían el mismo Jesús se sumó a ellos en  el camino; pero sus ojos se hallaban imposibilitados para  reconocerle" 

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18 de noviembre de 2014
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Asuntos metafísicos 72: Alejarse de Aristóteles…

Aristóteles que asistió al derrumbe de sus tesis sobre la a-temporalidad de las especies, Aristóteles que vió un día como la matemática (en el pensamiento de Cantor y de Abraham Robinson ) abría camino al infinito numérico por él repudiado, Aristóteles que asistió con estupor al alcance por los físicos de "niveles cada vez más profundos de vacío"...Aristóteles que, en suma, vió como el pensamiento ulterior procedía a relativizar el suyo propio a la manera como él había relativizado el pensamiento presocrático...no hubiera quizás podido conjeturar que se pondría en tela de juicio el horizonte mismo de principios y conceptos que él había consignado y erigido precisamente en condición de posibilidad de la razón y el juicio.  Pues la Physis se muestra hoy reacia a las propias redes conceptuales con las que se intenta aprehenderla, lo cual supone un viraje  mucho más radical que todas las transformaciones de la misma a la que han dado lugar  los grandes saltos históricos de la ciencia, los cuales eran respetuosos de un trasfondo conceptual que servía de común denominador. Avanzo algún ejemplo de estos virajes

La Physis ha podido ser considerada como marcada por vínculos de contigüidad excluyentes del vacío, pero  también  como un ámbito puro, continente  de la materia y  en el que se desplegaría (cuando tal concepto fue introducido) el campo. "No hay espacio [al menos] sin campo..." llego a decir Einstein, quien sin embargo no fue constante en su concepción del lazo entre materia y espacio-tiempo.

 Por su parte, el éter,   para el cual  toda la materia era porosa,  parecía morir y resucitar como elemento  de la physis, hasta que ciertos experimentos precursores de la teoría de la relatividad recibió el golpe definitivo.

El continuo que caracterizaba a las manifestaciones de la Physis, que eran la energía y el campo electromagnético, mudan en montos de elementos discretos en las conjeturas respectivas de Max Planck y de Einstein....Podría seguir dando ejemplos

Pero tras  estos virajes (en ocasiones muy bruscos),  a la hora de hacer  conjeturas sobre el trasfondo oculto a la percepción inmediata (el cual explicaría los fenómenos de la naturaleza)   un reducto permanece,  como decía, inalterado.

Pues tanto si la materia y el campo  agotan la Physis (lo que haría del espacio y el tiempo meros epifenómenos) como si son  una mera perturbación del espacio-tiempo; tanto si la aparente diversidad de las substancias individuales se destaca  sobre  un soporte de continuidad o si elementos últimos -auténticos átomos- vendrían a dar razón a las tentativas de explicación discretista...  en un polo u otro de las diferentes conjeturas no parece  pensable ( es un ejemplo) que  lo intrínsicamente continuo  se comporte como si fuera discreto  o que una partícula elemental  (paradigma de individualidad y de localizada discreción) tenga efectos en dos sitios a la vez.

No parece pensable lo anterior, como no parece pensable que lo que acontece en una situación determinada deje de acontecer si esa situación se repite en todos y cada uno de sus extremos, no parece pensable -en los términos de Aristóteles- que el aparente azar no sea subjetiva ignorancia del conjunto de las causas que intervienen, de tal modo que el conocimiento exhaustivo de las mismas determinaría el acontecer.

No parece, en consecuencia del punto anterior, pensable que lo que acontece no marque lo que acontecerá (salvo, reitero, para nuestra ser tallado por la ignorancia) y que lo que aconteció no sea la clave de lo que acontece. Y al no parecer pensable en general  que el devenir no sea concretización de la ley, sería impensable en particular que esa misma ley no marque el devenir destructor, lo que denominamos tiempo, el proceso por el cual - en ausencia de intervención exterior- la simiente se corrompe; pues si la actualización de la  potencia el paso de simiente a planta  exige intervención  exterior, la potencia de corrupción pasa al acto por si misma.

No parece pensable que el todo formado por varios individuos no sea despliegue de los  mismos en un marco de consecución o contigüidad, despliegue que garantiza la indivisión de cada uno de ellos con respecto a sí mismo y  su separación respecto de los demás; no parece pensable en concreto, que dados  dos individuos A,  B, una parte A1 del primero  se halle  intrínsicamente vinculada a una parte B1 del segundo, mientras que las partes A2, B2, se vinculan por su cuenta, formando así una entidad intrínsecamente holística.

No parecen pensables estas y otra serie de cosas quizás  porque el pensar quedó determinado por la exclusión de todo ello, en razón de ser contrario a los corolarios de ciertos principios: principios erigidos en rectores tanto del entorno natural como del espíritu que lo refleja; principios en cuyo establecimiento el Estagirita desempeñó un papel fundamental.

Mas, como aquí hemos ido viendo,  la obviedad de tales principios es puesta en tela de juicio por una disciplina científica  de nuestro tiempo a la vez determinante del mismo e introductora e de profundo desconcierto:

Determinante, la Mecánica Cuántica,  no sólo por efectuar descripciones cuyo grado de matización carece de precedentes y establecer previsiones  que se verifican con sorprendente  regularidad, sino por tener una gigantesca capacidad de operar sobre el mundo, multiplicando exponencialmente las potencialidades de la tecnología y en consecuencia pesando sobremanera en la economía mundial .

Desconcertante,   la Mecánica Cuántica, porque  a la vez que se ve abocada en mayor grado que las disciplinas científicas anteriores a plantear interrogaciones sobre los rasgos últimos o universales de esa naturaleza que con tanta acuidad describe, y sobre la que efectúa tan formidables conjeturas, socava los principios mismos que le permitirían  efectuar esta operación tendiente a la inteligibilidad.

Pues para intentar superar  al estupor provocado por la verificación de las conjeturas avanzadas por los Bohr, De Broglie, Bohm, Schrödinger, Heisenberg, o Bell... para insertarlas en un modelo inteligible, el pensamiento no disponía de  otras armas que los principios antes evocados  de contigüidad, de realismo, de individuación, de causalidad...Y no había  concepto más  general que el aristotélico concepto de  sustancia y los rasgos a la sustancia asociados de ser susceptible de movimiento o de reposo, de tener energía correspondiente a una u otra situación, de hallarse ubicado, y un no muy largo etcétera. Principios y conceptos que con mayor o menor sofisticación o acuidad en su presentación remontan  al pensador de Estagira...comprometido  inevitablemente  en la relativización o derrumbe de los mismos.

De ahí lo inevitable  de tomar distancia,  separarse de Aristóteles, separarse de aquel que permitió pensar incluso lo que era contrario a sus tesis... razón por la cual las diatribas en el seno del pensamiento seguían siendo diatribas aristotélicas. Separarse en suma de quien con toda justicia era El Filósofo,  a la vez que era El científico, lo cual no es óbice

 para que  el XXIV centenario de su nacimiento en 2016, constituya la más obligada ocasión de agradecida evocación  filosófica.

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11 de noviembre de 2014
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Asuntos metafísicos 71: De la mano de Aristóteles.

Indicaba en varias  columnas anteriores que, por difícil que ello sea, retornar a la disposición de espíritu de Aristóteles es la condición de posibilidad de que la filosofía se reencuentre consigo misma, y ello empezando por la actitud del Estagirita a la hora de sentar las bases que posibilitan la práctica misma de la disciplina. 

Aristóteles nos ayudó a ser lógicos, a apercibir la importancia de establecer criterios que posibiliten la distinción y la clasificación, a aplicar estos criterios al ámbito primordial de la frontera entre lo inanimado y lo animado, a  adentrarnos en el primer ámbito, a fin de descubrir los rasgos que permiten reconocer el ser en su forma primaria, la naturaleza elemental, y  a percibir la complejidad que en relación a tales rasgos supone la vida...

De la mano de Aristóteles, Linneo establecía sus calificaciones y del método clasificador de Aristóteles no se apartan excesivamente los genétistas contemporáneos.  Aristóteles  intuyó que la diferencia individual no es reductible a forma y que por eso no hay ciencia de los individuos, asunto en el que no anda tampoco muy lejos la genética contemporánea, obligada a referirse a secuencias del genoma no codificadoras de proteínas por cuya azarosa iteración dos individuos se distinguen (de ahí la dificultad para pasar de mapas genómicos de especies a determinación genómica de individuos). Aristóteles tuvo impresionantes intuiciones topológicas (lo que permitió que un matemático de nuestro tiempo lo caracterizara como el primer y más grande pensador del continuo), y en lo concerniente al tiempo tuvo una impresionante premonición del segundo principio de la termodinámica.  Aristóteles rechazó  el vacío y  defendió una concepción finitista del universo que los partidarios del modelo cosmológico de la esfera de Riemann nunca podrán rechazar de manera tan tajante como lo hacen con la infinitud  del espacio de Newton.

Aristóteles introdujo la crucial distinción entre la entidad en potencia y la entidad en acto, aspecto por el cual es parcialmente redimido en el seno de la teoría cuántica, la cual sin embargo es la que  con mayor radicalidad pone en tela de juicio los pilares mismos del aristotelismo. Aristóteles nos ayuda a percibir la causa  que provoca la representación trágica y (aun no siendo ateniense) con sus Constitución de Atenas nos da las claves del esfuerzo consistente en forjar un ámbito configurado por la ley. 

En fin, sin la tarea de Aristóteles catalogando y mostrando los vínculos entre  los problemas de sus predecesores, quizás  no hubiéramos siquiera tenido acceso real a  esos pensadores hoy llamados presocráticos.  Motivos  para un eterno agradecimiento filosófico a Aristóteles.  Y sin embargo...he señalado aquí en varias ocasiones la necesidad  de tomar distancia, de alejar en cierto modo de Aristótles y ello precisamente cuando en dos años celebraremos el XXIV centenario de su nacimiento. Volveré sobre este asunto en la próxima columna.  

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4 de noviembre de 2014
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Asuntos metafísicos 70: Lo real, lo inasumible y…. La filosofía

En una reflexión realizada paralelamente a la que se va hilvanando en este foro (explícitamente centrado en  asuntos metafísicos), sostengo  la tesis siguiente:

Cabe suponer que toda  especie animal lucha espontánea o instintivamente para que  el marco natural en el que se inserta posibilite la eclosión de las facultades  propias de tal especie. El hijuelo del águila tiende al vuelo, y en consecuencia el águila intentará instalarse en un ámbito dónde la potencialidad o facultad de volar de su prole no quede mermada, o eventualmente imposibilitada. Y tratándose del águila ello es válido para  rasgos más particulares o específicos que el genérico del vuelo, pues  toda especie se realiza en la fertilización de las facultades que hacen mayormente  su especificidad.

Aplicando el principio a la especie humana, y aceptando con Aristóteles, Descartes o Chomsky, que la expresión mayor del animal humano es la facultad que posibilita la simbolización y el conocimiento, es decir,  la facultad de  lenguaje, cabría esperar que  nuestra especie se esforzara en contribuir a forjar la atmósfera, digamos natural, para el despliegue de tal capacidad, es decir, se esforzara en construir ese ámbito marcado por la ley que los grandes del pensamiento griego sintetizaban en el término polis,  de tal forma que el ideario de la paideia, la educación como técnica de actualización de las potencialidades humanas,  tendría su expresión mayor en el proyecto de ciudadanos concernidos esencialmente por las tareas de conocimiento y simbolización.

Una sociedad marcada por la paideia, una sociedad  cabalmente humana, sería aquella que daría sentido a nuestras vidas, pese a los  estragos del tiempo o de desgraciadas contingencias subjetivas; una sociedad que dolería  abandonar, y a la que sólo se renunciaría de propia mano  por un sentimiento de incapacidad de estar ya a la altura de la misma; una sociedad indisociablemente lúcida y festiva, trágica por ambas razones  y fértil precisamente porque trágica.

Y sin embargo,  de tal sociedad no parece siquiera haber rescoldo. Aquellos  proyectos y exigencias que deberían ser el síntoma del espíritu humano  surgen  tan sólo como acontecimientos puntuales vinculados a la singularidad de algún individuo, o de azarosas circunstancias sociales positivas. Para la generalidad de los ciudadanos, la alternancia entre trabajo carente  de sentido, ocio que embrutece  y pavor a perder  el primero (quedando de paso privado también del segundo) parece un destino natural, algo  en conformidad con lo único que sería susceptible de ofrecer la sociedad de los humanos.

En lugar de constituir aquello que se ofrece como polo afirmativo frente a los momentos de descorazonamiento por los que atraviesa toda persona, la sociedad parece precisamente reforzarlos,  añadiendo al sentimiento de  adversidad en el destino propio, el de ausencia de sentido del destino colectivo. De ahí esa  tremenda estampa del ciudadano que se arrancó la vida renegando de la polis, y ello precisamente en una plaza pública  de... Atenas.

Y obviamente surge  la pregunta de cómo  se ha llegado a esto, cómo es posible que una especie animal forje para sí misma un ámbito de inserción que le impide desplegar  los rasgos que hacen la singularidad de tal especie. Pregunta que en ocasiones  sólo parece autorizar una respuesta, ciertamente nihilista: el hombre no podría soportar su matriz, el hombre sería incapaz d contemplar  la finitud, el hombre no podría asumir el hacerse verbo de la carne, el hombre, simplemente huiría de lo real, pues sería verídica la tesis (generalizada por muchos desde hace medio, siglo a partir de las consideraciones de un lúcido pensador francés) según la cual, simplemente "lo real es lo insoportable".

Y de esta imposibilidad de asumir lo real surgiría toda la panoplia de construcciones imaginarias que nos sirven de señuelo a la vez que de parapeto: la vida se convierte así en  apuesta exclusiva por objetivos pragmáticos y contingentes, desde lo azaroso de  la posesión de un cuerpo, a la forja de una patria (o a la vivencia como mutilación propia de la eventual escisión en la misma), pasando por alcanzar el reconocimiento de quienes no son más que servidores de mayor alcurnia, o la erección de imaginarios  enclaves securizantes, correlativos del sentimiento paranoico de que todo  mal viene de afuera. En esta concepción del orden de las cosas, no hay desde luego plaza para tareas que impliquen confianza en la  entereza  humana.

Y aquí un puente con las consideraciones generales de este foro relativas a la filosofía. Pues filosofía es palabra designativa de una  disposición  que debería nacer con la inserción en el lenguaje, una disposición a la que el marco social  debería invitar y que el ser humano sólo debería abandonar cuando carece de fuerzas. En una sociedad que no posibilita la realización coral de las potencialidades humanas, la filosofía o bien  carece de lugar o bien se erige en acto de resistencia. Pues de lo contrario ( no siendo  cosa de todos y tampoco combate  por llegar a serlo) la filosofía se aparenta  a un antojo para ociosos, parodia de la llamada por Aristóteles..."ciencia de los hombres libres". Que el orden  social parezca más bien tener como condición de su pervivir el repudio de la filosofía no puede quizás ser explicado por causas contingentes. Gana en este pensamiento fuerza la tesis nihilista: entendida como asunción de lo real, la filosofía tendría en efecto muy pocas posibilidades,  de ser cierto que lo  real es aquello que el hombre no puede asumir, de ser cierto que lo real es lo insoportable.     

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28 de octubre de 2014
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El Boomeran(g)
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