Skip to main content
Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

Blogs de autor

Física experimental, física que da razón, meta-física.

Se quejaba Newton de no haber logrado deducir de los fenómenos  la razón o causa de la gravedad. Ello no le impide describir matemáticamente los fenómenos gravitatorios y efectuar una generalización por inducción a la que, para gran escándalo de algunos, califica de Filosofía, aunque añade la coletilla experimental,  es decir, filosofía natural experimental y que no es otra cosa que una física experimental.

Una parte del trabajo de la física consiste en efecto en   una descripción genérica de fenómenos, es decir generalización de lo reiteradamente  constatado, que una vez formalizada e inserta  en un conjunto consistente vienen a formar parte de  una teoría. En función de esta teoría la física hace previsiones relativas a lo que puede acontecer. Ejemplo canónico: mediante generalización por inducción,  Newton concluye que los cuerpos carentes de soporte en el entorno de la Tierra se aproximan a la misma de tal suerte que en un primer segundo recorren 9.83 metros,  en el segundo posterior doblan ese recorrido, en el tercero tres veces,  y generalizando: cada segundo incrementan su velocidad en una magnitud de  9.83 metros por segundo.  Erigido este comportamiento en regla de los graves en torno a la Tierra podemos efectuar una previsión sobre el lugar en el que se hallará por ejemplo dentro de cinco segundos   un cuerpo que ahora abandonamos en "libre" caída. Esta generalización a partir de la experiencia era al decir de Newton suficiente para esa  "filosofía experimental" a la que se refería.

Ya he indicado que Newton soslayó la   pregunta fronteriza sobre  la causa o razón que mueve a los graves a ser tales, y además a serlo  con tal determinación precisa (9.83 metros por segundo cada segundo). La renuncia de Newton a incluir tal interrogación en el compendio de la ciencia física, suponía de facto soslayar la aporía siguiente: la gravedad newtoniana parecía dar testimonio de la existencia de una fuerza que opera en la distancia...contrariamente a lo que por doquier se muestra como condición de posibilidad de que se ejerza una fuerza.

Pues como bien constatamos en la relación cotidiana con las cosas del entorno, la influencia de un objeto A sobre un objeto B, o bien se efectúa por directo contacto de A sobre B, o por contacto con una tercera entidad  C que a su vez está en contacto con B. No sólo constatamos esto una y otra vez,  sino que hemos generalizado tal constatación hasta el punto de vivir como si se tratara de un principio general de la naturaleza, un principio que no hay que explicar sino que sería presupuesto no susceptible de ser puesto en tela de juicio por explicación alguna.

Vemos pues que si Newton se hubiera decididamente abierto a la interrogación sobre la  sorprendente  caída de los graves ello le hubiera conducido a interrogarse sobre la legitimidad  del principio por el cual estamos seguros de que (salvo las artes de un mago) no se conseguirá que lo que acontece en la distancia nos afecte directamente  (es decir sin la mediación temporal exigida por las cosas que se interponen entre nosotros y lo que pretende afectarnos). Si no hubiera renunciado a explorar el curioso fenómeno de la aparente acción a distancia con el tremendo argumento de que la ciencia natural no exige aventurar conjeturas al respecto (Hypothesis non fingo), Newton se hubiera en suma visto obligado a enfrentarse al problema de la universalidad de un postulado o presupuesto que rige nuestro lazo cotidiano con el entorno natural. Y haciendo tal cosa no sólo hubiera respondido mayormente a su condición de físico sino que (por el hecho mismo de haberse enfrentado a los presupuestos de la física) hubiera devenido metafísico.  

Hay aquí como una especie de paradoja: al no interrogarse sobre un caso de aparente acción a distancia, al soslayar el problema de la "razón de la gravedad",  Newton está fallando a la exigencia de inteligibilidad que es la marca misma de la ciencia. Renuncia... a su pesar (como lo muestran múltiples textos en los que se queja de su impotencia), pero renuncia fin y al cabo, es decir: lo que él llama "filosofía experimental", que se satisface  con la generalización por inducción, no es propiamente esa filosofía natural que se confunde con la física, la cual,  en palabras de Leibniz,  "busca siempre la razón". Pero como aquí vengo mostrando el término filosofía es  equívoco y de hecho en tiene arranque allí mismo dónde la física encuentra una aporía que le hace reflexionar sobre sus propios cimientos. En síntesis:

1)La física da por supuesto la exigencia de un principio  de continuidad-localidad que excluye la acción a distancia y otorga inteligibilidad a los fenómenos, mostrando que obedecen al mismo. Tal cosa ocurre con todos y cada uno de los principios ontológicos. La filosofía no puede ser meramente experimental porque entre su vocación está el escarbar en  los cimientos que sustentan  toda experimentación posible. Estos cimientos son los principios ontológicos asumidos por el físico y van incluso más allá  incluyendo   también los relativos a la matemática, como por ejemplo el principio de no contradicción, axioma fundamental de esta disciplina, pero del cual el matemático jamás se ocupa explícitamente (salvo para denunciar que algo lo contradice), dejando tal tarea para el filósofo

2) La física entra en crisis cuando el principio de contigüidad- localidad  (o cualquier otro de los principios ontológicos) parece fallar. En el caso de la gravitación newtoniana se trataba sólo de un fallo aparente (que la teoría del campo gravitatorio o las ondas gravitatorias de Einstein vendrá a superar). Es decir, el problema es resuelto por la propia física.

3. En ocasiones se dan fenómenos (así el comportamiento de los fotones en el experimento de Aspect) en los que indiscutiblemente queda en entredicho que la localidad sea un principio ontológico universal, es decir algo a lo que la naturaleza necesariamente obedece. Es entonces cuando el físico se ve conducido a hacer inmersión en sus cimientos, forzado a pensar la localidad (como Aristóteles pensaba el "principio más firme", es decir el principio de contradicción que el matemático asumía sin reflexión); es entonces cuando el físico se hace metafísico. 

 Por el hecho mismo  de intentar explicitar los principios rectores del orden natural,  de intentar  ponerlos sobre la mesa, la disposición del físico ha cambiado, ha tomado una distancia sobre su propio quehacer, ha traspasado hacia la filosofía: aun escrupulosamente  respetuoso  de la física, y  estudioso de esta disciplina, no se contenta ya con la tarea de la física.

Pues la mera la descripción,  archivo y racional intelección de los fenómenos físicos de no exige en absoluto abordar la cuestión de las evidencias y principios fundamentales que posibilitan todo lo anterior. Basta con someterse a los mismos y repudiar toda conjetura que los contradiga.

Leer más
profile avatar
29 de marzo de 2016
Blogs de autor

Laboratorio del físico…antesala del filósofo (cuando la ciencia misma apela a otro discurso).

La legitimidad de la filosofía reposa en el hecho mismo de que, tras la ciencia, hay aun pensamiento, de que la búsqueda de la  inteligibilidad no es el objetivo último y en consecuencia tras su eventual logro no se cierra el discurso. Desde luego hay que hacer el entorno inteligible, hay que hacer  inteligible incluso el espacio y el tiempo, pero hay sobre todo que sumergirse en aquello en lo que encuentra sentido el espacio y el tiempo mismos.  Si no un programa por etapas, sí   hay al menos un espectro de temas  para la  filosofía, y  la mera disposición a ocuparse  de los mismos es una respuesta positiva a la exigencia de Aristóteles.

Espectro que recoge, en lo que hay de esencial, la exploración de la physis elemental, el trabajo de archivo, descripción y previsión que hacen los físicos, pero no para detenerse en el mismo,  sino como indispensable peldaño para el abordaje de aquello en lo que tal exploración reposa, y que no anda lejos de lo que hace la singular physis del hombre, a saber, el lenguaje y sus categorías, los múltiples modos de decir el ser.  Y bienvenido es el hecho de que sean los propios físicos quienes,  desconcertados   por las aporías que encuentran en su trabajo, nos inviten a retomar la disposición aristotélica a la que  en potencia responde todo humano.

Ciertos problemas técnicos de enormes implicaciones teoréticas sólo pueden de entrada  ser abordados por el físico. Pero el meta-físico debe estar muy pendiente de las respuestas  del anterior,  pues es  en base a las mismas que irá trazando un camino en su propia  interrogación. Y el estar pendiente no quiere decir aceptar pasivamente la palabra del físico, sino seguirle en sus conjeturas y experimentos. El laboratorio del físico es asimismo la antesala del filósofo  y los protocolos en los que el primero recoge sus experimentos son  algo así como la provisión de base en las alforjas del segundo.

Leer más
profile avatar
16 de febrero de 2016
Blogs de autor

¿Qué añadir a la información y a la inteligibilidad?

La filosofía no es desde luego (al menos, eso no es  en ella lo esencial) un pensar que, como el del poeta, explora las  potencialidades y recursos que el lenguaje tiene con vistas a su propia recreación. Pero ya he reivindicado la tesis de que  la filosofía no es tampoco el pensar de la ciencia. Esta imposibilidad de encasillar la filosofía como una modalidad particular de  la manera de hacer de los científicos,  supone que en la distribución administrativa de la universidad la filosofía  no puede ser una facultad paralela a la facultad de biología o de física, asunto considerado por Kant en su Conflicto de las Facultades.

Simplemente la filosofía no es  ciencia. Y sin embargo la filosofía va tras (con todo el equívoco de la expresión)  la ciencia. Su pensar es un pensar que sigue en el tiempo al pensar de la ciencia y desde luego extrae toda la savia del mismo, pero también la filosofía está detrás de la ciencia dándole quizás soporte. La filosofía en todo caso, para tener legitimidad,  ha de añadir algo a la ciencia, ha de decir cosas que la ciencia no dice. ¿Qué añade o dice pues? La respuesta sólo puede venir del énfasis en la intención. Se trata ciertamente de conocimiento, y de conocimiento riguroso, y por eso la ciencia es la base, pero se trata asimismo de algo más. Pero, ¿en qué consiste ese algo? ¿Qué añadir  cuando ya está resuelto  el problema de la indispensable información (científica pero también filológica e histórica a fin de poder interpretar textos e insertarlos en contextos) y ha sido planteado el eventual problema de evaluación e interpretación de dicha información en el seno mismo de la ciencia? ¿Qué hace en suma  el meta-físico?

El problema del vacío se plantea no sólo al narrador  sino también al filósofo. La recurrida metáfora de la página en blanco no remite a una ausencia  de contenido, sino a la cuestión de la nota diferencial que, sin añadir dato alguno, trasmuta este contenido.  ¿Por qué el Aristóteles que se interroga sobre la diferencia que hace la singularidad humana en el seno de la animalidad,  manejando al respeto  todos los datos que podía almacenar el conocimiento de su época, no es sin embargo simplemente el primer biólogo sino el primer (y quizás principal ) pensador de la vida, y aun de la vida hecha palabra? ¿Por qué el Aristóteles que como todos los astrónomos de la historia  hace conjeturas (afortunadas o no) sobre esferas que podrían eventualmente explicar los fenómenos astrales, constatados una y otra vez, es algo más que un astrónomo?  ¿Por qué el Aristóteles que intenta (de nuevo con mayor o menor fortuna) utilizar las propiedades intrínsecas de los entonces considerados elementos, a fin de explicar el comportamiento de la physis, es algo más que un físico?  ¿Por qué en suma es Aristóteles El filósofo? La respuesta no es obvia y de alguna manera la historia misma de la filosofía es en gran parte una tentativa de encontrarla.

Leer más
profile avatar
9 de febrero de 2016
Blogs de autor

La interrogación sobre el paso de la ciencia a la filosofía

Vuelvo ahora al tema evocado en una columna anterior sobre el nacimiento en Jonia tanto de la ciencia como de la filosofía. Leyendo a  autores eminentes (algunos ya citados), que se acercan al asunto desde la historiografía filosófica,  pero a veces también desde la ciencia,  se tiene la impresión que explican  más bien el nacimiento de la ciencia que el nacimiento de la filosofía. En otros términos: parece relativamente fácil distinguir la reflexión sobre la naturaleza que llevan a cabo los pensadores jónicos (y que tiene los rasgos esenciales de lo que nosotros llamamos ciencia), no sólo de otras formas de aproximación a la naturaleza, sino incluso de otras formas de conocimiento de la misma, a saber  las  que se darían en Egipto, China o Mesopotamia. Pero entra la sospecha de que  no llegamos a saber muy bien en qué consiste la filosofía.

El entendimiento humano, a través de la comparación, el juicio,  la deducción, la inducción y el silogismo  conceptualiza las cosas del mundo, y  gracias a ello puede eventualmente modificarlas, forjando  tanto  las técnicas necesarias a la subsistencia, como  las  que tienen como objeto el confort o la belleza, es decir,  tanto lo que  nosotros llamamos  técnica como  lo que nosotros llamamos arte (designadas en Griego por la misma palabra, techne). Una interrogación determinada por exigencias  prácticas puede dar lugar a conocimientos sofisticadísimos, de los cuales las técnicas de agrimensura en Babilonia o en Egipcio son una expresión cabal.

Pero en cualquier caso es una tesis ampliamente aceptada (aunque genere reacciones  cuando es llevada a extremos) que en Jonia se fragua una de las más singulares peripecias de la razón humana, a saber, simplemente la conversión de interrogaciones vinculadas a las mencionadas  exigencias prácticas, en interrogaciones liberadas de toda función, cuya eventual respuesta podía tan sólo satisfacer al espíritu.

Y se añade que  sólo en este paso a una interrogación que no tendría otro objetivo que la mera inteligibilidad, el entender por el hecho de entender, cabría ver  el origen mismo de la ciencia,  tal como la palabra resuena en boca de científicos que se reconocen  en la  disposición de espíritu de los pensadores jónicos, forjadores de  hipótesis que de entrada, sólo podrían despertar el escepticismo de sus contemporáneos. Por el carácter desinteresado de esta etapa, el entendimiento tiende a concebir la esencia y el comportamiento de cosas que, como los astros,  no son susceptibles de ser modificadas por la técnica, ni de ser puestas a nuestro servicio, separando así lo que es un abordaje técnico de un abordaje que cabe llamar científico, el cual puede entonces extenderse a cosas  que sí podrían ser útiles pero que en la nueva disposición de espíritu son contempladas bajo otro prisma.

Así Tales habría tenido razones muy serias para sostener  que tras la aparente diversidad de los fenómenos hay un elemento común, que él denomina agua. Y tal sería el caso de  Anaxímenes cuando reduce las apariencias a fenómenos de condensación o de rarefacción de otro elemento primordial. En la actitud de ambos puede el científico de nuestro tiempo encontrar analogías con su propio proceder.

Pero con el esfuerzo de estos pensadores  prístinos se está asimismo fraguando en  Asia Menor  una vía que, dispersándose por la  Italia meridional o Tracia, acabará confluyendo en Atenas, y que constituye algo realmente sin precedentes, a saber,  la filosofía, la cual es ante todo expresión de que el intelecto humano no se conforma. Esta no conformidad puede esquemáticamente reflejarse como exigencia de una actividad del intelecto irreductible tanto a la disposición del hombre de arte, el technites como del físico, aunque tenga en la misma el arranque.

Pues un momento esencial de la segunda  etapa, la ciencia, es que  el entendimiento se apercibe de lo poco de fiar que, en ocasiones, son los sentidos  como testigos de la naturaleza,  y en consecuencia repara en su propio papel en las actividades anteriores, dando cabida a la idea de que este papel no es quizás despreciable. Se abre así la posibilidad de una  auténtica  inversión de jerarquía: lejos de que el intelecto sea mero reflejo de las propiedades de  las cosas conducidas hacia él a través de los sentidos, sería quizás el intelecto quien, al menos parcialmente, determinaría las auténticas propiedades.

Leer más
profile avatar
2 de febrero de 2016
Blogs de autor

Lo que supone que el saber exija tiempo

Los  años (digo bien años) que exige, mero ejemplo,  la inmersión en la Ciencia de la Lógica de Hegel  equivalen al periodo  de formación de un físico o un biólogo. De ello son bien conscientes los científicos que se acercan a la filosofía, imposibilitados de arrancar a sus investigaciones específicas ese tiempo empírico que la filosofía exige. Obviamente, la recíproca es cierta: el que lucha simplemente  por seguir a Kant en los meandros  de su triple Crítica, sabe que tal perseverancia supondrá probablemente  la  renuncia a integrarse en un laboratorio a fin de aprehender de manera concreta el enorme enigma ontológico que suponen dos fotones en situación de entrelazamiento (es decir para los cuales existe una fórmula identificadora de la pareja que forman, pero no una fórmula identificadora de su individualidad). Pues una cosa es entender el proceso simbólicamente, es decir matemáticamente, cosa a la que el filósofo de formación puede acceder perfectamente, y otra es percibir que efectivamente la naturaleza posibilita tal sorprendente comportamiento.

Y sin embargo, el esfuerzo del filósofo por no ignorar lo esencial de la ciencia responde a un imperativo de la filosofía misma, el cual exige  un esfuerzo que puede llegar a ser baldío. Pues  el filósofo ha de luchar contra la dificultad empírica, marcada de entrada por la limitación de tiempo, pero también contra la pluralidad de modos de simbolización que la diversidad de las ciencias exige.

Y luchará desde luego contra el olvido; luchará  contra esa devastación que constituye para los símbolos y conceptos tan duramente conquistados  la inmersión hacia el centro de gravedad de una suerte de pantano del cual sólo con un esfuerzo aun mayor pueden a veces ser rescatados; ese olvido contra el que se debatía la Emilie du Châtelet de Kaija Saariaho, de la que me ocupaba aquí hace unos meses. Transcribo las frases (con alternancia de lenguas) que el libretista del mono-drama de Saariaho pone en boca de la protagonista :  "Les couleurs me manquent déjà,/ I already miss the colours,/ I miss the dreams, /I miss the dreams,/ I miss the dreams,/ Les rêves me manquent, manquent, /La vie me manque, Et je redoute de sombrer/ Sombrer avec livre et enfant/Dans le vertige de l'inconscience,/ Dans le vertige,/ Dans le puits de l'oubli. (Hecho ya de menos los colores. Ya he perdido los colores. He perdido los sueños. He perdido los sueños. He perdido los sueños. Hecho de menos los sueños. Hecho de menos la vida. Y tengo miedo de abismarme. Abismarse con el libro y el niño. En el vértigo de la inconsciencia. En el vértigo. En el pozo del olvido").

Leer más
profile avatar
26 de enero de 2016
Blogs de autor

La filosofía no puede ser útil para una sociedad sustentada en su repudio.

He reiterado aquí la tesis aristotélica según la cual  la filosofía como expresión mayor de la disposición fundamental del ser humano a la simbolización y el conocimiento, la filosofía como activación  de nuestras facultades específicas, carece de otra finalidad que sí misma: "Y puesto que filosofan con vistas a escapar a la ignorancia, evidentemente buscan el saber por el saber y no por  un fin utilitario. Y lo que realmente aconteció confirma esta tesis. Pues sólo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de  confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho. Pues así como  llamamos libre a la persona cuya vida no está subordinada a la del otro, así la filosofía constituye la ciencia libre, pues no tiene otro objetivo que sí misma" (Metafísica, 982b17-18)

De ahí  la esterilidad de enfrentarse a los detractores de la disciplina mediante proyectos  de una "filosofía" aplicada, una filosofía que acepta estar al servicio de otros fines, una filosofía que no tiene confianza en sí misma que no se ve como expresión  de la  genuina disposición del ser humano y en consecuencia como causa final de una educación que responda a la paideia de los griegos.

Exigencia filosófica es luchar políticamente para que la sociedad posibilite que todo ciudadano esté en disposición de filosofar. Hay que combatir pues a quienes sostienen que el objetivo de la educación es formar ciudadanos susceptibles de adaptarse a un contexto social contingente, por más o menos democrático que este sea (no olvidemos que fue el régimen democrático de Atenas el que  condenó a la cicuta al filósofo). Quizás  la filosofía pueda ayudar a ser mejor técnico, físico o biólogo, pero ello sólo como consecuencia de que tras (más allá de) su práctica, el especialista entrevé que está la filosofía, entrevé los interrogantes mayores a los que se ve confrontada  la condición humana.  Como Marcel Proust decía del arte, la filosofía ha de servir a los ciudadanos, pero sólo puede hacerlo siendo cabalmente filosofía.  Pero ésta de manera alguna puede ser útil para la sociedad sustentada precisamente en el repudio de la filosofía. O aun: al enemigo de la filosofía no se le vence argumentando que la filosofía es útil a sus fines.

Leer más
profile avatar
19 de enero de 2016
Blogs de autor

Aprendiendo a ser humano

Evocando el tema escogido para el congreso mundial de filosofía a celebrar en  Pekín en 2015, "Learning to be Human"  he sostenido que ese título sólo se justifica si se considera que  la tesis de que la filosofía no es una disposición de espíritu contingente, que podría o no haberse dado en la historia espiritual de la humanidad.  Hay efectivamente razones para sostener que la humanidad se realiza en la filosofía, no porque la filosofía haya estado  presente  en toda cultura, como universal antropológico actualizado. La filosofía tiene su aparición en un lugar y tiempo determinado, pero esta aparición no supone tanto un salto en el conocimiento, como  un paso al acto de una disposición; la asunción de algo que ya estaba ahí en un registro larvado, algo contenido en núcleo del lenguaje, en la  matriz que es para el animal humano el lenguaje, pero que exigía unas condiciones previas para emerger y desplegarse.

Asimismo he reiterado en múltiples foros  la tesis de que la filosofía no es una ciencia, pese a que tiene en ella su sostén fundamental y no se explica sin ella. Es más, en contra de la teoría  de los tres estadios de Auguste Comte he sostenido que, lejos de constituir una etapa preliminar en el despliegue de la razón (que tendría a su vez precedente en la etapa mítica)  que la ciencia vendría a remplazar, la filosofía nace de la ciencia y desde luego no hubiera podido darse sin las condiciones de posibilidad de la ciencia tal como se fraguan, por ejemplo,  en la islas del mar Egeo, cinco siglos antes de nuestra era. Y de hecho el ejemplo es mucho más que eso, pues la filosofía  puede verse como el resultado de las aporías que surgen  en las tentativas de la exploración de la naturaleza por los físicos presocráticos, siendo  asignatura pendiente  para la historiografía filosófica el determinar cuáles son  exactamente estas aporías, las cuales  supusieron para los pensadores jónicos un reto análogo al que las paradojas de la mecánica cuántica suponen para la meta-física contemporánea. (1)

Ciertamente el término filosofía parece designar en ocasiones una actividad de pensar que no cuadra con esta perspectiva,  que no tiene origen en Jonia y a fortiori en esa cosa singular que es la ciencia jónica. Pero hay razones para afirmar que se trata de un mero uso equívoco de la palabra. Empezando por el hecho de que la ciencia misma, en el sentido que esta palabra tiene para nosotros (y que supone  un postulado esencial sobre la naturaleza a saber que esta se halla sometida a una rigurosa necesidad), puede ser considerada ya un resultado de la manera de abordar las cosas por los pensadores griegos.

He de reiterar que sería simplemente estúpido interpretar esta tesis en el sentido de una  diferencia jerárquica entre la civilización jónica y las que la precedieron. Tan estúpido como pensar que la aparición de la teoría de la relatividad en un determinado contexto cultural supone algún tipo de superioridad del mismo. La prueba de la universalidad tanto de la ciencia como de la filosofía es  precisamente que  la reflexión iniciada en la lengua  griega de Jonia es sin problema alguno  incorporable  por toda otra lengua. La ciencia y la filosofía  nacen  en una lengua y una región del mundo, pero se sienten en su casa allí dónde hay una lengua que las acoja.

Huelga decir que no hago más que recoger esta tesis de lo sostenido no sólo por ilustres historiadores del pensamiento sino también por ilustres científicos.  

"Prácticamente toda nuestra educación intelectual tiene su origen en los griegos. Un conocimiento escrupuloso de estos orígenes es pues requisito indispensable para liberarnos de su aplastante influencia. Ignorar el pasado es aquí, no sólo indeseable, sino simplemente imposible. Uno no necesita haber oído sus nombres  para estar bajo el hechizo de su autoridad. Su influencia no sólo se ha dejado sentir sobre quienes aprendieron de ellos en la Antigüedad y en los tiempos modernos; todo nuestro pensamiento, las categorías lógicas en las que éste se mueve, los esquemas lingüísticos que utiliza (y que por consiguiente lo dominan) es en cierto modo una elaboración y, en lo fundamental, el producto de los grandes pensadores de la Antigüedad. Debemos investigar, pues, este devenir con toda meticulosidad a fin de no tomar por primitivo lo que es resultado de un proceso de crecimiento y desarrollo, y por natural lo que es, de facto artificial"(2)  

El físico Erwin Schrödinger cita y glosa ampliamente este radical  (y sin duda problemático) texto del historiador del pensamiento Theodor  Gompertz  para dar,  por así decirlo, base erudita a su propia convicción de que el retorno a la Jonia en la que el pensamiento griego tiene cuna constituye una exigencia ineludible, no ya para los filósofos sino para los científicos, sobre todo quizás para estos últimos.

Schrödinger coincide asimismo con Burnet (3), otro gran historiador del pensamiento antiguo, en que  "constituye  una adecuada descripción de la ciencia el decir que en ella se trata de pensar sobre el mundo a la manera de los griegos", y en consecuencia, añade  "la ciencia no ha existido excepto entre los pueblos que vivieron bajo la influencia griega (4)".

Obviamente Schrödinger no ignora que esplendorosas civilizaciones, ajenas a Jonia en el espacio y en el tiempo,  han desarrollado prodigiosas técnicas las cuales posibilitarán un sorprendente control del entorno. No ignora que antes de Tales de Mileto, en China y en Egipto se había alcanzado un elevado conocimiento astronómico y matemático, y podrían multiplicarse los ejemplos  ¿Qué nos quiere pues  señalar  el gran físico cuando asume tan radical tesis? ¿Por qué se considera que Tales, Anaximandro, Anaxímenes, así como otros nombres quizás menos importantes, representan el verdadero nacimiento tanto de la ciencia como de esa singular disciplina  que se designa bajo el nombre de filosofía? Obviamente, decir que filosofía y ciencia  están vinculadas supone asumir que son cosas diferentes, por lo cual la anterior pregunta  remite a esta otra: ¿En qué la filosofía no se confunde con la ciencia, aunque esté íntimamente vinculada con ella?

La tentativa de esbozar una respuesta a esta pregunta pasa por un retorno a Jonia, viene a decirnos tras otros el gran Erwing Schrödinger,  un científico singular, un físico que se pregunta por las condiciones que han posibilitado el que haya en la historia de la cultura humana precisamente una disciplina como la física, y que para intentar responder decide sumergirse él mismo en los arcanos del pensamiento griego,  llegando a interrumpir  su docencia científica para dar unas lecciones recogidas bajo el título de  La naturaleza y los griegos (5).

Parece una eterna cantinela: la filosofía vuelve una vez y otra a interrogarse sobre su propio quehacer, sobre la esencia misma de la filosofía. Quizás no es azaroso si se tiene en cuenta la vinculación arriba establecida entre la disposición filosófica y la asunción por el ser humano del deber de realizar sus potencialidades. Pues desde luego es inevitable que el hombre se interrogue una y otra vez sobre su ser y su función encuentre insatisfactorias por incompletas todas las respuestas dadas.

Retomo pues aquí estas interrogaciones filosóficas que un tiempo abordé desde  otra perspectiva, bajo el título de "asuntos metafísicos", intentando desde el primer momento establecer una suerte  de compromiso: evitar en la medida de lo posible todo artilugio técnico y toda  referencia  erudita que no se halle estrictamente justificada por la exigencia misma de la interrogación planteada.

Y dado que  últimamente venía tratando en este foro de cuestiones relativas a la disposición que han tenido muchos pensadores en situaciones en las que por así decirlo el honor está en juego, seguiré intercalando columnas sobre el tema.

 


(1) Habrá ocasión de volver sobre este tema concreto. Avanzo simplemente que considerar, por ejemplo, a Anaximadro  el "primer científico", como  hace  el físico Carlo Rovelli,  no puede ser lo mismo que hablar del filósofo Anaximandro. Algo ha tenido que pasar en el  pensamiento del pensador, para que la disposición de espíritu que caracteriza a la ciencia sea sustituida por la filosófica. Aprovecho para señalar que, pese a que Tales de Mileto fuera maestro de Anaximandro, Carlo Rovelli  no carece de razón al situar el arranque de la ciencia en el segundo, pues uno de los rasgos de la actitud científica es precisamente el hecho de que el discípulo pone en tela de juicio lo que no considera acertado en el maestro, y ello precisamente por respeto al mismo. Ahora bien: en Tales se dan por vez primera vez las condiciones de posibilidad del abordaje científico de la naturaleza, y en consecuencia no puede aun hablarse de un maestro al que eventualmente es  cuestionado (cuestionado ciertamente  no en la disposición  sino en lo acertado de tal o tal respuesta a los interrogantes que plantea). 

(2) Theodor Gompertz Griechische Denker (Pensadores Griegos) Vol I pag. 419.  Veit und Comp, Leipzig 1911.

(3) John Burnet Early Greek Philosophy Londres 1930

(4) Schrödinger o.c. p.36

(5) Erwin Schrödinger La naturaleza y los griegos. Tusquets editores, Barcelona 1997.

Leer más
profile avatar
5 de enero de 2016
Blogs de autor

Boulervard Voltaire… Sharie Al-Mutannabi

 O malheureux mortels !ô terre déplorable ! /O de tous les mortels assemblage effroyable !/D'inutiles douleurs, éternel entretien !/Philosophes trompés qui criez : « Tout est bien »/ Accourez, contemplez ces ruines affreuses, /Ces débris, ces lambeaux, ces cendres malheureuses,

(¡Desgraciados mortales! ¿Oh tierra deplorable!/ Oh amasijo espantoso de todos los mortales / ¡Eterna controversia  sobre dolores vanos!/ Engañados filósofos que proclamais: "Todo está bien"/Acudid, contemplad las ruinas horribles,/ Los fragmentos, los guiñapos, estas pobres cenizas ")

La filosofía de Leibniz, caracterizada por un optimismo ontológico, es el objetivo principal de este arranque del poema que en 1756 compuso  un Voltaire desolado por el terremoto de Lisboa: un dios computador  había conseguido crear  un mundo que respondía a la máxima optimización  el mejor de los posibles: «Tout est bien, dites-vous, et tout est nécessaire. »  ("todo está bien, decís, y todo es necesario").

 Voltaire reposa en el llamado Panthéon des Grands Hommes desde los primeros años de la Revolución Francesa  y en 1870 una de las grandes arterias  de París lleva su nombre. Hace unos años tuve ocasión de evocar aquí mismo  este Boulevard Voltaire con motivo del ondear de banderas rojas en una gélida y gris mañana de noviembre en la que los trabajadores se manifestaban  contra la política de desmantelamiento de sus conquistas sociales,  la cual,  más que impulsada por la crisis, cabe decir que se puso en marcha utilizando la coartada de la crisis. Decía entonces que la preocupación  y el frío no eran óbice para que la coincidencia con la aparición en los bistros del barrio  de los vinos nuevos, confirieran un cierto tono  festivo a aquella jornada de reivindicación en el entorno (Republique, Bastille) del Boulevard Voltaire.

Casi día por día, cinco años después, el pasado 13 de noviembre, el Boulevard  Voltaire se llenaba de gritos de desesperación que respondían tanto al horror objetivo como al sentimiento de injusticia,  la imposibilidad de atribuir algún tipo de legitimidad a una  sangría, no carente sin embargo de causas políticas que la hicieran previsible. Múltiples analistas se remontan con razón a la cruenta guerra de Irak o a la felonía que supuso el bombardeo de Libia, desmantelamiento de sus estructuras y  sustitución voluntaria de una dictadura por un caos. Pero, ¿qué valen estos argumentos ante el que se abrazaba sin referencia ni guía  al cuerpo inerte o malherido de su amante o su amigo? Y todo esto en el entorno de la gran arteria que lleva el nombre de Voltaire...

Voltaire era entre otras cosas poeta. En Bagdad,  una calle dedicada al poeta Al Mutannabi constituía el lugar de referencia de los lectores iraquís por la multiplicidad  de libreros  análogos a los bouquinistes  parisinos. Y, por relativo que fuera en la práctica,  el laicismo oficial del régimen baasista hacía posible que,  sin gran dificultad, se encontraran  allí  libros de los grandes filósofos, entre ellos los  del libre-pensador francés. A trancas y barrancas la calle Al Mutannabi mantuvo su espíritu en medio de la descomposición de las estructuras del país que siguió a la ocupación americana, de ahí que  en 2007 fuera objeto de un brutal atentado.

Como en otras ocasiones no se sabe si horroriza más el número de víctimas  mortales o el de los espantosamente mutilados. Boulevard Voltaire, Sharie al-Mutannabi...même combat, idéntico objetivo para los gestores de la  frustración, los que hacen de ésta matriz odio y no  de rebeldía.

Sin embargo Bagdad ha conocido otros ataques: el 19 de marzo de 2003, tras un ultimátum que se sabía no iba a tener respuesta,  se efectúan los primeros bombardeos  que se prosiguen ulteriormente y se extienden a otras ciudades iraquís con el objetivo de aterrorizar a la población civil...La secuencia  de dramas desde entonces es bien conocida.  Ahora es bombardeada la ciudad   de Rakka, en especial  por parte  de las fuerzas rusas y francesas, en razón  de ser capital del llamado Estado Islámico. Obviamente  los que no estamos en el ajo carecemos de criterio para saber si los comunicados de los estados mayores, afirmando que se trata siempre  de objetivos militarmente estratégicos, son verdaderos o no. Pero ni estos mismos partes niegan que se han destruido vías de comunicación, hospitales, y que en ocasiones las víctimas son civiles difícilmente vinculables al conflicto (un corresponsal clandestino de Le Monde daba cuenta, entre muchos otros casos,  de una bomba que había aniquilado un grupo de vecinos que iban  a sus asuntos en una callejuela).

La palabras de moda en Francia para criticar a los que se fijan en estas "minucias" es  la  de "angélisme", y entre nosotros la  tan masticada de "buenismo". Voltaire no era ciertamente "buenista", entre otras razones porque no veía en la providencia modelo para tal bondad.  Como indicaba  más arriba  la constatación  del hecho que la necesidad  natural supone para el  hombre un mal carente de sentido,  un dolor ante el que literalmente  se siente ciego,  condujo al filósofo a la puesta en tela de juicio de los buenos designios  de un Hacedor del que  hasta ese momento no había renegado.

Y sin embargo de haber asistido a la destrucción de las ciudades sirias, libias o iraquís por parte de  coaliciones que,  finiquitando  en su día  los regímenes de Hussein y Khadafi,  apuntan ahora  al  Estado Islámico hubiera quizás mostrado su horror  con las mismas palabras que  utilizó para dolerse de que una supuesta  providencia hubiera   permitido que la ciega necesidad natural, la  ananké de los griegos, tenga traducción en el terremoto de Lisboa.

"Les tristes habitants de ces bords désolés /Dans l'horreur des Tourments seraient-ils consolés/ Si quelqu'un leur disait : Tombez, mourez  tranquilles ; /Pour le bonheur du monde on détruit vos asiles ;/D'autres mains vont bâtir vos palais embrasés,/D'autres peuples naîtront dans vos murs  écrasés ;/Le Nord va s' enrichir de vos pertes fatales ;/Tous vos maux sont un bien dans les lois générales ;(...) ?/A des infortunés quel horrible langage ! /Cruels, à mes douleurs n'ajoutez point l'outrage ». 

(« Los tristes habitantes de  de estas márgenes desoladas/ En el horror de los Tormentos ¿qué consuelo tendrían /Si alguien les dijera: Caed, morid tranquilos;/ Es por el bien del mundo que se destruyen vuestros refugios; Otras manos construirán vuestros palacios calcinados, /Otros pueblos surgirán sobre vuestros muros derruidos; Vuestras fatales perdidas enriquecen el Norte (...) / Vuestros males son bienes en la ley general?/ Para los desgraciados ¡que horribles expresiones!/ Crueles, a mis dolores no añadáis el ultraje" ).

 

Leer más
profile avatar
8 de diciembre de 2015
Blogs de autor

El honor de los filósofos

"Jean Cavaillès : del debate sobre el infinito al combate por la dignidad" 

En un homenaje al filósofo Jean  Cavaillès, publicado el pasado año en Le Monde Diplomatique con motivo del aniversario de su fusilamiento, el  físico  Etienne  Klein cita algunas de las respuestas del pensador francés ante sus jueces alemanes. Preguntado por las motivos subjetivos que le habían movido a la acción responde que, hijo de soldado, "había sabido  encontrar en la continuidad de la lucha un antídodo para la humillación de la derrota";  responde asimismo que, dado su amor a la Alemania de Kant y de Beethoven, con su postura militante "demostraba que realizaba en su vida el pensamiento de sus maestros alemanes".

En su tarea de filósofo una de las cosas que más interesaba a Cavaillès  era la cuestión del infinito, concretamente el infinito matemático cuya elucidación, a decir de  David Hilbert,  lejos de concernir tan sólo a los intereses de una disciplina especializada afecta a la dignidad misma del espíritu humano. Nacido en 1903 en el departamento francés de Deux Sevres, Jean Cavaillès realiza  estudios de Filosofía  y de Matemáticas en una de las más prestigiosas instituciones de enseñanza, la   École Normale Supérieure. En 1930 obtiene una beca  de la fundación Rckefeller para proseguir estudios  en Alemania. En colaboración con  la  gran matemática  Emmy Noether, alemana y judía, publica la correspondencia entre Dedekind y Cantor, monumento literario relativo al infinito. Una de las cartas se refiere a la demostración  de  que hay el mismo número de puntos en un cuadrado de lado L que en un segmento de longitud L;  comprobando que no hay error en la prueba, Cantor escribe a su colega "Lo veo, pero no lo creo...", es decir: lo concibo pero no lo intuyo,  cosa que hubiera podido decir igualmente de muchas  otras  proposiciones relativas al tema, pues en el  dominio del infinito   no siempre valen las leyes de nuestra intuición finita. Cuando la mente concibe con cartesianas claridad y distinción que  una parte  A  (el conjunto de los números enteros) estrictamente contenida en B (el conjunto de los números racionales) no contiene sin embargo menos elementos que la segunda, cabe la seguridad de que hemos pasado a otro horizonte: el espíritu se halla embarcado en el infinito, lo cual no es en absoluto óbice para  que contemple con lucidez y, de  ser necesario, con  entereza las vicisitudes en el entorno de su existencia empírica.

La primera estancia  de Cavaillès en Alemania es sólo de un año,  pero vuelve a Alemania con frecuencia y comprueba como el nacional-socialismo  circunda el cuerpo social, cuya piel se hace progresivamente porosa al ungüento que acaba así infiltrándose  por entero. Alemania está dejando de ser para Cavaillès la patria de esos héroes intelectuales que evocará  ante sus jueces.

Movilizado al estallar la guerra, da muestras  de gran firmeza en el combate. Cae prisionero en Bélgica pero  consigue  fugarse y vuelve a Francia instalándose en la capital de Auvernia,  Clermont Ferrand, localidad en la que la universidad pública francesa del Estrasburgo ocupado había encontrado refugio. Allí  entra en contacto con la Resistencia y contribuye en 1941 a fundar el periódico clandestino Liberation.

Meses más tarde es nombrado profesor de filosofía  en  París, prosiguiendo allí su militancia clandestina.  Detenido en 1942, consigue de nuevo evadirse, aunque  forzado  ya  a la absoluta clandestinidad. Tras un encuentro con el general de Gaulle en Londres, retorna a la Francia ocupada, encargado de importantes misiones. En agosto de 1943  es detenido por la Gestapo, torturado, encarcelado en Fresnes  y finalmente fusilado el 17de enero de 1944 en la ciudad de Arras.

Hay unanimidad entre los que le conocieron. El deber pasaba  para Cavaillès por  actualizar plenamente  nuestra  condición de seres de razón, sin eludir los extremos en los que ésta a veces corre el peligro de abismarse: de ahí lo ineludible de la cuestión del infinito, auténtico fantasma para el espíritu, obsesión  indisociablemente filosófica y matemática. Mas el deber pasaba también por no doblegarse ante las  circunstancias que hacen imposible precisamente la realización de la condición humana. Esta convicción  le condujo a alternar el  debate conceptual  con el  combate militante, en el cual dio pruebas de una extraordinaria audacia, moviéndose en el filo de la navaja, aplicando su capacidad de lógica a  resolver las necesidades logísticas que permitían el sabotaje de trenes,  y contribuyendo a perturbar la existencia de  los ocupantes nazis y sus colaboradores.

Al  no darse las circunstancias de dignidad social en las cuales cada uno de nosotros pudiera luchar por afrontar los problemas invariantes de la existencia, la actividad de pensar sólo le parecía posible si se asociaba inextricablemente con la actividad militante. Pensar en razón  de la exigencia de subvertir y viceversa: tal era la regla de vida que parecía acompañar a Cavaillès. De ahí los arrestos para escribir en la cárcel  un abstracto  tratado sobre  lógica y  teoría de ciencia. Klein recuerda al respecto las bellas palabras de Cangilhem: "Generalmente, para un filósofo, escribir una moral, es prepararse a morir en su lecho. Pero Cavaillès, en el momento en el que hacía todo lo que es necesario para morir en combate, componía una lógica. Nos dejó así una moral, sin necesidad de haberla redactado".

Cavaillès fuer un gran lector de ese otro pensador del infinito que es Spinoza,  Hubiera sin duda leído con emoción los versos que en 1964, veinte años después del fusilamiento en Arras,   Jorge Luis Borges dedicó al sefardí de Holanda:

"Las traslúcidas manos del judío

Labran en la penumbra los cristales

Y la tarde que muere es miedo y frío.

Las manos y el espacio de jacinto

que palidece en el confín del Gheto

casi no existen para el hombre quieto

que está soñando un claro laberinto

No lo turba la fama, ese reflejo

De sueños en el sueño de otro espejo

Ni el temeroso amor de las doncellas

Libre de la metáfora y del mito

Labra un arduo cristal: el infinito

mapa de Aquel que es todas sus estrellas".

Leer más
profile avatar
16 de julio de 2015
Blogs de autor

Asuntos Metafísicos 100: “La imagen de su cara…”

 

"Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara." (1)

Sometimiento a la necesidad natural.

Tras muchos otros, he ido señalando en estas reflexiones que en la disposición de espíritu  característica de los  pensadores jónicos ( la cual  ha marcado desde Tales a Einstein el pensar de la Física)  la naturaleza ha dejado de ser signo de inscripción de voluntades que podrían sernos favorables o desfavorables. La naturaleza es tercamente ajena a ruegos o imperativos, sin que la técnica parezca modificar más que la mera superficie de esta acerada resistencia. Sin duda la técnica, además de procurarnos  instrumentos de conocimiento (instrumentos que sirven a la ciencia), nos depara asimismo instrumentos para canalizar  a nuestro favor algunas de las potencialidades de la naturaleza: la técnica  puede hacer de la semilla fruto que nos da alimento, y de la materia encontrada un material, por ejemplo ese material  que hace posible la construcción  de una casa o  la erección de una muralla protectora.  Pero esta explotación a nuestro servicio  de lo que la naturaleza posibilita  es precisamente  un indicio  de que se ha renunciado a vencerla, se ha renunciado a hacer contrapunto a su potencia; pues  aprovechar las potencialidades que depara la necesidad natural es lo contrario de intentar alzarse  sobre  esa necesidad.

Ahí reside quizás el núcleo de la profunda desazón que la inacabada secuencia de avances en  los artefactos tecnológicos producen en aquellos que somos a la vez utilizadores y esclavos de los mismos. Pues la dificultad que se viene a resolver (la   mayor acuidad y celeridad  en la comunicación a distancia, por ejemplo) es  muy a menudo  generada por el artefacto mismo y no responde  al deseo de trascender la limitación natural, deseo  que sí está detrás de la ayuda que el "primitivo" solicita al hechicero.

El destino del pensamiento científico.

Se abre en este punto  un interrogante que quizás el lector  ya ha formulado: ¿Diremos que la interiorización del postulado según el cual la naturaleza responde a una implacable necesidad interna, y como resultado de ello la contemplación de la misma bajo la disposición que caracteriza a la ciencia, supone para el espíritu  una suerte de caída? ¿O más bien esta naturalización del universo, esta neutralización del poder de  entidades forjadas por la imaginación humana, es tan sólo un momento de sobria contención, imprescindible precisamente  para que el hombre descubra  su papel  en el seno de ese universo y acceda a la matriz de su verdadera riqueza? En parte, ello depende del destino del propio pensamiento científico, es decir, si éste asume o no, todo lo que en sí mismo acarrea, y en suma: si muta o no en pensamiento filosófico.

No hay signos de presencia de lo sagrado en la naturaleza desde que los acontecimientos son contemplados como expresión del interno movimiento de la misma,  pero sí surgen entonces las condiciones de que el sujeto  gracias al cual la naturaleza se hace concepto... piense la singularidad de su propia condición.  Ya  he indicado en efecto  que ni en la época jónica ni en la nuestra tiene  la ciencia  la última palabra, que la filosofía viene después, sin que ello suponga en absoluto  (dado el sentido en que aquí se ha venido utilizando el término filosofía) reivindicar  una tarea del espíritu que se daría paralelamente al pensamiento racional. Pues como contrapunto de la necesidad natural  no se erige entonces  el hacedor de milagros sino el sujeto de la  intelección, y ello como consecuencia de que la propia observación de la physis conduce a interrogarse sobre el mismo.

He considerado ya aquí el texto paradigmático de este viraje. El intelecto  asegura que lo único real en la naturaleza son los átomos y el vacío, los cuales son inasibles para los sentidos. Pero los sentidos responden al intelecto, denunciando el círculo vicioso consistente en que  son ellos la única fuente de la cual extrae el intelecto sus evidencias, por lo cual si el intelecto consigue derrotar a los sentidos no  haría otra cosa que derrotarse a sí mismo:

"Por mera convención nos referimos al color, y también por convención hablamos de  lo dulce, por convención asimismo nos referimos a  lo amargo; en realidad sólo hay átomos y vacío" aserta el intelecto. Mas al escuchar  tal cosa los sentidos (aistheseis) responden al intelecto: "Pobre intelecto, pretendes vencernos a nosotros que somos las fuentes de tus evidencias. Tu victoria será tu derrota" (2).   

El intelecto vence pues a su matriz, cabría decir y, en consecuencia, se auto-destruye. Con diversas variantes el problema no  hará sino reaparecer y ello no sólo a lo largo de la historia de la filosofía. Nótese que tanto si se privilegia al intelecto, como si se privilegia la percepción sensorial no se está privilegiando a la naturaleza; la naturaleza ha dejado de legislar. La reflexión sobre la physis ha virado en reflexión sobre las facultades del sujeto que reflexiona.  

Los términos mismos del debate son cosa propia,  discernir sobre el peso relativo de la physis y de las facultades del ser de razón, es algo que incumbe a este mismo ser;  las teorías reduccionistas no son entonces sino teorías, el pensar de la ciencia se convierte en pensar filosófico, la física deviene meta-física.  En suma: el sujeto de razón y de lenguaje  emerge en el debate que tuvo arranque en la tentativa de hacer inteligible  la physis.

No cabe ya para el físico un realismo ingenuo

¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide  aparentemente  con la mía? Respecto a esta pregunta  formulada en el arranque de estas reflexiones,  he citado muchas veces a John Bell, el físico cuyo teorema fue el más duro golpe para los principios clásicos a los que se aferraba Einstein, en particular el de la existencia de un  mundo sometido a leyes  con independencia de que se de o no un sujeto conocedor del mismo. Y he señalado la importancia de que el propio  Bell  fuera consciente de que, por cuestionar el  postulado fundamental del realismo, sus investigaciones ponían en tela de juicio precisamente un integrante esencial de lo que le había conducido a ser un físico:

«Desearíamos poder tener un punto de vista realista sobre el mundo, hablar del mundo como si realmente estuviera ahí cuando no es observado. Yo ciertamente creo en un mundo que estaba ahí antes de mí, y que seguirá estando ahí después de mí, y creo que usted forma parte de ese mundo. Y creo que la mayoría de los físicos adoptan este punto de vista cuando se los pone contra la pared (when they are being  pushed into a corner )  Citaba también aquí  a Alain Aspect,  el físico que completó  en el plano experimental el teorema de Bell, contribuyendo así   a que éste tenga el enorme peso filosófico que se le confiere:

"Estoy convencido de que  el físico elige hacer física por que piensa que el mundo es inteligible. Creo que el físico, a priori, cuando  imagina su vida de físico se ve como  alguien exterior que va a abrir el reloj para ver lo que pasa en el interior. Creo que, más que nadie, el físico tiene esta creencia ingenua, espontánea, de que existe un mundo independiente de él y que su papel es de descubrir la manera como funciona este mundo...el ideal en principio es que el mundo funciona y se halla ahí aunque el observador no se encuentre".

Bell y Aspect se limitan a reivindicar (contra el resultado de sus propios trabajos) la convicción del sentido común según la cual (en palabras  de  Feyman)   una onda sonora   aunque nadie la haya percibido  deja un resto por ejemplo una traza en el tronco de un árbol.   Pues bien:

Los físicos  del siglo se han visto  abocados a revivir la aventura cartesiana, a preguntarse de nuevo  si el mundo físico,  que fue su punto de arranque,  no tiene en realidad el mismo estatuto que las representaciones de los sueños, muchas de las cuales además de diferenciarse de lo que sentimos como propia  identidad, muestran  esa  irreductibilidad  a la misma que nos parecía ser una de las marcas de lo físico (pareciendo  moverse y ocupar posiciones, distinguiéndose así de líneas, superficies, intervalos tridimensionales carentes de densidad,  y otras entidades puramente abstractas).

El físico, por definición, trataba de una dimensión del ser  que no coincide fenomenológicamente con la dimensión del pensamiento, y no se ocupaba del problema metafísico relativo a cual es la auténtica relación entre ambos dominios (3).  Y sin embargo...el físico puede verse por su propia tarea científica, y precisamente  para mantener la fidelidad a la misma, conducido a plantearse el problema metafísico. Esto le ocurrió a Einstein en relación al problema de la significación física del tiempo y el espacio,  y le ocurrió  a los  físicos Antón Zeilinger o John Bell en relación al principio de localidad,  y le ocurre a todos ellos y  a muchos otros cuando  se trata  del realismo, problema en el que  la cual confluyen de hecho casi todos las demás.

Consecuencia de lo anterior es que el realismo ya no puede en ningún caso ser un realismo ingenuo, pues el solipsismo es una hipótesis a tomar muy en serio. Como bien ha escrito el filósofo Ulises Moulines en una reflexión sobre las vicisitudes del héroe de La vida es sueño, no está claro el carácter apodíctico del argumento semántico que habría que enarbolar ante Segismundo: "hablas, luego te refieres a algo real además de tí mismo".

De Segismundo a Crusoe: "La imagen de su cara"

Habla sin duda Segismundo, aún en la hipótesis de un puro universo onírico, como habla ese otro paradigma literario, Robinson, el héroe de Defoe, confrontado sino a la posible irrealidad del mundo, sí al menos, a la tremenda constancia de la soledad.   

Hablan Segismundo o Crusoe no con hablantes empíricos, mas sí con el sujeto humano, sujeto del conocimiento o sujeto forjador de símbolos, sujeto asimismo de ese imperativo por el cual, cualquiera que sea la circunstancia, mientras se de un hombre, la ley que forja a los hombres está plenamente vigente, con el tremendo corolario de que, en el reino de las leyes, de ninguna manera todo está permitido. Para el uno, el entorno es quizás sueño, para el otro no hay interlocutor empírico, mas ambos están confundidos  con un pensamiento y una palabra herederos de todo el acerbo que caracteriza a la especie; herencia en razón de la cual Segismundo y  Crusoe (al igual que el Descartes   de las primeras meditaciones) permanentemente hablan, hablan con un interlocutor compatible con  la situación de soledad; hablan en suma con la matriz, presente en  ellos mismos, del hombre.

Habla  la persona sola  consigo misma, consigo misma en  tanto  que  espejo en el que se reconoce la esencia de la humanidad. Y tal cosa hacemos cada uno de nosotros en las ocasiones en las que el pensamiento, en lugar de complacerse en lo dado, se esfuerza por entender, metaforizar o resolver, ya se trate de asuntos teoréticos o de asuntos prácticos; ya se trate de organización general de la sociedad o de asuntos en los que la propia  intimidad es lo que está en juego.

Y en esta  hipótesis de que hablar no sea garantía de mundo exterior, todo es ya casi una cuestión de fuerza y de entereza: fuerza para luchar contra esa constricción que   supone para el lenguaje y la razón el hecho de tener origen en la materia, de ser inseparable  de la misma  y en consecuencia de estar afectado por la modalidad de cambio (el cambio-corrupción) que constituye la esencia del tiempo; fuerza  para no rendirse ante la evidencia de que sólo puede trascender el tiempo aquello que nace del tiempo y está siempre acompañado por el mismo; fuerza  para  renunciar a los prejuicios y enriquecer el juicio, fuerza en definitiva para abordar la dureza y la riqueza del pensar; entereza para aceptar la siempre amenazante impotencia, y en todo caso  no sustituir la ausencia de juicio en acto por la iteración de un juicio ya masticado y digerido. En razón de su  naturaleza , todos los humanos son movidos por el deseo de conferir forma  a lo que les afecta, convirtiéndolo en símbolo y concepto,  viene a decirnos Aristóteles en la Metafísica. Pues bien: se trata de que efectivamente sea así, no meramente de pensar lo bueno que sería el que así fuera.

Que el deseo de simbolizar y conocer sea expresión de la naturaleza de uno, en acto, aquí y ahora, no es cosa de voluntad. Se da o no se da tal fortuna;  se da  o no la fortuna de que perdure en su acuidad  lo que Pinker ha denominado "instinto de lenguaje", esa rarísima inclinación con la que los humanos y sólo los humanos, complementan  la tendencia a defender la propia individualidad  y  la propia especie biológicas.[4]   Esta inclinación  a lo que singulariza al animal humano  quizás jamás se pierde (4). No se pierde  el amor a las construcciones del lenguaje, que perdura como invariancia  aun en la soledad o en la hipótesis del mundo onírico:

"Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara."

 


(1) Jorge Luis Borges, "Epílogo "de El Hacedor 1960.

(2) Diels- Kranz  Die Fragmente  Vorsokratiker (Fragmentos de los presocráticos) B 125.

(3) O si lo hacía era  en paralelo, como el Einstein interesado por las tesis de Kant a las que había sido introducido desde la adolescencia por Max Talmey, un joven universitario que frecuentaba su domicilio paterno en Munich

(4) Responder a tal rara inclinación, responder a la exigencia del lenguaje, conduce  a actualizar tanto los  recursos memorísticos como  el  ingenio, por ejemplo en el aprendizaje de nuevas técnicas, quizás triviales para los demás, mas no para quien tiene la dicha de descubrirlas por vez primera. Responder a la exigencia del lenguaje   pasa por activar las potencias cognoscitivas, lo que puede llegar hasta  la disposición de espíritu  que caracteriza el ejercicio de las matemáticas, cuya virtud va más allá de toda finalidad práctica. Y desde luego la firmeza en el empeño de  vivir plenamente como un ser de lenguaje pasa por inscribirse en el tiempo de manera no pasiva, conservando la memoria de fechas simbólicas y así, con independencia de si ello toma la forma de representación de otro Hacedor, viviendo el propio destino como algo irreductible al entorno empírico, aunque indudablemente determinado por el mismo.

[5]             Aunque haya ciertamente situaciones en la frontera. De un gran escritor americano diezmado por el alcohol,  y que se sentía impotente para escribir ya sobre cosa alguna, se dice que fue incitado por su editor a poner por escrito esta miseria misma. Ignoro si el editor consiguió convencerlo, y en tal caso, si lo que salió vale la pena. Que así fuera es tanto más factible cuanto que la literatura ha dado muchos ejemplos de que cualquier cosa sirve de punto de arranque, es decir, que los contenidos son mera coartada para el desarrollo del lenguaje. Lo que la anécdota revela es que el editor tenía el sentimiento de que su hombre, quebrado en su salud física y psíquica, no había sin embargo aún perdido el amor a la razón y la palabra.

Leer más
profile avatar
22 de junio de 2015
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.