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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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La ?jet happy?

La moda casi siempre es porque sí, a pesar de que persista la manía de revolver en el pozo de los porqués en busca de respuestas que argumenten sus caprichos. El estilo, en cambio, es porque no: se acomoda y se mimetiza con el hábitat e incluso transmite ideología en un respingo de identidad retadora. De la misma forma que las mujeres catalanas presumen de vestir de manera más sobria -y más asimétrica- que las madrileñas, las diferencias estéticas entre derechas e izquierdas se evidencian más en verano, especialmente en el Sur, donde se demuestra una vez más que “la mirada crea el horizonte” (Banville). Vean sino a los ilustres veraneantes de Marbella con estilo ídem -ellas remetidas en turquesas y altas cuñas con swaroskis; ellos, polos amarillo pollito y camisas al viento- respecto a los amantes de las playas atuneras de Cádiz, amañados con un deje entre sensual y homeless: shorts con el forro de los bolsillos asomando por debajo del denim y desastradas camisetas. En tan solo dos horas y media de viaje en coche, de Málaga a Cádiz, se palpa el estereotipo, y ¡hasta qué extremo!. Del puro al porro, de las sevillanas con mantel al flamenco de chiringuito, de Terelu Campos a Aitana Sánchez Gijón. El paisaje a la altura de Sotogrande, cegadoramente encendido con un sol que al atardecer se sumerge en el mar como un huevo estrellado, resume con rectitud la casta que separa esos 27 km de costa mediterránea del Atlántico más jondo. El intelectual y bon vivant Edgar Neville, y el aristócrata español Ricardo Soriano, impulsaron la primera Marbella, un paraíso suavemente tropical bendecido por un microclima extraordinario capaz de lavar el más arduo prejuicio calvinista. Neville levantó su Malibú, con costras de leyendas hollywoodienses. Entre clínicas de adelgazamiento y lujosas villas donde recalaban Deborah Kerr, Laurence Olivier o Audrey Hepburn, el príncipe Alfonso de Hohenlohe se erigió en embajador del glamur y la nobleza. La fiesta de sesenta aniversario de su particular Ítaca: el Marbella Club, acaba de reunir ni más ni menos que a los Longoria, Orleans, los Abelló y su huésped, Jaime de Marichalar. De los duques de Kent, o Rainiero y Grace a un soplar de Antonio el bailarín y Conchita Montes, permanece un olor acre y un puñado de buenas fotos. Sucedieron los Thyssen, Von Bismarcks, Fürstenbergs, Prusia y “los choris”, así le llaman al grupo de Yeyo Llagostera, Luis Ortiz (Gunilla) y otros conseguidores. Los nuevos forajidos no se hicieron esperar. El moderno bandolerismo hizo bruñir las campanas de un mundo corrupto, un fake completo. Pero muchos madrileños le habían comprado casa a Gil y pusieron de moda ir a Puente Romano a ver pasar famosos. Este verano, en Moa, un spa del centro comercial de Guadalmina, José María Aznar ha acudido a masajearse los pies: reflexología podal. Una buena metáfora para la extensión marítima del Madrid cañí. Marbella quiere pasar página, volver a estar de moda porque sí, reivindicar su honradez -de cintura para arriba- sacudir las sobras de la ignominia en Puerto Banús y fregar sus máculas faranduleras. Este verano, en sus playas se pasean las it girls televisivas: Paula Echevarría o Amaya Salamanca; Se espera a María Teresa Campos y a su rubia familia, y se hace patente la diáspora ibicenca: los recelosos nacionalistas españoles vuelven a las raíces, como Cari Lapique y Carlos Goyanes. Aquí hay suficiente caché para que Julio Iglesias le cante el happy birthday a un millonario ruso, y motivos suficientes para que Antonio Banderas ocupe ese “espacio estético-moral” que hace años coronó a Julio en Ojén. Esta semana, el poderoso Banderas trajo a sus amigos exconvictos, Stallone y Wesley Snipes, al festival multicultural y solidario Starlite. Tal es el poder del exmarido de Melanie que le entregará un premio al hombre más rico del mundo Carlos Slim. La noticia es qué este haya aceptado recogerlo. En el Trocadero Arena, baluarte popular frecuentado por Famaztella (Josemaría y Ana), Ángel Acebes o Iñaki Oyarzábal, también le dan de comer al jefe de seguridad de François Hollande, a no demasiados metros de las fastuosas cenas de millonarios sirios en Grey Albion, donde los pisos pequeños tienen mil metros cuadrados, con búnker de seguridad en el sótano. Ignacio González, por supuesto, comanda Madrid desde Guadalmina. Si pinchan el vídeo Marbella happy also, podrán contemplar a Carmen Lomana, Manuel Santana o la propia alcaldesa, M. Ángeles Muñoz, marcando con aspavientos la cancioncilla endorfínica del año, eso sí, bailotean por calles tan inmaculadas como las de Singapur. No en vano Marbella siempre ha alardeado de “limpia”. Otra metáfora, más imperfecta. Al vídeo le hace falta Cospedal, cuya pertenencia al club marbellí quedó grabada en nuestro imaginario cuando concedió una entrevista a Efe en el 2009 acusando al Gobierno de espiar a dirigentes de su partido: Estepona-sur-Mer de fondo. Sí, el vídeo pide a gritos la presencia de Cospedal porque rubricaría con su determinación la estética de esta jet happy que echa la nuca hacia atrás, en la noche marbellí, mientras el resto de España resopla desdeñosamente.

(La Vanguardia)

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9 de agosto de 2014
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Los ?beautiful? y el postureo con chanclas

Por la mañana apareció Inglaterra, verde y desconocida entre las nubes”. Lo que hubiese dado por escribir una frase como esta. Mucho más que un arroz con bogavante en el Real Playa, un hotel rústico a cien euros la noche cuyo lujo exclusivo consiste en estar enclavado en la misma arena de la playa del Mitjorn. Incluso daría mucho más que el adictivo café con leche en Roca Bella, la mañana aún por desenvolver, donde italianas de incierta edad lucen unos hombros tremendamente elegantes y la braga del bikini subida hasta las lumbares, con las nalgas al aire. El personaje del libro que estoy leyendo, de James Salter, llega a Londres en un avión, y mientras a él se le aparece Inglaterra, nosotros, desde el ferry, contemplamos las primeras visiones de los molinos de Sant Francesc. El verde atlántico y literario de Salter frente al turquesa mediterráneo de las Pitiüses, cuyo principal embrujo consiste en la danza del levante que espuma las aguas y desangra el atardecer sobre campos de vid y olivos. Lo leído y lo vivido a veces crean gozosos paralelismos, como cuando se está enamorado y cualquier pequeña coincidencia parece una señal del destino. Avistar el perfil de Formentera, dejando atrás el yate negro como un bloque de pisos, de Armani, o el The Shark de Cavalli en aguas ebrias de Dom Pérignon, es un alivio de presunta sencillez. El slow summer de Formentera contrasta con el vértigo ibicenco, donde las discotecas, los dj, y las drogas químicas asociadas al clubbing, han alcanzado la categoría de atractivo turístico internacional. Existen varias webs inglesas que publicitan permisos de conducir falsos para que los menores puedan entrar en los clubs. En Platja d’en Bossa, los chiringuitos de siempre se han convertido en beach clubs, arrastrados por la fama de las últimas adquisiciones de Matutes: el Hard Rock o el Usuaïha Los adultos ricos cuentan con un surtido más sofisticado desde que Eivissa ha apostado por el turismo de lujo compitiendo con Cerdeña o Santorini. Porque el objetivo no son los europeos de siempre atraídos por las reliquias del flower power, sino los magnates rusos acompañados de una decena de escorts que reservan mesa en Lío -el espectacular cabaret dirigido por el actor de Tricicle Joan Gràcia- o en Cipriani. En el mar residen desde Naomi Campbell, Kate Moss, a Andrea Casiraghi, Bruce Springsteen, Puff Daddy, Orlando Bloom o Di Caprio. Cuando hay una buena fiesta, en la residencia de Pino Saglioco, desembarcan a tierra. Entre los patrios, la baronesa Thyssen, Cayetana Guillén Cuervo, Rosa Clarà -cuyo barco se llama White- o Eugenia Martínez de Irujo, son algunas de las asiduas a este mito cultural del mediterráneo donde aún se aplaude la salida y la puesta de sol. A tan sólo media hora de crucero, los payeses de Formentera me cuentan sus alianzas con los ecologistas para proteger sus parques naturales de las empanadas de cemento y caviar. En bicicleta por Ses Salines, advierto lo sufrida que es la gente que ni en verano puede replegarse como un cangrejo al sol. La beautiful people pertenece al siglo XX. Ahora se le llama “postureo”, eso sí, con esas nefastas chanclas globales. Bellinis universales Giuseppe Cipriani era un afamado camarero en la Venecia de los años treinta que gracias al pago de la deuda de un americano, Harry Pickering, abrió el Harry’s Bar, donde inventó el bellini y el carpaccio (en honor a Giambellio y Vittore Carpaccio). Su nieto, que se llama como él, ha franquiciado la marca familiar como se hace a menudo con las firmas de lujo. El Cipriani de Eivissa -abrió en el 2012- a 300 euros el cubierto, es un must y su propietario uno de los hombres influyentes de la fauna y flora local, este verano amigo especial de la modelo Esther Cañadas. En el Cirpiani, esta semana llegaron a las manos Orlando Bloom y el juguete roto Justin Bieber. Dicen que Di Caprio se puso de pie y aplaudió la torta. Acroyoga viral Carles Sans, junto a su mujer Maria Antònia Rodríguez, son un clásico de la isla que, nada más llegar a Eivissa, se visten de blanco con guayabera y túnica, respectivamente. Hace unos días, fueron a cenar a Lío junto a Carles Puyol y Vanesa Lorenzo, donde asistieron a un espectáculo representado por unos virtuosos acróbatas rumanos. Al día siguiente, Puyol -7 millones de seguidores en Twitter colgó una foto de su pareja -experimentada yogui- sobre las palmas de sus manos y se la mandó a Tricicle. Este le replicó con otra foto: mandíbula apretada y una Barbie encima de sus manos. Puyol, muerto de risa, la colgó en sus redes y el efecto ventilador no se hizo esperar. El acroyoga es trending topic. Dos tallas menos Lo conocí hace quince años en Nueva York, a través de Paulina Rubio, entonces muy cowboy girl que colaboraba en sus campañas. Enseguida escuché que Roberto Cavalli no era diseñador, sino estilista, una diferencia que tienen muy en cuenta italianos y franceses. Pero Cavalli resucitó el animal print -dicho sin manías, el estampado leopardo- los drapeados y conceptualizó el uniforme de las MILF. El caso es que mientras otros se hundían, el imperio Cavalli se extendía desde China a Miami o Dubái -donde ya tiene tiene sendos restaurantes. El tercero lo acaba de abrir en Eivissa, a sus 73 años, dispuesto a robarle mesas a Giuseppe Cipriani y a seguir detestando a las mujeres que visten como un hombre. (La Vanguardia)

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2 de agosto de 2014
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El placer de lo inútil

De qué nos sirve la actualidad, rendirnos a su tiranía, a las breaking news calientes protagonizadas por buenos y malos que continúan jerarquizando la información? ¿Tiene utilidad para el ciudadano medio saber que Abel Matutes compra el Fortuna a precio de ganga, que el juez Alcover mantiene encausado a Messi o que el Gobierno de Bolivia permite el trabajo infantil a partir de los diez años? ¿Viviremos con más ahínco anticipando la procesión de la familia Pujol ante la Fiscalía Anticorrupción? Las noticias languidecen como el amor breve, los girasoles en agosto o la importancia que se dan las personas poco interesantes que se creen muy interesantes y acaban produciendo vergüenza ajena. Por supuesto que hay noticias que suscitan esa misma incomodidad, aunque pronto serán arrolladas por nuevas entregas. Vivimos rodeados por personas y noticias inflacionadas, que adquieren un protagonismo desorbitado, hasta que un día amanecemos con la náusea de la nada, como si en el mundo siempre debiera de ocurrir algo trascendente. Pero la dictadura de la actualidad se olvida de las emergencias. Hace algo más de un mes saltaban las alarmas mundiales ante el secuestro de las estudiantes nigerianas a manos de un grupo de criminales integristas que pretendían canjearlas por presos, previas torturas y conversión al islamismo, sólo por el hecho de querer estudiar y prosperar en la vida. Hoy, esa noticia se ha ajado, con la herrumbre de la resignación o, mejor dicho, de la dimisión forzosa, porque los políticos, jueces, policías, periodistas o mediadores también hacen vacaciones. Pero y usted, que está al otro lado del periódico, ¿quiere volver a leer sobre las niñas nigerianas o prefiere conocer qué hizo el primer día en la celda el preso Jaume Matas? ¿Puro morbo, entretenimiento o algo más? Es probable que aunque la mayoría de las noticias no le hagan la vida más agradable, ni alivien su insomnio, puedan convertirle en un ameno conversador en las cenas veraniegas. A veces uno cree que la actualidad es más útil que la poesía o que la contemplación del paisaje. Hay un tipo de saber inmediato que te hace sentir vivo, como un certificado de que estás en el mundo, pero “lo placentero es más útil que lo útil”, decía Leopardi. Uno de los libros de este verano es, sin duda, La utilidad de lo inútil. Manifiesto (Acantilado), de Nuccio Ordine, que ha llegado a la sexta edición acaso porque apela al verdadero sentido de la vida, ya que alienta a ese hombre moderno que no tiene tiempo para nada -esclavo del utilitarismo- a volver a los clásicos, a comprender el arte o a leer versos porque, tal como Lorca ya alertó, es una imprudencia vivir sin la locura de la poesía. (La Vanguardia)

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30 de julio de 2014
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En el aire

Cuando el avión renquea por la pista, el pasajero entrega su voluntad al reposacabezas. Si es viajero frecuente, automatiza sus actos y se abrocha el cinturón sin darse cuenta, afloja los zapatos y los músculos, abre el periódico y mira de reojo a quien tiene al lado. Al fin y al cabo comparten destino. El pasajero ha superado la prueba, aunque no le da ninguna importancia; pero la tiene, porque ha demostrado una vez más su inocencia, eterno sospechoso global en un mundo cosido por detectores de metales y escáneres que ha tenido que hiperbolizar la seguridad pero aún no ha conseguido humanizar sus “protocolos”. Si llevas una prótesis, necesitarás cinco minutos más que el resto en el control de seguridad. En mi caso, pasajera habitual con un resurfacing en la cadera izquierda que me instaló el doctor González-Adrio, debo asumir que me cacheen descalza un mínimo de dos veces por semana, con mayor o menor nivel de presión y humillación. Una simpatiza con algunas guardias, pero aún y así están obligadas a meter la mano entre las dos copas del sujetador. “¿Por qué primero me inspeccionan por delante y después por detrás?”, pregunté un día. “Es el protocolo”, me respondieron. Alguna vez he fantaseado con que encontraban algo que ni yo misma conocía. Un avión es un sueño del progreso, el del azul estratosférico surcado por Boeings y McDonnell Douglas que cruzan el mundo -se calcula que hay más de 20.000 vuelos diarios-. Pero de remedo de pájaro y medio de locomoción más rápido y seguro, las aeronaves han pasado a ser un blanco perfecto, o una malévola arma mortal. Desde el atentado contra las Torres Gemelas, la vulnerabilidad de los aviones ha cobrado dramatismo, transformando por completo el acto de volar al añadirle un plus terrorífico. Solamente en este mes de julio que acaba, las víctimas de accidentes aéreos -como los de Malaysia Airlines, puede que derribado por un misil; TransAsia en Taiwán y ahora el de Swiftair- suman más de 450 personas. Una cantidad no muy lejana a los más de seiscientos muertos en Gaza cuando escribo estas líneas, aunque infinitamente inferior a la de los 45.000 fallecidos en accidentes de tráfico anuales sólo en Europa. Dejando aparte meteorologías adversas e infortunios de toda clase, detrás de la mayoría de los accidentes aéreos no sólo hay cajas negras con historias de criminales que utilizan a población civil inocente como munición masiva, sino, muchas veces, precariedad laboral, aparatos vetustos -¡incluso los de las Fuerzas Armadas Españolas!- e inexplicables fallos reglamentarios completamente ajenos a ese pasajero anónimo que dentro de un avión por fin ha empezado a dormitar en su asiento, haciéndose un cuatro.

(La Vanguardia)

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28 de julio de 2014
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Una rosa y un clavel

A las filas socialistas llegan hombres amables: Miquel Iceta y Jaume Collboni. El n.º 1 lleva la curiosidad prendida en la varilla de las gafas, rojas, por supuesto; y la sagacidad en un paladar desde el que vibran verdades y dardos. Quién le hubiera dicho al fundador de Reagrupament Socialista i Democràtic, Josep Pallach, que el gay power saldría al rescate de un PSC voluble y extraviado en el maelstrom soberanista, que ha engullido ya a más de un candidato pusilánime. Iceta y Collboni forman un buen tándem: cosmopolitas, leídos, perfumados y lo suficientemente heterodoxos para cortar la hemorragia de simpatizantes y devolverle el tamaño a la palabra esperanza. Iceta, el eterno ideólogo, es de esos políticos que se preocupa en buscar sinónimos para oxigenar las repeticiones cargantes. Tiene un aire a lo Hollande: frente despejada, cara redonda, papada y gafas de diseño. “La ejecutiva del PSC será integradora, pero no una jaula de grillos”, curiosa expresión para un gay llamado a poner orden y generar empatía. Por fortuna, la política, las finanzas y la diplomacia parecen haber superado de una vez por todas la homofobia. Recuerdo a aquellos primeros ministros gais -fundada o infundadamente-, que tuvieron que soportar todo tipo de chascarrillos. Por no hablar de las disparatadas leyendas urbanas que se vertieron en su día sobre Josep Borrell, a quien se le llegó a meter en la cama con el mismísimo Ortega Cano. En cambio, es asombroso que apenas existan lesbianas. Haberlas, haylas, pero la confesión las estigmatiza y la misoginia las persigue por partida doble. Elena Anaya, Sandra Barneda -siempre magníficas- y para de contar; los armarios siguen llenos mientras las adolescentes homosexuales carecen de referentes. La política no debería dimitir de estos compromisos pendientes con la sociedad. Desconozco cuál será el papel de las jóvenes políticas de las que tanto se ha hablado para ejercer de marca blanca, como la alcaldesa Nuria Parlon, o de séniors como la mayor gobernanta del partido en Madrid, la mujer a la que Pedro Sánchez supo que tenía que llamar: Teresa Cunillera, una todoterreno a la que no le cuesta remangarse para dedicarse tanto a la fontanería como a la psicología de grupo. La tarea de Iceta y Collboni, candidato a la alcaldía de Barcelona, es titánica: el PSC aún hace política del siglo XX, y se mueve en tierra de nadie -tanto en el proceso soberanista como en la política económica-. La gran incógnita es: ¿podrán articular un mensaje tanto social como nacional que llegue a los catalanes? Los socialistas no encontraban un traje nuevo que les sentara bien ni en las rebajas, una ropa ligera, acaso una lana fría con hebras elásticas, que les permitiera cimbrear la cintura. Porque a Miquel Iceta y su cuadrilla les toca bailar una suerte de One more time con la música de siempre pero cambiando la letra para que la rosa y el clavel vuelvan a abrir la muralla. Poder pitiuso “De casta le viene al galgo”, afirma el refrán. A Abel Matutes hijo -¡qué incómoda debe ser la coletilla!- lo que le viene de casta es el emprendimiento, tanto que Eivissa entera baila, cena y se va a dormir al ritmo que el vicepresidente del Grupo Matutes y director general del Palladium Hotel Group marca. Hace unas semanas lucía familia y casa como sólo ¡Hola! -que este año celebra su 75.º aniversario- sabe hacerlo: un JASP de 36 años, que quiso ser piloto de rally, casado con una rubia norteamericana, Linda, que es directora de Marketing para la familia, y dos maravillosos hijos (el primogénito, inevitablemente, Abel III). Él sigue a pies juntillas la receta de Onassis para el éxito: bronceado, casa elegante y gustos caros. Llegan las curvys Candice Huffine es una mujer guapa que pesa 90 kilos. Uno de sus sueños consistía en aparecer en el calendario Pirelli, que sofisticó el clásico estilo para camioneros. Su apuesta por las mujeres grandes, que es como se llama ahora a las gordas, confirma lo que parece ser una oda a las curvas. Desde Bar Refaeli a Alessandra Ambrossio, o la reina de la redondez saludable, Scarlett Johanson, reivindican el canon curvy. Y firmas como Mango tienen ya marca de tallas grandes, de la 44 a la 50. ¿De verdad llega una era más curvilínea, o simplemente el negocio no puede desaprovechar el sobrepeso? Porque hoy, el mejor cumplido que puede recibir una mujer es que le digan que está más delgada. Facebook millonario Cien millones de seguidores en Facebook. Ese ha sido el último récord de Shakira, mujer y empresa. Detrás del éxito, que su equipo celebró con champán esta semana en NY, hay un catalán de Maials, Xavier Menós, un auténtico as en redes sociales que ha diseñado la estrategia: los post informativos los firman como ShakiraHQ y los personales como Shak, preservando su voz. El hijo de la colombiana y Piqué, Milan, fue el primer bebé 2.0: rompieron con el modelo de las exclusivas compartiendo con sus fans imágenes del romance, el embarazo y el nacimiento. Aunque la verdadera clave es que Shakira traspasa fronteras: gusta en todo el mundo, a hombres y mujeres, a padres y a hijos. El poderío es eso.

(La Vanguardia)

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26 de julio de 2014
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Los 80 no son los nuevos 60

Aburridos estamos de ese cuento repetido hasta la saciedad de que los 60 son hoy los nuevos 40, y los 80 los nuevos 60, como si todos pudiéramos llegar a ser Sophia Loren o Charles Aznavour y una especie de travestismo generacional operase en la cronología de los ciudadanos del primer mundo, atiborrados de omega 3 y bayas de Goji. Una industria feroz, y a menudo fraudulenta, se ha propuesto tratar el envejecimiento como una enfermedad. En la tienda de ropa Cintia, un must de la elegancia barcelonesa, me cuentan que sus clientas compran cada vez menos trajes formales y los sustituyen por camisas y tops asimétricos de Jil Sander que bien pudieran llevar sus hijas. Un menos es más irreal marca la estética de la madurez forever young, ya que bajo la etiqueta de la naturalidad se agazapan los mil y un artificios que luchan por frenar el paso del tiempo. Eso sí, ni asomo de desesperación: la edad ha dejado de ser una frontera. Si bien es cierto para el consumo, no para las compañías de seguros, los protocolos médicos o las hipotecas, que penalizan sin remordimientos a los mayores. Poco antes de morir, la socióloga y psicoterapeuta nonagenaria Lillian B. Rubin escribía lo duro que es envejecer, sin soflamas marketinianas ni melódicas salmodias. Aseguraba que, aunque nadie se crea que los 80 son los nuevos 60, todo el mundo lo compra. “¿Qué será lo próximo, los 100 la nueva mediana edad?”. Afirmaba que la vejez, incluso cuando es lo que nunca nos hubiéramos imaginado al ganarle cantidad y calidad de tiempo a la vida, implica pérdida, deterioro y estigma. Aún existen muchos matices entre las palabras viejo y anciano. La primera es más universal, incluso la dicen de sí mismos, entre la vanidad y la lítote, muchos jóvenes: “Me estoy haciendo viejo”; nunca se atreverían a señalarse como ancianos, término que implica desvalimiento, resignación y brasero. Cumplir años y no dimitir del espejo es un triunfo de la coquetería, y de la prolija industria cosmética. Pero también de la ciencia que estudia la elasticidad del cerebro. Según la ONU, en el 2050 España será el tercer país más envejecido del planeta (más de un tercio de la población estará por encima de 65 años). Acostumbrados a gestionar las vacaciones de la tercera y cuarta edad europeas, con generosas pensiones, esta tendencia a la senectud no parece amedrentar la marca España. Un país para viejos, aunque los desprecie. Más vale que empecemos a tratar la vejez con realismo y cordura, en lugar de frivolidad y estigma. Viejuno es una palabra de moda que discrimina entre lo moderno y lo que se queda fuera porque tiene demasiado pasado, olvidando que sólo nos conforman pasado y futuro, pues el presente no es más que arena entre los dedos. (La Vanguardia)

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23 de julio de 2014
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Lo sexy es sospechoso

Tanto tiempo prometiendo un look sexy desde las revistas femeninas, un teléfono sexy desde Apple o una vida sexy en los anuncios de coches o helados, y ahora resulta que lo sexy se penaliza. Al menos en la foto de perfil. El tan autofotografiado mundo de hoy en las redes ha reinventado la foto de carnet, afilando su códigos de forma solapada. En su agenda de contactos seguramente tendrá usted a varios hombres que en su día a día visten traje y corbata, pero excepcionalmente hallará alguno que se exhiba abrochado y con nudo. Informal, sonriente, relajado; la variedad de fotos de perfil es enorme pero al tiempo homologada, así como los gatos, perros, paisajes o hijos que ocupan el lugar del yo, sin pizca de transgresión. En una investigación realizada en la Universidad de Colorado sobre la percepción entre feminidad y competencia a través de estas imágenes, se ha evidenciado que la histórica dicotomía virgen/puta está aún lejos de haberse superado. Los dos psicólogos responsables del estudio, Daniels y Zurbriggen, crearon dos perfiles ficticios de Amanda, una chica de 20 años. Ambos con la misma información, pero muy distintas fotos de perfil: en una, Amanda iba con vestido corto rojo con un generoso escote, mientras que en la otra llevaba pantalones, camiseta y una púdica bufanda. Y si bien los encuestados encontraban a las dos amables y bonitas, juzgaban finalmente mucho menos cualificada y capaz a la que se lucía. El protocolo que rige hoy la autorrepresentación de las mujeres, lejos de flexibilizarse, ha ganado en decoro y tópicos. La corrección es un imperativo, pero también una trampa. “No llames la atención por lo que pareces, no enfoques tu mensaje en la apariencia sino en lo que eres como persona”, dicta su mandato universal. Y es sensato. Pero también pusilánime. Siguiendo esa lógica, muchas mujeres utilizan gafas cuando no las necesitan, se hacen una coleta en lugar de soltarse la melena, y se autocensuran los tacones a fin de no ser tachadas de frívolas. Para las más jóvenes, la sexualidad es una característica definitoria de su edad, que, lejos de reprimir, necesita expandirse, por lo tanto la percepción ajena de su imagen limita la construcción de su propia identidad. Choca ver a las chicas desenfadadas y divertidas en sus perfiles, en contraste con las adolescentes que lleva años fotografiando David Magnusson, siguiendo la costumbre puritana en EE.UU. de los “bailes de pureza”: chicas que prometen a sus padres mantenerse vírgenes -y ellos se comprometen a salvaguardar-, bailando pegados: un síntoma más de cómo desde el Occidente del progreso se emula al oscurantismo tribal. Lo crucial no es escandalizarse de que todavía siga penalizando la voluntad de ser atractiva, sino preguntarse por qué una mujer que luce sexy no es tomada en serio cuando nuestra sociedad sigue encumbrando el atractivo como un ideal de felicidad.

(La Vanguardia) Foto: Nuria Dillán

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21 de julio de 2014
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Mujeres sin ?brushing? ni queratina

Los dos tópicos sirven: el del columnista que revolotea sobre la realidad, ávido por ver lo que nadie ve; y el del que permanece en su atalaya removiendo los estantes de internet con el hocico salaz en busca de carne para tender su crónica al sol. En verano, tanto el columnista ‘a’ como el ‘b’ tienen la sensación de escribir en pareo y así cortejar mejor las negritas, el rosa chicle de los titulares y los adjetivos en chancletas. “Algo fresco, refrescante”, reclaman los editores, que aprestan a rebajar las dosis de política y economía como si, a mitad de julio, la vida dejara de ser un país extranjero, que decía Jack Kerouac, y se convirtiera en un chiringuito. Pero la vida es un país extranjero todo el año. Hay que verla siempre cuatro pasos atrás, de perfil y en cuclillas. Y aún y así resulta fugitiva, cambiante, y muy a menudo se devalúa. Por ello, el calor agonizante de finales de julio legitima la indolencia informativa de la misma forma que a las señoras quedan eximidas del brushing. Cabellos secados al sol, con el rizo del mar, libres, sin el ahuecado urbano y oficialista. Ana Botella fue una de sus precursoras en los baños de Oropesa Ondas, tirabuzones y pelos fritos deseosos de hacer su agosto declaran la guerra a la queratina, esa lacia belleza que de reinas a socialités lucen confortables en temporada alta. Excepto aquellas que nacieron para ir a contracorriente, como Carmen Thyssen, que lleva el pelo de verano todo el año. En una ocasión la visité en su residencia de La Moraleja: En el amplio recibidor almacenaba juegos completos de maletas Vuitton, siempre a punto para viajar en Rolls (porque la baronesa tiene pavor a los aviones). De Tita me interesaba ver su biblioteca, pero no había tiempo ese día y, en su lugar, me enseñó las piernas, subiéndose la falda como hacen las flamencas. Genio y figura. A menudo he lamentado que de un portentoso personaje como este, que, según me confesó, fue acosada por Sinatra, solo se esté pendiente de sus inestables relaciones familiares. El marchamo hispano se deleita frivolizando a los frívolos, en lugar de aprovechar su excepcionalidad; pero ya saben, del fútbol puede hacerse algo profundo y enjundioso, mientras que la moda y las celebrities serán siempre una idiotez monumental. Otras mujeres sin brushing marcado en el calendario que han protagonizado la semana son la porcelanosizada Sarah Jessica Parker, cuyo rizo hippy-sexy contrastaba con el liso iluminado por Peque -la mejor peluquera de Madrid-, que asegura orgullosa que las mujeres quieren poco a su cabello y por eso se lo planchan. La princesa Lalla Salma, sin velo y con velo, también luce rizo exuberante y con hennas. Tiene en común con nuestra reina, que llevó a Marruecos un aire de El tiempo entre costuras en Mercedes vintage, ser self-made queens y haber vencido recelos dentro y fuera de palacio. La revolución de las mujeres islámicas llegará, tarde y sin brushing, pero llegará y revolcará el mundo, aunque no lleguemos a verlo. Demasiado apuesto Aunque empezó en política con Pepe Blanco y Óscar López como compañeros de viaje, se quedó descolgado del partido. También se quedó en paro y aprovechó para terminar su tesis doctoral y escribir un libro con el que recorrió las agrupaciones del partido por toda España con un Seat. Este es Pedro Sánchez, un hombre esforzado que considera que la misión del líder consiste en empujar. No hay dudas de que será candidato a la presidencia del gobierno en las primarias, y que propondrá a Chacón -que ha fichado para Goberna, la Escuela de Política de la Fundación Ortega y Gasset- un lugar destacado en la Ejecutiva. No le teme a nada, aunque su principal enemigo es su propia apostura. Rey Lear catódico Hay quienes creen que el dinero puede comprarlo todo, que solo depende del número de ceros que tenga la cifra en cuestión. El no de Time Warner al controvertido -antes visionario, seamos justos- magnate de la comunicación Rupert Murdoch, con 59.000 millones de euros sobre la mesa, demuestra que se equivocan. Murdoch ha declarado en varias ocasiones que le da igual lo que la gente piense de él, pero su gradual imagen de villano, cimentada sobre escándalos de escuchas, divorcios y estrategias sucesorias, lo catapultan como Rey Lear catódico. Extraños personajes que acaso consideran la vejez como una enfermedad que hay que curar amasando poder, y seduciendo a mujeres jóvenes. Y los paños menores ¿Qué tendrá la ropa interior que atrae a las celebrities como las flores a las diezmadas abejas? El rubísimo sueco Bjön Borg, uno de los primeros sex symbols de las canchas, fue pionero tras colgar la raqueta. Desde Beckham, Elle McPherson, Bar Refaeli, Cristiano Ronaldo, estos embajadores de lo sexy han convertido en global la tendencia underwear. Gisele Bündchen, que gana 95.000 euros al día según Forbes, ha aprovechado el Mundial para promocionar su lencería. Narcisos dichosos de mostrar piel, sí, pero lo que pesan son los más de 22.000 millones (según la consultora Global Industry Analysts) que este sector mueve al año. Me pregunto cómo será el consumidor de la ropa interior de Gisele o Ronaldo. (La Vanguardia)

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19 de julio de 2014
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Como unas castañuelas

Las máquinas sustituyen a las palabras con sus protocolos metálicos acompañados de sonidos fricativos. En los aeropuertos o comedores de empresa, para pagar debes deslizar el billete por una ranura, sin intercambio humano. Pero a veces las máquinas se estropean, y entonces se requiere no sólo una mano humana, sino la gestión de los sentimientos de frustración o fastidio que produce el desencuentro y que sólo pueden expresarse con palabras. Con la mecanización de procedimientos y la nueva jerga emoticona que ofrecen los smartphones, aflora el retorno a la escritura pictográfica. Nunca la tecnología nos había situado tan cerca de la antigua Mesopotamia. Basta con seguir los pequeños signos que conforman un lenguaje universal. El mismo que, para expresar asombro o alegría a través del teléfono, dispone de un surtido de emojis que, teóricamente, simplifican el proceso de comunicación. A finales de mes aparecerán 250 nuevos ideogramas de caritas con o sin nariz, rubor o lengua, corazones y besos, que harán las delicias de sus usuarios; también se ha anunciado una nueva red social donde sólo habrá comunicación a través de estos signos. Leo en The New Republic que algunos entusiastas creen que los emojis tienen potencial literario, y que un ingeniero de datos, Fred Benenson, ha traducido cada línea de Moby Dick al emoji, e incluso la Biblioteca del Congreso norteamericano le pidió una copia. Pero ¿qué representa para el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro seleccionar la imagen de una castañuelas y unos faralaes para informar de que se está arrebatadamente alegre o con ánimo festivo? ¿Los matices y la especificidad de un sentimiento no pierden peso ante la inmediatez de apretar un tecla que vale para varios significados? Cierto es que también existen palabras multiuso, o gastadas, pero la inflación de estos dibujitos infantiles limita el flujo comunicativo y el encanto de la palabra exacta. Borges decía que “toda palabra presupone una experiencia compartida”. Hallarla, disponer de una representación que se acerca a la idea mental de lo queremos expresar, o visualizar aquello que permanecía oculto dentro de nosotros mismos, nos ayuda a desvelar una verdad inmanente pero hasta entonces inexpresable. Ese es el poder del lenguaje. Asegurar que el uso y abuso de emoticonos transforma nuestra manera de pensar me parece una sobrevaloración del asunto. Personalmente, y a pesar de recibirlos, nunca los utilizo ya que mi presuntuosa sensibilidad prefiere escoger la palabra más cercana a la expresión del sentimiento. Pero ¿no serán más presuntuosos quienes aseguran que los emojis están enriqueciendo el lenguaje?

(La Vanguardia)

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16 de julio de 2014
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Sexo basura

Las últimas noticias de felaciones múltiples en discotecas de Palma de Mallorca o de fiestas gais anunciadas como mamadings certifican la banalización del sexo desprovisto de la intimidad dérmica que a lo largo de la historia ha subyugado a hombres y mujeres. Los concursos en locales promiscuos con premios en metálico a quien, según el jurado, tenga una mayor destreza succionadora forman parte de lo que se entiende por “locura divertida”. Sus promotores, molestos por la amenaza de expedientes de cierre, animan a que se proteste durante el próximo Salón Erótico de Barcelona. Pero, ¿estamos hablando de erotismo? Lejos de juzgar moralmente a los mayores de edad aficionados a degustar charcutería, bien ilustrada desde la antigüedad con las bacanales romanas, se advierte un pronunciado desapego lúdico del propio cuerpo que nada tiene que ver con la libertad o la transgresión, sino con el puro y duro intercambio comercial. A esas muchachas que se prestaron a practicar fellatios en cadena a cambio de copas, la prensa británica las denominó “escoria” en lugar de preguntarse qué ha fallado para que una joven estudiante se arrodille en un antro de Magaluf, rodeada por un corro de hombres, hasta que la boca se le entumece. ¿Qué placer puede haber en ello? Recuerdo la conversación que mantuve hace años con una exprostituta sevillana, hija de trianera y de un militar fascista que las abandonó. Ella practicó el alto standing hasta que logró sacar adelante a sus hijas y las “bien casó”. Y dijo: “Hubo un tiempo en que, de tanto chupársela a los señoritos, se me quitaba el jugo en el estómago”. Cómo me impactó esa frase que, a pesar del tiempo, permanece. Con su dignidad reedificada, aquella mujer confesaba el agujero que deja la náusea. Ojalá pudiera hablarles a quienes se prestan a estos números degradantes. El sexo no siempre es feliz, también puede llegar a ser desconcertante u hostil. En más de una ocasión nos hemos referido a la escasa educación sexual que reciben los jóvenes. Ser autodidacta no siempre es un plus: aprenden en bares y sitios peores, donde el sexo poco tiene que ver con el placer. Es ridículo hablar de juventud perdida y sexo basura en tono de denuncia y a la vez cruzarse de brazos (como en el vídeo de Jake Bugg Messed up kids, rodeado de una banda de chicas tocando desnudas). Las paradojas florecen, y mientras las Miley Cyrus, Rihanna y cía. corren a desnudarse con gestos procaces, como si regresáramos globalmente a la época del destape, dos cabeceras británicas, Loaded y Stuff, acabarán con los desnudos integrales de mujeres en sus portadas. Y no porque crean que es sexista, sino porque a sus lectores, según varios estudios de grupo, les avergüenza que se les identifique como onanistas habituales. En un extremo, lo erótico se repiensa y se viste, mientras en el otro, el sexo fast food desafía el tan necesario amor a uno mismo.

(La Vanguardia)

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14 de julio de 2014
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El Boomeran(g)
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