Skip to main content
Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

Blogs de autor

La Florida española

Una cosa es que los políticos den ejemplo y otra bien distinta que se pongan de ejemplo, quizás porque están muy necesitados de ellos. Es el caso de Susana Díaz, una mujer a la que los hombres no temen ni desprecian, con Felipe González a la cabeza de su club de fans. Díaz acostumbra a alardear de las muchas horas que trabaja, así como de su claridad moral, de su alta graduación como socialista y servidora de Andalucía (en verdad, no ha tenido otro trabajo en su vida que no haya sido la política). El susanismo se remata con el arte de saberse vender a una misma. No de manera sutil, ni surreal, al estilo de los ingeniosos maestros andaluces del absurdo, sino llana y disfrutona. Abraza “al pueblo” como si fueran primos y sobrinos. Se escucha al hablar, interrogativa, con tan vibrantes golpes de aliteración que la colocan en el módulo de los oradores a los que parece que se les vaya a salir el corazón. Pero también tiene colmillo y experiencia y, de Despeñaperros hacia abajo, tirón popular así como una concentración de poder y competencias nunca vistas. Acostumbra a vestir de blanco y rojo, un color que repiten las políticas más seguras de sí mismas: Saénz de Santamaria, Rita Barberá, Tania Sánchez… Refinó la onda en su melena rubia, pero no escondió sus haches fonéticas, empeñada en hablarle a “la hente”, tan jondamente, con tal quejío, que casi te da pena “la gente”. Según Moreno Bonilla, su contrincante del PP, es un personaje sobrevalorado y soberbio. Los barones socialistas siempre han impuesto su nombre por encima de todos, bien lo sabe Pedro Sánchez; o los sempiternos aspirantes Madina y Chacón, que enseguida tuvieron la sombra de Díaz tapándoles en la foto. Andalucía es hoy el alambre político sobre el que caminan los socialistas españoles, su comunidad flagship. Digamos que hay nervios. Según los sondeos, Díaz ganará las elecciones andaluzas el próximo domingo, aunque con una talla apretada. Asegura que llega con una la ley de transparencia que permitirá a la ciudadanía saber en qué se gastan cada euro: la Andalucía saqueada y la subvencionada, la de los cursos de formación y la de los señoríos de Jerez -los terratenientes mantienen una relación amorosa con las políticas de la Junta-. Y ahí está Moreno Bonilla, que parece un tipo majo a quien Javier Arenas ha empujado en el último minuto para que saliera en la foto. En bandeja ha tenido los eres, los chóferes con cocaína, las sospechas sobre Griñán y Chaves… padres políticos de Susana. Pero ella se ha enfundado el fajín. Ha sido una campaña bronca, con barro e insultos. “Esto parece un tikitaka o más bien Pimpinela”, dijo de ambos Maíllo, el candidato de IU en el segundo debate de TVE. El PP no ha logrado gobernar en más de treinta años ¿cambiarán ahora las cosas? Moreno, licenciado en protocolo según su polémico currículum, ha llegado, con su felicidad y campechanía a disputar la plaza. Andalucía, la Florida española, con más monumentos que Roma y más guitarras que en el Guitar Hall of Fame de Nueva York. Ese sueño. Gais a la greña / Elton John ¡La que se ha armado con las declaraciones del diseñador Domenico Dolce en Panorama! La mitad de Dolce & Gabbana, católico practicante y provocador nato como han demostrado con sus campañas de publicidad -con y sin Madonna-, se declara contrario a los hijos con padres del mismo sexo. Elton John se ofendió: “¿Cómo te atreves a referirte a mis preciosos niños como ‘sintéticos’? Tu pensamiento arcaico no va acorde con los tiempos actuales, igual que tu moda, que nunca volveré a llevar”. Ricky Martin o Victoria Beckham secundaron el boicot de Elton, tachado de “fascista”, según los diseñadores. La perla del bochorno: una foto, un día después, del cantante entrando en el gimnasio con una bolsa de Dolce & Gabbana (que aún no ha quemado). Exquisitos frutos / Gemma Abrié Me la descubrió la agente de Silvia Pérez Cruz, y aprecié lo que hay en su voz de riesgo, terciopelo e innovación. En una escena jazzística internacional amenizada por diosas como Diana Krall, Esperanza Spalding y Melody Gardot, las jóvenes que han bebido de Fitzgerald y Holliday necesitan escenarios. Gemma Abrié, que vive en el Montseny, lleva una década sorprendiendo con su voz y su contrabajo, y el sábado 28 actuará en el ciclo ContraBaix de Sant Feliu de Llobregat junto al guitarrista Vicens Martí. Amiga de los poetas, paladeará Els fruits saborosos de Carner relacionando los diferentes frutos poéticos con estados vitales, desde la pasión o la ternura a la sabiduría. Abrié es una mujer y una voz sin miedo. Anacronismos / Jenny Scordamaglia ¿Qué relación guardan las tetas y los culos con las noticias? Según Miami TV, el canal que aterriza en España, se trata de alegato contra la censura. Así de burdo. El canal busca a presentadoras sin complejos, a las que no les pide el currículum sino una foto en top less. El modelo a seguir es el de la uruguaya Jenny Scordamaglia, que realiza entrevistas con el pecho y el trasero al aire, e incluso anima a sus invitados a que la toquen. “Tenemos un concepto diferente del entretenimiento, liberado de tabúes sociales y compartiendo un mensaje de vida positivo”, ha declarado Jenny. Programas de cocina sin ropa, debates picantes, y telediarios en los que lo que menos importa es la información. Ahorran en vestuario y estilistas, sí, y en neuronas. De Álex a Lee Ranaldo / Christina Rosenvinge Edificó su personalidad artística a comienzos del decenio de 1980 -es decir, hace 30 de sus 50 años- con unos nombres que quedarían grabados en la historia del pop español de todo signo, léase, Ella y Los Neumáticos, Magia Blanca pero, sobre todo, Álex y Christina y, finalmente, Christina y Los Subterráneos. Esta evolución sonora ha corrido pareja a la de su propia personalidad y experiencias vitales, siempre oteando el horizonte. Fue una de las primeras cantantes que se fue a Estados Unidos, donde entró en relación con la escena experimetnal neoyorquina (sobre todo con Lee Ranaldo, de Sonic Youth) que la animó a escribir y cantar en inglés. Su actual etapa artística arrancó en el 2007 con su, también estrecha, colaboración con Nacho Vegas que se fue ampliando hasta convertirse en una de las cantoras de la escena indie española más reconocidas. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
21 de marzo de 2015
Blogs de autor

De propinas y cocheros

Desde que los recibos de los taxis son expendidos por la máquina, en lugar de ser escriturados a mano por el conductor, casi ninguno espera propina, demostrando tanto que eran las empresas quienes pagaban ese plus de cortesía o agradecimiento en lugar del usuario como que la crisis se ha combatido a golpe de calderilla bajo la máxima popular de “todo suma”. Qué lejos queda la resaca post-euro, cuando algunos se ofendían si les dejabas una propina de céntimos, hasta el punto de echártela en cara. La propina es un gesto entre encantador y feudal, tanto que a algunos tímidos les avergüenza. Decides si premias o castigas un servicio en el que tú sueles ser sujeto pasivo mientras el otro ejecuta la acción, en ocasiones transgrediendo la distancia proxémica y entrando con pasmosa naturalidad en el espacio íntimo. El que se establece a través de la navaja del barbero, el aceite de la masajista o el lápiz del maître que te llevarán a la gloria. A menudo dudamos entre nuestro yo agradecido y nuestro yo exigente: “dejé poca” o “he sido un hortera”. No importa que ganemos menos que el sumiller que nos ha descubierto nuevos placeres o que el peluquero que nos devuelve la personalidad -o eso creemos durante la primera hora-, aun así queremos celebrar su excelencia y reafirmarnos. Las hay mecánicas, políticas, y bipolares: lacónicas o excitadas. Sin olvidar las empáticas, como si por un instante se tendiera un hilo con el otro que ha tenido a bien servirte, por mucho que sea su trabajo. “¿Por qué pagar más por la misma atención?”, se han preguntado economistas y antropólogos, llegando a levantar muros mentales contra la propina: en especial porque una gran parte de quienes la reciben no se volverán a cruzar en tu vida. Cuenta el escritor Julian Baggini que se ha demostrado empíricamente que las propinas decrecen cuando el porcentaje del PIB recaudado a base de impuestos crece. En el escandinavo Noma, el mejor restaurante del mundo, cuyo menú -siete platos maridados con otros tantos vinos- cuesta 268 euros, rondan el 3% de la cuenta, unos 8 euros: una limosna para su virtuoso personal. Vladimir Nabokov, que vivió muchos años en un hotel suizo, tenía fama de ser espléndido con las propinas, detalle que Antonio Triguero, el barman que le servía, me desmintió: “No nos hubiéramos hecho ricos con él”. Abundan quienes quieren sentirse queridos a través de gestos ya no generosos, sino desprendidos. Pero también están los que, como Daphne du Maurier, escritora de cabecera de Hitchcock, cuestionan por qué es el cochero quien recibe la propina si son los caballos quienes han trabajado, sin reparar en que del cochero depende la motivación de los caballos. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
18 de marzo de 2015
Blogs de autor

Los lagrimitas

Se dice que la sensibilidad hoy no se lleva, como si se tratara de un estampado de lunares, mientras la hipersensibilidad pertenece al reino de las nenazas y los blandengues, que así se habla. Determinación, coraje, competitividad, fortaleza, el mundo es de quienes se blindan ante el frío o el calor; pieles curtidas, inmunes al estruendo nacional. Gente sufrida a la que da igual dos que cuatro si al final consigue lo que quiere, sujetos impermeables frente a la pobreza moral. O aquellos que con diurnidad, cámaras y alevosía mandan callar soplando al dedo -por mucho que a toda una comandante se le salten las lágrimas de impotencia-. No padecer de hipersensibilidad parece una ventaja en estos tiempos de atajos y hojas Excel. Pero en el otro extremo están los PAS -personas altamente sensibles-. Los que se sienten abrumados fácilmente por las luces halógenas, la megafonía estridente, los olores fuertes o los tejidos bastos. Los mismos que al entrar en un taxi recomiendan temerosos al conductor que baje la radio y el aire acondicionado. En algunos casos, si estuviera en sus manos también le regalarían un desodorante. Los PAS creen que su vida interior es rica y compleja, y se entretienen escribiéndola con el lápiz de la imaginación. Son capaces de lagrimear o suspirar ante las cinco cúpulas de San Marcos, la vieja locomotora semienterrada por la nieve de Monet o unos espaguetis all’arrabbiata simples y perfectos. Existe un porcentaje de personas -una de cinco según Elaine N. Aron, que empezó a estudiar a las personas altamente sensibles a principios de los noventa- que resulta afectado por diferentes estímulos en mayor medida que el resto. “Cuando uno se reconoce como hipersensible probablemente tenga dudas de si es portador de un don o de una maldición”, leo en el Huffington Post, que incluye un vínculo al test de la hipersensibilidad: “¿Reflexiono sobre cualquier cosa más que los demás?, ¿me conmueven las obras de arte?, ¿cuando alguien se siente a disgusto, suelo saber lo que hay que hacer para hacerle sentir más cómodo (cambiar la luz o los asientos)?”. Los hipersensibles no siempre son introvertidos. Algunos han sabido desdoblarse a fin de evitar la parálisis, y aun así la estela del síndrome de Bartleby -”preferiría no hacerlo”- emerge como escudo para no enredarse en experiencias abrumadoras. Los PAS, que de jóvenes preferían los pubs a las discotecas, atesoran la soledad y en sus encierros atienden a los pequeños matices que diferencian lo estándar de lo especial. Heridos en exceso por las críticas, tienden al autorreproche y a fustigarse cuando no están satisfechos de sí mismos. También se les define como muy reactivos emocionalmente, observadores, educados y propensos a la melancolía, para la cual no se medican, ya que lo suyo no es ni defecto ni virtud, ni suerte ni condena. Forma parte de su vagar por la vida con los seis sentidos y una gastritis. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
16 de marzo de 2015
Blogs de autor

Alma de pelirroja

En Madrid ocurren estas cosas: decides que vas a escribir sobre Esperanza Aguirre y te la sientan al lado en la peluquería. No se crean que nos referimos a cualquier salón, se trata de Peque, una especie de café Gijón en femenino del siglo XXI. Aquí se reúne un público muy particular que se toca por los extremos: las artistas y las marquesas, Sisita Milans del Bosch y Susana Aldecoa, Pepa Bueno y Ana Rosa, Isabel Presley o Cristina Garmendia. El pedigrí del facherío y del rojerío -sin prejuicios- es convocado por esta visionaria del color que siempre anda a la búsqueda de lo único, ya sean lociones maceradas de abrótano macho o misteriosos pigmentos. Juana Plaza, Peque, criada en una corrala de Lavapiés en los desarrapados años de la guerra, de niña soñaba con ser fulana, sin saber bien a que se dedicaban pero eran las únicas que llevaban perfume y medias en el barrio. Hasta que se asomó a una peluquería de la Gran Vía y el olor a Rielis le produjo una conmoción stendhaliana. Hoy es una veterana alquimista del cabello que examina las cabezas de sus clientas con verdadera autoridad estética. En Peque no se habla de política, pero se respira poder y cocimiento de tomillo. “De ella, tienes que escribir de ella” me dice Aguirre, que acaba de ganar una batalla del Ebro, aunque no concluirá la guerra hasta que conquiste Madrid. Hace años, y a pesar de su amplio apoyo electoral, ya recibía la punición de Rajoy, que no la invitaba a sus famosos maitines. Peccata minuta. Era la punta de pañuelo de su condición de non-grata. Con su temido carisma, su instinto de supervivencia y desparpajo liberal ha llegado donde el corazón apuntaba, sin doblegarse ante las trompetas de Génova. Le pregunto por los motivos de su retirada y si en verdad fue una cuestión personal. Cuando le detectaron un cáncer, el médico le dijo que tendría que someterse a quimioterapia, y ella pensó en la vida sin mayúsculas. Aún se emociona. En el golf -handicap 6,5- y sus aficiones, el marido, sus nietos, el tiempo sacrificado, y sintió que tenía que dar un paso atrás. Al final bastó con radioterapia, pero a finales de 2012, “con el programa cumplido, la mayoría absoluta del PP y una persona muy cualificada para sustituirme, decidí que era el momento”. Tras meses de suspense y varios sondeos abrumadores la designaron candidata, pero echándole vinagre encima. Que si las mordidas de Granados y el ático de Nacho, que si Cifuentes y la guerra de rubias -pese a que esta ha declarado, entre conciliadora y temerosa, que “dos no pelean si uno no quiere”, Aguirre ya la ha marcado como esbirra del partido desde las Juventudes de Alianza Popular-, que si debía abandonar la dirección del PP de Madrid… “Las crisis son oportunidades”, responde mordiendo una manzana, con el pelo lleno de papeles de plata. Siempre la han perdido las despedidas. Lo suyo es la épica. No en vano corre la leyenda de ese cuarterón irlandés que camufla en Peque: “A ella sólo le levanto el pigmento porque tiene un fondo muy Tiziano; respeto alguna canicie que le hace de mecha y ya está”. Aguirre, una rubia con alma pelirroja. Viva el pañal / Ashton Kutcher Desde que Demi Moore lo presentó en sociedad, hace ya más de una década, Ashton Kutcher entró con pomada en el imaginario couché, sin estridencias ni desconfianzas. “Un buen tipo”, decían; el joven que sabe mecerse en brazos de la mujer madura; el origen de la constelación de las cougar o las MILF. Ahora, convertido en padrazo de una niña de cinco meses, Wyatt Isabelle, acaba de denunciar que “nunca hay cambiadores de pañales en los aseos públicos de hombres” en su Facebook. Un micromachismo que en este caso penaliza a los hombres, impedidos para cambiar un pañal en un lugar público. Los más de 18 millones de “me gusta” dan fe de lo que mueve Kutcher. Así se hace política de igualdad. La memoria vuelve / Eva Schloss No debió de ser nada fácil regresar de la muerte de Auschwitz. Y más aún cuando tu desaparecida hermanastra, Ana, acabó por encarnar el drama de la shoah gracias a su celebérrimo diario. Eran las dos caras de una moneda: “Yo era un potro de pelo rubio, curtida por el sol, ropa desaliñada de montar en bici. Ana se peinaba primorosamente, vestía blusas y faldas inmaculadas”. Eva Schloss ha tenido que dejar pasar casi 70 años para escribir Después de Auschwitz (Planeta), en el que late un impulso de vida para grabarnos a fuego: “Uno tiene que valorar los buenos tiempos -en el mundo hay belleza, personas maravillosas y momentos inspiradores- para encontrar las fuerzas que te permitan superar las dificultades”. Nunca es tarde.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
14 de marzo de 2015
Blogs de autor

Desamor a escena

«Uno no deja de amar como deja de fumar, es mucho más difícil”, dice Robert, una de las tres patas del taburete sobre el que se asienta la obra Needles and opium (Agujas y opio) del gran Robert Lepage. Las otras dos son Miles Davis y Jean Cocteau. El uno llegaba a París y se alojaba en La Louisiane, el hotel preferido de los existencialistas, y el otro escribía su Carta a los americanos a bordo de un avión, regresando de Nueva York: “Todo lo que se hace en la vida se hace como en un tren expreso hacia la muerte”. Tomé notas en la oscuridad del teatro del Canal, donde durante cuatro días se ha representando esta joya escénica, por lo que el lector deberá disculpar si hay algún salto de literalidad. En el avión, Cocteau, al que interpreta -como a Robert- el actor Marc Labrèche, también afirma que “los recuerdos se mueven como algas”. Lepage ha conseguido trascender el concepto de teatro en un afán por labrar nuevas formas artísticas, a medio camino entre la ciencia y el drama, la acrobacia y la tecnología, el jazz y las marionetas. De ese modo asalta con eficacia la mayor de las incompletitudes del ser humano: el desamor, aproximándose al vacío que arrastra una suerte de fatalidad y se adhiere a todos los rincones de la carne y del pensamiento. El opio de Cocteau y la heroína de Davis pretenden sustituir la falta del amor que los laceró. Así lo contaba Davis en su autobiografía: “La música era toda mi vida hasta que conocí a Juliette Gréco. Me enseñó lo que significaba querer algo distinto a la música. Probablemente Juliette fue la primera mujer a la que amé como a un ser humano, en un pie de igualdad. Teníamos que comunicarnos con el lenguaje corporal. Ella no hablaba inglés y yo no hablaba francés. Nos hablábamos con los ojos, los dedos. Con este tipo de comunicación, uno sabe que el otro no le miente. Tienes que moverte por los sentimientos. Era abril en París. Sí. Y estaba enamorado”. La habitación donde transcurre la obra, un cubo suspendido, no deja de balancearse, como la vida de sus protagonistas. De ahí la brecha que aleja el deseo de la experiencia, pero que también acerca la esperanza de la autodestrucción. Si al ser humano no le moviera un ansia de gran amor, la vida sería un sinsentido. Pero en su búsqueda, y en su pérdida, cometemos los mayores errores. No es una de las palabras más terribles del diccionario cuando se repite entre aquellos que un día se amaron. “Las notas vagan por las cortinas y las persianas diáfanas”, dice Robert. Es la trompeta de Miles, los versos de Cocteau y la bañera de Juliette Gréco, el arte que emerge como refugio para las almas que vagan en la intemperie. El arte como salvación.

Leer más
profile avatar
11 de marzo de 2015
Blogs de autor

El efecto Clooney

Nada menos que la histórica Helen Fisher, la antropóloga social y bióloga del comportamiento humano que lleva más de tres décadas desmitificando tópicos de conducta sexual, parece haber conseguido demostrar la caída de un viejo mito: que los hombres temen a las mujeres inteligentes. En primer lugar habría que precisar qué se entiende hoy por “mujeres inteligentes”, como si fueran un club o un colectivo con código genético aparte. Se trata de una locución que, en cambio, no suele utilizarse para etiquetar a los varones como grupo. Acostumbrados estamos a hablar de machos alfa, tiburones, mindundis y sensibleros, pero jamás se ha planteado la desconfianza femenina frente a un “hombre inteligente”. Todo lo contrario: es un valor que se ha ensalzado, al igual que el sentido del humor; atractivos que engrandecen. La quinta oleada del estudio anual de Match.com sobre los solteros en EE.UU., dirigido por Fisher, ha llegado a la curiosa conclusión de que por fin el colectivo masculino de hombres normales y corrientes ha superado el miedo a las mujeres brillantes, preparadas y seguras. Y para ilustrar sus resultados, recurre a un ejemplo de la subcultura celebrity: George Clooney. El llamado “efecto Clooney” englobaría a aquellos que desean parejas descritas como “independientes” y “con confianza en sí mismas”. Atrás quedó la mujer-trofeo. Fisher razona que “cuando un soltero de toda la vida como Clooney sienta la cabeza, las cosas están cambiando”. Se refiere a su matrimonio con Amal Alamuddin, abogada de prestigio internacional que se ha convertido en la defensora de los derechos humanos con mayúsculas y pamelas. De acuerdo con los resultados de esta macroencuesta, no es ya que muchos hombres apuesten por encontrar una mujer a su altura, sino que el 87% dicen desear “salir con una mujer que gane más que ellos, más intelectual y con una educación superior a la suya”. Las mujeres, por su parte, buscan un par: la bramadora mayoría quiere encontrar un compañero “tan inteligente como ellas”, incluso aunque hubiese que apoyarle económicamente. La evolución de las sociedades occidentales -y los roles de género- a lo largo de los últimos sesenta años apunta a que ellos no buscan damiselas sumisas, y a que ellas se sienten tan proveedoras como ellos. Pero aún hay un punto (débil) a tener en cuenta en este supuesto efecto: ¿cuál es el impacto del físico? Biólogos, antropólogos, psicólogos… cualquier experto en el tema del emparejamiento señalará la importancia de la apariencia, para muchos el factor más relevante. Clooney no ha elegido a una mujer mayor o sobrada de curvas. Exótica, morena, Oriente y Occidente convergiendo en su entrecejo, y con una excelente fotogenia para copar portadas del couché, que al fin y al fin y al cabo parece ser lo que importa, además de ser “inteligente” para mantener el caché. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
9 de marzo de 2015
Blogs de autor

Primavera y vino

Los escaparates de las joyerías londinenses de New Bond Street acaban de desnudarse. Son las seis de la tarde, y en las vitrinas de Asprey o Boucheron solo permanecen los estuches aterciopelados como en un baile sin música, desprovistos de las alhajas que se exhiben en horario comercial. El efecto de los joyeros vacíos multiplica el deseo. Como ocurre en la National Gallery, donde se ha adelantado la primavera. La de 1891, la serie de álamos de Monet y su luz cambiante, o las bailarinas de Degas, observadas en su intimidad distraída. Inventing Impressionism es una exposición con un elevado poder terapéutico. La sublimación de un estado mental; la luz blanca del alba filtrándose entre viñedos. Como tantas veces la ha soñado Álvaro Palacios, entronizado el pasado jueves como The Man of the Year, uno de los más elevados honores al que puede aspirar un viticultor, concedido por la revista Decanter, la Biblia del vino. Lo que sé de vinos lo he aprendido de este riojano que se enamoró del Priorat, de la mano de René Barbier, hace ya veinticinco años y reinventó aquella tierra abandonada. “Nadie apreciaba aquella zona, pero Álvaro creó un concepto nuevo sobre la tierra, el vino, y la garnacha. Cuando lo conocí, lloraba cuando los payeses arrancaban las cepas centenarias y él no podía hacer nada”, me contó Jaume Roures, que junto a Ana Rosa Quintana, Peter Sisseck, Quim Vila o José María Iñigo formaba parte del grupo de amigos que lo acompañaron en el acto de entrega del galardón, que ha reconocido a leyendas como Mondavi, Antinori o Cazes. “Visionario, revolucionario, transgresor”, dijeron de él los sacerdotes de Baco, británicos sedientos de los buenos caldos que hace siglos importan en barricas, Burdeos y amontillados de Jerez, y que figuran en la prosa de Shakespeare. Hoy, en cambio, las familias reales hacen galletas ecológicas. En el Daily Mail, una doble página firmada por otro Shakeaspeare informa de los últimos quejidos del príncipe Charles -”apenas me dejan ver a mi nieto”-, mientras su hijo, Guillermo, de visita en Tailandia, se acerca dulcemente a un elefante. Los periódicos ingleses se relamen con la realidad incongruente, tan anecdótica como trágica y su fino sentido del paladar. Álvaro Palacios habla inglés y catalán de Falset, canta flamenco, torea vaquillas, recita poesía, viaja por el mundo con una visión comercial que según su hermana Chelo le acompaña desde niño, cuando jugaba a botones en el Hotel Palacios. Se cansó de lo de siempre, de la tradición familiar de bodegueros clásicos, y se instaló en Gratallops donde creó de la nada un vino redondo, L’Ermita, que hoy se sirve en los mejores restaurantes del mundo, de The Fat Duck a George V. “Mi hermano y mi hijo Ricardo adivinan el porqué de la tierra y lo que hay que darle”. Al final de la noche, en un club de moda vecino a la orgía de paisajes impresionistas, me confesó su máxima aspiración: que un vino suyo le de miedo, que huela a carne de mujer, que atrape la luz del sudeste montada encima de una falla, una revelación de la primavera para beber la vida a sorbos, o los sorbos de la vida. Mama Lisa / Lisa Lovatt-Smith Su madre se casó con una minifalda morada en los años sesenta, puro swinging London. Ya muy joven, Lisa empezó a asistir en editoriales de moda a los más grandes, de Herb Ritts a David Bailey. Una larga década dedicada a la moda y al glamur, a las limusinas blancas que le mandaba la agente de Mick Jagger, y hasta a un novio ex heroinómano y ex bisexual hermano de Isabelle Adjani. Un día viajó a Ghana de cooperante, y se convirtió en Mama Lisa. Descubrió la doble cara del mundo de la solidaridad, fue víctima de las mafias locales y vendió todo lo que tenía para crear una oenegé que combate los orfanatos ilegales y el tráfico de niños. Hoy tiene cinco hijos adoptados. Y sabedora de que su vida es una novela, ha decidido escribirla. Amado diablo / Anne Wintour “Aunque no seas alguien seguro de ti mismo, finge serlo, pues así parecerá más claro para el resto”. Esta máxima de la gran dama del periodismo de moda, que la ficción ha retratado como una caprichosa déspota que no tolera un error ni un café con leche frío. En “Winners and How They Succeed” el periodista y asesor político Alastair Campbell desvela las claves del éxito de la mayor influencer, capaz de aupar y defenestrar a creadores, modelos y tendencias. Ningún desfile de altura da comienzo hasta que Wintour, con su rictus hierático, se sienta. Dice que su único talento es el de gestionar el ajeno. Y lo que en verdad merece que un asesor político profundice en ella es la constelación de poder que ha forjado a su alrededor. Fin de raza / Naty Revuelta Cuando Wojtyla llegó a La Habana y las guaguas reventaban de católicos caribeños, tú nos abriste las puertas de tu mansión en el Nuevo Vedado, donde tu anciana madre se mecía en un balancín y hacía tintinear las arañas de cristal igual que el hielo en un vaso. Qué bellas balaustradas, el café negro en el soportal, la charla animada. Te llevamos noticias de tu hija Alina, que ha podido regresar a Cuba para acompañarte a morir. Primero fuiste burguesa de escotes halter y perlas, filóloga, mujer de médico, comprometida con los pobres, enamorada enamorada de Fidel, con quien mantuviste un romance tan insensato como cualquier gran romance. “Me lo saqué del corazón para meterlo en la cabeza” dijiste sobre él. Contigo desaparece una raza. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
7 de marzo de 2015
Blogs de autor

La pandilla roja

Avanzan por la explanada hacia el Parlamento, donde deben jurar (o prometer) su cargo, la mitad de ellos con zapatos tan usados como el blanco y el azul de sus camisas. Trece hombres a punto de ser investidos de poder, caminando en grupo sobre el asfalto, representan toda una declaración de principios: un simulacro de anuncio de Emidio Tucci o un remake de Reservoir Dogs sin gafas de sol ni corbatillas. El primer ministro y sus doce radicales no pueden recurrir a ese gesto tan coqueto, y a la vez tan masculino, de ajustarse el nudo de la corbata al bajar del coche. Porque, a excepción de los más veteranos, solo se la pondrán si Grecia logra «salir del coma», en metáfora de Varufakis. ¡Ah, Varufakis, cuánta apostura y sex appeal le aporta al gabinete! Rejuvenece al gobierno con su perfil de economista mediático y motero, que ha conseguido desparramar su masculinidad en la aldea global. Hace tiempo que Europa no jaleaba a un político que paseara el cráneo afeitado, los músculos de gimnasio y la terquedad que antaño mostraron Inglaterra o Rusia para no pagar sus deudas a EEUU, eso sí, sin haber sido doblemente rescatadas con 340.000 millones de euros. «Qué manos tan grandes tiene Varufakis», oigo comentar a dos mujeres con un gesto de picardía que invoca al mito de la longitud de los dedos y su supuesto paralelismo con el pene. Suposiciones. Gineceos exaltados profieren el nombre del flamante ministro de finanzas como el del macho alfa que escapa tanto del traje gris como de esos atildados fenómenos del hipsterismo y el tommyhilfigerismo. Viste una americana con cuello levantado y una veta roja, al estilo Dsquared2 o El Ganso, y estampados de camisa años treinta. Los griegos representaron el paradigma de la belleza mediterránea, aunque se quedaran fijados en nuestra retina dos falsos elliniká: Anthony Quinn/Zorba y el del anuncio de Andros, ambos derrochando virilidad, despreocupación y folclore. Nada que ver con los otros ministros de Tsipras, que podrían pasar por escoltas con sus chaquetas abiertas, camisas a cuerpo, perillas y bigotes. Es un alivio que carezca de Ministerio de la Interculturalidad, como en Bolivia, que obliga a sus miembros a vestir ropa tradicional cada lunes: bufandas multicolores y tocados con plumas de pavo. En la imagen del gobierno del velludo Tsipras ?con cejas pobladas y patillas de cómic? pesa un factor tan estético como ético, tremendamente elocuente: no caben mujeres. Desde los tiempos del Che Guevara, los revolucionarios siempre se apoyaron en las compañeras, hasta que llegaron a los palacios. Les costó incluso a los de la hoz y el martini. En Atenas, calderilla: ni sombra de Afrodita. Kazantzakis escribió que no corre una gota de la sangre de Alejandro por las venas de los griegos de hoy. Por ello hay que recurrir al verdadero olimpo, que es el de Hollywood. ¿Recuerdan a Brad Pitt convertido en Aquiles, el más apuesto de los héroes de la guerra de Troya? Traten de imaginarlo sentado entre los ministros de Tsipras. (Icon)

Leer más
profile avatar
5 de marzo de 2015
Blogs de autor

Chaladuras

En la defensa a ultranza de la sensatez o, mejor dicho, en la apología de la razón -a menudo única- se esconde un pánico existencial ante la duda. Lo resumía con contundencia la entrevista firmada por Ima Sanchís al filósofo Roger-Pol Droit: “Nietzsche decía que no es la duda la que nos vuelve locos, sino la certidumbre. Sólo los que tienen certidumbres matan”, y añadía que aquellos que pretenden satanizar la locura son unos insensatos, pues esta es “ingeniosa y diversa”. En el enmascaramiento de quienes son dogmáticos, monocordes, y reivindican su sentido común como principio y fin del orden mundial radica un tipo de pereza invisible: la de ver las cosas blancas o negras sin atreverse a desentrañar su gama de grises. Porque los pirados de verdad suelen ser quienes no dudan y pretenden imponer su verdad al resto, desatendiendo por completo los conceptos de cultura, evolución y humanismo. Es la barbarie a la que nos tiene ya acostumbrados el Estado Islámico, o el paraestado policial que se practica en tantos países, de Corea a Rusia, e incluso Argentina, donde quien alerta de una realidad distinta acaba en la tumba. Droit acaba de publicar en nuestro país Si sólo me quedara una hora de vida (Paidós), y Blackie Books, editorial que difunde una cultura original con respecto a lo sabido y manido sobre el arte de vivir, ha reeditado su best seller 101 experiencias de filosofía cotidiana. Puede que algunas de las paideas que Droit nos presenta parezcan tan triviales como excéntricas, chaladuras para aliviar a las almas estresadas que se circunscriben a un bucle de insatisfacción, victimismo y reproches. Como invitarnos a beber un vaso de agua al orinar, cruzar un bosque en coche, comer un alimento azul o correr por un cementerio a fin de que el desconcierto desconecte nuestro piloto automático y provoque una emoción que pueda servir como desencadenante de un pensamiento. En estos tiempos nuestros tan sobreeconomizados, lo cotidiano es banal para una gran mayoría, mientras que para otros es lo único que puede pasar a la posteridad. La revista Psychological Science publica una investigación en la que se pidió a 135 estudiantes universitarios que hiciesen sus propias cápsulas del tiempo con la intención de observar aquello que permanecía en ellos. El resultado no fue nada trascendente: conversaciones con amigos, canciones con pellizco, fotos en Facebook… Ellos mismos lo reconocían. Pero, pasados tres meses, se enamoraban un punto y medio más de su recuerdo. El estudio concluye que preservar lo banal puede generar un valor inesperado en el futuro. Porque la felicidad es una recolección de afortunadas chaladuras. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
4 de marzo de 2015
Blogs de autor

El fútbol zombi

En los ochenta, cuando la emancipación de la mujer era un hecho tan tardío como inexcusable en España, muchas mujeres empezaron a ver partidos de fútbol los domingos por la tarde para no quedarse solas. Al principio representaban algo parecido al casual travestismo del hombre que sostiene pacientemente el bolso de su señora e incluso avanza unos pasos con el clutch en ristre. Aquellas amas de casa o trabajadoras animosas que se calzaron la bufanda de su club tuvieron que ganarse la credibilidad a pulso: “¡qué vas a entender tú de un fuera de juego, cariño!” les amonestaban sus maridos, entregados al mecanismo social de la gran hipnosis. Ellas se cubrieron con forros polares y cambiaron las tardes de pastelería por las gradas de cemento, donde un rugido de fondo las sumergía en una burbuja considerada “cosa de hombres”. A estas mujeres se les había enseñado que el fútbol era un deporte bronco, poco indicado para damas por mucho que repartieran juego con cualquier tipo de balón que no fuera el que se patea sobre la hierba. El padre del olimpismo, el barón de Coubertin, ya había dejado dicho que “sólo los hombres pueden ser atléticos”. La profesionalización de las mujeres deportistas, a pesar de sus heroicas pioneras, fue ardua y, a día de hoy, aunque se multipliquen sus gestas (en las última olimpiadas España consiguió igual número de medallas femeninas que masculinas), ellas continúan recibiendo salarios de amateur y una visibilidad lejana a la del deporte rey. Para compensar las diferencias de potencia física y capacidad de resistencia, las mujeres -en fútbol, basket y otras disciplinas- rubrican un compromiso con la técnica y la estrategia. Pero, más allá de aquellas que disfrutan viendo o jugando al fútbol, pervive en su ambiente un imaginario sexualizado, el de la chica de calendario impuesta casi como tradición en las contraportadas de los periódicos deportivos. Que el deporte hegemónico, que mueve en el mundo cifras que superan el PIB de decenas de países (tanto en fichajes y retransmisiones como en conexiones con el poder), no logre desprenderse de un machismo que canaliza una desaforada violencia, da idea de la magnitud del desastre cultural que ejemplifica una parte de su afición. Dudo que la mayoría de seguidores se sienta identificada con los denigrantes cánticos con los que los ultras del Betis jaleaban a su jugador, acusado de malos tratos: “no fue tu culpa, era una puta”. Ojalá sirvan de algo las camisetas rosas del Real Madrid, la sensibilidad de una nueva hornada de místers o las cruzadas solidarias de algunos jugadores. Pero de lo que sí estoy segura es que bajo la masa del campo se permite lo inadmisible en cualquier lugar civilizado -ni en un concierto de rock se puede gritar puta y tan frescos- y hasta que no se señale fuera de juego, este estigma seguirá embruteciendo al deporte. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
2 de marzo de 2015
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.