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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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El IVA rosa

Hubo un tiempo en el que cuando a una mujer se le decía ?pareces un hombre? con ánimo de reprobarla u ofenderla, ella se lo tomaba como un halago. Fue el caso de Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa de Dudevant, a quien nunca le gustó el papel que la sociedad tenía reservado a las mujeres, hasta el extremo de rebautizarse como George Sand. Cuando ella y Chopin se conocieron, al sensible pianista le chocó tanto su personalidad que comentó: ?¡Qué antipática, esa Sand! ¿Es verdaderamente una mujer? Lo dudo?. Pocas historias de amor empiezan así. Ahora, un movimiento feminista francés ha hecho un guiño a la audacia de la escritora, modificando su pseudónimo a Georgette Sand, para encabezar un manifiesto cuyo objetivo es denunciar que las mujeres no están dispuestas a seguir siendo una mayoría minimizada: ?¿Es verdaderamente necesario llamarse George para ser tomada en serio??, entonan. Una de sus principales cruzadas consiste en combatir la tasa rosa, así denominada porque grava los productos dirigidos a mujeres, muy especialmente si vienen en un envoltorio rosa, desde maquinillas de afeitar hasta bolígrafos o guantes. Y no sólo eso, un perfume femenino es más caro que uno masculino de la misma marca, igual que una crema hidratante. ¿Por qué las mujeres son más complejas que los hombres y sus productos necesitan más principios activos, materiales más nobles o mayor inversión de I+D? ¿O por qué en el packaging rosa prima la estética y esta se paga? Puede que en realidad se trate de una especie de discriminación positiva, ya que las mujeres encabezan el impulso de compra con el 80% de las decisiones de mercado. Pero ¿qué lógica hay en que cobremos menos y paguemos más? De los diamantes rosas al champagne rosé o las botellitas de agua que donan un porcentaje a la lucha contra el cáncer, el rosa sigue siendo identificador de la feminidad ?y eso que apenas un 3% de las mujeres afirma que le gusta, aunque lo consuma?, y es a la vez el color del encanto y de lo cursi, de Emily Dickinson o Jane Austen, aunque también de Barbie y las princesas Disney. Un color incómodo, sobreutilizado y polémico, que a comienzos del siglo pasado vestía a los bebés varones recién nacidos. Que se lo pregunten al Real Madrid, que la temporada pasada lo eligió para su tercer uniforme como guiño a sus seguidoras. Descartado por el vestuario tras perder el primer partido en que lo llevaron, luego se verían obligados a recuperarlo en Champions, y con él pasaron de ronda. Otra cosa sería averiguar por qué la camiseta rosa ?que costaba igual que las otras dos, la clásica blanca, y la alternativa negra? fue la que más se vendió en sus tiendas oficiales el verano pasado (y no sólo a mujeres). ¿Qué tendrá el rosa, que enciende? (La Vanguardia)

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24 de junio de 2015
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Contra el aburrimiento

De aquella bienintencionada idea de la vida fraccionada en franjas de ocho horas ?ocho para trabajar, ocho para dormir y ocho de asuntos propios?, pasamos al realismo sucio del seven eleven, incapaces de detener nuestra actividad que arranca de buena mañana y no se desmaya hasta bien entrada la noche, sin un minuto para permanecer absortos ante una pared en blanco mirando las musarañas. Ahora, cuando la ideología del bienestar nos reprocha que olvidemos las respiraciones profundas, que no mastiquemos despacio o juguemos con pantallas antes de acostarnos, parece ardua tarea la de escapar del 24/7, que es como se denomina a la no desconexión y a la disponibilidad absoluta. Pesan, por un lado, los imperativos de la autonomía profesional, que a menudo implican trabajar sábados y domingos, y acostumbrarse, como Esperanza Aguirre, a que no te paguen las vacaciones de verano ni de Navidad. Pero la resistencia a los tiempos muertos no sólo se debe al paradigma de trabajar el doble para cobrar la mitad, sino a la evidencia de que la tecnología se ha convertido en un órgano más de nuestra anatomía. Una especie de segundo cerebro, ansioso y voluble, que no le teme al tedio porque tiene línea directa con el infinito, a una velocidad que abruma y aísla. Ahora, el sector del entretenimiento digital se prepara para una nueva batalla en la que el arma de combate serán las gafas de realidad virtual. Las nuevas Oculus Rift llegarán al mercado durante el primer trimestre del 2016 e incluirán un mando de control de Xbox One y un sensor de movimiento. Sus responsables prometen que nos teletransportarán a otro mundo donde es imposible bostezar. Pero los sabios globales reivindican el aburrimiento por higiene mental y acicate para la creatividad. Y animan a perderle el miedo a la palabra tan depauperada, en las antípodas de las tendencias. Nadie quiere ropa, películas, libros, personas o periódicos aburridos. El tedio es una de las prohibiciones de nuestro tiempo: el capitalismo ha censurado esas ?horas oscuras? ?así llamaba Rilke a ese estado que puede ser fértil o llevarte hasta el borde de la desesperación?. El mismo que el filósofo Bernard Stiegler ha denominado ?la proletarización del tiempo libre?, esto es, la expropiación, más allá de nuestra fuerza de trabajo, de nuestro tiempo y de nuestros instrumentos de placer. La intolerancia ante el tiempo improductivo se agudiza en vacaciones, que, si bien para algunos son un lujo prohibitivo, para otros resultan la etapa del año que quisieran eliminar a fin de no tener que enfrentarse con su yo ?y el de su familia? en las tardes mudas del verano. Las agencias de viaje corroboran el aumento de los viajes singles aunque se viva en pareja, a fin de evitar disidencias engorrosas. Porque una cosa es aburrirse solo, y otra, mucho más tremenda, es aburrirse en compañía. (La Vanguardia)

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22 de junio de 2015
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Dior ha muerto

Como mujer y persona que defiende la igualdad y la laicidad, no siento ni de lejos orgullo ?tal y como firman varias señoras en un manifiesto de apoyo? porque la nueva portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, ?reivindique nuestros derechos y libertades ante instituciones que aún deben cambiar para hacer de la igualdad entre hombres y mujeres uno de sus principios?. En verdad, preferiría que Maestre, con sus mohines coquetones y esas miradas intensas que le pone al selfie, se reivindicara a sí misma. Porque, imaginemos el caso de que servidora quisiera rezar en una capilla, como hace años. O quisiera hablar con mis muertos frente a un altar con olor a cera e incienso. ¿A razón de qué iba a censurarme una pandilla de muchachos con su pataleta de mal gusto y enseñándome sus pechos por los que no siento el más mínimo interés? En el episodio que ahora sentará a Maestre en el banquillo por un delito contra la libertad de conciencia ?un escrache en una capilla de la Universidad Complutense en el 2011? gritaban frases tan ridículas como antiguas: ?Menos rosarios y más bolas chinas?, que viene a ser lo mismo que reclamar ?menos mantras y más ejercicios de Kegel?, como si fueran ginecólogos. Deben de ser chicos muy majos, estos parvenus. Pienso también en Guillermo Zapata, a quien muchos colegas han salido a echarle un capote, o mejor dicho, un mantón de Manila. Que si sucedió hace años ?la falta de sensibilidad no prescribe?; que si el humor negro solo es eso, humor; que si ha pedido perdón; que si es muy buena gente… ¡Ay la buena gente! La que va con su verdad por delante y sin desodorante. La que anuncia, sin el cobijo de Nietzsche, la muerte de Dior con atuendos que pisotean el sentido de la estética. La que se permite hacer bromas de niñas mutiladas, violadas, asesinadas, y frivolizar sobre el mayor genocidio de la historia. Los mismos a quienes nunca les gustaron los chistes de mariquitas o gitanos han empezado a borrar sus timelines. A comienzos de los años ochenta, y siendo ya presidente de la Diputación de Pontevedra, Rajoy defendía desde las páginas de El Faro de Vigo ?la falsedad de que todos los hombres son iguales?. Y, en la misma época, Aznar apostaba por que ?de la Constitución puede culminarse un modelo federal de Estado?. Que los nuevos líderes lleguen fogueados a sus futuribles cargos es lógico, y hasta deseable: tomar partido ?hasta mancharse? ?en palabras de Celaya? es sinónimo de creer en lo que uno dice y hace, de actividad y coherencia. Otra cosa es que su pasado esté lleno de insultos y alarmantes vejaciones, aunque sean virtuales. O que solo les mueva la vocación y no su competencia profesional. Dice Carmena que tiene las espaldas anchas: falta le hará. No me digan que ahora que solo hablábamos de los imputados por corrupción? ¿nueva política con el doble rasero de la vieja? Vale para todo / Dakota Johnson

Tiene nombre de condado, cordillera o marca de motos, pero su originalidad radica en su frágil fortaleza. Debutó con 10 añitos de la mano de su padrastro, Antonio Banderas, haciendo de hija de su madre en la vida real, y la primera entrega de 50 sombras de Grey la convirtió en celebrity de piel blanca y escote de Gucci. Es portadora de esa simpatía guiri que siempre sentó tan bien a las mujeres de su familia, empezando por su abuela,Tippie Hedren. Bien la explota Amenábar en el espot para Estrella Damm que, a vueltas con acentos?Quim Gutiérrez incluso se parece a Dani Rovira en los apellidos vascos?, se sirve de Dakota como la chica del verano por la que vale la pena aprender inglés, aunque tengamos que tragarnos la bochornosa pregunta-respuesta digna de un anticoncurso: ¿qué significa vale? Extraña pareja / Sarkozy-Berlusconi Será ficción friki, pero la imagen choca: una serie de manga titulada Genshinken Nidaime proponía en uno de sus capítulos la pareja gay ideal, formada por dos ?caballeros refinados de más de 50 años?, que no eran otros que el ex ?y puede que próximo? presidente blingbling y el eterno Cavaliere. Dicho episodio se emitió en 2013 pero nadie se había hecho eco de semejante fantasía lejos de las fronteras del país del sol naciente hasta que la viralidad lo ha rescatado. La justificación de la ardorosa y fanfarrona fama de ambos, según los guionistas, se debería a su intento ?de ocultar su relación secreta?. Sarkozy ha dicho que si gana, derogará la ley del matrimonio homosexual. Berlusconi, sigue haciendo chistes de bungabungas. Los japoneses, tan sorprendentes. 40 años después / Dolly Onetti

Se han cumplido cuatro décadas de la llegada de Juan Carlos Onetti y su mujer, Dorothea Mur, Dolly, a Madrid, refugiados de una dictadura que empezaba en su país, Uruguay, a otra que terminaba, en Madrid. Onetti, que ya era un escritor reverenciado por La vida breve, El astillero o El juntacadáveres, se ganaba la vida gracias a una beca y a las columnas que Luis María Anson, director de Efe, le encargaba. Le negaron el Nobel, dicen que por depresivo y deprimente, pero le dieron el Cervantes, y con los 10 millones de pesetas de entonces se compró su piso de la avenida de América adonde iban a verle los amigos: él siempre echado de lado en la cama, buscando con la mirada perdida un sentido o varios, los que iba anotando en sus manuscritos que ahora admiraremos en este revival onettiano. (La Vanguardia)

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20 de junio de 2015
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Llegan los ?yuccies?

Se les reconoce por la agilidad de las yemas de sus dedos, permanentemente insatisfechas, entregadas al gesto tan metafórico como ridículo de pasar página deslizando apenas un centímetro el dedo por la pantalla. Como si tuvieran ojos en el pulgar, incluso en el meñique. La tecnología no es un medio sino una condición natural para ellos, casi anatómica. Aún tienen la edad en que uno cree saber lo que quiere y el desamor sólo duele un par de meses, cuatro días de mal cuerpo, algo parecido a llevar el jersey al revés sin poder remediarlo. Lo que para los viejunos son incómodos trasiegos, como el de enfrentarse a la aplicación AdoptaUnTío o el desesperarse con la de buscar un sofá para dormir de prestado en Boston, para ellos forma parte de su credo. Al igual que su bicicleta, su cartera de marca finlandesa o su Instagram. En lugar de patatas fritas, comen quinoa y donuts artesanos; no leen Vogue sino Hunter o, en España, Vein, una revista-libro que anuncia en portada feminismo, filosofía y moda. Y dicen “amar” los nuevos bares de cereales, los zumos de hierbas o los cafés biodinámicos. Para ellos todo debe ser ecológico, natural o hecho a mano, además de “inteligente”. Nada de todo ello tendría sentido si no les empujara una palabra-mantra: creatividad. Movido por la querencia anglosajona de los acrónimos-etiqueta que mezclan sociología y estilo de vida, el periodista David Infante ha bautizado a una hornada de jóvenes de entre 30 y 35 años como yuccies: Young Urban Creative. Jóvenes que quieren crear su propio negocio en lugar de venderse a empresas por una miseria y tener que soportar a sus jefes. Los yuccies, a diferencia de los hipsters y los yuppies, son de letras, apenas se drogan, saben más de maquetas y poesía que de salidas a bolsa, y aplican todo su potencial labrado gracias a una abultada formación que, si bien no les ha servido para encontrar trabajo, les ha sido útil a la hora de montar su propio plan de negocio para una exposición de videoarte. Según Infante, tienen “la convicción de que no sólo merecemos perseguir nuestros sueños, sino también ganarnos la vida con ello”. De todo ello podríamos arrancar una conclusión esperanzadora: a estos chicos rediseñados que subliman las ciudades de Texas o Marsella como nuevas mecas cool, releen una y otra vez Libertad de Jonathan Franzen o escuchan emisoras por internet como Azur, les importa más “crear” que “creer”. Tan fundamental es el fondo como la forma, la ética como estética -un nuevo debate se abre al respecto en los consistorios españoles-, y por ello rei­vindican el dinero con alma, el trabajo con sentimiento y la autoría por encima de cualquier populismo gregario. Crean, luego existen. (La Vanguardia)

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17 de junio de 2015
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Nosotras

La naturalidad con la que Lucas Mondelo, entrenador de la selección nacional de baloncesto femenino, declaró ante los micrófonos tras el fragor del par­tido del Europeo que “en la segunda fuimos más nosotras”, encandiló a la plaza. Tantos cantos melifluos acerca del lenguaje sexista empujando tér­minos neutros: (“juventud” en lugar de jóvenes, “ciudadanía” en lugar de ciudadanos y ciudadanas, etcétera) y este hombre suelta un plural femenino inclusivo con la camiseta sudada. “Nosotras”, bien lejos de las carrozas del orgullo gay y de los rímels de Vaquerizo o Bosé. No es la primera vez. Lo suele hacer incluso en sus artículos: “Para nosotras, ese logro no fue más que un impulso¿” (en la revista Gigantes). Con una sobriedad ejemplar, el técnico demuestra varias cosas asumiendo el femenino: que es un gran líder, uno más del equipo, que no puede imponerse diciendo “en la segunda parte del partido hemos sido más nosotros”, ni desentenderse y declarar que “en la segunda parte del partido han sido más ellas”. Al tiempo, evidencia que la empatía es capaz de barrer la corrección lingüística, una especie de superación del sentido común sobre la ortografía a fin de rubricar su sentido de pertenencia. Cuando un hombre adopta el gé­nero femenino, se produce una ligera algarabía. Bien lo saben los gays juguetones con sus nena o sus Mari -ahora se lleva más el Antonia como mote de comadreo-. Un travestismo que el lenguaje sellado tolera mal. En algunas empresas, donde la mayoría son mujeres, he escuchado decir al jefe: “Estamos muy satisfechas”, él era el único varón en la sala y se sentía moderno. Pero ¿impera la corrección o la desinhibición lingüística en una sociedad que sigue siendo representada por estereotipos en el diccionario? “El uso no marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos está firmemente asentado en el sistema gramatical del español, como lo está en el de muchas otras lenguas románicas y no románicas, y también en que no hay razón para censurarlo”, afirmaba el catedrático Ignacio Bosque en un informe sobre el asunto para la RAE. En los últimos tiempos, muchas han sido las instituciones que han editado sus propias guías de lenguaje no sexista, y varias activistas (pocos hombres han combatido en esta trinchera verbal), entre las que destaca la filó­loga y feminista Eulàlia Lledó, han ­señalado que el inmovilismo en la tradición no es una razón de peso válida, como podría demostrar la aceptación durante siglos de la esclavitud como una condición natural. Cierto es que el lenguaje hilado se fundamenta en su economía. Duplicar plurales es can­sino y feo. Forzar el lenguaje para ­feminizarlo tan ridículo como hablar de periodistos o policíos. Hombres y mujeres somos seres humanos. Pero el “nosotras” de Mondelo es otra cosa: ¿o no hemos aprendido aún lo del sexo dominante? (La Vanguardia)

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15 de junio de 2015
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Las buenas chicas malas

Kate Moss logró transcender su destino: el de una inglesa de barrio, de Croydon (al sur de Londres), como Amy Winehouse. Minifaldera, rockera y tatuada como sus vecinas que mascaban chicle y se estrenaban precozmente en beber vodka, se erigió en icono de los noventa gracias a un anuncio de Calvin Klein y un cuerpo que aún no se había desperezado de la resaca adolescente. Pero no había otra igual. Bajita, con el mohín torcido, la piel blanca, pecas que parecían pintadas por Klimt y el pelo lacio, lucía ese erotismo propio de la mujer despeinada que se despierta con la parte de arriba de un pijama de hombre. Como pocas se salvó del estigma que penalizaba a las mujeres pequeñas, y alargó la juventud hasta difuminar su frontera: una teenager de 40 tacos que tanto se sube al yate de los Cavalli en Eivissa como en los vuelos low cost para no faltar en las fiestas de la jet trash. Y allí, entre indolencia, urgencia y resistencia, demuestra la máxima de la gran Mae West: ?Las chicas malas van a todas partes?, aunque pasadas de copas. Pero, ¿por qué se conservan en los cajones tantas fotos de famosas drogándose, y en cambio las suyas salen prestas en los tabloides, agigantando su fama de mujer agarrada a un estupefaciente? ¿Por qué no se ha procurado buenos padrinos de los que untan y emblanquecen la reputación? Tras el incidente en el avión de esta semana ha salido un vídeo en el que, junto a Marc Jacobs, imitaba un viral en el que el youtuber Lohanthony canta: ?Tengo un anuncio que hacer: sois idiotas?. Justo lo que le gritaba a la piloto del avión sin business class del que la desembarcaron. Dato económico: Moss sigue ganando más de 10 millones de libras al año. En las antípodas de ese walk on the wild side, pero tan hermética, libre y elegante, se sitúa otro símbolo imperecedero del estilo: Isabel Preysler, capaz de mantener conversaciones dignas de los salones del XVIII. El otro día, en Madrid, le decía a una mujer con retranca: ?Tratándose de usted, querida amiga, no me sorprendería nada que ocultara un pasado oscuro?. A nadie se le había armado tanto escándalo por el número de baños de su casa, hasta el extremo de considerarse ?el gran meadero?. Veleidades de clase, comparadas con su biblioteca, un auténtico monumento que alberga las obras completas de Voltaire, los ensayos de Paul Feyerabend, uno de los autores favoritos de Boyer, y, curiosamente, toda la obra de Mario Vargas Llosa. El anuncio oficioso de ¡Hola! de la amistad entre ellos, ha arrebatado a España entera. Capaz de hacer sentir a sus invitados príncipes y zarinas, la discreción siempre ha sido su sello, pero la ironía y una transgresión chispeante también le han pertenecido. Hace años, Vargas Llosa escribió: ?Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico? Y se tragan el fútbol a cambio de un beso?. Pero Preysler es de las que sólo traga si quiere, poseedora del don de despedirse lanzando besos pequeños. Pasión por la vida / Pedro Zerolo

Era un hombre delicado y a la vez combativo, dos características difíciles de acompasar, y más en un político. Ojos abiertos como platos y ese acento isleño que siempre facilitaba las cosas. Coincidimos unas Navidades en Venecia comiendo un plato de lentejas, porque el activista pro igualdad, símbolo de la causa gay y con las convicciones a pecho descubierto, también era un hombre exquisito que paseaba entre jardines decadentes y palacios abandonados. Empujó la ley del matrimonio homosexual (una de las escasas ocasiones en que España ha sido pionera en algo). Y cuando asesinaban a una mujer, sólo por ser mujer, se ocupaba de que permaneciera su memoria. La que ahora le debemos a quien luchó contra el cáncer de pie, con la cabeza alta. Letras con ron / Leonardo Padura

Pluma cubana como pocas, diestro en combinar lo criollo con el refinamiento propio de quien nunca tuvo prisa y decidió quedarse en la isla para dedicarse a escribir durante y de un periodo crucial en la historia de su país ?además de conjugar el verbo resolver que tantas horas ocupa a quienes viven en la isla? . Como en compaginar la novela con el periodismo o los guiones de cine. Leonardo Padura ha sido merecedor del primer premio Princesa de Asturias de las Letras, una excentricidad que lleva el nombre de una princesita de nueve años, que él celebrará bebiendo ron y fumando habanos. La suya es, como él mismo ha confesado, ?una relación muy visceral con la idiosincrasia cubana?. Afortunadamente. El primer consorte / Felipe de Edimburgo

El de consorte es un papel ingrato, y más cuando al lado se tiene a alguien que derrocha poder y autoridad, además del cariño de la mayoría de sus súbditos: Inglaterra entera, ha soñado con tomar el té con la Reina. Quizá por eso Felipe de Edimburgo, que cumple estos días 94 años, amigo del polo, los barcos, las faldas y la caza, acostumbra a decir en voz alta lo que se le pasa por la cabeza: desde preguntarle a una anciana, cubierta con una manta de aluminio, si la iban a ?meter en el horno? hasta confesarle a una joven y vistosa compatriota que podrían arrestarle por bajarle la cremallera, o considerar que todo lo foráneo es ?raro? y peor que lo británico, cuando él nació en Grecia y por sus venas corre sangre danesa y germana. Los huraños suelen tener razones para serlo. (La Vanguardia)

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13 de junio de 2015
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La hora de los ?assistants?

Cuando los profesionales de élite empezaron a cambiar a sus secretarias hipereducadas por un assistant con dos másters, tres idiomas y un “sí” permanente en su sonrisa, el neologismo trajo dudas y resistencias, habituados como estábamos a la asistenta, que a su vez había sustituido a la criada. Porque el mero apoyo secretarial fue usurpado por la tecnología, y la creciente competitividad requería otro tipo de colaboración basada en tres ejes: preparación, criterio y solvencia. El nuevo liderazgo, más horizontal y menos engolado, instauró otra idea acerca de las formas del poder que los gurús de Palo Alto se encargaron de exhibir con sus mesas redondas y sus videojuegos en la oficina. Así fue como muchas secretarias quedaron restringidas para los peces gordos, necesitados de sus primores, mientras que los assistants iban escalando posiciones al lado de profesionales de éxito como una especie de apuntadores o spin doctors júniors prestos a desarrollar estrategias además de reforzar anímicamente a sus jefes si se les fundía alguna bombilla. Los primeros que se presentaban como asistentes de un diseñador, arquitecto o empresario tuvieron que barrer complejos demostrando que, si bien su puesto conllevaba alguna orden de tipo doméstico, la suya era una posición de confianza y privilegio. Casi tan ocupados como si fueran ellos las estrellas, con un alto nivel de presión y una diversificación de tareas que van desde ayudar a hacer los deberes de los hijos hasta la documentación de una ponencia, el assistant ha ido ganando poder de influencia y sacando la patita del pedigrí, hasta el extremo de ocupar el foco. Ahí está Hollywood, sin necesidad de guión, donde los assistants de Lady Gaga, Naomi Campbell, Lindsay Lohan o Claire Danes se encargan de airear trapos manchados: desde tener que dormir con ellas cogiéndoles la mano, hasta encender velas de azucena a su paso, o recibir un telefonazo en la cara. Tanto es así que dos jóvenes mallorquines -Brais Vilasó y Xim Ramonell- decidieron explicar el fenómeno de la moda desde esa “segunda línea” y empezaron a editar una revista de moda llamada Assistant, en la que en lugar de ir a por los grandes se ocupan de buscar a sus manos derechas: jóvenes que saben mucho más de lo que cuentan y que aprenden de sus jefes cuán esquivo y peligroso es el éxito. “Ser asistente no es tanto ser el segundo como el siguiente. Ser una máquina de absorber, y en el momento justo dar el salto”, señala Vilasó. Primero hay que construir la confianza y, progresivamente, hacer valer las buenas ideas propias, hasta que un día, el jefe se da cuenta de que quien de verdad manda es su assistant, y tiene dos ­opciones: despedirlo o cederle el paso. (La Vanguardia)

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10 de junio de 2015
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Fiebre natural

La palabra natural, un mantra de nuestro tiempo, trae tanto frescor como púas. En el pueblo, antes de que llegaran los inspectores de Sanidad, veíamos matar animales de forma natural, sí, pero también cruel, y sólo la destreza de los matarifes y los posteriores faeneros, que se encargaban del mondongo, validaban el sacrificio. Estampas de un mundo antiguo en el que las abuelas parían con dolor en casa y las heridas se desinfectaban con aguardiente. Sin ir más lejos, mi madre, entre su primer hijo y el quinto y último, pudo comprobar las diferencias entre un parto propio de una sala de torturas y otro regado deliciosamente con la epidural, que bendijo con palmas. Cuando algunos de mis conocidos reivindican la vuelta a los orígenes -y no sólo la moda de cultivar un huerto propio, sino la decisión de montar un paritorio en la bañera o rechazar la medicación tradicional y sustituirla por el ayuno y unos jarabes de hierbas-, siento un vértigo bien diferente del de mi infancia, cuando el llamado “dolor a lo vivo” parecía un ritual obligado. Partidaria de suavizar las púas de lo natural en lugar de idealizar su frescor, me pregunto acerca de la liviandad con la que actúan quienes rechazan las vacunas contra virus y bacterias letales desde tiempos de Hipócrates, de las que gracias a la investigación médica nos hemos librado. Hacía casi 30 años que en España no se producía un caso de difteria, como el del niño de Olot -no vacunado- que está en la UCI de Vall d’Hebron. El premio Nobel de Medicina en el 2011, el doctor luxemburgués Jules Hoffmann, galardonado precisamente por su trabajo en el campo de la inmunología, afirmaba estos días que el movimiento contra la vacunación “es un crimen”. Y razonaba para apoyar tales palabras que las vacunas han salvado unos 1.500 millones de vidas en el mundo. Los recientes casos en Berlín o Nueva York de muertes por enfermedades superadas -como el sarampión- demuestran que seguir creyendo que no existe un riesgo real representa jugar a la ruleta rusa con los microorganismos infecciosos. La pseudociencia amenaza no sólo el sentido común, sino la conservación de la propia especie. Veamos si no la alarma (y la movilización popular) provocada en Galicia por la meningitis. Con el debido respeto a todas las personas, sean cuales sean sus creencias, y consciente del alivio de algunos métodos alternativos que combaten los excesos farmacológicos, entiendo que el bien común debe ser impuesto por encima de criterios personales, que dejan de ser inviolables cuando afectan a otras vidas. Cualquier suerte de creencia que no admite flexibilidad ni duda se envilece con su propio veneno fundamentalista. Pero en el caso de los que defienden lo natural por encima de todo, y desafían a la obligada profilaxis del progreso, una suerte de benevolencia se ha extendido como mermelada casera. Hasta que reaparece la difteria, en el túnel del tiempo. (La Vanguardia)

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8 de junio de 2015
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Rompe, rasga y pega

Corrían los prodigiosos años noventa, unos tiempos en que florecía la conexión Moraleja – Marbella mientras Gil y Gil inventaba la figura del sheriff-constructor, cuando una tarde, en la Cope, Encarna Sánchez le llamó vaga a Isabel Pantoja delante de redactores y peluqueros: ?Si te lo propusieras, te comerías el mundo?, apostilló. La periodista había introducido a la folclórica en el arte de los tailleurs Chanel, y no solo medio refinó a la gitana de voz portentosa sino que se hizo cargo de deudas, sueldos, valijas y comuniones. En el año 2000, cuando la viuda de España había serenado su duelo, se puso frente a la cámara de Outumuro para una revista femenina. Acudió al estudio con una nutrida troupe y la niña, que tenía cuatro años. Llevaba un abrigo de visón hasta el tobillo, gafas de sol y botas. Cuando se lo quitó, el asombro se derramó en el plató: vestía un chándal sin sujetador. No sé qué opinaría Karl Lagerfeld de lo segundo. De lo primero sentencia: ?El pantalón de chándal es un símbolo de derrota, has perdido el control de tu vida, así que te has comprado un chándal?. ?Fue muy disciplinada, y me dijo: necesito un poco de música que me animará. Me sorprendió que pusiera sus propias canciones?, cuenta Outumuro. Al cabo de unos meses, el fotógrafo acudió invitado a un concierto en el Teatro Apolo y en un puestecito se vendían cedés, ?claveles para tirarle a la Pantoja?, y ?fotos para autógrafos?, a 5 euros. Eran las de Outumuro. Alguien habló de derechos, a lo que la agente fajadora desenfundó argumento: ?Quien sale en la foto es Isabel, ¿verdad?, pues las fotos son de Isabel?. Nadie rechistó. En aquellos años disparatados podía ocurrir de todo, incluso que la periodista que le hizo la entrevista se orinara en el sofá de la Pantoja, según escándalo posterior. Cómo no va a salir esta mujer radiante y marinera, acusada por un delito de dineros negros, a disfrutar de sus cuatro días de permiso vestida de rojo y blanco y a falta de clavel, una bolsa tejida en talleres del presidio. La cabeza alta, agitando la gafa ?no las gafas? de sol, símbolo pantojil por excelencia. Sin arrepentimiento. Ese es el debate que ha palpitado en la España de la mesa camilla y el watsap. Arguiñaño, cuyo programa fue cancelado a causa de la expectación de la salida de Pantoja, mandó una receta con chorizo por Twitter. La indolencia flamenca se salta etiquetas y prejuicios, como la francesa. Qué gran imagen oficial la de una pareja de divorciados, él presidente de la República, ella ministra, padres de cuatro hijos, recibiendo a los reyes de España. La dulce Ségolène, que tanto pujó políticamente para ocupar el lugar de su ex infiel, ha demostrado que el verbo reinventar es una auténtica falacia: somos los de siempre, con la ambición agazapada bajo el chándal o el Chanel. Misterio intacto / Mary Ellen Mark Si ?fotografiar es conferir importancia?, como escribió Susan Sontag, la fotógrafa Mary Ellen Mark, que ha fallecido a los 75 años, hizo grandes con su cámara a las prostitutas, refugiados, yonquis, mendigos, y demás desheredados a los que retrató como estrellas de Hollywood. La adoraban. Aquel icono: Brando turbio y calvo en el rodaje de Apocalypse now. O Dennis Hopper: ?Tenía todas las tragedias en su rostro y no le importaba en absoluto mostrarlas?. Lo suyo era la street photography, siempre en busca de ?todas aquellas emociones que hacen de una foto una buena foto?. Cuando expuso en PhotoEspaña, hace un par de años, le confesó a Elsa Fernández Santos: ?No podemos confundir comunicación con fotografía. Las nuevas tecnologías están matando el misterio?. El suyo permanece intacto. Bollos en la mesa / José Mujica Dice el siempre informadísimo Juan Cruz que los teléfonos de Manuel Carmena comunican desde la noche electoral. Va en ascendente su perfil de candidata ?vecina que coge el metro y conversa con sus adversarios igual que una vieja profesora?. Contrasta con su exposición en las redes sociales. Por allí se desbordó la foto y el vídeo desayunando con el expresidente urguayo José Mujica, uno de los bastiones de la izquierda global. Un Mujica atiborrado de jet lag y de los menús confusos del avión. La mesa de la casa de Carmena estaba bien provista de bandejas de bollos. Debió de ser una dulce clase de política para dos enormes jubilados. Transcendieron los consejos del joven Mujica: siempre te quedará una sensación de impotencia al gobernar. A cualquier edad. Premio y maldición / Mary-Kate y Ashley Olsen Poquísimas son las estrellas infantiles que escapan a una maldición tan letal como autoimpuesta, y las hermanas Olsen, Mary-Kate y Ashley, estrellas televisivas con tan solo seis meses, parecen por fin haberlo logrado. A pesar de no haber esquivado drogas, anorexia y relaciones tóxicas. Semanas después de rechazar el spin-off de la serie que las hizo famosas, Padres forzosos, han recibido el premio a las diseñadoras de ropa de mujer del año del prestigioso Council of Fashion Designers of America (CFDA), arrebatándoselo de las manos nada más y nada menos que a los mismísimos Marc Jacobs, Michael Kors y Joseph Altuzarra. La crítica, una vez superados los prejuicios, aclama su talento. El mayor: escapar de ese lugar común llamado juguete roto. (La Vanguardia)

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6 de junio de 2015
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El Boomeran(g)
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