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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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Generación Bataclán

No fue un atentado terrorista, sino fascista, aunque invocara como coartada el nombre de su dios. El de un Alá grande que, aseguran desde su integrismo, exige venganza, sangre y exterminio. Un dios a quien creen que no puedes acercarte si bebes vino, comes cerdo, escuchas rock o te acuestas con una desconocida. Ellos, los fundamentalistas, también lo hacen, aunque tomando precauciones: se casan con una prostituta o una virgen durante una noche, lo justo para follarla sin tener mala conciencia. Una vez satisfechos, se divorcian al instante para regresar a su disfraz de guardianes de la fe, encantadores padres de familia. No se fían ni de su sombra. Doctos en vicios y placeres, más de uno ha sodomizado con disimulo a su primo a fin de aliviar la tensión sexual. Algunos de los autores materiales de los hechos perseguían a rubias europeas, reventaban máquinas de juego, robaban carteras en las saunas gay y bebían cerveza de la mañana a la noche. Hasta que se convirtieron. Nadie les había llamado para una misión histórica que les hiciera sentir auténticos elegidos entre la chusma de un barrio con el objetivo de llevar adelante una misión propia del más cruento videojuego: destruir de forma real y simbólica un pedazo de Occidente. Ese recuadro elegido en el mapa fueron los distritos 10 y 11 de París. República, Bastille, el bulevar Bon Marché con sus terrazas vintage y sus tiendas cool, como Merci. Es el barrio bohemio y chic del nuevo parisien, plagado de jóvenes en bicicleta, restaurantes veganos, cartas de cervezas artesanas, jugos de hierbas o smoothies color pistacho. Unos les llaman bohos ?bohemian chic, aunque la etiqueta sea más siglo XX?, otros, hipsters o yuccies (la evolución lógica de los yuppies). A diferencia de la mentalidad años noventa, basada en una abultada cuenta corriente y una vida trepidante para masticar la ansiedad, su meta consiste en ser moderadamente felices. Son hijos del confort suburbano, criados bajo la urgencia de que sólo con la educación podrán perseguir sus sueños, y aun así tendrán que inventarse un trabajo. Estrenaron su mayoría de edad con el nuevo milenio, alimentados por la incertidumbre de un futuro que parecía lejano y borroso. En la treintena han osado renunciar a una nómina y un sueldo mensual, a fin de evitar conflictos. Pasan página en la pantalla, empujados por la idea de que siempre puede encontrarse algo mejor. La tecnología es una prótesis más de su cuerpo. Pero la vida real poco tiene que ver con la foto del Tinder. La banalización del mal, acuñada por Hannah Arendt observando a Eichmann rascarse la nariz igual que un don nadie durante su juicio en Jerusalén, sigue acechando a la humanidad. Los asesinos, macarras desquiciados, atentaron contra la vida alegre, la vie en rose, el hedonismo de un viernes por la noche con sus ensaladas de quinoa y su camembert en las terrazas del canal Saint-Martin. Dispararon contra los cigarrillos parisinos, tan slims, las perfecto de cuero, los tres besos en la mejilla, el rocanrol puro y chulesco. Pero sobre todo asesinaron simbólicamente un estilo de vida: el de la fraternidad y la alegría, las calles bulliciosas, las manos enlazadas, la cintura ondulante, la minifalda Courrèges y el perfume Guerlain. Por encima de todo, se trata de una afrenta al laicismo, que, más que nunca, pone de manifiesto la necesidad de acogerse a principios éticos universales. Porque hoy, más allá de nuestra edad, procedencia o credo, todos formamos parte de la Generación Bataclan. (Icon)

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5 de enero de 2016
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Que la fuerza te acompañe

Por fin el invierno se cuela entre las medias, y la casa se hace más refugio que nunca. En los días blandos, entre fiesta y fiesta, siempre hay algún cajón por chafardear: un viejo pastillero, una pitillera de plata, un recuerdo de cuando la vida era una foto de mala calidad, como si estuviera brochada a pinceladas desvaídas y adustas. Son los ecos de un mundo antiguo en el que llegamos a participar de algunas de sus costumbres bárbaras: aquellos médicos que fumaban en los hospitales, o aquellos vecinos que mataban a los animales para comérselos, ensañándose por costumbre. El nuevo mundo quiere desasirse del vintage, pero sigue avanzando a golpe de revival y biopic, tan sediento de mitos como de predicciones. Según la biblia del color, Pantone, que organiza todas los tonalidades con nombre y número, el rosa cuarzo será el color de la primavera del 2016. Gélido y neutro, capaz de empalidecer al magenta que desde hace un siglo simbolizó la feminidad, el color rey parece haber contado con la definición de un poeta o un clérigo: ?Un tono persuasivo pero suave que expresa compasión y un sentido de la compostura?, reza el pantonario. Dos términos que en verdad simbolizan los tiempos que llegan, a los que ya nos hemos habituado a llamarles ?bisagra?. Porque el cambio climático y la amenaza ecológica, la herida de Europa, el anunciado futuro (próximo) del transhumanismo o el dilema libertad-seguridad han modificado nuestras vidas exigiendo compasión y compostura. En el 2016, un selecto grupo de científicos decidirá si cambiamos de la época actual, conocida como Holoceno (que se inició hace más de 11.700 años), a una nueva era que aún no tiene nombre, aunque gane adeptos la voz de Antropoceno (nuevo hombre). Explican los expertos que hace referencia al impacto que ese ?nuevo hombre? ha provocado en el planeta. Por otro lado, uno de los futurólogos de Google, Raymond Kurzweil, la cara mediática de la inteligencia artificial, augura que en el 2030 ?no habrá una diferencia clara entre la máquina y el ser humano en cuanto a inteligencia?. Y al fin podrán sustituirnos. Ahí hemos llegado: ni utopías ni distopías a pesar de las nuevas hornadas de antisistema empeñadas en refundar estados y cerrar definitivamente los cajones sepia del pasado. Cuentan que, en una ocasión, a la escritora Dorothy Parker el médico le dijo que si no dejaba de beber moriría; ?promesas, promesas??, le replicó con su fatal mordacidad. Cada año nos predicen un trozo de muerte, pero al tiempo los gurús modernos nos invisten de la ideología del bienestar y nos enchufan la banda sonora de Stars Wars. Donde ahora sueña profundamente un algoritmo, debería de hacerlo la belleza: esa mezcla asombrosa de angustia y alegría que sentimos al reconocer aquello que habíamos descuidado, y que nos conmueve. Que en el Holoceno, la belleza y la fuerza (en minúsculas, por favor) nos acompañen. (La Vanguardia)

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4 de enero de 2016
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Colau y Preysler, panteras blancas

Según los antiguos, la pantera es el único animal que emana un aroma perfumado. Su don le sirve de trampa mortal para atrapar a sus víctimas: se agazapa, fragante, hasta que sus presas caen hechizadas. ?La pantera es invisible, como la mujer bajo el maquillaje. Tampoco se veía a las sirenas. El embrujo está hecho a partir de lo que está oculto?, resume con brillantez Jean Baudrillard en su ensayo De la seducción. Digamos que, en este sentido, Ada Colau e Isabel Preysler, protagonistas indiscutibles del 2015, son mujeres-pantera porque seducen desde cerca. Sonríen con los ojos, y en la distancia corta hipnotizan al de enfrente, que hasta siente cosquillas tontas en el pelo. Dos mujeres que proceden de océanos lejanos y con condiciones, misiones y visiones escandalosamente distintas; y sin embargo ambas saludan a los conserjes por su nombre de pila. La una ha ocupado portadas de periódicos y tribunas de opinión, la otra arrasa en el couché internacional y en las comidillas literarias. ?No puedo quedar porque hoy vienen a cenar los novios?, le decía Carmen Balcells poco antes de morir a una amiga refiriéndose a la pareja Preysler-Vargas Llosa, una de las noticias sociales más regocijadas del año. Colau ha logrado culminar uno de los mantras del feminismo acaso sin pretenderlo: ?Lo personal es político?. Nació el día en que mataron a Puig Antich, dato que incluye en su biografía como marca de origen. Con sus andares de monja seglar, sus chaquetas de punto roma y el pelo detrás de la oreja, cuando agarra un micrófono convierte a Pablo Iglesias en Sancho. Pregunto en el entorno de Colau si en verdad tiene carisma: ?Sólo tiene carisma y una gran intuición?. Preysler, la obsesión de la prensa rosa, icono de una España tan marujona como fantasiosa desde que se casó con Julio Iglesias, fina y exótica, educada en la paciencia y la equitación, se convirtió en la vestal socialdemócrata que convivió 26 años con Miguel Boyer y sus incunables. Ha sido musa de kiosqueros y peluqueras. Responde personalmente al teléfono, bien entrada la noche. Cada día dice que no a algo: un libro, una entrevista, una fiesta. ?No podré acompañaros, pero os mando a mis hijas?. De nuevo ha conquistado la felicidad y sigue encarnando el ideal de tantas mujeres a sus sesenta y cuatro años: ancha de hombros, estrecha de cintura, admirada por su vestuario. Las dos mueven fervor y urticaria. Que si operada como la Preysler, que si vestida de chacha como la Colau, que si mira cómo ha colocado al marido, que si vaya con la viuda alegre… También comparten su activismo social, a distintas escalas. Se han servido de una sonoridad elocuente, una hermandad que ha conseguido elevar el factor femenino al altar. Colau tiene uñas y un pasado encabronado: ahí está su foto, custodiada por dos antidisturbios y sus tuits incendiarios. Preysler tuvo que aguantar el cachondeo de Villa Meona, como Ussía bautizó a su casa con trece cuartos de baños. Obsesiva con el orden y la limpieza, es perfectísima en todo excepto en la puntualidad. Este año ha estrenado una línea de cosmética, My Cream, a fin de rentabilizar su mito. Quienes la conocen aseguran que nunca le han escuchado una palabra torcida, eso sí, es irónica e incluso mordaz, ahora afamada lectora que habla con mayor propiedad desde que comenzó su relación con el Nobel. Colau y Preysler aguantan todas las luces. Rompen la distancia proxémica. Han vivido pisando huevos, con un cuidado espantoso, como le confesaba la Preysler a su amigo Boris Izaguirre. No les bastan los dos besos: ignoran a los enemigos y abrazan a los amigos, ascéticas y epidérmicas, dichosas de no salirse del guión, aunque se dejen palmotear los riñones. Madera y talento / Garbiñe Muguruza Ataca la bola asfixiando a sus rivales. Imparable, fuerte y luchadora, a Garbiñe Muguruza se la rifan las grandes marcas internacionales. Su progresión ha sido espectacular: en un año ha pasado del puesto 23.º al tercer lugar en el ranking de la ATP, y es una de las abanderadas de la recuperación del deporte español junto Mireia Belmonte o Carolina Marín. Inicia nueva etapa en Los Ángeles, de la mano de su actual técnico, Sam Sumyk. ?The sky is the limit?. Periodismo Nobel / Svetlana Alexiévich

Ha habido pocos Nobel rusos (Bunin, Pasternak, Shólojov, Solzhenitsyn, Brodsky hace casi 30 años). Y no digamos mujeres. Su última ganadora, la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich ?acusada de pacifista por su gobierno? ha conseguido que el periodismo, siempre en el extrarradio de la gran literatura, entrara por la puerta grande. El interés de su obra literaria se basa en el acercamiento de la historia oral surgida de Chernóbil o Afganistán y escrita a pie de obra. A mi manera / Caitlyn Jenner Representa el icono transgénero, después de que, a los 65 años, Bruce Jenner ?ex medalla olímpica de atletismo? se convirtiera en Caitlyn, en un mundo en el que los transexuales aún lo tienen difícil ?recordemos el ?asesinato social? de Alan, el adolescente de Rubí que se suicidó el día antes de Navidad?. Caitlyn con sus curvas de satén, sus abrumadores reality, su extraña familia Kardashian, ha contado con todo detalle la difícil transición de hombre a mujer, eso sí, vestida de Versace. (La Vanguardia)

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2 de enero de 2016
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Las palabras para decirlo

Una palabra es un mundo. No sólo representa lo que trae encerrado entre sus letras, que, al pronunciarla, desenvuelves de su celofán, sino que va tan allá como uno sea capaz de hacerla volar. Algunas tienen un recorrido más corto y apenas pueden apoyarse en una imagen, mientras que otras, de tan sugerentes y abiertas, parecen deslizarse por un tobogán. Las hay que pesan, que se anegan, que se nombran con rabia. Y las hay sandungueras, zafias o reveladoras. El oído es tan subjetivo como el olfato, pero afinándolo consigues entrar en el sonido de los fonemas y masticarlos. Representar un año con una palabra resulta un ejercicio gráfico provisto de una elevada carga simbólica; otro de los rituales de síntesis que contribuyen a formatear los cambios sociales producidos a lo largo de doce meses, y que ofrece su portentosa plasticidad para discernir una voz entre todas. Pero la gloria de las palabras mediáticas suele ser pasajera, bien porque cambia el foco, bien porque de tanto nombrarlas se devalúan siguiendo la lógica de la moda. A veces su vigencia se extingue con el año: le ocurrió a escrache, palabra del 2013 según Fundéu BBVA, apenas citada ya. Otras son viejos nombres los que añaden una carga semántica a su significado original, como refugiados, la palabra elegida ?en castellano? por La Vanguardia. Desde los campos de Gaza y Cisjordania o Darfur hasta las ciudades desplazadas de Dadaab, Tamil Nadu o Urfa, las migraciones forzadas por guerras y hambrunas no son ninguna novedad en este mundo desajustado. Pero hoy, el éxodo de miles de sirios que quieren escapar del infierno ha embestido con furia la palabra que etiqueta a los últimos parias de la Tierra. Parece que aquello que no puede ser nombrado no existe ni es fotografiable. Entre las palabras elegidas por unos y otros, las hay onomatopéyicas como zasca; curiosas como gastroneta o clictivismo; coloquiales como trolear o despatarre; antiestéticas como paloselfi, amplificadas como emergentes ?que el año pasado servía para apellidar a Brasil y hoy lo hace con Podemos y Ciudadanos?; osadas como cupaire, que se ha impuesto filológicamente a podemita. Sin embargo, no siempre basta un nombre ni un individuo. Merriam-Webster, la editorial que publica el célebre diccionario anglosajón, ha escogido el sufijo ism (ismo) como la palabra más representativa del 2015. Terrorismo, yihadismo, populismo, activismo, machismo… En la antípodas de los ismos ?y las vanguardias?, el diccionario Oxford apuesta por el lado más heterodoxo del lenguaje y elige el emoji que llora de risa, olvidando que detrás de cada dibujito en un smartphone hay una palabra derrotada. (La Vanguardia)

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30 de diciembre de 2015
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Cuento de invierno

Regresamos allí donde pertenecimos un día, y aunque creamos que poco queda de aquellos niños que esperábamos las primeras nevadas para desayunar farinetes y amasar bolas de nieve igual que si fueran pan, acabamos reencontrando un no sé qué, llámalo memoria, sombra, magdalena o túnel del tiempo. Bien recuerdo aquellos inviernos en los que siempre hacía frío. Mi madre heredó de mi abuela el frío en los pies. Yo, de mi madre, el frío en los pies, y de una tía monja la heladera en el resto del cuerpo. A pesar de parecerme más bien poco a la niña soñadora que se dormía con el silbato del expreso de medianoche, conservo la marca del frío igual que una cicatriz en la rodilla. La inclemencia poseía su habitación propia y la asignación de una estufa eléctrica para calentar las manos, el trasero, la punta de la nariz. Porque el fuego de leña era una arma de doble filo: nos guarecía pero también nos adormilaba; desganados quedábamos, sin fuelle para seguir corriendo, como si supiéramos que de mayores nuestras vidas se convertirían en absurdas carreras hacia la nada. Bien lo expresa aquel personaje de Faulkner: ?Entre la pena y la nada elijo la pena?. La misma que nos saquea y nos debilita, la que nos ahueca el pecho ante las sillas vacías en la cena de Fin de Año, la pena por las palabras que callamos y los besos que no dimos. Una pena en observación, titulaba C.S. Lewis su preciosa novela sobre el duelo, que siempre es mejor que el vacío. Recuerdo que me sentí mayor de verdad cuando pude celebrar mi primer Fin de Año entre amigos en un bar de copas. Hace mucho de aquello. No sé cuánto bebí, pero mientras sonaba La chica de ayer anunciando que le echaban la persiana a la madrugada, fui incapaz de encontrar mi bolso. Al día siguiente tuve que pedirle a mi padre que me acompañara en coche hasta aquel local, sobre las ocho de la tarde, sin darle apenas explicaciones. No me preguntó nada. No hizo falta un cuento chino. Esperó paciente frente al pub, hasta que salí habiendo recuperando el bolso y la dignidad, o la lógica fracturada. Nunca hablamos de aquello. Fue nuestro secreto y a la vez nuestra frontera. También resultó una manera diferente de empezar un año y mirar la realidad con los ojos más entornados. Y aquí estamos, en el lado de la vida, evocando lo que ya no existe: nuestros muertos, de los que queremos recordar no ya su rostro, sino de qué forma pronunciaban nuestro nombre. Dicen que, al fin y al cabo, la vida consiste en desandar lo andado, en regresar al punto de partida donde se desdoblaba el camino. El amor nunca debería escribirse en mayúsculas porque a veces dura lo mismo que una vela. A mi me basta con que se convierta en esa tilde que nunca nos olvidamos porque al marcarla nos sentimos más fuertes, más a salvo, a pesar del frío. (La Vanguardia)

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29 de diciembre de 2015
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Entre las rosas y el barro

Todo estaba en su voz, el resto no importaba. Le bastaba un vestido negro, siempre negro, por debajo de la rodilla. La desnudez escénica, los brazos caídos, las cejas finas, los puños cerrados, apretados igual que cuando dormía, según contaron sus amantes. Hija de unos padres alcohólicos y perdidos, recién estallada la Gran Guerra fue confiada a su abuela, que regentaba un burdel en Normandía. Las putas la cuidaban en habitaciones a media luz, cargadas de whisky y perfume barato, acaso cortando el pan a pedacitos y pintándole los labios. Cómo debieron de aplaudirla las que sobrevivieron, cuando años después, y atravesada por el don, era aclamada como la gran chansonnière ?por encima de Trenet y Chevalier, Montand y compañía? de una Francia tan libre y compleja como ella. De niña recorrió circos ambulantes con su padre y juntos cantaban en la calle, hasta que Louis Leplée la descubrió en la plaza Pigalle. Le cambió el nombre a Édith Piaf ?gorrión? por su prodigiosa voz y su aire desvalido, y empezó a actuar en su Cabaret. Édith le llamaba ?papá?. Pero Leplée fue asesinado: la sordidez de los bajos fondos insistía en agarrársele al cuello, siempre tan digno. Regresó a los cafés-concierto y tuvo infinidad de amores, a los que ayudaba hasta desangrarse, aunque les fuera infiel. Hasta que en el Moulin Rouge un joven Yves Montand se conmovió ante aquella extraña criatura. Y tuvieron un romance de desbordante realismo poético. También mantuvo idilios con Raymond Asso, Georges Moustaki o el boxeador Marcel Cerdan, su gran amor, que murió en un accidente de avión cuando regresaba a París de un combate para encontrarse con su amada. Piaf anestesió el dolor con morfina, hasta engancharse. Hace unos meses, en Madrid, Charles Aznavour desmentía haber tenido un idilio con la Piaf. ?Debí ser el único de su círculo que no fue amante suyo. Bromeábamos diciendo que ella no era mi tipo, pero en realidad mi físico no me facilitaba las cosas. Vivimos juntos como amigos durante más de ocho años: fui su chófer, telonero, compositor, acompañante y paño de lágrimas?, relató Aznavour. No era guapa, pero el desamparo que arrojaba su mirada la hacía única. Tenía una mueca de payaso triste, a veces hierática como las máscaras del kabuki, pero que en sus días felices mudaba en carcajada de diosa. La risa de la Piaf era gruesa y honda, inocente a pesar de haber recorrido todos los lados salvajes de la condición humana. Siempre pareció mayor, y en cambio murió joven: 47 años. Un año antes de su muerte salvó a un amenazado teatro Olympia con la recaudación de sus conciertos apoteósicos y su La vie en rose. Cuando llamaron a Cocteau para darle la noticia de su muerte, él dijo: ?El barco acaba de hundirse. Este es mi último día en esta tierra. Nunca he conocido un ser más desprendido de su alma. Ella no entregaba su alma, ella la regalaba, ella tiraba oro por las ventanas?. Horas después caía fulminado por un ataque al corazón. Hay un consejo que le da Dietrich a su amiga Piaf ?muchos mantienen que tuvieron un romance lésbico durante años?: ?No puedes tener un orgasmo cada vez que subes a un escenario?. Su desgarro partía en dos mitades al público. Ahora que se cumplen cien años de su nacimiento y que se suceden los homenajes, leer sobre ella y escuchar despaciosamente Je ne regrette rien crea un microclima y provoca un estado de ánimo. Es el prodigio de quien, con su voz, llegó donde solo pocos lo consiguen: hasta el hueso del alma. La gran dama / Meryl Streep Acaba de estrenarse en nuestras pantallas Sufragistas, una película sobre la lucha de las mujeres por su derecho al voto realizada por mujeres. En ella, Meryl Streep da vida a Emmeline Pankhurst, pionera del movimiento, pero no le hacía falta ningún papel para recuperar la memoria de la lucha por la igualdad. Fue la primera en alzar la voz contra la marginación de las actrices maduras o la desigualdad salarial. Basta pronunciar su nombre para conectar mentalmente con su carisma: a todas nos gusta Meryl. Moda de provincias / María Teresa Turrión

Siempre nos intrigaron las niñeras de alta alcurnia, pero pocas, no obstante, pueden abandonar el anonimato como María Teresa Turrión, la niñera de los principitos ingleses. Dicen que apuntaba maneras de monja, pero al final se fue a estudiar inglés. Ahora se ha convertido en la mejor embajadora de la moda infantil española. Todo lo que les compra en Valladolid o Palencia para los nenes, arrasa: en provincias siempre se ha vestido a los niños muy inglesitos. Ácido y huraño / David Bowie

Vive atrincherado en el Soho, donde la modelo Iman le cocina tortillas. No vuela en avión, solo viaja a Europa en barco. Bowie el misántropo, con un halo de replicante en las fotos, presentará pronto nuevo disco: Blackstar, grabado con músicos de jazz. En él canta con rabia sobre el infarto que padeció en Berlín: ?Está viviendo como un rey, gastando el dinero que le da la gana y que sólo ve el culo del infarto?. El último héroe de una época que se fue, a sus 69 años sigue buscando el sabor de la diferencia. (La Vanguardia)

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26 de diciembre de 2015
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Ticket regalo

Hay un gesto embarazoso al abrir un regalo, como si una desastrada torpeza se instalara entre los dedos que luchan contra el papel y el celo. ?¡Qué bien envuelto está!?, se acostumbra a decir, buscando refugio en el lugar común ante la incomodidad de sentirse observado. De poco sirven los lazos y las pegatinas, detalles que soporta mal la impaciencia del agasajado, deseoso de resolver con dignidad lo previsible y horrendo, o de dejarse sorprender por el éxtasis de lo inesperado y hermoso. Hay obsequiadores eficaces, capaces de registrar cualquier expresión de deseo, que utilizarán algún día al regalar. Memoria y cariño siempre han formado una pareja ganadora a la hora de elegir un detalle, porque cualquier clarividencia acerca de las aficiones o debilidades del otro afianza la muestra de afecto. Es probable que quienes acostumbran a fracasar con sus regalos sean personas demasiado idealistas, aquellas que rechazan el llamado regalo ?práctico? y quieren poner a prueba su rapto de originalidad. En el acto de regalar disfrutan tanto o más que el obsequiado, aplastando con su vehemencia la personalidad del otro. Quien regala es el jefe, manda, transfiere al otro un sentimiento de culpa o de deuda, lucha a su manera contra el olvido. También están quienes únicamente cumplen un trámite, y más que comprar un presente regalan un ticket regalo, esa nueva variable del marketing directo que ya se ofrece en todas las cajas a fin de evitar que el acongojado receptor tenga que sufrir el calvario de las devoluciones. La ceremonia del regalo es uno de los rituales paganos más universales. Si usted no hace regalos le asesinarán, se titulaba el primer libro de Vicente Verdú, que fue secuestrado durante ocho meses, en 1972, porque, según los censores, alentaba a la subversión. Aunque el libro glosaba sobre el bien y el mal, el amor, la rutina ?y la revolución, sí?, Verdú se predecía a sí mismo acerca del mandato social, cada vez más prosaico, en el que se ha convertido uno de los más sofisticados actos de elegancia social. ?Poco importa que el objeto elegido vaya o no a gustar, sea apropiado o un adefesio: en su interior posee el resorte para obtener el canje?, escribía. Estas Navidades, los españoles gastarán, de media, 235 euros por persona en regalos; un 16% los comprará por internet, sin oler ni tocar el objeto elegido. Y una gran mayoría los adquirirá en establecimientos clonados en todas las ciudades, que insistirán en su voluntad uniformizadora para que sigamos calzando las mismas zapatillas o leyendo la misma novela infumable. Cierto es que los regalos arriesgados pueden hundir a su destinatario, pero los de trámite vienen envueltos en una estresada soledad. (La Vanguardia)

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24 de diciembre de 2015
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En nombre de la rosa

La noche del pasado domingo, tras la derrota electoral, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, habló por teléfono con sus hijas. ?Entonces, papá, ¿hemos perdido??, le preguntaron apenadas. Ahí estaba su guardia pretoriana, los que cerraron filas cuando otros las reventaban: César Luena, Óscar López, Antonio Hernando, que contemplaron cómo el jefe desparramaba ternura paternal: ?No os preocupéis, tampoco es tanta la distancia con los ganadores?. Sánchez no estaba satisfecho con el resultado, había perdido las elecciones pero no se desplomaba. Su carnet de baile era tremendamente endemoniado, y Schz puede tener cierta gracia quitándose vocales pero ninguna moviendo las caderas. Espigado, apuesto ?la belleza penaliza?, algo menos atildado que Albert Rivera pero a la vez más Hollywood, y por supuesto más pulcro que Pablo Iglesias, el líder socialista ha tenido que gestionar pasado y futuro: generacionalmente se alinea con los líderes de Ciudadanos y Podemos, pero su partido tiene 136 años de historia. A ella ha apelado varias veces; lo hizo al empezar el debate con Rajoy en TVE sin miedo a renegar de una identidad maltrecha, demasiado zarandeada por la hecatombe económica. Una herencia envenenada que Sánchez ha sabido llevar con discreción, a pesar de ser recibido con una fría superioridad intelectual por los elefantes socialistas. Uno de sus gestos más característicos consiste en apretar la mandíbula, y sonreír, de tal forma que no sabes si lo está pasando francamente bien o mal. Su tensión es educada y risueña, pero la huella indeleble del esfuerzo asoma en el entrecejo como cuando en el mitin sevillano le coreaban ?Se nota, se siente, Pedro presidente? y él alzaba el brazo junto a Susana Díaz, que, muy descortés, no dejó que pegaran ni un cartel con la apostura del líder. Pedro Sánchez lleva un año y medio de campaña, desde que fuera nombrado secretario general. Primero quiso seducir a las bases, demostrarles que se lo ha currado a fondo, que lleva 14 años en política y que ha cerrado grifos, incluso para Pepe Blanco. Y después a la ciudadanía, al español optimista y esforzado que quiere reflejar. Cuántas veces hemos escuchado el relato del político joven y algo desengañado que pasó por la cola del paro, y que mientras escribía su tesis doctoral recorrió España, pueblo a pueblo, en coche, durmiendo en casa de militantes. Es su storytelling. Aunque el perfil que más ha potenciado es el de exjugador de baloncesto, bregado en el Magariños, que responde a un modelo de hombre saludable y tenaz, competitivo y ambicioso, casado con una mujer guapa y lista, y que se ha visto obligado a luchar contra su propio físico para competir con los apparatchiks. Sánchez ha buscado momentos muy Suárez en la campaña, mirándose el puño de la camisa, por ejemplo; o incluso en su lapsus de la aprobación de la Ley del Divorcio (no la hizo el PSOE sino la UCD, pero como si así hubiese sido). O cuando exclamaba ?¡madre mía!?, con ese punto marujón tan del presentador Vázquez en Sálvame ?programa al que, curiosamente, llamó en directo en su primera escala mediática? . Con un background familiar progre, chico de barrio (Tetuán) que estudió economía en la Complu y profesor de economía en la Camilo José Cela, no ha alardeado de político-profesor al estilo de Iglesias y compañía aunque sus trayectorias sean similares. Snchz no se cortará a la hora de tomar decisiones. Quienes le conocen dicen que es buen fajador y que puede pasar de la audacia a la imprudencia, como cuando le ofreció un escaño a Irene Lozano. Astuto, removido por los faldones del rencor, y poco empático con los barones con quienes no ha querido irse a tomar unas cañas y pelillos a la mar, ha sido acusado de frívolo debido a sus constantes rectificaciones. Le han dado por muerto en varias ocasiones. Ayer se barajaba de nuevo su defunción política, la que cual Némesis, la diosa de la venganza, le vaticinó Rajoy después de la estocada. El suyo no es un cariño pegajoso como el de Susana; es un roce helado y con un punto amargo, más de gin tonic. (La Vanguardia)

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22 de diciembre de 2015
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Balada de amor y dolor

?La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba. El tema de la autocompasión?. He leído infinidad de veces estas palabras. Incluso se han sentado a mi lado en el coche o en el avión a modo de alerta, de tijeras que cortan la foto de una vida por la mitad. Fueron las primeras líneas que Joan Didion pudo escribir, en mayo del 2004, después de que John Gregory Dunne, su marido y compañero literario durante cuarenta años, se derrumbaba ?un 30 de diciembre? fulminado por un ataque al corazón. Acababan de visitar a su hija Quintana, en la UCI. Ella superó el coma, pero meses después fallecería en California a causa de una embolia pulmonar. Las dos muertes destruyeron y a la vez zurcieron, y de qué manera, la vida de uno de los grandes nombres del nuevo periodismo, menos célebre que los de Capote, Wolfe o Gay Talese, pero recuperado con brío desde finales de los ochenta. Uno de sus libros, El año del pensamiento mágico, marca un antes y después en la exposición del duelo, y ha influido en toda una generación de cronistas que no necesita recurrir a la novela para escribir en serio y en grande. Así identifica Didion la mirada de quienes acaban de perder a alguien querido: ?es la mirada de quien sale de la consulta del oftalmólogo con las pupilas dilatadas a la radiante luz del día?. Sus fotos de los años setenta son magnéticas. Tan californiana, guapa, libre, con su cigarrillo y su escocés, sus faldas largas, su mirada llena de silencios risueños. De joven, burguesa y bohemia, ganó un concurso de ensayo de la revista Vogue tras graduarse en literatura inglesa en Berkeley. Siguió en Life, The New York Times o The New Yorker. Con John formó tándem en los años del Hollywood postestudios. Eran una pareja chic tan envidiada como cómplice. ?Nuestros días estaban llenos de la voz del otro. Muchos suponían que debíamos de ser competitivos, que nuestra vida privada debía de ser un campo minado de envidias profesionales… Esto estaba tan lejos de la realidad que sugería ciertas lagunas en la comprensión de lo que es un matrimonio?, escribiría más tarde. Los amigos de la pareja aseguraban que se necesitaban el uno al otro para respirar. Didion es una gran reportera. Se aproxima a la realidad con alejamiento brechtiano, profundidad analítica y el manejo brillante de la primera persona. Sus artículos sobre la vida en Hollywood, los conflictos familiares, una visita al barrio hippie de San Francisco, las violaciones en el Central Park neoyorquino o la vida en los presidios del país son joyas que borran las fronteras de los géneros. Ha escrito cinco novelas. Pero con el citado El año del pensamiento mágico y Noches azules, dedicado a su hija, coronó su escritura sobre el dolor. Hoy, recién cumplidos los 81 años, es aclamada por la crítica y buscada por las marcas de lujo como Céline. Hace un par de meses, ha aparecido en EE.UU. la primera biografía sobre ella, The last love song, de Tracy Daugherty, demasiado polite, en la cual ella no ha querido participar. Aún así se ha convertido inmediatamente en best seller. ?Creo que mi visión de la muerte no cambió tan radicalmente con la pérdida de John y la de Quintana; ahora son muy pocas las cosas negativas que me pueden suceder?. Didion tardó años en tirar los zapatos de su marido por si algún día volvía: se había aferrado al pensamiento mágico para sobrevivir. De nuevo la literatura como salida en tromba. Como fijador. Hasta que consigue atrapar entre páginas la vida que se marchó. Cámara maestra / Annie Leibovitz Practica un retrato elocuente que refleja lo simbólico. Quien fuera el gran amor de Susan Sontag, la fotógrafa de las estrellas, autora de la última foto de Lennon, de aquella Demi Moore embarazada en Vanity o de la reina Isabel II sin corona, ha presentado su calendario Pirelli. Sin desnudos ni obviedades: mujeres carismáticas como Serena Williams, la artista iraní Sherin Neshat, Yoko Ono con medias de rejilla a sus 82 años… Lo verdaderamente importante rara vez se ve a simple vista. En las alturas / Rafael Sánchez Ferlosio La oportuna recuperación que Debate está haciendo de uno de nuestros más clarividentes y misteriosos escritores, Rafael Sánchez Ferlosio, es un manjar exquisito. Altos estudios eclesiásticos, el primer tomo de sus ensayos, muestra al esmerado estilista además de razonador alérgico a simplificaciones y tópicos manidos. También el erudito que igual trata del término ?feminidad? que de la sintética visualidad del haiku japonés. Moderno es poco. Un placer; uno por página. Tigres-leones / Gerard Piqué Incluso a Japón le siguen llegando los reproches y tirones de oreja gratuitos: que si no se siente español, que si reírse de sus compañeros del Madrid es antideportivo? Él justifica que todo este fuego lo aviva el morbo, pero no por ello calla. Y los medios deportivos se frotan las manos, claro: en un país tan cainita como España, la gresca y el pique de Piqué son ejercicios aeróbicos. ?Como el aire que exigimos trece veces por minuto?, que diría el poeta. (La Vanguardia)

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19 de diciembre de 2015
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La caja misteriosa

Juan José Millás encargó su escritorio de madera y unas estante rías con el millón de pesetas que heredó a la muerte de su padre ,?hará unos veinticinco años ?. Quedaron perfectamente encajados en una buhardilla con claraboya que eligió como zona de escritura?partida en dos espacios, uno dentro del otro ?; dos oquedades tapizadas de libros; dos cajas, como las que colecciona y asegura que es incapaz de tirar porque ?tienen un misterio ?. La joya del acorona parece una sombrerera :?Chapeau Collection Sugar?, reza. Contiene una Barbie que aún permanece atada a los cartones: despampanante afroamericana, medias de rejilla, pechos turgentes, pamela de alta costura y zapatos rojos. Se la regalaron en un programa de televisión en el que, por error, creyeron que las coleccionaba .?Tuve que fingir, claro. Me advirtieron que perdía valor sise las acaba de la caja, por ello sigue ahí ?. Millás empezó a escribir poesía en el Seminario de los Misionarios Oblatos de Valladolid, a los 16 años. De niño era mal estudiante y el destino parecía lanzar le hacia una academia con fama de centro de tortura. Lo burló. Se inventó que quería ser misionero comosutío. El padre Isaac ??creo que era ateo?? le dio a leer todo Galdós, los rusos, incluso a François Mauriac. ?Empecé a escribir por las mismas razones que se empieza a leer: hay un problema entre la realidad y tu, y ese problema se alivia cuando se lee y se escribe?. El día en que murió su madre soñó una novela entera, ?de arriba abajo?. Guardó las cenizas entre su colección de diccionarios del escritorio (de química, metafísica, lingüística, el del Diablo de Ambrose Bierce?), hasta que un día las lanzó al mar, cerrando otra caja. Millás, que además de fingir que colecciona Bar bies hace creer que es hipo condriaco, es un hombre habilidos o arreglando la cisterna del retrete. La mecánica pesa tanto como la ciencia: ?La literatura científica me estimula mucho y está llena de hallazgos. La confección del universo de Hawking es parecida ala de Alicia en el país de las maravillas: cae en un agujero negro ?. Luego está el mundo ordinario, que de repente se convierte en asombroso, las moscas, los armarios, los espejos ??La búsqueda de lo imaginario en lo real, lo que hay de misterio donde aparentemente no hay nada que rascar?. ¿Intelectual?: ?No manejo ideas sino obsesiones?. Quien primero lee su novela es su agente, luego dice que por cortesía se la enseña a su mujer, Isabel Menéndez, psicoanalista, que en ese momento pasa consulta en el piso de abajo. Mucho se ha escrito sobre sus cruces freudianos, ?el escritor es aquel que consigue asociar dos cosas que están muy alejadas entre sí. Cuando dos ideas aparecen juntas aunque no tengan nada que ver, es por algo, y uno debe investigar ?. Habla bajo, dulce, y mantiene el suspense. Cuenta las historias como quien abre una lata que parece de atún pero resulta ser de espárragos. Cree en la textura de la página. Silos ruidos no le concierne n puede abstraerse en cualquier parte para escribir. Paladea la soledad adictiva. Se levanta alas seis y escribe con un té hasta las 9. Desayuna con su mujer, sale a pasear una o dos horas en las que piensa y resuelve. Por la tarde lee tres horas como premio por haber escrito. La palabra que más repite a lo largo de la conversación es misterio: en siete ocasiones. ?Los diarios de Che e ver empiezan así :?En la madurez hay misterio, confusión ?.?Estamos rodeados por el misterio pero nos habituamos de tal forma que no indagamos ?. Nunca le ha abandonado el frío, desde la infancia. Duerme con calcetines. (Cultura|s / La Vanguardia)

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17 de diciembre de 2015
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El Boomeran(g)
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