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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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Taxi español

Los taxis recorrían la Castellana agitando pancartas con nervio bronco y haciendo sonar los cláxones como una banda de fiesta mayor. Ante los micrófonos, sus improvisados portavoces se quejaban de la posible liberalización del sector y de la competencia irregular de los Uber, Cabify y compañía, pero también se manifestaban contra la precariedad que les exige trabajar al menos doce horas al día para sacarse un sueldo. De repente, una mujer reclamó respeto por el ?taxi español?, y lo dijo enaltecida. Qué expresión tan de pasodoble, pensé: te conecta al instante con las películas de Martínez Soria e incluso las de Almodóvar, la radio a mil, el escapulario y la estampa, las fotos de los niños disfrazados, el ambientador de pino, el tapete de ganchillo en el respaldo y el estruendo de una de esas radios de aficionado con las que se conectan: pajaritos le llaman al aeropuerto, o paquete a la persona que acaban de recoger en su casa móvil, esa especie de extensión de su tresillo donde se repantigan y resoplan. Porque el taxi español es en verdad una marca registrada, un nombre con apellido, un personaje en sí mismo, cuya hegemonía se ha visto diluida por la llegada de ciudadanos de todas las nacionalidades, emigrantes que se buscan la vida trabajando para el dueño del coche. También están los jóvenes espabilados que lo combinan con otros menesteres y trabajan también para esas aplicaciones que garantizan una mayor asepsia y contra las que ahora se levanta el taxi español. En mi agenda tengo una treintena de teléfonos de taxistas. Basta que le eche una ojeada a cada nombre para regresar a aquel instante de mi vida en que los necesité, y de qué manera. Por supuesto que hubo taxis españoles: a uno de ellos sigo llamándole ?mi Ramón?, aunque ya está jubilado. No conduzco, y cansada de hacer el mismo trayecto a diario con olor a pies y griterío animal, la tarde en que me subí a su taxi ?limpio, educado, ágil y seguro? le pedí su teléfono. Al cabo de cinco largos años, en los que me sacó bajo la lluvia o me fue a comprar Apiretal de madrugada, tras aquel 11 de marzo en que escuchamos enmudecidos la Ser, con lágrimas abortadas mientras pasábamos cerca de Atocha, y muchos tragos de charla de diván, le ayudé a elegir el traje de novia de su hija. También están Marta, en Barcelona, rubia con tacones, o Francesc, un hombre fino que en su taxi ecológico no conoce la impaciencia y pone música de Bach. Louis, de origen portugués, el que atraviesa virtuoso los puentes del Sena, y cuya mujer ha sobrevivido a un cáncer ??ahora que estábamos tan gostosos en París?, me decía durante el tratamiento?. Los usuarios frecuentes de taxi saben de qué les hablo, y de cuánto les debemos los amaxofóbicos, quienes levantamos un muro mental frente al motor y en cambio hemos cruzado las ciudades, de norte a sur, abandonados en sus asientos, la cabeza recostada, dejándonos llevar.

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22 de febrero de 2016
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Poeta de la ausencia

Nadie se llamaba como ella: Idea. Su padre, poeta anarquista, quiso bautizarla como Ideal, pero acabó rebajando las expectativas. Sus hermanos, Azul y Numen, las chicas Alma y Poema. De una casa con patio y jardín en Montevideo tuvieron que mudarse a una barraca de cal donde enfermaron todos. Primero murió la madre, delicada y en cama desde que nació Idea, después el padre, luego el chico, Azul. Ella ya no vivía allí: padecía un eczema en la piel ?que más tarde derivaría en necrosis, y uno de sus amores le arrancaría a tiras la piel muerta? y el polvo de la cal avivaba sus heridas. Huérfana con veinticinco, lucía una belleza diferente, clásica como sus collares de perlas, moderna con su boina y blazer sobre los hombros; su mirada cargaba la misma sensualidad y escepticismo que su poesía. Fue una gran seductora, una amante apasionada que compuso versos hambrientos en los que el amor fue su principal huésped. Idea Vilariño formó parte de la llamada generación del 45, junto a Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Ángel Rama o Ida Vitale, un grupo de escritores que recuperaron pasado literario y levantaron puentes de modernidad fundando revistas, traduciendo y editando con mimo. Vilariño vertió al castellano a Shakeaspeare y a Queneau, daba clases, componía y cuidaba las plantas. Era una intelectual clásica. Leer sus versos, se ha dicho, es algo parecido a andar por el alambre sobre el vacío. ?Pocos poetas como ella se leen con las vísceras, el corazón, el cuerpo todo (…) a veces debo suspender su lectura ?tomar aire, cruzar a la verdad del sol? quizás porque me enfrenta de un modo brutal con el horror de la ausencia, la soledad y la muerte?, aseguraba la escritora y actriz argentina Silvia Arazi a La Nación. Y es que para Vilariño la felicidad es siempre efímera. A un amor le seduce otro. O varios a la vez. Fue adulta de joven. Se matriculó en Medicina pero cambió a Literatura. Se enamoró de su profesor y le bordó admirablemente la cubierta de un libro de Paul Valéry. Fue catedrática, ensayista, periodista, rechazó premios oficiales. No tuvo hijos. Anotaba en un libreta el nombre de sus amantes. Pero arrastró allá donde fuera la leyenda de haber sido la amante de Onetti, a quien, tras su ruptura, le dedicó un poema capaz de contener, como en una copa amarga, todo el hielo del desamor, paralizador, inabarcable. Se titula Ya no y se incluye en los Poemas de amor que acaban de reeditar en Chile las Ediciones Universidad Diego Portales. Dice así: ?Ya no será/ ya no/ no viviré contigo/ no criaré a tu hijo/ no coseré tu ropa/ no te tendré de noche/ no te besaré al irme/ nunca sabrás quien fui/ por qué me amaron los otros./ No llegaré a saber por qué ni cómo nunca/ ni si era de verdad/ lo que dijiste que era/ ni quien fuiste/ ni qué fui para ti/ ni cómo hubiera sido/ vivir juntos/ querernos/ esperarnos/ estar./Ya no soy más que yo/ para siempre y tú / ya/ o serás para mi/ más que tu. Ya no estás/ en un día futuro/ no sabré dónde vives/ con quién/ ni si te acuerdas/ No me abrazarás nunca/ como esa noche/ nunca./ No volveré a tocarte/ No te veré morir?. Se conocieron en un bar de Montevideo, en 1950. Ella dirigía la revista Número, él tenía fama de buen escritor y mujeriego, estaba casado con su prima. Ambos esperaban?lo peor? del otro, pero se enamoraron. Fue un amor abrasador. En sus memorias, La vida escrita, hay fotos de todos sus hombres excepto del que más habló, y con el que se siguió escribiendo e intercambiando sueños hasta que murió. Ella lo haría en abril del 2009, quince años más tarde, ciega y sola. A su entierro asistieron doce personas, al de Benedetti, fallecido un mes más tarde, dos mil. Pidió un ataúd sin cruces, desnudo como sus versos. Amaya Arzuaga / Volúmenes puros Una de las diseñadoras españolas más internacional y vanguardista desfila este mediodía en la pasarela Mercedes Benz Fashion Week con una colección inspirada en los planetas: volúmenes cúbicos, prendas suspendidas mediante transparencias, siluetas ingrávidas y pureza cromática definen el trabajo de una Arzuaga tan valiente como transgresora, que vende en las mejores tiendas de Japón, Líbano o París, y que sigue viviendo muy cerca de los campos donde corren los ciervos, en el Bierzo. Tom Cruise / Borrar el gesto Los hay que aseguran tener varias vidas en una y otros que sueñan con reinventarse hasta el extremo de convertirse en un extraño para sí mismos. Rejuvenecer a riesgo de cambiar no tan solo la cara, sino la identidad es una tendencia al alza, como si un lifting les liberara de un monstruo que tenían enjaulado, sean las arrugas, la papada o el ceño. Tom Cruise, al que no le bastaba con parecer un eterno post-adolescente, se ha dejado ver hinchado y enrojecido, y lo que es peor: sin gesto. Inés Martín Rodrigo / La corresponsal Una cita de Joan Didion, ?los recuerdos son las cosas que no quieres recordar?, encabeza Azules son las horas (Espasa) de la periodista cultural Inés Martín Rodrigo, atesorando esa intuición literaria que empuja en la prosa de tantos plumillas. Martín novela la vida de un personaje real: Sofía Casanova, que fue corresponsal en la Gran Guerra, entrevistó a Trotski tras la revolución de octubre y documentó la persecución nazi. Hay que celebrar que las jóvenes recuperen la memoria de las pioneras. (La Vanguardia)

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20 de febrero de 2016
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Pulgares arriba

Nunca habíamos hablado tanto con los dedos. Y no me refiero sólo al gesto de levantar el pulgar hacia arriba, acompañado del signo manual del OK que se hace al dibujar una o al aire peinada por el resto de los dedos a modo de flequillo rebelde. Con lo bien que nos iba con ese vale tan cansino y español que los niños catalanes, realfabetizados con los cuadernillos de Norma, corrimos a traducir por un desmayado val. Hace unos días observé una fotografía que me llamó la atención: un grupo de refugiados sirios dentro de una camioneta miraba a cámara con los restos de la diáspora fijados en las ojeras. Iban vestidos casi con harapos y sobre sus cuerpos se intuía la resaca de la huida y del miedo, pero en su gesto celebraban la incertidumbre de la libertad ensayando uves de victoria ladeadas y frontales. ¿Cómo es posible que un gesto propio de los raperos norteamericanos, de Cristiano Ronaldo, del lenguaje de la selfie quedara fijado en una imagen ?otra más? desoladora que representa el éxodo contemporáneo? Ahí están fundidos los extremos: el abismo que cruza quien es expulsado de su tierra, junto a la esperanza de quien consigue llegar a una meta, por mucho que el futuro sea aún incierto. La información visual nos penetra sin descanso. Se trata de gestos que parecen cargados de significado, aunque este sea predecible. Nada de grises ni matices. En cambio, pesa el significante en una pura declaración de estilo; vean si no cómo los futbolistas dibujan un corazón sobre el césped, o esos brazos adoradores, que se suben y bajan rindiendo tributo a alguien, no necesariamente a un filántropo, basta con que alguien haya ganado una partida de futbolín. Luego están los saludos, que, más allá de aquel chocar de manos en versión noventera, símbolo yuppie de estar en sintonía, se hacen ahora con un chocar de puños, nudillos contra nudillos. Los mismos con los que hay gente que se golpea el pecho para dar las gracias, como si la palabra se les quedara corta. Los gestos deícticos fueron barridos por los denominados emblemáticos, dispuestos a reemplazar la palabra hablada al poseer un sentido literal. Pero no apelemos tan sólo a la globalización como causa y efecto: por ejemplo, el pulgar hacia arriba es una falta de respeto en Bangladesh, Irán o Tailandia. Y en el mundo anglosajón, la V al revés resulta una provocación. La sutileza de la palabra se pierde ante la rotundidad del emblema, pero no creo que la principal razón de su uso al alza sea la economía de palabras, ni la voluntad de ser rabiosamente adolescente, sino una extensión de la vida autofotografiada que, por un efecto mimético, caprichosa y juguetona, adopta las poses del hall de la fama. (La Vanguardia)

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17 de febrero de 2016
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Sobredosis de corazones

Tengo amigas que me regalan mantras y me invitan a ponerme budista; bastan veinte minutos al día, dicen, para respirar profundamente o mirar la luz de la llama de una vela. No me falta buena intención pero pertenezco a esas criaturas que eligen ensoñar antes que meditar, enredar en un mundo interior poblado de historias que se vierten sin fin alguno, con los ojos cerrados. En ese atropellamiento existencial, una se permite licencias de todo tipo, y lejos de vaciarte de palabras y de ideas en posición de loto ?que debe ser como un túnel de lavado interior, por las maravillas que cuentan? las fabricas en silencio. Narras en off para desgranar las sobras del día; algunas las revives con una risa sofocante, otras te sumergen en algo más que una tontuna. Es como una tinta nostálgica que se derrama bajo el pecho. Y aún y así, permaneces en esa tintura porque en realidad no hay pastillas para la tristeza, sólo paliativos. Hoy, la invitación al bienestar constituye de por sí una ideología, además de un negocio suculento cosido con los colores alegres de las cadenas de comida barata, la música que suena en los estadios deportivos o las infinitas terapias orientales que prometen equilibrio, y el surgimiento de una nueva profesión, esa especie de psicólogos-amiguetes que son los coach. La búsqueda de la felicidad se ha convertido en una conquista para la cual se emplea tiempo, coraje y dinero. Y en el ambiente, el ánimo del juego es permanente. Cuando mi madre empezó a utilizar emoticones en sus watsaps como si lo hubiera hecho toda la vida, advertí una vez más que la expresión lúdica de los sentimientos es adictiva. En mi meliflua sobriedad, evito comunicarme como en un videojuego pero aún y así celebro que la gente se diga tantas veces al día que se quiere y que se mande toneladas de amor, una auténtica sobredosis de corazones. Esta semana, los mandamases de Emiratos Árabes han anunciado que crearán un Ministerio de la Felicidad, una idea más para la formación del nuevo gobierno de España atascado entre malas caras y desplantes. ?La clave del éxito del gobierno es introducir cambios reales que forman parte de la felicidad del hombre?, ha razonado el jeque soberano de Dubai. Por supuesto, para condensar mejor sus contradicciones, ha elegido a un mujer para la nueva cartera, justo allí donde ellas tienen prohibido salir a divertirse de noche. En la ficción refulgente del Golfo, se proponen seguir el mismo modelo del misterioso reino de Bután, uno de los países más pequeños del mundo y también más felices. Entre otros detalles, leo en Wikipedia que ?es una sociedad matriarcal en la que algunas mujeres practican incluso la poligamia y está prohibido usar bolsas de plástico o enjaular animales?. Curiosos tres ejemplos juntos que deben hacerlos más dichosos: mujeres liberadas, animales sueltos y menos contaminación. ¿Les hará falta mandarse corazones? Mejor ensoñar. (La Vanguardia)

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15 de febrero de 2016
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Sontag y Leibovitz, a cuatro manos

Cuando Susan Sontag agonizaba, víctima de un cáncer contra el que luchó desde muy joven, tenía a su lado a la mujer que había sido su pareja durante quince años, Annie Leibovitz. Y en esa cerrada intimidad en la que el tiempo se rompe en mil pedazos y la ausencia de la luz cobra sentido, Leibovitz la fotografió. ?Las imágenes de Susan me ayudaron a superar su muerte?, afirmó al inaugurar una exposición con las fotos en un blanco y negro mate, la más cruda expresión del dolor, austero, naturalista, que desagradaron a su hijo David Reiff. Su relación era bien conocida por la alta sociedad neyorquina y en los círculos creativos, pero se mantuvo en secreto hasta que los rumores cristalizaron en una realidad muy discreta. Vivían en dos pisos separados en el mismo edificio de Chelsea, y cuando Leibovitz tuvo, con 51 años, una niña por inseminación artificial ?se llegó a rumorear con maledicencia que el esperma era del hijo de Sontag? organizó junto a la escritora un encuentro con la aristocracia intelectual de Manhattan. Carismática y genial, la pareja contaba con el respeto de los medios, aunque mucho se revolvió acerca de aquel exacerbado secretismo tratándose de dos mujeres libres y poderosas. Los activistas homosexuales las criticaron por no aprovechar su ascendencia para normalizar la causa. Leibovitz ha afirmado en muchas ocasiones que Susan había sido una de las personas más influyentes en su vida. Sontag, que se autodefinía como moralista obsesiva, confesó haber amado a hombres y a mujeres, y acostumbraba a hablar en neutro acerca del amor. ?Cuando digo que estuve enamorada, quiero decir que tuve toda una vida con otra persona, que vivimos juntos, que fuimos amantes, viajamos, que hicimos cosas. Nunca estuve enamorada de alguien con quien no me haya acostado?, declaraba en la célebre entrevista de Jonathan Cott en Rolling Stone. Mujeres: nuevos retratos, que se acaba de inaugurar en Londres y viajará por diez ciudades del mundo, parte de un proyecto que arrancó en 1999, sobre una idea de Sontag que Leibovitz asegura haber vivido como algo parecido a querer ?fotografiar el océano?. A medida que la poderosa fotógrafa avanzaba, alejada del plató en el que dispara a las glamurosas portadas de Vanity Fair con las estrellas de Hollywood, crecía el interés en plasmar una realidad que transcendiera los focos. Son retratos donde se mezclan esperanza y drama, epidermis y ensueño. Y ahí florece la herencia de una de las intelectuales más brillantes del siglo XX: novelista, directora de cine, activista política, ensayista capaz de escribir sobre estética o psicoanálisis, una mujer inconformista y valiente que ejerció de conciencia de una Norteamérica turbulenta y ombliguista. No calló nada, ya fuera la guerra de Vietnam, la tradición antiintelectual yanki la supremacía blanca, el deterioro de la democracia norteamericana, las censuras a la prensa? No es frecuente que en el país donde se idolatra fieramente bandera e himno y que no permite renunciar a su nacionalidad, alguien declarare: ?Siento un poco de vergüenza de ser estadounidense. Siempre me ha molestado la vanidad de querer ser los primeros (?). Quizá por eso me gusta tanto sentirme extranjera. Me interesan más los derrotados que los vencedores?. Hoy descansa en el cementerio de Montparnasse, mientras la exposición de retratos de mujeres de piel dura y brillante, célebres o antiheroínas, nos devuelve el eco de esa intelectual que se declaraba estética apasionada, la que llamaba a su biblioteca ?de ocho mil libros? ?mi archivo de anhelos?, la que sostenía que hablar era ?una versión pálida y provisional de escribir?, con su su mechón tozudo y blanco. Responsabilidad / Carla Bruni Si cuando fue primera dama no dudó en abrirle un paréntesis a su carrera musical, ¿cómo no iba a retrasar el lanzamiento de su esperado nuevo disco ahora que su marido se prepara a reconquistar el Elíseo? El álbum ya está grabado, pero ella, como ha declarado a Le Canard Enchaîné, no quiere perturbar su campaña ahora que los sondeos le sitúan ligeramente por detrás de Juppé en las primarias conservadoras. Qué dulce fantasía la de cantar en sus mítines.

Ojo y sombra / Alberto García Alix Quizá el proyecto de su nueva exposición ?en la Tabacalera madrileña hasta el 10 de abril? fuese en su día un Horizonte falso, pero es innegable que, en pos de la abstracción, Alberto GarcíaAlix transita un camino tan poético como sugerente. Sin quitarse la chupa, y siempre fiel a lo analógico y el glorioso blanco y negro, captura árboles desnudos, sombras de motos que parecen insectos, perros callejeros y misteriosas arquitecturas. La búsqueda sigue palpitando. De basura a estilo / Javier Goyeneche Después del sector energético, la moda es la industria más contaminante. Por eso, ahora que Pharrell Happy Williams se ha hecho con la mitad de G-Star Raw, con la que ya colaboraba haciendo vaqueros a base de plásticos recuperados en los océanos, me quiero acordar de Goyeneche y su inquebrantable compromiso con la moda sostenible. Un visionario que ha colocado a su empresa, Ecoalf, en vanguardia de la investigación textil: convirtiendo la basura en amorosos tejidos. (La Vanguardia)

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13 de febrero de 2016
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Nuevo bestialismo

Ocurrió ya en los noventa con los movimientos que cuestionaban el impacto de la llegada del llamado hombre suave, el que perdía hierro mientras algunas mujeres recubrían su piel de plomo para blindar sus nuevas ambiciones. Y hubo un grito de alarma, como si se fueran a acabar los hombres de verdad ?¿alguien sabe qué significa realmente eso??. Una oleada rabiosa cuestionó no tanto la igualdad como sus consecuencias, lo que es peor: desde el cine de yuppies desbordados de virilidad, encarnados por Michael Douglas o Tom Hanks, hasta los monólogos del protagonista de Dinero, de Martin Amis, o las teorías del antropólogo y poeta Roger Bly, que anunciaba la tristeza de ese nuevo hombre que había aprendido a ser receptivo, sin que aquello fuese suficiente. ?Toda relación necesita de vez en cuando cierta violencia: la necesitan tanto el hombre como la mujer?, aseguraba con una naturalidad heladora. Hoy, cuando hablar de la masculinidad en singular parece una antigualla y se abraza un variado catálogo de maneras de ser y sentirse hombre, estos movimientos de resistencia producen desolación, por su testarudez existencial, pero también por su mamarrachada: cambia la piel del mundo mientras ellos se empecinan en vestir el pelo de animales animando al hombre a cazar y a la mujer a callar. Ahí está el revuelo levantado por Return of Kings, una organización ultramachista que el sábado citó a millares de hombres en 163 ciudades del mundo. Sólo se precisaban dos requisitos: ser heterosexual y defender la supremacía del hombre sobre la mujer. Uno de los objetivos de Roos Valizadeh, el gurú de este neobestialismo, es establecer ?tribus? machistas por todo el planeta que inicien cruzadas como la de conseguir legalizar la violación dentro de una propiedad privada. Las redes sociales propagaron el asunto y asociaciones feministas, la Fiscalía, la policía y hasta Ada Colau condenaron la burrada. En el Reino Unido se recogieron firmas para prohibir el ?movimiento? y un club de boxeo femenino neoyorquino adelantó que también acudiría a las quedadas. El velludo Valizadeh canceló las concentraciones, aunque tras haber orquestado una campaña de marketing colosal. Habría que preguntarse por qué arrecia una y otra vez el viento que considera la igualdad una afrenta, soplado por ese miedo atávico a perder poder. La evolución del lenguaje es a menudo un buen indicador de lo que ocurre en la sociedad y, en la nuestra, términos como hembrista o feminazi a menudo se sacan como escudo temiendo una especie de revancha de género. A estas alturas de la película, ¿de verdad alguien quiere dedicar energías, tiempo y sentimientos a abanderar un nuevo machismo cuando aún no nos hemos librado del original? (La Vanguardia)

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10 de febrero de 2016
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Sabina en el Paradís

Ríe Sabina frente a un plato de jamón en el restaurante Paradís, recordando que Bélgica, cuando estuvo casi un año y medio sin gobierno, experimentó un considerable crecimiento, y que en Perú les fue mejor después de que Fujimori dimitiera por fax. Son cosas que se dicen con mayor determinación si te sientas en uno de los restaurantes preferidos de nuestros políticos, pegado al Congreso. Sólo en lugares como estos, donde se ha tramado tanta gloria, puede fumarse en los privados: la manga ancha así de madrileña es tan tremenda como rumbosa. Joaquín Sabina se ha hecho pintor. Presenta un lujosísimo libro-objeto dentro de una caja lacada: 2.100 euros el ejemplar. Todas las caricaturas se acaban rompiendo. Así son las cosas: el golfo del bombín negro, el de la ronquera vacilona, después de pisar incontables escenarios, rodar miles de kilómetros, vivir en Londres, reventar la movida, encender La Mandrágora, local mítico donde ejercía de nazareno tunante con Krahe frente a las crestas del Rockola…, después de todo eso, y de sobrevivir a un ictus y hace un mes a una peritonitis, entra en el catálogo de Artika, un Olimpo artístico español que ha editado a Goya, Picasso, Dalí, Chillida, Barceló o Plensa. Eso sí, el músico asegura que sus dibujos no son arte, como tanto ha repetido que sus canciones no son poesía. Es un intruso. Lo que dice haber sido en la vida. Dejó la coca y las noches en blanco hace diecisiete años; no necesitó ayuda. Nunca probó la heroína ??creo que por pueblerino, como por una intuición??. En los conciertos, para salivar mejor, chupaba sal, hasta que un día los músicos le dijeron: ?Colega, la gente se cree que es farlopa, y dice: ¡Mira qué mala educación!??. Cuando llegaba borracho a casa pintaba una puerta junto a la que hoy se fotografía. Bebe tequila recién operado del estómago, como el torero que se cura de una cornada, y mientras va pintando mujeres Lempicka, señoritas emparentadas con las de Matisse o Gauguin. Llama a sus dibujos garagatos ??un garabato doméstico, un animal de compañía??, y empezó a pintarlos hace más de veinte años, para quedarse mudo entre concierto y concierto. Sabina se ponía a garabatear culos con encanto, tan delicados como expresivos. Le fue encontrando propiedades curativas al dibujo ?además de protegerlo de las selfies? y los rotuladores se convirtieron en calmantes de la autoexigencia y el miedo escénico: ?Pintar es una cosa maravillosa porque está el papel en blanco y unos colores, y puedes mezclarlos como quieras. Y además no tienes que enfrentarte al público, no tienes al tendido del siete diciéndote: ?Arrímate más, cabrón?. Las palabras significan cosas, y en la pintura a veces basta con los colores y una mínima forma?. Sabina apura su tequila, se ríe de sí mismo y, entre sonrisa y nervio, habla con un aire de canción en la mirada que viene de lejos, del paraíso. (La Vanguardia)

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8 de febrero de 2016
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Las chicas Mitford: excéntricas y perversas

Nadie como ellas lucía las perlas en sus cuellos de cisne, ni bailaba con John F. Kennedy con la espalda erguida y a la vez redondeada. Posaban frente a la cámara de Cecil Beaton con una mirada inquietantemente transparente y enamoraban a los lánguidos dandis de la Inglaterra post victoriana. Irreverentes y libertarias, estas aristócratas iconoclastas que resultaron políticamente extremas, las “chicas Mitford”, fueron tan famosas por su elegancia y sus amistades bohemias e incorrectas como por sus ácidas inteligencias que cargaron el humor como un arma: en su infancia novelesca ya lo utilizaban destrozarse verbalmente las unas a las otras. Las crónicas sociales dan fe de sus atrevimientos, sus excesos y escándalos. Además, bien se ocuparon de agarrarse a la inmortalidad dejando una detallada memoria de sus vidas azarosas, en las que volcaroncontradictorias paradojas y retratos mordaces. Esta semana Sotheby´s ha anunciado que el próximo mes de marzo subastará 400 objetos personales de la última superviviente del clan, la pequeña. Deborah, Debo, la undécima duquesa de Devonshire, fallecida en 2014 con 94 años. Fue íntima de JFK, de Lucian Freud y de muchos parlamentarios británicos. En ?Wait for me!? (¡Esperadme!), título de su contribución a la obra coral de la saga bautizada Mitfordiana, un género en sí mismo, contaba que al ser la pequeña se pasaba el día corriendo detrás de sus hermanas mayores. Tory recalcitrante ?aunque se declaraba apolítica?, en una ocasión, junto a su hermana filonazi Unity Walkiria, tomó el té con Hitler. En sus últimos años escribió manuales de jardinería. La familia espera recaudar un millón de euros, aventando sus cenizas en esa especie de liberación simbólica y económica. Ahí está volcado el contenido de la Antigua Vicaría de Edensor: un broche en forma de corazón asaeteado cubierto de diamantes que diseñó personalmente el duque para sus bodas de diamante o una primera edición de “Retorno a Brideshead” dedicada por el amigo de familia ?y pretendiente de Diana ? Evelyn Waugh. Las Mitford supieron representar con literalidad y alevosía su condición de ?excéntricas?. Algunas (Nancy, Diana y Jessica) escribieron deliciosos libros, que van de una autoficción avant la lettre a las memorias literarias; todas han sido objeto de innumerables biografías ?individuales y de grupo?, volúmenes de correspondencia y ensayos sobre sus obras, auténticos bestsellers. Sus vidas cruzadas contienen todos y cada uno de los elementos que conforman el terrible y creativo siglo XX: confrontación política (en la familia convivieron nazis, comunistas y aristócratas), la despreocupada alegría de la happy few, el fin de una estirpe. En España, la recuperación de la obra de Nancy por Libros del Asteroide ??A la caza del amor?, ?Amor en clima frío? y el resto de sus novelas parisinas? ha contribuido a acercar a esa ?agitadora del genio?, como la difinió Waugh. Su vida privada socavó grutas: enamorada de un homosexual, casada con un alcohólico, vivió años en una elegante y digna y miseria y acabó enamorando al al jefe de gabinete del General de Gaulle, Gastón Palewski, Encanto y malicia planean por sus vidas y obras, además de aventura. Diana sería encarcelada por Churchill por sus amistades fascistas, y se casó con e líder de los camisas negras Sir Oswald Mosley, mientras que Jessica colaboró con las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española.Unity, enamorada del Führer, trató suicidar pegándose un tiro en la cabeza con el revolver de pedrería que le había regalado Adolf, pero quedó en un intento de morir fatuamente in belleza. Ella misma / Cindy Crawford Que Cindy Crawford, con su lunar sobre el labio y su desenvoltura tan all american, cumpla 50 años significa que el umbral de la vejez se va espaciando. Aprovecha el aniversario para anunciar que ?se retira? porque, con lucidez, anuncia que está harta de reinventarse. En parte suena al anuncio del torero que al cabo de un par de años vuelve al ruedo, pintón y lucido. Crawford asegura que será fotografiada aún durante diez años más, pero no como modelo. Solo como ella misma. ¿Mainstrivismo? / Pussy Riot

Vuelven aquellas activistas juzgadas ?y condenadas a la cárcel? por vandalismo tras colarse en el altar de la catedral de Cristo Redentor en Moscú para gritar “Madre de Dios, echa a Putin?, como si no hubiera otros sitios más indicados para ponerse bravas. Y regresan melosas, cambiando el punk por el hip hop y los pasamontañas por las pestañas rizadas. En el clip incluyen un buen catálogo de horrores, pero el refinamiento se apropia de ellas y a Putin lo sacan en un cuadro. Diamantes pulidos / Ann Goldstein

Pocas veces sus nombres van en la portada, aunque, solo en nuestro país, son responsables del 30% de lo que se edita. Me refiero a los traductores. Ann Goldstein, 66 años, editora en el New York Times, es una de las pocas celebrities del sector. David Remnick, director de The New Yorker, la describe como una ?talladora de diamantes?; y visto que sus traducciones de la serie de novelas napolitanas de la misteriosa Elena Ferrante han vendido más de un millón de ejemplares en el mundo anglosajón mientras ella mantiene su delicadeza intacta. (La Vanguardia)

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6 de febrero de 2016
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Altos vuelos

Coincide ese 1% que, según Intermón Oxfam, acumula el 99% de la riqueza de la Tierra con la porción minúscula de mujeres que visten alta costura: un puñado de privilegiadas que dejan caer sobre sus huesos exquisitos trajes hechos a mano ?durante cientos de horas? en talleres comandados por auténticos sibaritas del tejido. Porque la alta costura, lejos de languidecer, se ha instalado con su tozudo anacronismo en la cima de los negocios más prohibitivos. Produce con cuentagotas, como estrategia para crear leyenda y marca y, sobre todo, para ejercer atracción hacia los productos de consumo común que también llevan estampada su firma: un frasco de perfume evocará la magia de una firma de esta pasarela tremendamente elitista que se celebra dos veces al año en París y que una vez más ha sorprendido por su vigor y su crecimiento. Por un lado, se garantiza la pervivencia de las batas blancas y las petites mains que elaboran cada centímetro de tela al dictado del modista, y, por otro, una gran parte del artesanado francés ?bordadores, sombrereros, plumassiers?? sigue en activo gracias al mecenazgo de Chanel. Y es que el negocio de las maisons va al alza: en Dior se han triplicado los encargos, nuevos couturiers independientes, como Giambattista Valli, ex Ungaro, crecen en solitario, y en Chanel aseguran que el negocio va viento en popa, por ello sus desfiles se han convertido en una puesta en escena digna del mejor ballet ruso. Mientras durante la crisis se han popularizado expresiones como fondo de armario o buena inversión, ahora los gurús de las finanzas recomiendan invertir en moda exclusiva, uno de los sectores inmunes al desaliento generalizado, que no ha sufrido espasmos en 25 años. Leo en The Guardian que, mientras los precios de marcas de lujo están superando a la inflación, ?la inversión en la moda de alta gama tiene sentido financiero?. Y los artículos de lujo ?con precios fijados por marcas como Richemont, Hermès y Louis Vuitton? podrían subir un 6% este año. Bien saben las casas de subastas, de Durán ?la única que ha vendido fondos de alta costura y bolsos de Hermès en nuestro país? a Sotherby?s, que la alta costura de mediados del siglo XX incrementa hoy su precio entre un 20% y un 30%. Los trajes originales del prematuramente fallecido Alexander McQueen se pujan por las nubes, pero un abrigo de damasco rosa de la célebre diseñadora italiana Elsa Schiaparelli puede salir por entre 15.000 y 23.000 dólares. Revalorizar el pasado de la moda, más allá de un acto de embriaguez estética, constituye una nueva manera de hacer patrimonio propia de una sociedad hastiada de lo nuevo y reluciente, atiborrada de tecnología y hambrienta de verdadera fortuna. (La Vanguardia)

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3 de febrero de 2016
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¿Dormir con un extraño?

Las juezas acababan de ratificar el banquillo para la infanta Cristina de Borbón, y una mujer del barrio de Salamanca me confiesa las dudas que le asaltan cuando piensa que un marido puede arrastrarte al abismo. ¿Es ese el caso de la infanta, ciega de amor e impasible ante las alarmas? ¿Deben de ser juzgadas las mujeres por las conductas de sus maridos? ?A veces me lo planteo. Cuántas veces José me ha dicho: ?Cari, firma aquí; ve al notario; haz un poder notarial mi vida??. La otra noche, mientras veía una película, me dijo que acababa de vender un hotel?, me cuenta. Las mujeres de corruptos, estafadores, tunantes, abusadores de mujeres o simplemente idiotas no sólo son sometidas a procesos judiciales por los delitos de sus maridos, que las implican, sino que también se exponen al juicio popular. El dedo acusador se posa sobre ellas asumiendo su consentimiento y complicidad, imaginándose cómo, enlazadas de las manos de sus hombres, cruzaron la orilla salvaje. Algunas no tenían matrimonios felices, incluso dormían en camas separadas y conocían el nombre de la amante. Otras muchas pasaron por la cárcel. Recuerdo a una de las pioneras, la doctora Blanca Rodríguez-Porto, la segunda esposa de Luis Roldán, con quien convivía cuando fue detenido en Laos. Ella era una mujer con buena imagen, mucho mejor que la del ex director general de la Guardia Civil: lucía abrigos cámel, elegante, sin maquillaje. Cuando la llevaron detenida, los aullidos del pueblo hicieron sangrar tímpanos y corazón. Fue condenada a cuatro años por encubrimiento y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea validó el proceso. Hace unas semanas un magistrado norteamericano desestimó la petición de los abogados del cómico Bill Cosby de que su esposa no declarase en un caso de demanda por difamaciones contra siete mujeres en el estado de Massachusetts. A menudo, Camille ha sido cuestionada por la opinión pública: ?¿Cómo puede seguir con un cerdo??. Pero ella siempre ha cerrado filas: ?Somos una pareja unida?. En el The Washington Post aseguran que ha afirmado: ?Mi marido no merece la cárcel, pero se merece el infierno por el que está pasando?. A Hillary Clinton, el pasado infiel de su marido la enviste de nuevo, con la miserable hiel de Trump, que ha comparado al expresidente Clinton con Bill Cosby. ?Espero que Bill Clinton empiece a hablar de los derechos de las mujeres para que los votantes puedan ver qué hipócrita es y cómo Hillary también abusó de esas mujeres!?, tuiteó. Su nueva cruzada consiste en demostrar que sigue casada con un ?abusador? de alto voltaje y que su silencio a cambio de poder la convierte en copartícipe de los ultrajes. Hillary, de momento, calla, y aunque su silencio sea tan cegadoramente opuesto al de Camille Cosby o al de la infanta Cristina, de todas ellas se espera, como triunfo moral de una sociedad vapuleada, que condenen a quienes amaron o siguen amando. (La Vanguardia)

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1 de febrero de 2016
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El Boomeran(g)
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