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Escrito por

Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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BORGES, BIOY, BOSWELL

Se publican dos críticas, casi a la vez, sobre el Borges de Adolfo Bioy Casares. Una firmada por David Gallagher, en el Times Literary Supplement; otra de Juan Villoro en Letras Libres. Ambas son de altísimo nivel, con visión y numerosas referencias. Ambos autores hicieron lo que no hice todavía: leer por completo un monumento de más de 1.660 páginas. Ambos textos apuntan al paralelo entre la relación Borges/Bioy y la relación Samuel Johnson/James Boswell.

¿Podemos poner al Borges de Bioy al lado de Vida del doctor Samuel Johnson de Boswell? Ambas críticas contestan de manera afirmativa. “Borges encuentra su Boswell” es el título de la crítica de Gallagher. “Bioy does seem consciously to have cast himself in the role of Borges’s Boswell” (parece que Bioy se atribuyó de manera consciente el papel de Boswell de Borges), escribe el crítico inglés. Por su parte, Villoro cuenta cómo Bioy, durante una visita a México en 1991, se dedicó a explicar “una paradoja: Johnson le parecía un autor más importante, pero prefería leer a Boswell”. En este momento, Bioy soñaba con el papel de Boswell, pues ya había acumulado una montaña de notas sobre Borges sin revelar su actividad, tal como Boswell se dedicó a recopilar el más mínimo dato sobre Johnson sin decir nada de su trabajo de espía.

"Con la excepción de Lennon y McCartney o Laurel y Hardy es difícil pensar en asociaciones artísticas más fecundas en el siglo XX e imposible dar con otra más duradera" opina Villoro. La verdad es que los dos argentinos tienen una maldad insuperable cuando se trata de hablar de otros escritores, con clara ventaja para Borges en el arte del desprecio. Las muestras del arsénico borgesiano elegidas por Villoro son francamente para morir de la risa. En un momento de suma hostilidad hacia los españoles, Borges llegó a hablar de un encuentro con un “español antropomorfo”.

Tanto Bioy como Boswell arremetieron con entusiasmo en contra de sus respectivos maestros, hundiéndolos en sus detalles mezquinos, manías y rasgos insoportables, pero no se puede hablar del siglo XVIII en Inglaterra sin pensar en Johnson gracias al libro de Boswell. No estoy seguro de que Bioy ayudó a Borges de la misma manera con relación al siglo XX, aunque tenemos a su Borges para ratos. El “Borges come en casa”, que es la frase más común de Bioy, ubica a veces su obra en una especie de relato doméstico, pero no podemos negar que se trata de uno de los grandes testimonios literarios de los últimos tiempos.

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10 de julio de 2007
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¿Qué tal, comandante Chávez?

Este es un buen momento para mirar a Venezuela. No tanto por la Copa de América de Fútbol -que interesa a los venezolanos, aunque no va a sacarlos de su fascinación por la pelota (base-ball)-, sino por la caminata desde ahora muy difícil del líder de la revolución bolivariana, el comandante Hugo Chávez Frías. Desde hace unos días, cuando fue recibido por Vladimir Putin en la misma víspera de un encuentro del presidente ruso con George W. Bush, se ve que la apuesta de Chávez para acercarse a Rusia, Bielorrusia o Irán no le abre ningún camino real. Sus sueños del Este chocan contra la realidad geográfica.

En América Latina, a Chávez tampoco le va bien. Se apartó de la Comunidad Andina (Can) para priorizar un acercamiento al Mercosur que ahora tampoco va a salir. Cuando Andrés Oppenheimer titula una columna “La pelea de Chávez con el Sur” está más cerca de una noticia que de un comentario: Chávez no encuentra su camino fuera de Venezuela.

Si revisamos el itinerario de Chávez desde su llegada en el escenario político, utilizando por ejemplo la animación del Council on Foreign Relations vemos que por primera vez el hombre que tiene todos los poderes llega a un punto muy delicado en su construcción del “socialismo del siglo XXI”. Se mantienen sus peleas con los viejos adversarios como la iglesia. Son peleas que nunca van a tener un desenlace; sería mejor tener enemigos políticos en el parlamento.

Es interesante, visitar el sitio del New York Times para encontrar sobre Venezuela un vídeo de un cuarto de hora, Land wars in Venezuela, que pinta la dificultad de promover la reforma agraria; un artículo, “Media mogul learns to live with Chávez”, que describe la presiones del poder sobre el empresario y hombre más rico del país, Gustavo Cisneros; y por fin otro artículo donde el embajador de EE UU en Caracas cuenta la manera de aguantar las acciones del líder revolucionario. Chávez ya es previsible y toca los límites de la mezcla de provocaciones y hechos simbólicos que le permitían mantenerse en una postura revolucionaria. ¿De qué se trata a fin de cuentas? Venezuela vive el momento muy sencillo y obvio donde hay que entregar algo más allá del reparto de recursos y de las misiones de doctores cubanos en los barrios.

En un país que tiene una fuerte inflación, inestabilidad en el suministro de comida y tremenda inseguridad, Chávez pensaba huir lejos de la realidad al priorizar en su revolución la lucha contra una cadena de televisión, Radio Caracas Televisión (RCTV). Era lo más fácil: no hacer sino deshacer. Entonces no renovó la licencia de la cadena y de manera lógica –pues vivimos en un mundo más virtual que real– consiguió así llenar las calles de estudiantes. Frente a ellos, su desconcierto fue obvio. Y el combate para defender la libertad de la televisión no se detiene. Otra cadena, Globovisión, denuncia presiones, José María Insulza, director general de la OEA mantiene el caso RCTV abierto, y por fin, los propios seguidores de Chávez reconocen en el portal Aporrea que no hay manera en un mundo interconectado de callar a la cadena RCTV que ahora entra por satélite.

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9 de julio de 2007
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LIBRERO

Empiezo con un secreto: el blog Design Observer. Es excelente: habla de manera abierta de grafismo y de tipografía. El punto de vista es el clasicismo pero sabe mucho sobre el mundo digital. Es el blog de varias personas, lo que le da una riqueza sorprendente como hoy con un texto de William Drenttel sobre Jack Stauffacher.

No hay que perderse en estos nombres: son grafistas norteamericanos y más, bien, en el caso de Stauffacher se trata de una leyenda: el hombre que hizo Grenwood Press en San Francisco, una casa editorial que combina textos clásicos con encuadernación y grafismo  de alta calidad. Lo que dice el texto no es excepcional. Información sobre Stauffacher hay en todas partes. Pero se utiliza una idea que me encanta: el retrato de un hombre a través del librero de su taller. Para dar una visión completa hay en el blog una fotogalería de 60 fotografías con todos los libros que rodean Stauffacher, estantería por estantería. Me gustaría descubrir lo mismo con escritores: saber cuáles son los libros que les rodean en el momento de crear.

“Un escritor vive donde están sus libros” contesta Gabriel García Márquez cuando alguien le pregunta sobre sus varias casas (en su caso, los libros están en México). En el librero de Stauffacher hay una edición de Moby Dick que tengo, tanto como una enciclopedia de la tipografía que abro por lo menos una vez a la semana. Verlos es como compartir enlaces en Internet a través de del.icio.us, es descubrir que comparto algo con el viejo genio de San Francisco.

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4 de julio de 2007
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TRAICIÓN

Interesante la nota en el diario argentino Página 12 sobre una conferencia de la autora Liliana Heker: «Las formas de la traición en la literatura argentina». Cita casos, ejemplos, hasta modelos de traición. Es excelente. Y como voy releyendo a Respiración artificial, la novela de Ricardo Piglia, me atrevo a añadir un personaje: Enrique Ossorio, secretario de Juan Manuel de Rosas, el principal dirigente de la Confederación argentina. Ossorio habría podido ser un héroe, pero se sospecha que fue un traidor. Su exilio nutre gran parte de la novela de Piglia.

También falta La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig. Una vez oí a Guillermo Cabrera Infante contar cómo hacia parte de un jurado que premió la novela. «No había que leer el libro, explicaba el autor cubano con su impasible rostro chino, el título era tan bueno: bastaba para entregar el premio. Puig habría podido prescindir de escribir la novela».

Lo único equivocado en la conferencia que cuenta Página 12 es el adjetivo en el título: «argentina». La traición es el plato más común de la cocina humana internacional. Odette traiciona a Swann, en Proust, no por acostarse con otros amantes sino por salir de su condición de Odette y llegar a ser Mme. Verdurin y aun más al final de la Búsqueda del tiempo perdido. Traicionar es liberarse de sí mismo para asumir su futuro. Sarkozy traicionó a Chirac, recordaron los periodistas antes de su elección a la presidencia francesa. Sí, lo traicionó, tal como Chira traicionó a Giscard d’Estaing. Se trata del movimiento de la vida: estar a favor y estar en contra. La nota de Página 12 es excelente pero su ámbito es limitado. Lo que necesitamos es una «Introducción a la historia mundial de la traición» (lo escribo para traicionar a Borges).

(Otra traición, amplia, para los que leen el inglés: el pésame de la revista Rolling Stone a la muerte de la industria del disco: parece que el público, enamorado de la tecnología digital, traiciona a los artistas robando placer musical sin entregar plata).

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2 de julio de 2007
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PAPEL

Me gusta un montón el portfolio de un joven catalán, Miquel Mora que acabo de descubrir en el sitio del Royal College of Art de Londres. Los locos que anuncian la muerte del papel (periódicos, libros, etc.) se equivocan. Lo que viene es la muerte de la rotativa y la mutación del papel que será en el futuro tanto de procedencia vegetal (papel clásico) como sintética (papel electrónico).

La idea del sobre que tiene la memoria de sus viajes, la del despertador que se aplasta para protestar contra la salida forzada del sueño, o la del documento que viene con un GPS incorporado para encontrar el camino hacia su destinario son visiones del futuro que nos espera. Un mundo donde lo más difícil no será la ruptura con el papel sino con la idea del viejo papel, algo pasivo que se puede romper, quemar y que aguanta el tiempo entre dos pieles de vacas.

Hace unos días, leyendo lo que Tom O’Reilly escribía  sobre una ponencia en su conferencia Tools of Change for Publishing (TOC) descubrí el trabajo de Manolis Kelaidis, también del Royal College of Art. Se trata de conectar un libro a una computadora que añade las luces, imágenes, sonidos o datos para configurar una lectura de una dimensión nueva. Es deslumbrante. Vaya papel. El viejo soporte tiene futuro.

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27 de junio de 2007
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EL LIBRO INALCANZABLE

El semanal francés L’Express publica un artículo delicioso sobre un libro que no se puede comprar. O mejor dicho sobre la venta de 100 libros en la casa de subasta Sotheby’s que no incluye a un libro mítico e inalcanzable: el ejemplar de Una temporada en el infierno firmado por su autor, Arthur Rimbaud, para su entonces amante, Paul Verlaine. No hay nada más caro en la literatura moderna. El librito (54 páginas; formato: 18,3 centímetros por 12,4) fue vendido por última vez, en 2006, al precio de 511.424 euros.

Me explico: el 27 de junio de 2007, el coleccionista Pierre Leroy vende 100 libros a través de Sotheby’s. Dentro de esta venta hay puras maravillas: la única fotografía de Rimbaud, el ejemplar de Las flores del mal de Charles Baudelaire con una dedicatoria manuscrita para el pintor Delacroix o manuscritos de Marcel Proust. Pero lo que se espera no estará: Pierre Leroy no vende el libro más caro de la literatura moderna: su ejemplar de Una temporada en el infierno.

Tal como la cuenta el semanal, la historia del libro es fenomenal. Verlaine pierde el libro “tomado” por dos y prostitutas y amantes suyas que quieren consignarlo para conseguir plata. Verlaine recupera el libro con la ayuda del dibujante Frédéric-Auguste Cazals. Este último lo recibe en herencia y lo vende a Louis Barthou, un político y coleccionista. Barthou, entonces ministro francés de asuntos externos, muere en 1934, en Marsella, en el atentado contra el rey de Yugoslavia. Sus herederos venden el libro otra vez en 1935. Precio: el equivalente de 9.000 euros; comprador: Pierre Bérès, un coleccionista que lo vende más de 60 años después, en 2006, en una subasta. Último comprador: Pierre Leroy.

Al enterarse de la venta de parte de la colección de Pierre Leroy, se esperaba la reaparición del mítico librito. Pero Leroy dice que lo venderá solo en caso de absoluta necesidad. Por el momento es una temporada de invisibilidad.

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25 de junio de 2007
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LA GRAN NOVELA

Un blog de este martes en el sitio del diario inglés The Guardian hablaba de la imposibilidad de encontrar la gran novela británica. El concepto, claro, es una referencia a la Great American Novel, que es la obsesión de los escritores norteamericanos desde Fenimore Cooper. Según el autor del blog, Miles Johnson, para crear la gran novela británica hace falta "la mitología fundadora y la identidad nacional coherente" que se pueden traducir en una novela.

Lo apasionante no es leer el blog sino la suma de reacciones que provocó la hipótesis de una novela que capturara la esencia de las islas británicas. Según muchos de los lectores, la península es tan rica y tiene una historia tan larga que no cabe dentro de una novela. Al contrario, según estas mismas reacciones, de EE. UU., que se puede resumir en la novela de la conquista del espacio, del crecimiento de la metrópolis, de la emergencia de la modernidad, etc.

Un comentarista que se esconde bajo el seudónimo de rooftoprejoicer opina que el concepto de la gran novela americana, que tanto moviliza a los escritores norteamericanos, "sale de la necesidad de los escritores americanos de encontrar su propia voz y de diferenciarse de la producción que venía de Inglaterra". Es una visión que da mucho qué pensar si recordamos lo que fue el principio del boom latinoamericano y cómo la creencia en una identidad propia y el valor de lo que se hacía en las Américas salió a la luz con la entrega del premio Biblioteca Breve a Vargas Llosa, en 1963, por La ciudad y los perros. El galardón fue un alivio para un continente que no sabía cómo quitarse de encima la gran novela del mundo hispano-ibérico: El Quijote, obra total, que ofrece inagotables lecturas siglos después de su publicación.

La pregunta es: ¿existe ahora algo similar a la Great American Novel en América Latina? La celebración del cuarenta aniversario de Cien años de soledad hace pensar que la respuesta es positiva y que Gabo es esta respuesta. Hace poco leí en inglés un análisis de su novela que le atribuye nada menos que la lectura del código genético de la civilización hispanohablante.

Al final, me parece que las referencias a maestros son más claras en el mundo del castellano que en el mundo del inglés. No existe la gran novela de Inglaterra, pero no hay duda sobre la de España. Y cruzando el Atlántico, me parece que es igual: no hay manera de encontrar la gran novela en el Norte (mi apuesta sería una obra de Twain pero hay otras opciones), al contrario de lo que hizo Gabo (aunque reconozco también que hay otras opciones).

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21 de junio de 2007
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URIBE: ¿SÍ O NO?

Es la vieja historia: un vídeo que lleva al internauta años atrás. En este caso, lo lleva al pasado de Álvaro Uribe, cuando no era presidente de Colombia y buscaba apoyo para su candidatura. Se ha escrito mucho sobre sus relaciones con las Autodefensa Unidas de Colombia (UAC); esta vez no se dice nada sino que se muestra una relación posible en un vídeo que sale como un fantasma. El candidato a la presidencia aprieta la mano de Fremio Sánchez Careno, alias «Comandante Esteban» de las UAC, líder de un grupo armado de muy mala fama.

El vídeo aparece un día después de una entrevista al narcotraficante Fabio Ochoa Vasco, en la revista Semana, que cuenta su entrega de dinero para la candidatura de Uribe. Como lo dice el diario El Tiempo: «A pesar de los desmentidos, tanto el episodio del vídeo como el de las declaraciones de Ochoa -calificadas de increíbles por la propia revista Semana, que decidió tomar distancia en el tema del aporte a la campaña Uribe- han dejado varios interrogantes en el aire que hoy ronda la Casa de Nariño.» (Es el palacio de la presidencia.)

El vídeo hace oír el ruido metálico y duro de estos edificios de Colombia que despliegan poco tejido, por la humedad, y no tienen vidrio, por el calor. Cualquier sonido resbala como una pelota en la cancha. Se oye la palabra «democracia» de manera repetida en lo que es un encuentro político. No hay duda sobre el apretón de manos. Pero ya puedo adivinar la respuesta de la Casa de Nariño: ¿Y qué?

Hace meses que Uribe parece atrapado en el cerco de la narco-política y de los paras. Pero a veces uno piensa también que Uribe se ha convertido en una especie de coronel Buendía: la fama que le rodea dice más que los hechos –aunque ya no hay hechos, sino leyenda. Hoy en día, la leyenda no pertenece al mundo de los habladores, a los chistes y los chismes sino al “buzz” de Internet. Al dicen del pasado se sustituyó el está en Internet, que tiene la misma dosis de anónimo y de declaración arbitraria. Soy de los que sospecha en la historia de Uribe nexos insoportables para un presidente, pero también creo en la necesidad de demostrar las acusaciones. «No basta tener razón si la cara es de malicia» dice Baltasar Gracián. La cara de Internet es siempre de malicia.

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19 de junio de 2007
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MÁRAI

Leyendo Hermana (editorial Salamandra) de Sándor Márai recuerdo la declaración de Marcel Duchamp: “No creo en el arte. Creo en los artistas”. En este caso, el artista es un pianista, Z., que un narrador encuentra en un hotelito de montaña durante la Segunda Guerra Mundial. Z. es un artista, es decir, la “única persona capacitada para implementar un orden provisional en el caos del rebaño humano.” En lugar de tocar el piano, Z. implementa el orden, en esta novela del maestro húngaro –que escribe un texto que cuenta como una enfermedad- le aparto de su arte al paralizar dos de sus dedos.

Qué más voy a decir de Márai: ya hablé del impacto que me provoca la lectura de sus libros. Nunca me decepciona: otra novela traducida al castellano, otro fin de semana fenomenal. Con Márai, lo que deslumbra, es una manera ineludible de imponerse a su lector. Su arte, tiene una forma clásica: narración psicológica. Su entorno es Europa central antes de los años 50 (el continente de Roth, Musil, Schnitzler, etc.): un mundo en el atardecer. Su talento es la manera discreta de mantenerse fuera de lo que escribe: Márai es un novelista que deja a sus personajes en libertad. “Escritor, a ver si aprendes a ser humilde, profundamente humilde”, dice el narrador en un especie de entrega del secreto último del arte de Márai.

La historia de Z. es la historia de la enfermedad del pianista, de su relación con sus médicos y cuatro hermanas que vigilan su cama en Florencia, en Italia. Desde La montaña mágica no había leído algo tan fuerte sobre el sentido secreto de la enfermedad. Pues no hay un enfermo de verdad que no llega a preguntarse: ¿Por qué me toca a mí vivir en la cama?

“Un médico únicamente sabe tratar las enfermedades. Solo Dios sabe curar”, responde el médico de Z. para explicar que no hay explicación y Márai consigue convencer a su lector que así es. Todos somos personas incurables; sobrevivimos gracias a médicos que nunca podrán tocar el fondo de nuestro dolor. En cualquier vida, la enfermedad no es nada, siempre hay algo más grave y callado.

En el caso de Z. se trata de un amor imposible, inacabado, pues la música del pianista alcanza a una mujer que él, como hombre, no sabe curar de su frigidez. Z. domina el arte cuando el público lo necesita, pero ser artista es otra cosa: es ser el artista eficiente de su propia vida.

Hace seis años, el premio Nobel J.M. Coetzee formuló grandes reservas sobre Márai en un artículo publicado por The New York Review of Books (20 diciembre de 2001 —no se consigue en Internet sin suscripción). “Sería de esperar, escribía, que los nuevos lectores ignoraran el ruido y aceptaran a Márai por lo que  —sobre la base del limitado conocimiento que de él tenemos fuera de Hungría—  parece ser: un escritor menor, con un estilo de ficción algo pasado de moda, pero un atento cronista de la década oscura de los años 40 y un  valeroso portavoz de una clase social en desaparición.”

Vemos que no se detiene el ruido y cada día hay más traducciones del novelista húngaro. No voy a discutir lo de “pasado de moda”. Márai no es un revolucionario de la prosa, pero tiene una magia humilde en el momento de entender cómo funciona el ser humano. Elije siempre el detalle significativo. Lo dice el narrador de lo que fue su última novela publicada antes de su salida de Hungría: “El arte siempre es el arte del detalle”.

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18 de junio de 2007
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EN CASTELLANO, SI US PLAU

Lo mejor es leer Milenio, el diario de Guadalajara, ciudad que alberga la feria del libro más importante del mundo iberoamericano. La sorpresa es discreta pero total para el periódico  al descubrir la ausencia de Carlos Ruiz Zafón y Eduardo Mendoza en la próxima feria de Francfort cuyo tema principal es la literatura catalana. En este momento, en el mundo entero, estos dos novelistas son emblemáticos de Barcelona, la capital catalana. Son más visibles que cualquier bandera arriba del palacio de la Generalitat o del Ayuntamiento de Barcelona. Y no estarán en Francfort.

Conociendo el tamaño de la delegación catalana que va a Francfort (132 personas) y el presupuesto récord para sufragar el viaje, la ausencia de los dos escritores abre la puerta a la vieja polémica: ¿cómo se define un autor catalán: por el hecho de escribir en catalán o por vivir en la cultura catalana? Según los comentarios que ya salieron en la prensa se puede adivinar la mezcla de envidia, rechazo y sobre todo los celos que provocó la renuncia de dos autores cuyo crimen es amar como locos a Barcelona pero decirlo en un idioma tratado como enemigo.

Las ausencias van a alimentar los comentarios sobre la exposición que se arma también en la ciudad alemana.  Se titula “Cultura catalana, singular i universal”. Tan universal que no abarca a todos en Catalunya...

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15 de junio de 2007
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El Boomeran(g)
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