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Escrito por

Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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Modernismo del viaje

Al pasar por Lima compré un "reprint" de la famosa antología que publicaron Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges en 1926. Ya conocía la historia de este Índice de la nueva poesía americana, sé que fue sobre todo obra de Hidalgo, que cada uno de los autores escribió un prólogo distinto y se pelearon enseguida, y que es imposible conseguir un ejemplar (parece que fue una tirada de quinientos ejemplares y que no más de cien llegaron a la calle).

Lo único que me faltaba era lo principal: tener el libro en la mano para vivir un momento de placer sorprendente: se lee muy bien, lo que era un panfleto modernista configurado para otros tiempos. El "reprint" es obra de Sur Librería Anticuaría, que parece ser el brazo, dedicado al pasado y a los libros usados de la librería El Virrey (una joya) en el paseo Miguel Dasso de Lima. Saqué una foto de la librería, y vemos a su lado a Sur, pegado, como para no desprenderse de la herencia literaria.

En este caso la herencia es un libro de trescientas páginas con poemas de unos sesenta autores, muchos de ellos olvidados. En su prólogo Hidalgo cita al francés Louis Aragón para escribir: "...toda antología es una obra de conciliación. Ésta viene a desmentirlo." Como es Hidalgo (provocador y atrevido) reparte también bofetadas por todas partes. Acepta la posible (según él) anexión de México a EE. UU., la de Uruguay a Argentina, quita Bolivia de su antología por una razón sencilla: "no me he encontrado con sus costas" y por fin justifica la ausencia de los poetas de Paraguay donde "no se conoce ni de oídas la palabra arte".

Ahora bien, más allá de las provocaciones de su autor principal, ¿cuáles son las sensaciones entregadas por el libro? Para mí, son obvias: la lectura con ochenta años de distancia pinta un panorama muy fácil de entender.

1.Se nota que para muchos poetas, el rubendarismo fue un obstáculo mayor en esta época para encontrar una voz. Rubén Darío es a la vez el maestro y el padre que hay que matar.

2.El papel de Francia y sobre todo de París, como fuente de inspiración es obvio. Hidalgo cita a Aragón, pero también a Paul Morand. Vicente Huidobro es un poeta muy marcado por Apollinaire y su manera de jugar con la tipografía. Muchos poetas hablan de un París art nouveau abierto a las rupturas. El chileno Moraga Bustamante entrega un paradigma de esta visión con su poema "Jazz-band":

En los aviones de oro

Del Jazz-band

Llega un París revolucionario

Ravel, Dukas y Debussy y

Cantan

En el tearoom de la decadencia.

3.De manera global, se trata de una poesía que tiene fe en el progreso tecnológico. Uno piensa en las pinturas de Léger, en ciertos poemas de Reverdy. Una manera ingenua de ser moderno es vivir el movimiento en una gran urbe o, mejor, la velocidad en un viaje. De hecho, es el tema mayor de la antología, con títulos muy directos Ferrocarril simplista (Luis de la Jara), Poema de los ascensores (Eduardo Gonzalez Lanusa), Estación (German List Arzubide), Poemas aéreos (Carlos Pellicer), Side-car (Juan Florit), Sensación de velocidad (Alberto Hidalgo).

http://www.elpais.com/recorte/20070311elpdmgrep_9/XLCO/Ies/20070311elpdmgrep_9.jpg4.Borges ya es Borges. Su prólogo sobre el idioma en los años veinte es una maravilla. "...El idioma se suelta. Los verbos intransitivos se hacen activos y el adjetivo sienta plaza de nombre. Medran el barbarismo, el neologismo, las palabras arcaicas. (...) nuestro idioma va adinerándose. No es de altos ríos soslayar la impureza, sino aceptarla y convertirla en su envión." Pero como es Borges, celebra en seguida el idioma del siglo XVII. Y, claro, toma el progreso con sumo cuidado, celebrando a Montevideo: "eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente".

 

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26 de noviembre de 2007
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El escritor, paradigma del hombre

No importa el mal estado de su literatura, Francia cree todavía en el escritor como paradigma de un hombre ubicado en su época. Por lo menos es la visión del almacén Les Galeries Lafayettes (equivalente en Francia a El Corte Inglés) en el momento de definir una campaña publicitaria l'homme (el hombre) a favor de su departamento para hombres. No se trataba de algo menor: durante años, una campaña similar la femme (la mujer) tuvo como figura única la modelo y actriz Laetitia Casta. Era hermosa y dinámica ¿Quién puede, frente a ella, ser "EL" hombre? Respuesta: no es un futbolista o un artista pero un escritor, y de manera precisa: Frederic Beigbeder.

Su torso desnudo, su barba y su pelo largo adornan las paredes del metro parisiense, lo que participa de una obvia y doble ironía. Porque Beigbeder tiene entre las manos La société de consommation (la sociedad de consumo) de Jean Baudrillard que analiza el afán de consumir en búsqueda de una imposible auto-definición. Pero, aun más, porque Beigbeder es el autor de una novela (que se transforma en una película) cuyo propósito es denunciar a la publicidad: 13,99 euros (Anagrama). Ahora, transforma su propio cuerpo en soporte de la publicidad. Claro que se trata de una auto-promoción para un hombre calificado por el New York Times "dandy moral", "nihilista", "malherido de la publicidad", "renegado" o "intelectual de fama".

Beigbeder es una figura entre la "beautiful people" francesa pero actuó también y con gran talento como editor, crítico y por supuesto, novelista. En mi opinión, su figura pública es insoportable pero su talento como escritor, y aun más como crítico, es obvio, de primer orden. Después de descalificarle, el New York Times reconocía que su novela sobre el atentado del 11 de septiembre, Windows on the world, provocaba una "extraña emoción". En el momento de compilar a los artistas que buscaron su inspiración en el atentado, el diario neoyorquino nombra otra vez a Beigbeder y con respeto.

Al escoger un escritor como referencia, una campaña hace años habría utilizado André Malraux, Roger Nimier, Jean Paul Sartre, para citar a personas muy diferentes en el abanico de las figuras públicas. Hoy es un hombre de publicidad, de fama, de medios de comunicación, de tertulias comerciales con fama de seductor y que acusado de "onanismo mental (y físico)" en sus libros. Cómo cambian las cosas. La pregunta principal generada por la publicidad trata del cuerpo que se ve en la figura, ¿Es el suyo? ¿Y por qué no tiene pelos en el cuerpo si tiene tanta barba en el rostro? Las preguntas esenciales.

L'homme

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22 de noviembre de 2007
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El futuro del libro

Llegando de Perú, no sé si debo empezar por Lima (vitalidad, tensiones sociales, explosión económica) o por París (spleen a la Beaudelaire en una ciudad perdida en sus lluvias y la huelga del transporte público para mantener un derecho de sus empleados a jubilarse dos años y medio antes que el resto de la población).

Prosas apátridas, de Julio Ramón RibeyroEn el avión, descubrí Prosas apátridas (Seix Barral) de Julio Ramón Ribeyro, mezcla de dos cientos apuntes, aforismos y recuerdos con una fuerte base parisiense. La nota 69 describe el paso de una camioneta por las calles de la capital francesa con un anuncio publicitario "café fort décaféïné pour actifs décontractés" (café fuerte descafeinado para activos relajados). En París, en este momento, faltan ambos: tanto el café fuerte como el relajamiento.

Pero en el fondo, no importa. El mundo no cambia. Y de cambiar nos parecería igual. Ribeyro (nota 2): "Vivimos en un mundo ambiguo, las palabras no quieren decir nada, las ideas son cheques, son provisión, los valores carecen de valor, las personas son impenetrables, los hechos amasijos de contradicciones, la verdad una quimera y la realidad un fenómeno tan difuso que es difícil distinguirla del sueño, la fantasía o la alucinación."

Esta afirmación definitiva de la imposible percepción de un cambio me parecía excelente hasta estudiar más a fondo Kindle, el libro electrónico creado por Amazon. En realidad, no se trata de un libro electrónico sino de una plataforma electrónica para textos. Puede cargar libros, y en esto se parece mucho a otro intento de creación de un libro electrónico para un mercado amplio (como el de Sony). Pero Kindle permite también crear textos para ponerlos en venta a través de un vendedor como Amazon. En esto es muy novedoso: de verdad, da a cada persona la posibilidad de ser su propio editor. Lo que pasó en Internet con los vídeos, el sonido, las fotografías, ocurre ahora con el libro. Kindle es más que el i-pod de los libros como lo describe El País. Funciona en ambas direcciones, desde y hacia el lector.

KindleEn el sitio de Le Monde, un periodista que vive en California (y que escribe también en castellano), Francis Pisani, ya cuenta sus primeros momentos de vida con Kindle. Vivimos quizás un momento nuevo que nos cuenta el futuro del libro.

PS: para los que leen en inglés, un excelente testimonio del escritor americano/guatemalteco David Unger, sobre una estancia de Gabriel García Márquez en Nueva York (en la revista Guernica).

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21 de noviembre de 2007
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Sarkozy y Camus

Nicolás Sarkozy, el presidente francés, no busca ubicarse en el mundo literario. Mitterrand lo hacía mucho, al provocar filtraciones sobre sus gustos literarios (le gustaba Jacques Chardonne o Julien Gracq) y encontrar de manera muy visible (viajando en helicóptero) a Michel Tournier. Sarkozy no puede ir por este camino: tiene como imagen la de sentirse cómodo en la cultura popular (canciones, televisión y deportes). Entonces, hay que entender como algo muy especial el almuerzo que tuvo lugar el jueves en el palacio presidencial.

Se trataba, de manera informal, de celebrar el cincuenta aniversario del Premio Nobel de Literatura de Albert Camus (nacido en Algeria). Sarkozy había invitado a varios escritores franceses y de África del Norte. «Camus, ha dicho el jefe de Estado francés, no era un conformista con relación a las elites francesas.» «Cada vez que viajo a Algeria, tengo la nostalgia de no haber nacido en África del Norte», añadió el presidente francés, según su portavoz. Es una bonita declaración pero la frase clave tiene que ver con el conformismo.

Sarkozy, me dijo que una de las personas sentadas en la mesa del almuerzo, habló de las huelgas de transporte en Francia, antes de meterse (hablando sin parar) en un vaivén entre Camus y su proyecto de unión de los países del mar Mediterráneo. «No hay filtro entre su pensamiento y sus palabras, no cuida lo que dice y arriesga mucho», me afirmó la misma fuente, lo que explica la voluntad de destacar a Camus. El novelista, que se apartó en su época de los líderes de la comunidad intelectual (Sartre y la revista Les Temps modernes) y de los partidos de la izquierda, no se preocupó por su posición aislada, buscando decir su verdad.

Participaban en el almuerzo: Catherine Camus, hija del novelista, Daniel Rondeau y Olivier Todd, (autores de libros sobre Camus) Jean-Noël Pancrazi, Yasmine Ghata, Richard Millet, Jean Daniel, Amine Maalouf, Colette Fellous y Yasmina Khadra. Basta leer la lista para entender que los tiempos van cambiando. Jean Daniel es el alma del Nouvel Observateur, pero el resto del grupo no se inscribe de manera suave en la galaxia mediática de los intelectuales.

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16 de noviembre de 2007
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Antología globalizada

“En varias ocasiones, sentado frente a la pantalla del PC, acompañado con el humo y el aroma del tabaco, escuchando el CD Quadrophenia de The Who, he mantenido conversaciones por medio del messenger, con algunos escritores contemporáneos a mí, con quienes tengo una serie de gustos afines que van desde la música, el cine, los deportes, hasta los cigarros y la bebida.”

Esta es la primera frase de la introducción a una compilación de autores de ficción peruanos: Disidentes. Muestra de la nueva narrativa peruana (Revuelta editores) que acabo de comprar en Lima. Desconozco el autor de esta introducción y de la selección de los autores, Gabriel Ruiz-Ortega, pero tengo siempre una simpatía espontánea por los soñadores que intentan sintetizar lo que no se puede resumir: la natural proliferación de la literatura de ficción.

Me gusta la frase de la introducción pues dice mucho: él se comunica a través del messenger, habla de música, de deportes y de cine y no de literatura, parece que vive en un mundo de información y no en el mundo real. Es una primera frase muy bien concebida, más allá de su equilibrio y de su ritmo interno, para crear la atmósfera que corresponde a la doble definición de la generación de los disidentes (adolescencia y juventud durante la década de los 90): “falta de un compromiso político, social e ideológico…” y “respeto por el oficio narrativo”.

No voy  pronunciarme con relación a la obra de los jóvenes escritores (aunque hay muestras muy, muy atractivas), y tampoco sobre la influencia “soterrada y patente” de Óscar Malca e Yván Thays en relación con ellos, pero me gusta destacar cuáles son los criterios utilizados (para rechazarlos, siempre) por Ruiz-Ortega. Es el dato clave en una compilación: ¿cuáles son las categorías pertinentes en una definición? En este caso:

1. Escritores vitalistas y escritores metaliterarios;
2. Escritores andinos y escritores criollos;
3. Escritores de la capital y escritores de la provincia.

Si son los únicos criterios citados y no son válidos, queda pendiente una pregunta: ¿Qué son estos jóvenes escritores? Me gusta una frase que lo dice muy bien: van “mirando hacia afuera para ver lo que hay adentro”. En un mundo globalizado es una muy buena definición de lo que hacen los escritores, de su manera de ubicarse en la literatura.

Escribí esto por la noche, en Perú, después de leer de un tirón la antología de estos nuevos autores. Por la mañana, leo un artículo universal (en inglés) en un sitio americano: todos los autores van escribiendo siempre la historia de los mismos mitos, dice su autora, Marina Warner. Ella cita a Borges y no tiene dificultad en defender su visión. Mirar por afuera es mirar siempre a los mismos mitos, en una versión renovada. Hace siglos que nuestros mitos viven en un mundo globalizado.

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14 de noviembre de 2007
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Remedios, la bella pintora

La cazadora de astros (Plaza Janés), la última novela de Zoé Valdés, rescata la figura de una artista menospreciada: Remedios Varo (1908-1963), una pintora surrealista que nació en Cataluña y murió en México. La verdad: apenas conocía su nombre. Sabía que sus pinturas se parecían a las de Leonor Fini con una diferencia: son mejores.

Más allá, tuve que leer la novela para entender el papel de esta mujer en un despliegue creativo imposible de confundir con la organización revolucionaria vigilada por André Breton. Como todos los surrealistas de verdad, Remedios tiene una trayectoria que no se parece a ninguna otra. Cuando se dedica a escribir cartas comprometidas a desconocidos, entendemos los límites del “arte” de Sophie Calle hoy en día. Remedios es una artista y una pionera del “discurso erótico como cuestionamiento político”.

Aparece en las vanguardias españolas de los años 20 (con la ineludible estancia en la Residencia de Estudiantes de Madrid), vive el surrealismo y las fiebres vanguardistas de Montparnasse en París, comparte los exilios de artistas huyendo del nazismo a través del Atlántico, coincide con la gran creatividad de los años 40 y 50 en México. Una epopeya.

La lista de sus amores abarca un sinfín de personajes del arte: Gerardo Lizarraga, fue su primer marido, el escritor francés Benjamin Péret el gran compañero sentimental. Hubo de todo: ménage à trois, un amante rumano que perdió un ojo en una pelea, un “aviador que le voló como un querubín en el corazón”, hombres escandalosamente jóvenes y hombres muy maduros hasta, en el final, una boda con un austriaco propietario de la mejor tienda de discos en México.

¿Cómo se cuenta una historia como ésta sin tropezar en la monotonía de la cronología? Empujándola en otra novela, responde Zoé Valdés con una eficiente meta-ficción. La novela de Remedios la escribe una cubana, esposa y amante de diplomáticos cubanos en París. Así se consigue como tela de fondo el machismo, la voluntad de control político sobre la vida individual y, como en todas las embajadas cubanas, el combate del embajador con el jefe de la contra-inteligencia.

Entre la autora y la pintora, a 40 años de distancia, se percibe el eco de la misma lucha de una mujer para crear y ser reconocida. No voy a esconder que Zoé Valdés, más que una amiga es una hermana para mí, pero tampoco puedo negar que después de quince años de actividad como novelista muestra ahora un dominio muy sofisticado de la estructura de una novela. Por lo demás, sigue siendo lo que siempre fue: una poeta. En este caso, se nota tanto en su lenguaje como en la capacidad de conectarse con el arte y específicamente la pintura de Remedios Varo que da su título al libro: la cazadora de astros. Aquella cazadora consiguió poner la luna en una jaula y Zoé Valdés lee este cuadro con una fuerza que ilumina su libro. Como decía Pablo Picasso: “los cuadros viven sólo para quienes lo miran.”

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12 de noviembre de 2007
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Justicia vergonzosa

Mil setecientos veintinueve lectores van a cobrar por haber leído memorias que no eran ciertas. El caso, arreglado por un tribunal americano, es la negación total de la literatura.

En pocas palabras: un autor, James Frey, consigue un éxito comercial fuerte con A Little Million Pieces, las memorias de su vida como drogadicto que luego consiguió curarse. Parte de esta historia era hondamente falsificada y, según la ley, el libro, al presentarse como un testimonio fidedigno era una estafa para sus lectores. Los indemnizados representan 7% de los lectores que compraron el libro cuando todavía no se sabía que su contenido no era auténtico.

Lo que me parece insoportable en esta decisión es su fondo: un libro es un mundo en sí mismo y su contenido no depende del mundo externo. Un autor es Dios, tiene todos los derechos desde la de crear al mundo hasta matar cada una de sus creaturas. Y por supuesto tiene el derecho sagrado a utilizar la mentira. Hace dos días, citaba a Ricardo Piglia: “Narrar es como jugar al póquer, todo el secreto consiste en fingir que se miente cuando se esta diciendo la verdad.” No existe otra verdad que la del discurso del autor y no de los hechos o datos del mundo supuestamente real. Nadie opina que Günter Grass cuenta precisamente lo que le ocurrió en Pelando la cebolla. Lo que se discute es el hecho que necesita esta historia, ahora, para hablar de sí mismo y que necesitaba otra historia en otra época.

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7 de noviembre de 2007
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Fuguet en el camino

Estoy en Chile. En todas las mesas de todas las librerías de Santiago (Ulises, Feria Chilena del Libro, Antártica, etc.) el libro más visible es Road Story. Autor: Alberto Fuguet, aunque la portada dice también, con gran honestidad: “una novela gráfica de Gonzalo Martínez”.

Se lee de un tirón. Las 127 páginas me costaron 38 minutos, aunque guardaba un ojo neutral para ver como David Nalbandian machacaba a Rafael Nadal en la final del Open de Tenis de Paris-Bercy. Así se debe leer Road Story: en un hotel, en la luz de un televisor que no importa, con la sensación de encontrarse fuera de su mundo. Road Story cuenta cómo se vive en un lugar del sur de los EE. UU. elegido por no tener historia ni vínculos con el pasado del héroe.

Fuguet hizo a su manera, que me parece digna, la promoción de este libro en su blog y Alfaguara llegó a producir un vídeo con el mismo propósito. Pero no creo que remataron el tema. Unos apuntes:

1. Fuguet es un artista en la frontera de los géneros. Al leer Cortos, un libro construido con una serie de fragmentos de ficción, me pregunté por qué se hace literatura con lo que está designado para el cine. La portada blanca, parecida a la pantalla del cine, ayudaba a entender la equivocación entre escrito y audiovisual. Ahora, al leer una nueva versión, gráfica, de un cuento que descubrí en Cortos vuelve la pregunta: ¿Por qué hacer una novela gráfica cuando se tiene el pictures book de una película de Wim Wenders (como Alice in den Städten –Alicia en las ciudades) o de Bagdad Café?

2. En este caso, la novela gráfica empieza con un texto continuo, una introducción de Fuguet que hace todo por decir que no es una novela gráfica sino una adaptación dentro de algo que sería literatura escrita o cine. El autor aparece despistado entre los géneros, lo que me parece bien: la historia es la de un hombre que ha perdido el camino hacia sí mismo.

3. Fuguet explica en su introducción que Road Story “fue locacionado, con fotos propias y fotos googleadas”. Más allá de las dos palabras que ignoran muchos diccionarios es una manera de decir: se hizo un trabajo de construcción de la realidad, como en el cine. El Congress Hotel de Tucson, Arizona, sale como ganador (a pesar del error: a veces es Congress Hotel, a veces es Hotel Congress) en este trabajo que supone la producción de bocetos (como la imagen que viene con este post grabada en el blog de Fuguet).

4. Existe el pueblo llamado “Truth or consequence” (Verdad o consecuencia, lo que hace decir: la mentira se paga caro) que aparece en el libro. Es una locura llamarse así pero fue la decisión libre de una población blanca y no latina de Nuevo México.

5. No sé quién es el mejor Fuguet: el novelista, el guionista, el cuentista pero me gusta cómo los tres corren riesgos.

6. El héroe plantea muchas preguntas y nunca tiene la respuesta. Se siente que viene de Chile (poco humor, talento para ser “fome”). Me molesta no conocer la respuesta a una de sus preguntas: ¿Por qué en Chile cuando a alguien le va mal, se dice que le fue como el ajo?

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6 de noviembre de 2007
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Saint Nazaire

Prisión perpetua (Anagrama), el último libro del escritor argentino Ricardo Piglia es doble. Comprende dos historias, una epónima del libro y otra titulada Un encuentro en Saint Nazaire. Son historias gemelas que se cruzan de una manera extraña y eficiente. Piglia es un gran novelista y un teórico de la literatura. Lo interesante es cómo práctica ambas disciplinas a la vez. Vivir, escribir, escribir para vivir y vivir para escribir son los puntos de definición de sus creaciones obsesionadas por el arte de narrar.

“Narrar, hace decir Piglia a un personaje suyo, es como jugar al póquer, todo el secreto consiste en fingir que se miente cuando se esta diciendo la verdad.” La verdad en la segunda historia no permite ningún desmentido: Piglia pasó unos meses en Saint Nazaire, un puerto al oeste de Francia, donde el río Loire desemboca en el océano Atlántico. Su apellido aparece en la larga lista de los artistas latinos que pasaron tres meses en la Maison des auteurs etrangers et traducteurs (MEET) (Casa de los autores extranjeros y traductores).

La MEET es una institución aparte. Se trata en realidad de un apartamento ubicado en la décima planta de un edificio llamado el “building” frente al puerto. Saint Nazaire es una ciudad que no puede ser hermosa o fea, pues es meramente agua y cielo. Cada tres meses, un artista entra en esta mezcla de agua y cielo al recibir una invitación para vivir gratuitamente en el MEET. En este momento, una poeta romana Letitia Llea vive donde vivió Piglia en otra época.

El MEET hace coloquios, publica una revista anual, entrega premios pero su vida básica, según la invención de su creador, el alcalde Joël Batteux, es la lenta permuta de los artistas en la décima planta del “building”. Este movimiento lleva ya 20 años: 145 artistas de 55 países pasaron por el MEET.

El 15 de noviembre empieza un coloquio sobre el aniversario. Ya sabemos lo que será la conclusión: son 20 años de apoyo a la literatura que salieron bien menos en el caso, literario, de Piglia. Su idea: Stephan Stevenson (apellido de ficción), que ocupaba el piso de la décima planta antes de su llegada se va pero no se va. Se va, pero hace lo necesario para determinar todo lo que va a ocurrir después con el visitante argentino a menos que éste sea paranoico.

Escribir es crear una realidad y, a veces, hay creaciones perfectas. Prisión perpetua es Piglia en su mejor momento: a la vez novelista y teórico sobre la literatura, entregando una orgía de definición. Una explica el título: “La novela moderna es una novela carcelaria. Narra el fin de la experiencia. Y cuando no hay experiencias, el cuento avanza hacia la perfección paranoica.”

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5 de noviembre de 2007
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Terrorismo

La recopilación de portadas de periódicos españoles sobre el veredicto de los atentados del 11-M en Madrid que viene con mi post fue hecha por el sitio el Periodista Digital. Creo que no necesita una palabra más: el conjunto pinta la dificultad de la opinión periodística frente a lo que es ya un “caso cerrado” como lo escribe La Vanguardia.

Claro que a la locura de ciertos periódicos (El Mundo hablaba de una investigación ahora “más abierta que nunca”) corresponde al comportamiento del Partido Popular. El sitio de El País pone en línea un documento PDF (cuidado tiene 237 páginas y roza los 5 MB) con las preguntas parlamentarias del partido de oposición sobre el vínculo entre los atentados y la banda terrorista ETA. Algo imposible de borrar y que pone en duda la credibilidad del partido de oposición si uno toma en cuenta lo que es el terrorismo: una acción con afán de múltiples ecos.

Acabo de leer El terrorismo y sus etiquetas (Espasa) de Arcadi Espada, un columnista supongo incómodo en el diario El Mundo por su rigor frente al terrorismo. “Una regla principal es la de no responder a los discursos terroristas, escribe Espada. Responder es ya una forma de obedecer y, sobre todo, de aportar sentido al anacoluto terrorista.” Si no se debe responder, claro (pues uno está fuera del mundo de la razón con la destrucción de vidas inocentes), tampoco se puede aprovechar del terrorismo para sembrar sospechas de complicidad o encubrimiento.

La tesis de Arcadi Espada, que comparto, es que la distancia del comentarista del terror, la naturaleza del terrorismo y sus causas no son conceptos que hay que analizar en el momento de hablar de terrorismo. El contrario del terrorismo es la convivencia democrática. Son dos polos distintos. Pero no son dos caras de una misma moneda de la democracia (el con violencia y el sin violencia). Espada: “El terrorismo tiene una complejidad irrisoria. Lo complejo es la democracia. Pasa como con el cáncer con la vida”. 

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2 de noviembre de 2007
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El Boomeran(g)
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