Jean-François Fogel
No importa el mal estado de su literatura, Francia cree todavía en el escritor como paradigma de un hombre ubicado en su época. Por lo menos es la visión del almacén Les Galeries Lafayettes (equivalente en Francia a El Corte Inglés) en el momento de definir una campaña publicitaria l’homme (el hombre) a favor de su departamento para hombres. No se trataba de algo menor: durante años, una campaña similar la femme (la mujer) tuvo como figura única la modelo y actriz Laetitia Casta. Era hermosa y dinámica ¿Quién puede, frente a ella, ser "EL" hombre? Respuesta: no es un futbolista o un artista pero un escritor, y de manera precisa: Frederic Beigbeder.
Su torso desnudo, su barba y su pelo largo adornan las paredes del metro parisiense, lo que participa de una obvia y doble ironía. Porque Beigbeder tiene entre las manos La société de consommation (la sociedad de consumo) de Jean Baudrillard que analiza el afán de consumir en búsqueda de una imposible auto-definición. Pero, aun más, porque Beigbeder es el autor de una novela (que se transforma en una película) cuyo propósito es denunciar a la publicidad: 13,99 euros (Anagrama). Ahora, transforma su propio cuerpo en soporte de la publicidad. Claro que se trata de una auto-promoción para un hombre calificado por el New York Times "dandy moral", "nihilista", "malherido de la publicidad", "renegado" o "intelectual de fama".
Beigbeder es una figura entre la "beautiful people" francesa pero actuó también y con gran talento como editor, crítico y por supuesto, novelista. En mi opinión, su figura pública es insoportable pero su talento como escritor, y aun más como crítico, es obvio, de primer orden. Después de descalificarle, el New York Times reconocía que su novela sobre el atentado del 11 de septiembre, Windows on the world, provocaba una "extraña emoción". En el momento de compilar a los artistas que buscaron su inspiración en el atentado, el diario neoyorquino nombra otra vez a Beigbeder y con respeto.
Al escoger un escritor como referencia, una campaña hace años habría utilizado André Malraux, Roger Nimier, Jean Paul Sartre, para citar a personas muy diferentes en el abanico de las figuras públicas. Hoy es un hombre de publicidad, de fama, de medios de comunicación, de tertulias comerciales con fama de seductor y que acusado de "onanismo mental (y físico)" en sus libros. Cómo cambian las cosas. La pregunta principal generada por la publicidad trata del cuerpo que se ve en la figura, ¿Es el suyo? ¿Y por qué no tiene pelos en el cuerpo si tiene tanta barba en el rostro? Las preguntas esenciales.