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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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Escritores enredados

enredos Los escritores se enredan, dice Daniel Arjona, quien escribe para El Cultural de ?El Mundo? un artículo sobre cómo las redes sociales han terminado por involucrar a la actividad literaria. Le agradezco mucho que le dedique un párrafo al Moleskine Literario:

? La actividad de algunos importantes narradores en las redes resulta errática. Lorenzo Silva no actualiza su Twitter desde hace más de veinte días y su actividad anterior no superaba el comentario por mes, para decepción de su centenar de seguidores. Otros, como Jorge Volpi se han visto tal vez superados por las multitudes virtuales como muestra el hecho de que su perfil en FB avise al lector que busca su amistad que el mexicano ?tiene demasiadas solicitudes pendientes?. Por contra, los hay que no paran. El peruano Ivan Thays, activísimo, no deja un hueco de las redes sin tocar y, sin embargo, su bulímica deglución de información literaria -su blog es lo primero que consultan a diario editores como Jorge Herralde- sufrió una radical mutación el pasado julio. ¿El motivo? El Mundial de Fútbol de Sudáfrica que trocó, durante todo un mes, los comentarios librescos por los de las jugadas. Minuto a minuto, sin exagerar. 

La  nota comenta los distintos casos, en España y en el mundo anglosajón, de cómo las redes sociales acogen páginas de fans o de los autores mismos. Y también recoge algunas declaraciones de autores españoles que participan de estas redes sociales. Por ejemplo:

¿Cómo afecta la hipervisibilidad y la cháchara a los escritores españoles interrogados? Eloy Tizón (Madrid, 1964), cuyo perfil en Facebook es un hospitalario punto de encuentro para sus más de 600 amigos, apunta que ?el excesivo contacto afecta tanto al escritor como no tener ninguno. Entre el zoco y la torre de marfil debe haber algún término medio. Facebook es una especie de gigantesca sopa de letras en permanente estado de ebullición; un pulpo; un panóptico; un escaparate que tiene mucho de espejismo?. Asegura Fernando Marías (Bilbao, 1958) que Facebook le ha ayudado a vender ?muchos? ejemplares de Todo el amor y casi toda la muerte, (Premio Primavera 2009). ?Me fascina las fórmulas de comunicación que han generado las redes sociales. Para hablar de tus libros con los lectores son valiosísimas. Y también me inspiran, mi muro es bastate literario?. ?En este país se sigue escribiendo como si no existiera la televisión? (Ray Loriga. El hombre que inventó Manhattan). Idéntica afirmación, sólo que sustituyendo la ?televisión? por ?Internet?, ha sido enmendada en los últimos años por una nueva generación de escritores decididos a correr en el campo de juego fragmentario de la cultura de masas. No es extraño así que sean algunos de los nocilleros los más activos peripatéticos de las redes. Agustín Fernández Mallo y Manuel Vilas, sin ir más lejos, aliñaron recientemente a cuatro manos una suerte de Manifiesto Facebook lúdico literario en el que secuenciaban las diferentes poses emocionales-estéticas-intelectuales que allí se prodigan. Vilas (Barbastro, 1962) defiende que ?Facebook le ha venido bien a la literatura: ensancha y democratiza la difusión de los discursos literarios. Es un delirio, una casa del terror posmoderno. Hay vanidad, hay estrés, hay soledad, hay adicción, hay fotos, hay exhibicionismo??. Otro de los renovadores de la Literatura actual, Kirmen Uribe, Premio Nacional de Literatura por Bilbao-New York-Bilbao (2009) asegura que ?la relación autor-lector está cambiando muchísimo. Ahora hay mucho más contacto. La red ha sido un motivo de inspiración muy importante en mi novela Bilbao-New York-Bilbao. ?. Montero Glez (Madrid, 1965), por su parte, se sirve de Facebook ?para hacer propaganda de mi material. Yo me lo tomo como un juego. Al igual que cuando me iba a los billares a jugar con las máquinas de marcianitos. Es algo infatiloide, pero se trata de conectar con tus semejantes y a partir de ahí, materializar lo virtual?. Tal vez quienes más gusten de las redes sociales con ímpetus creativos sean los poetas y, de manera especial, las jóvenes versificadoras. Y es que la Generación bloguer anda por todas partes, en las redes y en los bitácoras, cincelando versos en vivo con teclado y ratón. ¿Sus nombres? Ana Pérez Cañamares, Ana Gorría, Luna Miguel, Déborah Vukusic, Inma Luna, Rebeca Yanke? La foto del perfil de Facebook de la poeta tinerfeña Pérez Cañamares (1968) es la de su último poemario: Alfabeto de cicatrices (Baile del Sol, 2010). Trasiega desde hace un año por allí y sabe bien de sus ventajas: ?Me entero de la vida literaria de otros colegas y doy a conocer la mía; lo utilizo como trampolín para acceder a blogs y otros textos ; tengo reacciones de primera mano a mis libros. Permite una creatividad mayor de lo que pensaba en un primer momento.

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26 de septiembre de 2010
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"Intento nuevas maneras de contar un cuento"

carátula del libro. Fuente: la ciudad letrada El diario La Tercera acoge una entrevista al escritor mexicano Daniel Sada a propósito de su reciente libro de cuentos, editado en Anagrama, Ese modo que colma.  Dice la nota:

Con un estilo abigarrado que incluye grandes espacios dedicados al verso octosílabo, heptasílabo y eneasílabo, mediante el cual narra historias de pueblo como la de Rosita Alvez, una chica que vive con su madre viuda y que termina pagando un precio muy caro por fugarse de casa para ir a un baile, el autor norteño ha sido calificado de varias maneras. Ha sido llamado costumbrista, recreador del realismo mágico, barroco en el desierto norteño, definición esta última atribuida al desaparecido escritor chileno Roberto Bolaño, que era su gran admirador. Todas estas definiciones son negadas con fuerza por Sada. ?El barroco en realidad es culterano, por definición y yo con lo que trabajo es con la oralidad, no hay culteranismo en mi literatura, pero la oralidad sí me impulsa a buscar y encontrar arcaísmos?, dice. ?En una presentación que hizo el escritor Heriberto Yépez el año pasado decía precisamente que no soy todo eso que dicen. Que no soy barroco, ni norteño, ni costumbrista y que en realidad nadie ha acertado a definirme, soy un escritor atípico que no se identifica con todos esos adjetivos que me endilgan?, asegura. Lo que sí admite Sada es cierta deuda con el irlandés James Joyce, sobre todo por los monólogos a que son tan afectos muchos de sus personajes, fruto ?de un narrador que me invento y que es un poco bobalicón, reflexivo, que increpa a los personajes, se hace muchas preguntas, se responde él mismo?. ?Siempre me interesa un narrador que esté muy cercano a los personajes, casi hombro con hombro?, explica. Para el autor, que comienza su volumen de cuentos con cinco páginas narradas en verso, ?el cuento como género ha caído en fórmulas estratificadas, la típica fórmula de Maupassant con el final sorpresivo. En cambio la novela ha sido siempre un campo de experimentación?. ?He tratado con mi libro de escapar de todos esos exégetas del cuento que defienden las fórmulas anquilosadas, intentando humildemente hallar nuevas maneras de contar un cuento?.

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24 de septiembre de 2010
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El insomnio de Lobo Antunes

Antonio Lobo Antunes El archipiélago del insomnio, el nuevo libro de Antonio Lobo Antunes, aparecerá en unas semanas por Mondadori. Un libro terminado bajo condiciones muy especiales, porque el autor portugués tenía cáncer y sentía que el tiempo para terminar el libro se le extinguía, sin saber si podría o no terminarlo. Lobo Antunes está en Segovia, dispuesto a participar del Hay Festival, y ahí Javier Rodríguez, para El País, consigue hacerle una entrevista:

Hace cuatro años, mientras andaba embarcado en una nueva novela, la vigésima, António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) se sintió mal. Estaba en Guadalajara, México, y pensó que sufría un mero desarreglo estomacal, la venganza de Moctezuma. Pero era cáncer. ?Mi gran problema era que tenía que terminar el libro?, cuenta el escritor, en Madrid camino de Segovia, donde el sábado participa en el Festival Hay. ?El tratamiento es muy violento y lo que sientes es un vacío inmenso. No miedo, vacío, porque crees que no tienes futuro. Cuando suena el despertador y pides cinco minutos más, ese tiempo es eterno. No se puede vivir sin eternidad, y mi problema era el libro, acabarlo?.

Se curó, lo acabó y lo publicó en Portugal en 2008. Se titula El archipiélago del insomnio y en unos días aparecerá en Mondadori la traducción española, obra de Mario Merlino, fallecido en agosto del año pasado. ?Sentí mucho su muerte. Fueron años juntos?, dice Lobo. ?Traducir bien es muy difícil, y más cuando las lenguas son tan cercanas?. Sostiene Lobo Antunes que no sabría decir si la enfermedad ha influido en su escritura. ?En el hospital sentía remordimientos porque supe que yo viviría y la gente que me acompañaba en la sala de espera, tal vez no. Tenía además la impresión de estar rodeado de aristócratas. Había revistas que nadie leía y una tele encendida que nadie miraba. Cada uno estaba en su burbuja, pero con una dignidad y un coraje increíbles. Era un hospital público lleno de gente pobre. Muchos venían del campo. Se habían puesto su mejor ropa para ir a Lisboa. Parecían príncipes?. Cuando él volvió a casa pasó tres meses sin poder escribir. Ni leer: ?Los libros me importaban un pito. Me quedaba en una silla mirando a la pared. Nunca me había pasado porque yo escribo 12 horas al día?, afirma antes de añadir con una sonrisa: ?Tener un libro en marcha es bueno para la fidelidad conyugal?. El archipiélago del insomnio está lleno de voces en duermevela que se cruzan para contar sin concesiones la historia de una familia del agro portugués gobernada por un abuelo autoritario. Gente más cómoda ante un gesto violento que ante uno cariñoso. Cosas de la costumbre. Las voces de los muertos, además, atraviesan la novela. El escritor escucha esa frase en el arranque de una pregunta y lanza él la suya: ?¿Es una novela? Yo me lo pregunto. Uno aspira a hacer una obra de arte total que lo combine todo, la música, la pintura? Quizás un libro no sea más que un delirio estructurado?. ¿Y cómo se construye esa estructura? ?Trabajando todo lo posible. Siempre pienso que el libro hubiera sido mejor si hubiera trabajado más. Cada libro que escribes es como una corrección del precedente. A veces lo que llaman calidad no es más que un defecto disfrazado?, explica el autor, para el que el cansancio es el estado ideal para que fluyan las palabras: ?Las tres primeras horas son tiempo perdido. Cuando estás cansado tus mecanismos lógicos y tu policía política interior se relajan. Pero para empezar una obra debes estar seguro de no ser capaz de escribirla, para que sea un reto?.

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24 de septiembre de 2010
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Muñoz Molina en el Hay Festival

Antonio Muñoz Molina Empezó el Hay Festival Segovia 2010 y Antonio Muñoz Molina conversó sobre la Guerra Civil Española y la reducción que han hecho sobre ella los libros de historia (y las novelas, añadiría). Muñoz Molina, quien ha escrito la novela-río La noche de los tiempos (Seix Barral) que retoma el tópico, dijo:

El pasado, la memoria, el problema de aquello que desaparece con el tiempo, la Guerra Civil y la historia reciente de España analizadas por el escritor Antonio Muñoz Molina en conversación con el historiador Justo Serna han sido el eje del plato fuerte de la primera jornada del Hay Festival que se celebra en Segovia. ?Creemos que conocemos el pasado y eso es falso, porque la mayor parte de las percepciones y los hechos se pierden? ha asegurado Muñoz Molina al diseccionar su novela La noche de los tiempos y las razones que le llevaron a escribirla y a hurgar en la herida, aún abierta, de la Guerra Civil. Desmitificador y directo, Muñoz Molina ha alertado del peligro de contar la historia a través de ?categorías abstractas que son muy tranquilizadoras porque nos permiten sentirnos épicos retrospectivamente?. ?Lo que se está difundiendo como la historia de España es la historia de la señorita Pepis?, ha añadido para explicar lo que considera una simplificación sobre un país, la España de las primeras décadas del siglo XX, que ?no era un pozo negro en el que se enciende una luz en 1931?. El autor del Jinete Polaco incide a lo largo de los cerca de 55 minutos de reflexión en esa idea alejada de claroscuros y visiones simplificadoras y, a la postre, más cómodas. La modernidad, ha insistido, no era sólo Dalí y Lorca pasándoselo bien en la Residencia de Estudiantes, sino también el ingeniero que estaba haciendo el viaducto de Madrid y las reformas en un país que ?estaba explotando? y que estaba llevando a la gente a un ?cambio de vida de manera radical?.

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23 de septiembre de 2010
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Antonio Montes, premio Café Gijón

Antonio Montes, rodeado de Rosa Regás y la alcaldesa de Gijón. Un jurado compuesto por Rosa Regás y formado por José María Guelbenzu, Marcos Giralt Torrente, Mercedes Monmany y Antonio Colinas ha decidido que la novela El grito del narrador español Antonio Montes ganó el célebre premio Café Gijón 2010. La novela será publicada por Siruela. Dice la nota de prensa:

Antonio Montes, presente en el acto, ha explicado que la novela transcurre en un velatorio de un pueblo pequeño, en un ambiente claustrofóbico, donde un grupo de personas se reúne en torno a una anciana que ha fallecido. «Durante unas pocas horas la casa -donde se vela a los muertos en las aldeas- está abierta a todo el mundo que quiere pasar», indica.El ganador del certamen ha señalado que el título hace alusión a las dos primeras palabras de la novela y a las dos últimas. Al comienzo, se grita por la muerte de la anciana, que estaba agonizando, y al final también se produce otro grito, «aunque no lo puedo decir». En este sentido, añade que «la intención ha sido crear un círculo cerrado». El libro recoge la sensación puntual de un pueblo muy pequeño donde todo el mundo se conoce. Para escribir esta novela, el autor se ha basado en la experiencia de su propio pueblo, Montejaque (Málaga), donde las personas que te rodean «no llegan a controlarte», pero te influyen en todo lo que haces, algo que se puede convertir en un «corsé».

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22 de septiembre de 2010
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"En las historias familiares también está la historia política de un país"

Ricardo Piglia Ricardo Piglia no deja de aparecer en los medios luego de Blanco nocturno. Una novela que deja mucha tela por cortar, por lo visto. En Página12, Silvina Friera lo entrevista y comenta el relato político, esquivo pero presente, de la novela.  Aquí algunas preguntas al respecto:

?¿Por qué transcurre en 1972, cuando no se sabía aún si Perón regresaría? ?No quería situar la novela en el presente; durante un tiempo transcurrió diez años después, en la época de Malvinas, pero pensé que era un poco demagógico. No me gustan las novelas que recurren a acontecimientos muy notorios como para darles un valor suplementario. El ?72 es un año en el que todos están esperando que las cosas cambien; me pareció que era posible que la política no actuara de una manera tan directa, como pasa a menudo. ?Es muy interesante el comisario Croce, un peronista que no la pasó nada bien después del ?55, como su padre. ¿Hasta qué punto inciden los avatares del peronismo en la ?locura? de Croce? ?Creo que están muy ligados. Como sabemos, nunca hay un motivo directo, pero ciertos acontecimientos agudizan las crisis. Me interesa mucho el período de la proscripción del peronismo porque lo sufrió mi padre. Era una situación muy irritante que no se podía resolver. Croce funcionaba en este contexto muy bien. En el policial nunca hay referencias directas a la situación política, pero sí a las relaciones de poder. En el caso de Blanco nocturno, que no es una novela policial, Croce encarna y sostiene el género. Siempre he incluido rastros del género policial en todos los libros que escribí, incluido Respiración artificial.

¿De qué modo cree que esta historia íntima-familiar de los Belladona se superpone con la historia del país? ?No quise darle el sentido de una alegoría nacional; sencillamente intenté que funcionara con una historia que comenzaba con el abuelo, que es una historia real en el sentido de que es la historia de mi abuelo, el padre de mi padre que fue jefe de estación de ferrocarril. En las historias familiares también está la historia política de un país; eso es más visible en las zonas más tradicionales de la sociedad argentina, donde la herencia tiene que ver con la tierra. No quise que fuera una novela familiar; pero la estructura familiar es muy importante para la trama. Y eso es algo que hemos aprendido de Faulkner, ¡vamos a decir la verdad! Faulkner ha hecho de eso un gran uso para construir momentos densos de la historia. Pero además, yo tengo una familia por el lado de mi madre y de mi padre que te puedo asegurar que no podría contar todas esas historias, aunque viviera cinco vidas correlativas. La familia es una corporación narrativa; es uno de los grandes ámbitos de la narración, por lo menos ese tipo de familias donde, cuando yo era chico, convivían generaciones distintas en una misma cuadra del barrio.

Por otra parte, también da unas declaraciones sobre la nueva narrativa argentina. Sin novedad en el frente, parece decir, destacando las figuras de Walsh, Puig y Saer como las últimas transformaciones importantes de la literatura argentina. Y suena muy convincente:

En estos trece años que le llevó Blanco nocturno, ¿sintió que estaba produciendo una novela para la cual la realidad no estaba preparada? ?Si pienso cómo estaban las cosas hace diez años, no me parece que la literatura argentina haya cambiado mucho, mientras que si uno lee los medios, parece que cambia todo el tiempo. Han cambiado ciertos elementos de circulación, pero desde el punto de vista de las cuestiones que están en juego y de los estilos no existen signos de grandes transformaciones. Veo más bien la continuidad de ciertas poéticas que ya existen, que se van profundizando y se van adaptando temáticamente o por su modo de circular con nuevas coyunturas. En las novelas de hace diez años los personajes se mandaban cartas o se llamaban por teléfono y ahora se mandan correos electrónicos. No es un signo que tenga que ver con cómo cambia la literatura. ?¿Cuál fue el último cambio significativo que vivió la literatura argentina? ?La aparición de una serie de poéticas relacionadas con la cultura de masas, las poéticas de Saer, Puig y Walsh, a fines de los años ?60. Saer mantuvo una oposición irreductible respecto de la cultura de masas y construyó su obra como una oposición tajante. La literatura es aquello que usa una lengua que excede a los circuitos estandarizados de la cultura de masas. Puig incorporó toda la cultura de masas mientras mantuvo su carácter experimental como novelista. El fue uno de los escritores más visibles que comenzó a establecer una relación de intercambio y usos de los mundos sentimentales, los estereotipos y formas de la cultura de masas. Walsh intervino directamente en la cultura de masas; me parece el más moderno de todos porque se alejó del objeto libro. Sus grandes textos fueron publicados parcialmente en periódicos, sus intervenciones fueron cada vez más productivas, no sólo Operación masacre, que modificó la relación con el periodismo, sino el periódico de la CGT de los Argentinos, un gran acontecimiento para la historia del periodismo. Walsh produjo medios; por lo tanto, en esa relación escritura-cultura de masas es el más avanzado porque fue el primero en intervenir en esta discusión. Estas tres poéticas son los últimos grandes cambios de la literatura argentina. Hoy tenemos muchos Saer, muchos Puigs pocos Walsh? pero seguimos navegando en ese horizonte.

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21 de septiembre de 2010
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Nueva traducción de Pasternak

Boris Pasternak Galaxia Gutemberg ha decidido publicar una nueva traducción, directamente del ruso y por Marta Rebón, de la novela de Boris Pasternak El doctor Zhivago. Las traducciones anteriores habían sido tomadas de la edición italiana de Feltrinelli en 1957.

La primera traducción de Doctor Zhivago al castellano es de 1958, en Noguer, obra de Fernando Gutiérrez a partir del texto italiano de Feltrinelli. El mismo nombre aparece en multitud de ediciones posteriores, desde Orbis a Anagrama. ?La versión -dice Marta Rebón? era siempre la misma, aunque algunas como Cátedra hicieron correcciones?. ?Me parecía increíble ?dice Joan Tarrida, responsable de Galaxia Gutenberg? que no hubiera una versión directa del ruso. Esta traducción forma parte del proceso que empezamos con El buen soldado ?vejk, que tradujimos del checo, y Vida y destino?. La historia de los manuscritos de la obra maestra de Pasternak da material para una novela. Desde los años cuarenta corrían por Rusia y por los círculos de exiliados capítulos y poemas de un libro que Pasternak iba constantemente revisando a partir de las copias pasadas a máquina por Marina Baranovich. En diciembre de 1955, Pasternak dio por concluida su obra y encargó a otra mecanógrafa varias copias para los diarios Znmya y Novy Mir y para sus amigos, incluyendo aún en ellas diversas correcciones. Este galimatías es el que años después convertiría en un rompecabezas la fijación del texto definitivo en ruso. En 1956 la novela se había convertido ya en una leyenda para los editores europeos. Feltrinelli logró por medio de Silvano d?Angelo, un joven periodista italiano que trabajaba como corresponsal en Moscú, una copia no corregida por el autor. No era la única. Había más en Checoslovaquia y en Polonia. Isaiah Berlin manejaba otra, los amigos de la familia en Oxford habían dado el texto a traducir al inglés, mientras el propio Pasternak había facilitado una más a Jacqueline de Proyart para la versión francesa. En 1956 había estallado la revolución de Hungría y el revuelo en la URSS en torno a un libro crítico con los sóviets iba adquiriendo dimensiones sumamente peligrosas para Pasternak.Novy Mir había rechazado publicar la novela por antisoviética y los gerifaltes comunistas intentaban con falsas promesas que aplazara la edición de la obra. Los amigos del escritor temían por su vida y buscaban también una dilación. Pero era ya imparable. Publicaciones de emigrados rusos y semanarios polacos estaban publicando fragmentos, mientras Feltrinelli se ponía cada vez más nervioso. Quería abanderar el libro antes de que se le adelantaran otros editores. Doctor Zhivago salió en librerías el 22 de noviembre de 1957 entre el estruendo publicitario y de la polémica. El éxito ?excepto el varapalo de Nabokov? fue clamoroso y Pasternak fue propuesto para el Nobel. ?La novela ?dice Marta Rebón? es muy complicada de traducir. Pasternak era un poeta que se pasó la vida soñando con escribir una gran novela antes de irse a la tumba. Invirtió más de diez años en escribirla y hay pasajes escritos veinte años atrás. Es una novela de amor, claro, pero ni mucho menos se queda ahí. Volcó muchos intereses. Él era muy religioso y le impactó que su padre se pasara del judaísmo al cristianismo ortodoxo. Hay una atmósfera densa, mucho simbolismo y metafísica, con el telón de fondo de la historia trágica de Rusia, narrado con un estilo intimista, lírico y una estructura compleja de 16 capítulos. El último son poemas que me he atrevido a traducir yo misma para mantener la unidad del libro, ya que cada poema está relacionado con un pasaje de la novela?.

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19 de septiembre de 2010
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Tilman Rammstedt reseñado

Tilman Rammstedt El alemán Tilman Rammstedt, de 35 años y premio Ingeborg-Bachmann, se estrena en castellano con la novela Nos quedamos cerca, editada en Argentina por Eterna Cadencia. La reseña en ADN Cultura habla de ?una especie de viaje iniciático, pero no ya como pasaje de la infancia a la adultez, según el modelo tradicional, sino de la adolescencia tardía, demorada y a veces fatalmente eterna a una adultez incógnita y sin referentes?. Dice la reseña:

En la novela del alemán Tilman Rammstedt, Nos quedamos cerca , el timón de la narración lo lleva Félix, un médico que roza la treintena y que cuenta en primera persona la historia de su amistad amorosa con Katharina y Konrad. El relato arranca en un punto climático cercano al desenlace: tres años después de haberse desbaratado el triángulo que los unía, Félix y Konrad reciben la invitación de Katharina a su inminente boda con un tal Tobías Ottensen. Los despechados vuelven a ponerse en contacto y deciden viajar de Berlín a Hamburgo para secuestrar a su antigua amiga y llevársela lejos, en auto, hasta un lluvioso balneario de la costa normanda. Se trata de una jugada inconsistente y desesperada, y la imprecisión del móvil va quedando en evidencia a medida que pasan los días y se acerca la fecha del casamiento, entre reproches silentes, acercamientos extemporáneos y paseos por la playa. Katharina no desespera, pero al mismo tiempo querría saber cuál es el plan de sus captores, sus condiciones, o al menos el precio simbólico que debería pagar por su propio rescate. Detenido en punto muerto en ese presente cuasi delictivo que quema como una papa caliente, Félix llena las lagunas del pasado y nos cuenta el origen y apogeo del triángulo romántico, cuando Konrad y él compartían a Katharina, aparentemente, en una perfecta y dichosa entente cordiale . Sin embargo, como también la verdad está cautiva de la primera persona de la narración, poco a poco nos enteramos de que el acuerdo no era tan cordial y de que Katharina funcionaba como hábil mediadora entre los varones, dosificando la información que recibían y manejando los hilos de la trama. Los detalles escabrosos nunca llegan y el morbo del lector se ve, quizá felizmente, frustrado. De vuelta al presente, la vaguedad de propósito de los secuestradores conduce a un final igualmente vago, regreso a Alemania mediante, pero la excusa argumental sirve de sostén para el desarrollo de tres personajes marcadamente generacionales, una especie de análisis etario, aunque circunscripto a las manadas despreocupadas de jóvenes adultos europeos que pueden desaparecer de sus lugares de trabajo durante diez días sin que pase nada, al menos según esta novela.

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19 de septiembre de 2010
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Elogio a "La casa verde"

primera edición de la novela Hace unos días, comenté la presentación del libro de Víctor García de la Concha Cinco novelas en clave simbólica, que contó con las palabras de dos de sus autores comentados: Antonio Muñoz Molina y Mario Vargas Llosa.  La novela de Vargas Llosa La casa verde es una de las analizadas. Y Muñoz Molina, en ?Babelia? aprovecha la oportunidad para decir cuánto le debe a esa novela. Un elogio absolutamente justificado, creo yo, para una novela indispensable de la literatura en castellano. Dice Muñoz Molina:

Y al verme sentado allí, la cercanía física me devolvió una conciencia más clara de mi deuda personal con Vargas Llosa y precisamente con la misma novela elegida por García de la Concha, La casa verde. Más que con Cien años de soledad,aunque me gustó tanto cuando la descubrí, y desde luego mucho más que con Volverás a Región, que sinceramente siempre se me quedó muy lejana, tal vez porque ya era lector devoto de William Faulkner cuando encontré a Juan Benet, y porque su huella en español me llegaba mucho más a través de Juan Carlos Onetti. En cuanto a la otra novela, Madera de boj, de Camilo José Cela, la verdad es que no la he leído. (?)  Da un poco de vértigo pensar en el juego de las influencias y las resonancias mediante el cual se va tejiendo un destino, las conexiones invisibles de las que está hecha la vida. En el Círculo de Bellas Artes me acordé del impacto de la primera lectura de Cien años de soledad, pero también comprendí que en mi formación había sido mucho menos decisiva que La casa verde, y que mi idea de lo que es un novelista la había aprendido mucho más de Mario Vargas Llosa que de García Márquez.  (?) En Vargas Llosa lo que uno descubría era el tesón diario del trabajo de novelista. Una novela no procedía de una iluminación arrebatada, sino que era el resultado de una construcción cuidadosa y metódica, en la que el escritor actuaba al mismo tiempo como arquitecto y como albañil y cantero, con una perseverancia que tenía algo de dedicación artesanal y de arduo ejercicio de ascetismo. Por la misma época en la que yo leía y releía La casa verde y Conversación en La Catedral examinándolas por dentro para saber cómo estaban hechas -por algún motivo, uno no se hacía esas preguntas con Cien años de soledad- cayó en mis manos un ejemplar de Cuadernos para el Diálogo en el que venía un largo ensayo de Vargas Llosa dedicado a Flaubert y al proceso de escritura de Madame Bovary. Su efecto fue tan poderoso como el de los cuentos de Borges o los de Onetti, o como el de la primera lectura de Absalom, Absalom o Santuario. Recorté aquellas páginas de la revista y las leí no sé cuántas veces, subrayando casi cada frase con aprobación fervorosa. Lo que hacía Vargas Llosa en aquel ensayo que luego se convirtió en uno de sus mejores libros, La orgía perpetua, era estudiar Madame Bovary desde el interior de la conciencia del novelista que la iba escribiendo, sobre todo a través de las cartas de Flaubert a Louise Colet, y trenzar el relato y el análisis con una confesión personal: la del joven escritor, él mismo, que alimenta su vocación de novelista leyendo una novela suprema e identificándose con el tormento, la exasperación, la contumacia solitaria de su héroe. Había que saber a lo que uno se arriesgaba si elegía ese oficio: el precio de lograr una novela podía ser la propia vida. Flaubert había dedicado cinco años de la suya aMadame Bovary, y más tiempo todavía a La educación sentimental. Escribir sería encerrarse en el cuarto de trabajo como en una celda y no tener nunca asegurado no ya el resultado final, ni siquiera la próxima página, la próxima frase arrancada al vacío del papel con un esfuerzo agotador. Joven y desconocido, extranjero, Vargas Llosa había leído Madame Bovary en un cuarto de hotel barato de París en los años cincuenta. Yo leía su ensayo en una habitación de estudiante en Granada veinte años después. No tenía ninguna perspectiva razonable de convertirme en novelista, pero tampoco él las había tenido a esa misma edad. Uno escribe los libros y no puede saber el lugar que a veces llegan a ocupar en las vidas de otras personas. Las influencias van modelando el estilo, pero también afectan a veces el curso de la vida. Sentado cerca de Mario Vargas Llosa la otra tarde -él en un extremo de la mesa, yo en el otro, acompañando a Víctor García de la Concha- pensé con gratitud, y lo dije en voz alta, que sin el ejemplo de esos dos libros suyos probablemente yo no estaría allí.

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19 de septiembre de 2010
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