Jonathan Franzen cómodo en su año
Sin duda, el 2010 ha sido un año marcado por la publicación de Freedom, la novela de Jonathan Franzen. No solo ha sido mencionada por la mayoría de listas literarias anglosajonas (suponemos que cuando se traduzca lo será en las listas en castellano) sino que ha sido la excusa para muchísimas discusiones literarias. Las más importantes de ellas tiene a la necesidad (o posibilidad) de volver al realismo decimonónico como manera de recuperar el poder de la novela.
Así lo explica muy bien Edmundo Paz Soldán en su último post en el Boomerang:
En los Estados Unidos, la novela es hoy más un entretenimiento sofisticado que el vehículo de crítica cultural que fue en manos de Roth, Bellow y compañía. Elestablishment literario neoyorquino sueña con una novela -y un novelista- capaz de reinventar la forma para este nuevo siglo (por eso, quizás, la manera redentora en que se recibió la obra de Roberto Bolaño); como no existe ese escritor, queda la nostalgia por aquello que la novela alguna vez fue. Franzen no abre la novela hacia el futuro; más bien muestra que se puede escribir un gran libro en pleno siglo XXI con todo el arsenal de trucos y estrategias narrativas desarrolladas por la novela europea del XIX. Se puede jugar a ser enorme con Tolstoi y Flaubert de la mano y dejando de lado a Joyce y Faulkner y Kafka.
En la Revista Ñ aparece una entrevista de Matilde Sánchez al hombre del momento, donde habla del realismo y la novela clásica como una toma de posición. Es una nota extensa, estupenda, una verdadera crónica sobre Franzen y su vida de yuppie literario, a la que se agrega su deseo de atacar algunos enemigos literarios con el desdén y la soberbia que ya le conocemos.
Dice la nota:
El departamento donde Franzen vive, en el Upper East side, en lo mejor de NuevaYork, (?¿qué más se puede pedir??) es de un estilo cool sin exagerar, un retrato aproximado de su dueño. A diferencia de la mayoría de los novelistas hoy, él tiene posiciones tomadas y da la impresión de sufrir un poco de más. Pero no se ha convertido en un opinador marmóreo. Es una rara avis, un escritor sin pose que ni siquiera busca agradar diluyendo sus opiniones en ironías ingeniosas. Es muy alto y delgado, con un aspecto collegeinvariable, y tiene ese aire entre absorto e inhibido de los miopes, parapetados tras los anteojos?o bien los binoculares para el avistaje. Aunque Freedom tiene un episodio en un resort patagónico y una escena de grotesco en Paraguay, solo conoce Ecuador y Bolivia por los pájaros. Militante en temas ambientales, conoce América Latina por la conservación de las aves más que por sus autores, de lo cual se disculpa. ?Estoy cada vez más comprometido con la preservación de la fauna, en la fundación American Bird Conservancy. En Bolivia estuve en las reservas que administra la fundación Armonía?.
Más allá de los pájaros, cree que el doble período de G. W. Bush fue ?una desgracia? y que ?éstos son años de oscuridad?.Continúa publicando sus ensayos ?periodísticos o bien intimistas y autobiográficos?, en la revista The New Yorker. Por estos días viaja a Chile para uno de sus artículos.
Esta conversación tuvo dos ocasiones: la primera, en la Pascua de 2009 y en su piso de N.Y. Acababan de salir en castellano los ensayos de Zona fría y él intentaba retomar su novela tras el suicidio de uno de sus mejores amigos, el brillante novelista David Foster Wallace, quien padecía una depresión crónica. La segunda instancia fue telefónica, en los días previos a esta Navidad y en su casa decampo en California. Pertenecen a ésta las preguntas relacionadas con su última novela.
Freedom despliega algunas nociones clave de la idiosincrasia estadounidense, la competencia y la libertad, desde su lugar central en la utopía del Estado americano hasta sus empleos más cínicos. En su novela, ambos resultan incompatibles con la familia. A ellos les cuesta mucho más sacrificarse que en otros tiempos.
Y a mí me cuesta muchísimo hablar de la libertad en abstracto? Hay una dimensión muy cruda de la libertad en el sistema de consumo expuesto salvajemente en mi país. Se afirma que la única libertad que nadie puede quitarte es la de elegir entre numerosas variedades de un mismo producto. La libertad que maneja Hegel, que empieza en la necesidad, es completamente distinta. Yo deploro la idea superficial de libertad empleada para vendernos cosas, o usada para publicitar una mala política exterior. El epítome de esa libertad es el automóvil, centro de la cultura estadounidense que nos esclaviza y símbolo supremo de las elecciones. La tecnología digital puede ser su prolongación. Pero si uno mira la vida real de la gente, la ve oprimida y atrapada por esas decisiones y esos bienes supuestamente liberadores. Cuando uno analiza esa forma espuria de la libertad, ve que el primerísimo factor que la obstaculiza es la familia. Estamos esposados a una familia, es lo único que no elegimos. Eso duele, claro, porque hoy todos tenemos el impulso adolescente de ser libres de reinventarnos cómo se nos ocurra y la familia nos plantea un obstáculo y una frustración.
¿Diría que la tecnología nos hace más infantiles, como dice Don DeLillo?
Tal vez. Por ejemplo, aunque los padres estadounidenses son proclives a sentirse ?pares? de sus hijos, el lugar de los padres es ineluctable: la persona está sobredeterminada biológicamente a actuar como el mayor. Es un buen ejemplo de cómo la familia es un estorbo a este concepto tan radical de la libertad en nuestro capitalismo de alto consumo. Yo mismo me río y me encojo de hombros cuando me sorprendo actuando como el adulto que soy.
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Le llevó casi siete años concluir ésta; hoy no hay presente que dure tanto.
Así es; ¡cada novela me lleva un promedio de ?dos administraciones?!
La repuesta de la hora es la contraria: una ráfaga de novelas breves, a razón de una por año, a fin de estar siempre entre las novedades y garantizar un continuo de prensa.
La novela larga probablemente tenga mucho que ver con mis preferencias de lector. Cuando me gusta un libro y lo paso genial, no quisiera que acabe. Y además, como novelista soy un convencido deque la perspectiva de una persona sola siempre es insuficiente y que la superioridad de la novela consiste en que permite descomponer una misma historia desde innumerables ángulos. Esto no es tan fácil de lograr en un cuento o en una película de una hora y media.
Esa es la definición de la novela clásica de inmersión; casi una novela rusa? En su libro hay referencias directas a Guerra y paz, de Tolstoi.
Siempre voy a las grandes novelas del siglo XIX como uno de los modelos más aptos. Me encanta sumergirme y volver laspáginas, empezando con Dostoievsky y siguiendo con Proust, Thomas Hardy y Faulkner. Algunas novelas de Bellow lo logran también. Soy un fanático de William Faulkner, el tipo que estuvo en el momento justo y en el sitio indicado para crear esos libros increíbles. Aunque estén enraizados en el pasado, en los personajes de Faulkner siempre aparecen las ansiedades contemporáneas sobre la clase social, la cuestión racial y la sexualidad con una modernidad impresionante. En los alemanes modernos, todas las cuestiones psicológicas, esamateria profunda, sale a la superficie. Me interesan esos modelos paradescribir el paisaje social. Y lo hago porque puedo y me divierte mucho, noporque me proponga ser espejo de la realidad. D.H. Lawrence, por ejemplo, noestá entre mis favoritos: él se acercaba a esa materia innombrable, tanteaba el camino, pero no lo hacía con humor. Quizá era demasiado sincero, ¿no? La ficción se volvió profunda con ellos.
Pero esos autores no pertenecen al mismo conjunto.
Lo siento pero ese es el lector que soy. Me encantaría combinar la psicología profunda y el efecto perturbador de Kafka,por ejemplo, con una actitud más apolínea y seductora, al estilo Tolstoi, en una prosa sin esfuerzo como la de Scott Fitzgerald en El gran Gatsby ? ¡la novela de tus sueños!
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Ante un panorama de aclamación casi general, aparecieron algunos comentarios delirantes, que reclamaban que Freedom no se ocupa de la religión.
Mi objetivo no es ser amado por todos sino conseguir que se vuelva a hablar de libros y novelas apasionadamente. En ese sentido, me parece un signo vital que haya disputa y desacuerdo.
Ha sido un observador muy atento de los cambios en la lectura. Dijo que uno de los desafíos de los autores hoy es crear ficciones atrapantes.
Pero, en efecto, es una época en que los novelistas ya no podemos dar al lector por sentado. Si estamos de acuerdo en esto, podemos asumir dos posiciones: desestimar olímpicamente al lector, pensar ?soy un artista y estoy cada vez más comprometido con mi arte?, o bien agudizarla imaginación para involucrarlo en nuestras historias. Sin duda, la gran ventaja de los EE.UU. es la dimensión del mercado y su capacidad económica. Quiero decir, esto nos permite a los escritores pergeñar libros innovadores y aún conseguir una masa respetable de lectores, que además pueden pagar lo que cuesta el libro. Si entre el 10 por ciento y el 1 por ciento de la población en edad de leer compra tu libro, está más o menos resuelto. Pero cuando voy a Europa en gira y menciono esto, me siento un escritor vendido, un tipo al que le interesa más el dinero que la literatura, cuando no es así? Al mismo tiempo, soy consciente, al examinar la historia de la lectura, de que ésta es una distinción muy nueva. Hace cien años no existía la figura del escritor ?vendido?. No existía para Charles Dickens ni para Dostoievski; por entonces, solo existían los escritores. Pero me temo que, si queremos que la novela siga siendo una forma artística viva, fatalmente nos confrontamos con estas cuestiones y debemos darles una respuesta particular. La vanguardia fue y es formidable pero hoy estoy convencido de que no alcanza paraque el proyecto de la novela siga vivo y potente, sino que se convierte en una forma artística muerta.
Fue un poco alucinante que, cuando la revista Time lo publicó en la tapa, en agosto, la contratapa fuese? ¡un aviso del libro electrónico Kindle! Uno se pregunta qué fue primero, si el aviso del libro electrónico o el artículo.
Más perturbador todavía era ver el aviso de esa tapa en los iPads?; el vértigo, directamente. Pero no hay que perder de vista que Internet siempre está atrasada respecto de la realidad; la television también. Es uno de los malentendidos de esta época. Lo que realmente se adelanta a su tiempo es siempre la literatura ?precisamente porque no está pendiente de la basura televisiva?.
¿Piensa en autores como James Graham Ballard o Philip Dick?
No precisamente, mi temperamento es hostila los futuristas? No estoy obsesionado con el futuro, al estilo Dick ?un radar interesante como él no necesariamente produce novelas geniales sino libros de los que salen buenas películas?. A mí lo que me interesa es la experiencia del ser humano en la actualidad. Para describirla e indagar enella, me temo que no hay mayor autoridad que el escritor y el poeta. Una persona que se pasa catorce horas enchufado a Internet no es alguien cuya opinión me resulte interesante.
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¿Cuál es su relación con Internet?
Internet opera tan al minuto que no datiempo a pensar. Nunca vi una obra de arte superior salida de Internet, sino piezas que son colaterales o derivadas de algo genial que se gestó fuera de la red. Nunca crea algo a partir de la nada, sino que crea a partir de pequeños retazos de un montón de cosas. Lo que no quiere decir que no emplee Internet. De hecho, en 2008, debido a la campaña pro Obama, estuve bastante adicto al blog de un supermatemático y sus cálculos estadísticos. El analizaba lasproyecciones de cada estado ¡actualizadas dos veces por día! Pero a la vez,este matemático tan sofisticado también parasitaba la información generada endiversas instituciones: ¡Internet no fabrica nada! Es otra distracción, un mecanismo que fragmenta la vida de la gente y le impide concentrarse por sobreestimulación. Es como la Coca-Cola, un hábito que engorda, te pudre los dientes y ni siquiera alimenta. A mí me preocupa cómo construir un libro que la derrote. Hoy tenemos el imperativo, como nunca, de crear historias atrapantes. La adhesión del lector ya no es automática; debemos encontrar procedimientos para recrear nuestro oficio obsoleto.
Son conocidas sus peleas con la generación que lo precede. Recuerdo su furia cuando el inglés Ian McEwan dijo que en los Estados Unidos ya no quedaban autores ?serios?, salvo Philip Roth.
No soporto la pretendida honradez moral delos autores llamados ?serios?. Hay literatura popular extraordinaria y literatura seria muuuy pesada. Ian McEwan puede ser considerado un autor serio, o Coetzee? Updike nunca me gustó. La moral es algo tan importante que uno no debería ponerse serio en ese asunto. Ante la moral, es mejor asumir un espíritu juguetón. Pensemos en Alice Munro, mi escritora viva favorita; sus personajesno se conducen con corrección pero ella no los juzga. Y cuando me gusta unescritor, me gusta todo lo que escribe. Hace poco releí El teatro de Sabath, de Roth, me gustó a pesar de que me saltée unas cuarenta páginas? El libro suyo que más me gustó fue Goodbye, Columbus, o El lamento de Portnoy. Es decir, los primeros. Es un buen signo cuando todos los amigos que uno encuentra por ahí prefieren una novela suya distinta? Roth es un escritor bastante malo que, no obstante, consigue ser una figura heroica. Me irritaría que le dieran el Nobel por su escaso valor artesanal pero de algún modo se lo merece. Falla en los principales méritos del novelista: no sabe crear personajes salvo a él mismo yes un dialoguista penoso. Pero una vez que se pone en marcha llega a lugares insospechados, hasta el heroísmo. Siempre mantiene el humor, y eso está bien. ¡Que le den el Nobel, después de todo!