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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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Una distopía sueca

Karin Boye Karin Boye es una poeta sueca, poco conocida en castellano pero una celebridad en su idioma, que murió en 1941. Testiga de los peores años de Europa, se animó a publicar la novela Kallocaína (Gallo Nero), una distopía que, según la reseña de Sergio Rodríguez Prieto en El País, se une a otras novelas distópicas como La metamorfosis, Un mundo feliz, 1984, El señor de las moscas, La naranja mecánica o Fahrenheit 451. La reseña viene acompañada de una estupenda fotogalería de novelas distópicas. Dice además:

El planteamiento de Kallocaína es sencillo: en un regimen totalitario un científico ?Leo Kall- da con una sustancia ?la Kallocaína- que una vez inyectada obliga a decir la verdad. Lo que no es tan sencillo, por supuesto, es el dilema ético que se deriva y que entronca directamente con uno de los principales temas de la poesía de Boye, la afirmación del individuo ante Dios y ante los demás (no en vano fue una de las autoras que abrió la veta de la poesía social y existencial que años después caracterizaría a la generación inmediatamente posterior, con figuras como Gunnar Ekelöf, Erik Lindegren o Karl Vennberg). Es ahí cuando gracias a esta sensibilidad de poeta que la novela engrosa las listas de la literatura referidas a las distopías, un género que tuvo su edad de oro entre el periodo de entreguerras y los primeros años de la guerra fría y que estuvo muy politizado. ¿Qué mejor antídoto contra el hechizo ideológico del ?enemigo comunista? que trasladar a escenarios de pesadilla cualquier proyecto de sociedad igualitaria? A través de la denuncia de los maldades del otro, la ficción servía como propaganda del mundo libre contra la amenaza roja, cumpliendo una doble función de exorcismo de los fantasmas del capitalismo (explotación, represión, discriminación?) y de legitimación del ?menos malo de los sistemas de gobierno?. Afortunadamente, los aciertos del enfoque de Karen Boye superan esta dicotomía y abordan problemas que hoy siguen vigentes: la dialéctica de dominación/sumisión que opera en toda manipulación química del cuerpo humano, igual que la importancia del secreto como último reducto frente a la presión del colectivo, hacen que sesenta años después de ser escrita la historia de Leo Kall no resulte para nada ajena. Posiblemente porque es el producto de la especial sensibilidad de una escritora homosexual a la que le tocó vivir en una época y un país donde la rígida sociedad protestante empezaba a desplegar mecanismos cada vez más sofisticados de control social. (?) Literatura que va directa al hueso porque se ceba en el conflicto entre individuo y colectivo, profundizando en el viejo dilema igualdad contra libertad que acabaría provocando el eclipse de las luces y bañando en sangre la revolución francesa. Quizá la utopía tenga que seguir siendo eso, el lugar que no existe, pero que sirve como horizonte para el gran proyecto común que es la política con mayúsculas, un elemento esencial para la regeneración del imaginario social. Ya lo dijo Cioran en una frase hoy célebre de su libro Historia y Utopía (1960): ?Sólo actuamos bajo la fascinación de lo imposible: esto significa que una sociedad incapaz de dar a luz una utopía y de abocarse a ella, está amenazada de esclerosis y de ruina?.



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8 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los blogs literarios

blog literario Este 3 de marzo, en Madrid, se reunieron un conjunto de blogueros españoles para debatir el rol de las bitácoras literarias. Dice la nota en la Revista de Letras:

El sábado, 3 de marzo se celebra en Medialab-Prado (Madrid) (calle Alameda, 15) un encuentro en el que blogueros, escritores, editores y periodistas debatirán sobre el papel que desempeñan en la actualidad las bitácoras de creación literaria, su trascendencia como género y sus posibilidades más allá de la Red, bajo el título genérico Los blogs como género literario. ¿Realidad o ficción? Además de las diferentes mesas de debate que se irán desarrollando a lo largo de la mañana, la librería La Independiente (calle Espíritu Santo, 27) acogerá a los autores participantes en una firma de libros, a partir de las 19.30 h.

Los temas van desde ?A qué llamamos blogs literarios? hasta ?¿Tiene sentido editarlos en libros? Aquí las respuestas de un bloguero, Javier Rodríguez Marcos, en su blog Letras Minúsculas en El País.

¿A qué llamamos blog literario? Para no detenernos en qué es un blog y qué es literario, digamos que un blog literario es aquel que publica, comenta, recomienda o critica literatura. Es decir, un medio. ¿Qué aporta el blog literario a la narrativa actual (y viceversa)? La pregunta ya plantea una curiosa identificación entre literatura y narrativa, y eso que -el cuento, el diario y la crónica periodística aparte-, puede que la narrativa no sea precisamente el género más afectado con la aparición de los blogs. Sobre todo en comparación con la poesía o, sobre todo, el ensayo y la crítica literaria. ¿Qué aporta el blog a la narrativa actual? La posibilidad de reunir en un mismo espacio letra, imagen y sonido. Lo que cada escritor haga con eso depende de su talento. Un blog no garantiza nada. Ni la mejor cámara de cine del mundo es capaz de inventar una buena película. Viceversa: ¿Qué aporta la narrativa actual al blog? Temas de conversación. ¿Qué papel juegan los escritores profesionales (y no profesionales) en este nuevo terreno de juego?  A priori se diría que el ?nuevo terreno de juego? iguala de salida a ?profesionales? y ?no profesionales?, pero, como en la maratón, las medallas se dan en la llegada. Y las gana el más dotado o el que más entrena. Internet permite una mayor facilidad de difusión de textos (por parte del autor) y de acceso a ellos (por parte del lector), pero a Google le falta algo todavía para ser un buen crítico literario / librero / filólogo: un criterio que no sea mecánico. ¿Enriquece o empobrece el espacio creativo? Lo enriquece, claro. Siempre es mejor la abundancia que la escasez, una biblioteca bien dotada que una que no lo está. El problema está en saber qué libro leer. ¿En qué se diferencia de otros soportes como el libro físico o digital? ¿Y de otros géneros? En que necesita una conexión a Internet, es decir, se parece más al famoso libro de arena de Borges que al digital, al físico o al químico. Por lo demás, del libro digital no tendría por qué diferenciarse demasiado. En todo caso, un blog es, por definición, un espacio abierto. Puede que los libros lo sean un día y entonces se les llame seriales o periódicos.



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4 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Esperando los 85 de Gabo

Mural en Aracataca dedicado al hijo pródigo. Este martes cumple 85 años el piscis más famoso del mundo, Gabriel García Márquez, y en El País ya empezaron las celebraciones. La primera noticia es un regalo para sus lectores: Cien años de soledad se publicará en ebook. La primera versión oficial (sin duda habrá varios pdf piratas por ahí) de la que podría considerarse la mejor novela del castellano desde Don Quijote. ¿Tanto? Sí, tanto. La misma Carmen Balcells ha supervisado la edición digital. Dice la nota de Winston Manrique Sabogal:

Uno de los más significativos obsequios se lo dará Carmen Balcells, su gran amiga y agente literaria desde Barcelona: las habituales rosas amarillas que tanto le gustan al escritor irán acompañadas de la primera edición de Cien años de soledad que sube al ciberespacio en formato de libro electrónico. Y será como un juego de espejos reflectantes porque el regalo-libro llegará a García Márquez y a las librerías virtuales con la portada de la primera vez: un galeón en la selva colombiana. Un cumpleaños que incluye un mensaje-tarjeta oral de Balcells: ?Mi relación con él ha sido una experiencia tan enriquecedora que ya no recuerdo ni cuándo empezó o si todavía seguimos anclados en esa nube del sueño; más ahora, cuando todos hablan del mundo cibernético y de esa nube infinita donde se pueden alojar todas las historias y los libros?. (?) El precio será de 5,99 euros y saldrá en dos formatos: para Kindle y el estándar de Epub (para diferentes dispositivos, incluido Apple). La política de la editorial, afirma Latasa, es que los precios digitales no pueden ser altos. ?Trabajamos para acercar al autor y el libro al lector. Apostamos por precios bajos dentro de la ganancia que corresponde a los implicados en la cadena de valor del libro?.

Por otra parte, cinco escritores han sido convocados en el mismo diario para hablar de la importancia de Gabriel García Márquez en su carrera literaria y de lectores. Se trata de Wendy Guerra, Patricio Pron, Eduardo Halfon, David Monteagudo y Clara Usón. Les dejo aquí el testimonio de tres de ellos:

Vida hecha literatura por Wendy Guerra Esperaba llorosa con un par de maletas en la puerta de la Escuela de Cine, la que él fundó. No era una buena alumna, me escapaba de San Antonio de los Baños. Solo quería escuchar a Gabo pero me había portado mal. Al fin llegó, todos se apilonaron para verlo? yo no podía subir a su clase; lo miré para no olvidar su cara; entonces él se abrió paso entre la gente y preguntó: ?¿Quién es Wendy Guerra??. Entre la confusión lo condujeron a la esquina donde esperaba la guagua. No se habló más, juntos caminamos hasta el comedor donde ?las tías? le sirven y explican lo que les ha gustado o no de sus últimos libros. En clase entendí que la naturalidad con la que Gabo atina lo mágico se debe a la capacidad de aceptar y manejar su delirio caribeño usando con maestría los instrumentos clave que otorga la lengua española, fusionada a la atractiva oralidad colombiana. No existe una novela suya que no esté basada en la realidad, ¡ah! pero de esa realidad emergen asuntos interiores que aquí, en estas costas, uno siempre disimuló. Los vasos de agua para los espíritus, el cordón rojo que llevo en mi cintura, el dorado con que cubrimos los mitos de la pobreza para remontarla. El peso de los muertos, el entresijo vernáculo del poder, la manía de comernos la cal o? la dilatación del deseo en un brebaje almendrado (último recurso para amarse en la eternidad), Gabo descubrió la literatura del subcontinente. En aquellas clases (que se conservan grabadas) cada vez que alguien trataba de resolver puntos de giro con repentinos desastres o algún incoherente misticismo, él lo impedía, sus reglas de verosimilitud eran claras: ?Alguien quiere algo y alguien o algo se lo impide?. Lo irreal debe sentirse cierto y ese ?algo? debe ser realmente creíble en su contexto; porque sabemos que aquí, mientras sucede lo maravilloso, lo sublime, lo increíble, la ropa se seca tendida al sol y los plátanos se pudren en el traspatio, eso somos, y él solo vino a decirlo, muy bien dicho, con música que recuerda los Cantos Rodados de la costa. Su asistente en Cuba se llama Alquimia y su amiga de los años, Lola, a ambas les he preguntado cómo fue que llegué yo hasta Gabo, y ellas siempre me contestan lo mismo: ?Volando, mi niña, volando?. Alquimista del cuento por Eduardo Halfon García Márquez es un cuentista de laboratorio. Acude al cuento como a un espacio donde experimentar y poner a prueba sus ideas. ?Un género de práctica?, ha dicho. ?Ejercicios de piano?, los ha llamado. Al terminar Cien años de soledad, García Márquez de nuevo recurrió al cuento como un ?buen purgante para la indigestión del pasado?, y resultó escribiendo la colección de relatos La cándida Eréndira. ?Cuentos experimentales? los llamó, a través de los cuales ?encontré el embrión de El otoño del patriarca?. En sus cuentos, es ese pintor de bocetos que cree estar solo practicando para su obra más importante, alistándose para su lienzo total, casi sin darse cuenta de que en esos rápidos bosquejos, en esos esbozos y experimentos de laboratorio, ha ido plasmando una obra quizás más sincera y espontánea, quizás mayor. Hay algo aun más sublime y humano en los bocetos mismos del Guernica. La fortuna de leerlo por Patricio Pron Quizás lo que distinga a un escritor realmente grande de uno mediano o pequeño no sea más que la imposibilidad de leer sus textos pasando por alto lo que sabemos de él; cuando ese escritor es Gabriel García Márquez, la dificultad es enorme. A la figura del premio Nobel se adhieren algunas imágenes surgidas de sus libros y otras que le son extrañas pero que lo persiguen insistentemente a raíz de sus posiciones públicas y su compromiso político. Más interesante que ellas es el hecho singular de que su obra haya sido, de algún modo, ?secuestrada? por un cierto tipo de literatura comercial que se ha valido de una entonación y de unos procedimientos y recursos que le son propios para producir textos inferiores a los del colombiano y en las antípodas de su visión de la literatura y de la vida. Naturalmente, nada puede impedir que los escritores latinoamericanos vuelvan a inventarse pueblos imaginarios donde la gente vuela, pero es importante discutir el secuestro de la obra de García Márquez por parte de esa literatura.



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4 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oficios alimenticios

para llenar la cartera Un interesante listado de diferentes residencias para escritores es el corolario perfecto para el artículo de fondo del ADN Cultura, del diario La Nación, sobre los mil y un oficios que realizaron y realizan aun hoy los escritores para sobrevivir, más allá de sus ventas. ?Oficios alimenticios? los llama Vargas Llosa (quien alguna vez tuve siete al mismo tiempo) que quitan tiempo para la escritura, aunque muchas veces también sirven de inspiración y de impluso para echarse a escribir en las pocas horas de gracia que nos dejan. La interesante nota de Eduardo Berti en el ADN Cultura, que se basa en el libro Trabajos forzados recién editado por Impedimenta, también cita a algunos autores argentinos que comentan los oficios alimenticios que han tenido que realizar. Las declaraciones de Ernesto Mallo (que incluye la de falso bandoneonista) es estupenda.   Dice:

Audaces como Jack London o Máximo Gorki, buscavidas como George Orwell o Bukowski, burócratas más o menos atormentados como Franz Kafka o Carlo Gadda, fugitivos como Lawrence de Arabia o Céline, animales políticos como André Malraux o Paul Claudel. Especie de guía de supervivencia, Trabajos forzados (Impedimenta) muestra y analiza los diferentes oficios que debieron o quisieron ejercer los escritores en simultáneo con sus tareas literarias. La autora del libro es la italiana Daria Galateria, colaboradora habitual de los principales medios periodísticos de su país (desde Il Manifesto hasta La Reppublica), académica especialista en literatura francesa, traductora de autores como Anatole France y Paul Morand. (?) En el prólogo a su libro, Galateria dice que muchos escritores, para mantenerse, han tenido que trabajar e indica que a comienzos del siglo XX estos trabajos ?llegaron a ser extravagantes y, a veces, rozaban lo extremo?. Fue el caso de Jack London, quien desembarcó en Klondike a finales de 1897, durante la primera fiebre del oro. ?Aquel invierno vivió en una cabaña abandonada, rodeado de lobos. Transportaba maletas por la nieve y cuesta arriba: millas y millas cargando con ciento cincuenta libras de peso. Se sentía más fuerte que los indios y lleno de salud?, relata Galateria. Pero, paradójicamente, cuando London escribía, sentía dolores de espalda. La columna vertebral, que había respondido ?lealmente? en los momentos más duros, lo obligaba ahora a doblarse en dos, como si tuviera reumatismo. Todavía más fabulosa fue la existencia de Blaise Cendrars. Vendedor de joyas en Rusia, fogonero en Pekín, apicultor en Francia, cazador de ballenas en Noruega, pianista de cine (como Felisberto Hernández) y cargador en un matadero de Nueva York, en los años 20 -tras su accidentada participación en la guerra-, fue invitado a Brasil por el rey del café, Paulo Prado, quien le ofreció una vasta extensión de tierra. Terminó embarcándose en una ambiciosa empresa de importación y exportación, que fracasó de manera estrepitosa. Más o menos por esos años, Máximo Gorki hizo también de todo. Cuando era adolescente, formó parte de una banda que se dedicaba a robar leña. Luego trabajó en una fábrica de galletas. Fue pescador en el mar Negro, vendimiador en Besarabia y descargador en Odesa. Llegó incluso a ser empleado en una zapatería de señoras. ?El propietario -cuenta Galateria- se sorprendía de que Gorki fuera tan extremadamente educado con las clientas y que después, cuando salían, se dedicara a hacer comentarios obscenos sobre ellas.? (?) ?Hay escritores que prefirieron dedicarse a ciertos trabajos en total contradicción con la escritura, para tener así la mente libre?, afirma Galateria. Las páginas acerca de T. S. Eliot muestran que se hallaba muy a gusto entre los números y las tareas bancarias. ?Trabajaba en un sótano, inclinado, ?como un pájaro negro en un comedero?, sobre una mesa repleta de cartas.? Cuando Geoffrey Faber (uno de los fundadores de la editorial Faber & Faber) vio que había encontrado a un poeta que además era un eficiente contador, no dudó un solo instante y le ofreció el cargo de director editorial. ?La poesía no me ha sido de gran ayuda para mi carrera bancaria: en cambio, mi trabajo bancario me permitió escribir mis poemas -razonaba Eliot-. Por la noche no tenía el espíritu envenenado por el trabajo del día. Entonces pude cumplir dos vidas intelectualmente distintas.? Georges Perec era ya bastante famoso por sus libros, pero así y todo no renunció a su empleo de documentalista en un laboratorio médico, mientras que Saint-Exupéry prefería pensar que su verdadera ocupación era pilotear aviones. Franz Kafka fue agente de seguros toda la vida. Trabajaba en la aseguradora Generali de ocho de la mañana a seis de la tarde. Años después obtuvo un empleo similar (pero de menos horas semanales) en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia. Las notas de servicio atestiguan que ?el doctor Kafka es un empleado que trabaja mucho, dotado de un talento y de una dedicación excepcionales?. El hijo de un colega diría años más tarde que muchos lo consideraban ?una especie de santo?. Y Galateria se muestra de acuerdo: ?Una vez un viejo guardagujas, que había perdido una pierna bajo un carro elevador, estaba a punto de recibir una pensión insignificante de la aseguradora. Había interpuesto una denuncia, pero la había formulado de manera equivocada, incorrecta?. El viejo habría perdido sin más el proceso, si a último momento no hubiese recibido la visita de un reconocido abogado de Praga, especialmente enviado, aconsejado y pagado por Kafka, de modo que él, como representante del Instituto de Seguros contra los accidentes laborales, ?pudiese perder de manera honorable el proceso contra el viejo guardagujas?. Dos casos bastante especiales son los de Colette e Italo Svevo porque sus trabajos forzados no tuvieron como objetivo el de financiar la obra literaria. Célebre ya como escritora, Colette pensó en usar su renombre para fundar una pequeña empresa con la que ganar dinero. ?Abrió en 1932, en plena Depresión y casi con sesenta años, un instituto de belleza, financiado por la princesa de Polignac y por el rajá Al-Glawi [.]. Creó polvos y cremas, diseñó el logo para la etiquetas -un dibujo de su perfil- e incluso atendía personalmente a los clientes en los grandes almacenes y en las sucursales que se abrieron por toda Francia?, escribe Galateria. En cuanto a Italo Svevo, ya había publicado sus primeros libros, como Una vida (1892), cuando debió hacerse cargo de la fábrica de la familia de su esposa (que a la vez era su prima) y, para ello, tomó la resolución, ?grave para él?, de dejar de escribir durante casi veinte años. Su tarjeta de visita decía: ?Ettore Schmitz, comerciante?. Claro que el trabajo le dejaba resquicios, pero él no quería ?dejarse llevar? por la tentación porque le bastaba una sola línea para que el ?trabajo de la vida práctica? quedara arruinado y él se sumiera en un estado de frustración y desconcentración. Para paliar el vacío, se puso a estudiar violín. Y hasta tomó clases de inglés con un joven llamado James Joyce. ?El hecho de haberse convertido a una edad madura en gran industrial, pese a sus ideas socialistas; de estar entre católicos intransigentes, siendo él judío, o de hacer vida de sociedad con su carácter solitario -escribe Galateria- reforzaron su pose de ?observador divertido?.? Durante las pesquisas y lecturas para preparar el libro, a Galateria le sorprendió que ?muchos escritores no hayan tenido jamás la necesidad de trabajar para vivir? ¿será que escribir es una ocupación para ricos??. En paralelo, llegó a la conclusión de que existen vinculaciones, a menudo profundas, entre los ?trabajos forzados? y la obra literaria, no solamente en el caso de las veinticuatro historias excepcionales que reúne su libro. Si la medicina parece una de las profesiones más usuales para los escritores (Chejov, Bulgakov, Céline, William C. Williams, Pío Baroja, Gottfried Benn, Conan Doyle, etc.), esto se debe, a su juicio, a que los médicos ?se ocupan del cuerpo humano y por lo tanto de su mente (y viceversa)? y sobre todo a que ?el contacto con la muerte les proporciona la medida justa para ver las cosas con profundidad y perder así el lenitivo de la rutina?. Otro famoso escritor médico, Arthur Schnitzler, escribía en su diario, en febrero de 1881: ?Bailo con más pasión que nunca. En casa a las seis. Poco después he ido a la sala de anatomía a hacer la autopsia de una joven. Estoy confuso?. ?A la primera editora de Bruce Chatwin le parecía que, después de haber trabajado para la casa de subastas Sotheby?s, Bruce escribía como si todavía redactase catálogos: buscaba el origen y la procedencia de un rito o de una historia, y señalaba todas las singularidades exteriores con la precisión de un francotirador?, escribe Galateria. Otro ejemplo fascinante es el de Boris Vian, quien a principios de los años cuarenta fue empleado en la Afnor (Asociación Francesa de Normalización), un organismo próximo al espíritu de Vichy, el gobierno colaboracionista con los nazis, que se proponía ?racionalizar los formatos de varios productos franceses con el fin de imponer en el país un modelo único?. A Vian le tocó un trabajo poco menos que patafísico: ?comparar los méritos respectivos de cientos de botellas para descubrir cuál es la ideal?, cuenta Galateria. Lo absurdo de la tarea fascinó a Vian, que pronto acuñó el neologismo ?afnormal? y se puso a escribir textos literarios siguiendo la lógica y los modelos propugnados por la institución.



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3 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más casos de Oliver Sacks

Oliver Sacks Basta ver algún capítulo de House M.D. para darse cuenta de que las mejores ficciones, las más bizarras e insólitas, se encuentran en la realidad. Y más precisamente, en la realidad del cuerpo humano. Uno de los primeros en descubrir el valor literario de las enfermedades, contadas no como ficción sino como casos clínicos fuera de lo común, fue Oliver Sacks. Luego de muchos libros muy exitosos (algunos de ellos incluso llevados al cine), Anagrama publica un nuevo libro suyo Los ojos de la mente. Aquí la reseña de Juan Pablo Bertazza en Revista Ñ:

Los ojos de la mente, último libro de Sacks, está compuesto de distintos capítulos o relatos que cuentan, en clave literaria, los casos clínicos de algunos de sus pacientes particulares: una destacada intérprete de Chopin y Mozart que empieza a tener una insólita dificultad para leer pentagramas; un escritor de novelas policiales que un día compra su diario preferido y, apenas lo abre, siente que está escrito en chino mandarín o sánscrito. En definitiva, un libro en que las tramas literarias aparecen tatuadas con fechas, científicos, títulos de libros y términos técnicos como afasias, alexias, apoplejía (suspensión súbita y completa de la acción cerebral) y experiencias límite de enfermedades degenerativas como el Alzheimer o la Atrofia Cortical Posterior, que es la incapacidad para reconocer objetos familiares y personas.

Con algo de relato policial ?demanda casi una tarea detectivesca dar con exactitud en algunos males que tienen una frecuencia extraordinariamente baja? y algo de diario íntimo acerca de cómo llevar una enfermedad, Los ojos de la mente puede llevar mucha calma a los pacientes que sufran estos trastornos, o también a sus familiares, pero, eso sí, no resulta recomendable para hipocondríacos. Los ojos de la mente tal vez sea literariamente más pobre que sus otros libros, pero perfecciona hasta la médula el mensaje que Sacks intentó expresar a lo largo de toda su obra. En ese sentido, es algo así como un libro de autoayuda, pero inteligente y muy bien llevado: el otro sentido de la palabra crisis, lo bueno que trae todo lo malo, el valor de los afectos, la búsqueda conmovedora y el hallazgo de estrategias novedosas para sobrellevar el día a día. Por ejemplo, reorganizar el mundo con señales propias. Pero también algo que excede lo individual y que tiene que ver con la complejidad del mundo: como el enriquecimiento de los demás sentidos cuando se pierde la vista, cuenta Sacks que los afásicos ?tienen más facilidad para detectar cuándo alguien miente?. Complicaciones que abren una puerta, tal como sucedió con la paciente Lilian Kallir que, en el peor momento de su enfermedad, toca de manera sublime el cuarteto de Haydn para soltar, luego de los últimos acordes, un enigmático y, a la vez, clarísimo ?todo está perdonado?. Esa lucidez que habla de la riquísima relación entre la complejidad de la vida, los alcances secretos de una enfermedad y la importancia de la actitud a la hora de revertir los efectos es lo mejor de este libro que, no obstante, a veces se pierde en datos engorrosos sobre bibliografía especializada: Carl Wernicke, Franz Joseph Gall, Paul Broca, etcétera. Pero se perdona, justamente, porque en el medio se destacan historias de vida que, por momentos, brillan como algún verso de Auden o aquella frase de los diarios de Dylan Thomas: ?los mejores himnos al sol se escriben en la oscuridad?.



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3 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El hombre sarcástico

Evelyn Waugh El sarcasmo es la mayor virtud literaria de Evelyn Waugh, como queda demostrado en esta frase de 1927 (cuando tenía 24 años): ?He intentado conseguir trabajo sin éxito, me encuentro cansado y deprimido: me parece que ha llegado el momento de convertirme en un hombre de letras?. Un año después publicaría su primera novela y se convertiría en aquel hombre que buscaba ser como premio consuelo, con una novela extraordinaria llamada Brideshead Revisited y publicada en 1945. Pero ya antes había escrito decenas de cuentos y relatos. Estas historias breves han sido publicadas por RBA y en la Revista Ñ Gisela Antonuccio hace la reseña de un libro imperdible. Dice la reseña:

Hay un dato que explica eso que se impuso como irremediable: su padre era editor y crítico literario y tenía un cargo directivo en la editorial Chapman and Hill, cuyos principales ingresos provenían de los derechos de Charles Dickens. Es éste tal vez quien ejerció mayor influencia en Waugh, cuando se piensa que logró lo que pocos: que la escritura parezca que se frena, a la vez que avanza como semeja hacerlo un auto ante la inminencia de una cornisa. Waugh detenía la acción con detalles y descripciones, y la aceleraba con el acierto en la elección de verbos y la elipsis continua. Por esa razón, la escritura de Waugh de a ratos también ostenta aquello que alaba John Irving en Dickens, al explicar por qué gusta el autor de Grandes Esperanzas, ?no es un analista, su escritura no es analítica, y sin embargo puede ser didáctico. Su genio es descriptivo; puede describir una cosa tan vívidamente que nadie puede mirarla de la misma manera otra vez?. También, porque su escritura está plagada de imágenes. El cine, de hecho, ejerció una gran influencia, y ese estilo impresionista se vio en particular en sus novelas Un puñado de polvo (1934) y Los seres queridos (1948), en las que la apertura y cierre de cada capítulo funcionan como un fotograma. La compilación testimonia por qué el autor se ganó fama de irreverente, aun cuando se ocupó de venerar a la clase media. Por qué siempre celebran la visión conservadora del mundo, pese a que se encargó de burlarse del cinismo de la sociedad, mofándose de sus prejuicios y de sus escalas de valores. (?) El sentido de la vida de toda muchacha de clase alta ?acertar con un marido que la mantuviera? se cuenta en ?Crucero?, la correspondencia de una chica engreída. Es que buena parte del trabajo de Waugh retoma algunos de los temas de la novela moderna del siglo XIX, como Mansfield Park , de Jane Austen, o Madame Bovary , de Gustave Flaubert, donde hombres y mujeres se aman y detestan con igual intensidad. Y por eso las fricciones del matrimonio son una constante en Waugh. Otro ejemplo es ?Ejército táctico?: ??estuvo leyendo durante una hora y, cuando apagó la luz no supo si ella estaba dormida o despierta. En noches así, pasado un rato, le venían ganas de encender otra vez la luz, pero tenía miedo de encontrársela despierta mirando el techo.? O: ??se había casado con ella en 1938, pero no empezó a detestarla con constancia y ahínco hasta el invierno de 1945?. El fondo y la figura remiten también a la novela de vanguardia y de posguerra estadounidense: además de desgranar las transformaciones sociales como lo hizo William Faulkner, también puede hacer recordar a Hermosos y Malditos , de Francis Scott Fitzgerald, o la atmósfera opresiva de Patricia Highsmith de ?Sustancia de locura?. El propio Waugh conoció la farsa marital. Su primera esposa, con quien se casó en 1928, se llamaba Evelyn Gardner; se los llamaba ?el? Evelyn y ?la? Evelyn. Fueron una pareja ideal hasta que ella se enamoró de otro al año de casados. El hecho lo afectó de tal manera que la crítica de entonces afirmó que su obra estaba teñida de la ?jugosa vergüenza del cornudo?. En una carta a su amigo Harold Acton, escribió: ?No pensé que fuese posible ser tan miserable y seguir viviendo?. Fue en esa época que se convirtió al catolicismo. ?Reverencio a la Iglesia Católica porque es verdad, no porque esté establecida o sea una institución?. A partir de su conversión, en 1930, creía que no podría volver a casarse. Cuando le explicaron que podía decretarse nula aquella unión, lo que efectivamente ocurrió, se casó con Laura Herbert, católica, con quien tuvo siete hijos. A lo largo de treinta y ocho cuentos, escritos durante cincuenta y dos años, pueden verse las obsesiones de Waugh y su vínculo con la literatura, a la que prefería más que a sus hijos (?a un niño lo puedes reponer fácilmente?). También, cómo caben en él los escritores inmediatamente anteriores y sus contemporáneos: el naturalismo de Chéjov, el realismo de Dickens, Flaubert y Henry James. Chéjov (1860-1904) y James (1843-1916) son tal vez quienes más rebotan en los textos de Waugh, al provocar la sensación de ?ya haber estado por ahí?. (?) El relato que más condensa los tópicos de Waugh, y recuerda a sus contemporáneos y predecesores, quizá sea Un puñado de polvo . El volumen de recopilación de cuentos incluye un final alternativo a esa novela, titulado ?Por petición especial?. También incluye el cuento ?Germen? de la novela, ?El hombre al que le gustaba Dickens?. En ambos casos, el protagonista es un cornudo huyendo, que no consigue escapar al amor que siente por su infiel esposa. En ?Por petición especial?, el desenlace es igual de lastimoso para el protagonista como lo es en la novela, aunque aquí el autor deja abierta una llave. Es el lector quien de nuevo debe completar los datos, aunque estos no pueden ser otros más que los que llevan a que la espiral del engaño se vuelva a ovillar. Al leer a Waugh la satisfacción es semejante al alivio de no haber tenido que compartir la vida con su personalidad recalcitrante, sugirió su biógrafo, Martin Stannard: ?Su arte era un teatro de crueldad; su temperamento, despiadado por instinto?. En su carta de ?felicitación? por el nombramiento de lady Mary Lygon para presidir la Biblioteca de Londres, en 1946, Waugh escribió: ?Confío en que no olvide usted conducirse con el adecuado decoro en tan serio edificio. Vaya siempre al lugar destinado a tal efecto si desea hacer aguas menores (?). Y no aborde a las bibliotecarias para fines considerados contra natura?. Waugh era consciente de la crueldad de su espíritu. Y así como Truman Capote se defendió de las críticas de sus víctimas, a quienes dejó en evidencia en muchos de sus relatos (?¿qué creían, que me tenían ahí para divertirles??), Waugh sitúa al lector en la extraña incomodidad que provoca la duda de exceptuarlo. ?La humildad no es una virtud propicia al artista. Suele ser el orgullo, la emulación, la avaricia, la mala intención lo que le empuja a uno a completar, elaborar, refinar, destruir, renovar su trabajo hasta conseguir algo que satisfaga su orgullo, envidia y su codicia?, escribió. El atractivo de su prosa está justamente en la falta de escrúpulos para acercarse a la realidad. Y Waugh sabía de las consecuencias de esa elección en un escritor. ?En el camino, puede perder su alma?, escribió. Pero se guardó para sí referirse al grado de placer que obtuvo al perderla y devorar el banquete al que redujo a sus presas.



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1 de marzo de 2012
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El papel de los intelectuales

?Hacer los muebles lo mejor que uno puede? (Franzen) Tres preguntas le ha hecho ?Babelia? a diversos escritores y críticos sobre cuál es el papel de los intelectuales y si existe o no el tema del compromiso literario. Autores como Cees Nooteboom, Fernando Savater, Jorge Volpi o Jonathan Franzen contestan el cuestionario. Aquí la respuesta, estupenda, de Franzen:

 Me siento un poco como alguien que trabaja en una fábrica y vienen a preguntarle cuál debe ser la función de los trabajadores hoy en día. Supongo que debe ser un rol parecido. En cada caso la respuesta debe ser la misma: ser un buen ciudadano, prestar atención a lo que sucede y votar. Hay algo que diferencia mi situación del que hace muebles y es que como ciudadano siento cierta responsabilidad para hablar de las formas de injusticia que son importantes para mí. No creo que los norteamericanos busquen consejos políticos de los escritores. Para los americanos esa es una idea ridícula, así como pedirle a un fabricante de muebles que arregle el mundo. Su respuesta sería: ?Así es como yo ayudo, haciendo los muebles lo mejor que puedo?. 

Por otro lado, Cees Nootebom respondió:

A lo largo de la historia, los intelectuales han cometido errores notables. Admiro a Foucault, pero creo que se equivocó al apoyar el retorno de Jomeini a Irán. Como recordarán promovió una gran manifestación en París. Knut Hamsun admiraba a Hitler. Neruda escribió una oda para Stalin. Solo me manifesté públicamente contra el bombardeo estadounidense de Camboya y el resultado de aquello fue el cese de los bombardeos y el comienzo del régimen sangriento de Pol Pot. Los intelectuales son ciudadanos como cualquier otro, lo que significa que nadie es infalible, pero deberían ser cuidadosos. No digo que tengan que callar. La libertad de expresión es un gran bien, pero uno debe estar informado lo mejor que pueda.

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1 de marzo de 2012
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Valeria Luiselli reseñada

Valeria Luiselli Y ya que hemos hablado de Valeria Luiselli en el post anterior, es bueno anotar que en la Revista Ñ Jorgelina Núñez reseñó la novela Los ingrávidos (Sexto Piso) recién llegada a Buenos Aires. La reseña comienza con tres adjetivos elogiosos: Complejo, profundo y moderno. ¿Qué más se puede pedir? Dice la reseña:

Los ingrávidos narra dos historias en dos tiempos. La primera es la de una mujer joven, casada y con dos hijos, que en el pasado trabajaba en Nueva York para una editorial independiente que le encomendaba encontrar buenos autores latinoamericanos para publicar. (?Consígueme un Bolaño?, le demandaba su jefe.) A falta de un émulo del chileno, encuentra en una biblioteca ciertos papeles del poeta mexicano Gilberto Owen, que también vivió en Nueva York a fines de los años 20 y fue amigo de Federico García Lorca. Pero eso no alcanza para entusiasmar el jefe. De manera que fragua un poemario inédito, le dice que fue traducido por otro poeta, Zukofsky; la estafa se dispara y el éxito editorial también. Pero, como en todo fraude, el primer estafado es el que lo consuma y llega a creerlo. Cuando la narradora ya no puede vivir en la mentira, abandona la ciudad y con ella su vida de entonces: el alcohol y algo de drogas, las amistades promiscuas, la vida a contramano. En el presente, de vuelta en México, lleva una existencia pequeña en una casa grande, junto a su marido y dos niñitos que no le dejan aire para respirar. Se refugia en la noche para escribir una novela (?una novela silenciosa, que no despierte a los niños?) que habla sobre Owen y sobre sí misma en otro tiempo y otro lugar, cuando ambos eran otros. Por las mañanas, el marido la inquiere sobre lo que ha escrito: ¿todo eso es cierto? Los dichos nunca del todo desmentidos van fracturando la pareja. Entonces aparece la voz de Owen narrando su propio crack up : el fin de su matrimonio, el alejamiento de sus hijos, la enfermedad que lo consume, los cuartos tristes en el Harlem donde a pocas cuadras se podía escuchar a Duke Ellington y en las plazas Federico y él se divertían ensayando aventuras vanguardistas. A medida que una se afantasma, se impone la voz del otro que hace rato es un fantasma para el mundo. Ese es el modo de existencia que los dos han elegido, la disolución lenta y las apariciones perturbadoras, dos seres habitados por identidades ajenas y respirando un aire que no les es propio. De allí que no sea raro que ella crea ver a Owen en los andenes de los subterráneos y Gilberto ya no pueda verse a sí mismo, tanto ha cambiado su aspecto. Compuesta como una colección de fragmentos de extensión diversa que dialogan entre sí, la novela avanza ceñida a su carácter episódico, anecdótico; cada fragmento es una pieza acabada, perfecta, y a la vez, germen de los que siguen. Un procedimiento que le permite el juego entre las voces, sin caer en la simplificación del paralelismo y, en algunos casos, conservando la suficiente ambigüedad como para crear la duda acerca de quién escribe. Pero acaso el más literario de los personajes sea el niño ?mediano?, una fuente inagotable de neologismos y juegos verbales. La transcripción de sus ocurrencias lo muestran como la versión más literaria de la madre. Luiselli es una escritora talentosa, algo notorio en la seguridad con la que define un estilo y consigue hacernos sentir el temblor de los personajes, las ironías con las que se maltratan y se distancian del mundo, la búsqueda de un amor donde poder anidar y dejar de ser ingrávidos fantasmas de sí mismos.

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1 de marzo de 2012
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Oswaldo Reynoso justifica a Sendero Luminoso

Oswaldo Reynoso Hace algunos años, durante la Feria del Libro de Santiago de Chile, Oswaldo Reynoso y yo compartimos una mesa redonda. Ahí, el declaró ante el público chileno que lo que había ocurrido durante los años de la violencia política en el Perú no fue terrorismo sino ?guerra popular?. Cuando le exigí que aclarase qué quería decir, ya que el término ?guerra popular? era usado por los mismos senderistas como justificación para declararse presos políticos, él dijo: fue ?guerra? porque murió mucha gente y ?popular? porque la gente era del pueblo. Es decir, Cantinflas. Escribí entonces un post rechazando su postura (que se ha quedado en la memoria caché del antiguo Moleskine Literario), así como lo hice durante la mesa redonda, lo que me ganó muchos insultos, acusaciones de envidioso, mafioso, soplón o ?criollo?, y el odio declarado de muchos escritores jóvenes que siguen a Oswaldo Reynoso y del mismo Oswaldo (a quien conozco personalmente desde hace décadas y quien me invitó a presentar un libro suyo cuando yo recién comenzaba mi carrera). Lo cierto es que Oswaldo Reynoso no es el primer escritor en hacer mil y un piruetas para justificar a Sendero Luminoso sin quemarse las manos o terminar en la cárcel (dado que aun existe la ley que incrimina la apología). Otros escritores de su generación (como lo he señalado siempre) han hecho lo mismo y lo seguirán haciendo. Ocurre que Abimael Guzmán, el fundador de Sendero Luminoso y el asesino serial más violento que ha tenido el país (cuya violencia se ensañó sobre todo contra los campesinos, a quienes pretendían defender), puso entre la espada y la pared a un grupo de autores maoístas que desde la década de los 70 defendían la ?guerra popular? y que, una vez instalada esta en el país, se vieron obligados a asumir una actitud frente al terrorismo. Y ante la incapacidad de pasar a la clandestinidad y asumir la guerra que tanto propiciaron desde sus revistas, o de quedarse callados y delatar que sus posturas ideológicas eran imposturas, empezaron las cantinfladas, los dobles discursos y las amenazas contra quienes no dudamos en señalar esas incongruencias. Bueno, Oswaldo Reynoso ha vuelto a declarar sobre Sendero Luminoso. Lo ha hecho en un medio virtual (la edición digital de Perú21) y aun con cantinfladas, como la de comparar a Barack Obama con Abimael Guzmán, pero esta vez sin medias tintas: dice que el paso del MRTA y Sendero Luminoso no fue negativo para el país, y les retira el adjetivo de terroristas.  Glorifica la figura de Abimael Guzmán además -como lo hizo Miguel Gutiérrez en La violencia del tiempo-  considerándolo un ?humanista? porque ?le agradaba la música, la literatura, la pintura? (es decir, el mundo está lleno de humanistas que escuchan música, leen y miran cuadros, aunque con su pensamiento no contribuyan a nada más que a un I LIKE en el Facebook).  Aquí están las declaraciones de Oswaldo Reynoso. Resulta muy curioso que el entrevistador, Jaime Cabrera Junco, haya querido salvar a Reynoso poniendo como titular un tibio: ?En el Perú hay muchos prosistas prosaicos? y sin mencionar en el gorro sus declaraciones sobre Sendero Luminoso, que bajo cualquier circunstancia y para cualquier periodista debería ser lo más subrayable por polémico y discutible. ¿Pretendía quizá Jaime Cabrera que discutamos qué es un prosista prosaico cuando Reynoso había soltado una bomba pro-senderista? Las declaraciones de Reynoso, además, llegan en un momento crucial para el país, pues justo hace unos meseses Sendero Luminoso intentó registrarse como partido político bajo las siglas MOVADEF (con la intención de, posteriormente, declarar ?presos políticos? a sus líderes encarcelados), y se valió para ello de la ignorancia de la juventud que no vivió los años de la violencia política y que no sabe qué fue Sendero Luminoso, y la carencia en las escuelas de cursos de historia que muestren al país lo que ocurrió en esos años lamentables y las consecuencias que aun pagamos. Oswaldo Reynoso no pecó de honesto ni de inocente ni el escritor maldito y políticamente incorrecto cuya imagen suele levantar para permanecer impune; esta vez fue más que imprudente y, como lo afirma Gustavo Faverón en un post al respecto (uno de los pocos que ha aparecido en las redes sociales, mostrando que la capacidad de indignarse de los peruanos solo pasa por el estómago), banaliza y justifica la violencia terrorista escondiéndose en juegos de palabras y declaraciones ambiguas (aunque esta vez queda poco para la ambiguedad). Siendo Reynoso un autor que suele ir a los colegios a conversar con los alumnos (como lo dice en la misma entrevista), y que aun mantiene un gran ascendente sobre los jóvenes escritores y lectores del país, sus declaraciones resultan tan dañinas y explosivas como una bomba de Sendero puesta rastreramente y bombardeando la memoria que tanto nos ha costado, y nos cuesta, reconstruir. Reynoso niega el pasado y, con ello, confunde aún más a los jóvenes desinformados u olvidadizos sobre esos años de violencia. Y además, para más dolo, muestra una imperdobable indiferencia y falta de respeto por las víctimas de los peores años que ha vivido el país.   

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1 de marzo de 2012
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El Boomeran(g)
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