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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ricardo Sumalavia entrevistado

Ricardo Sumalavia Hace unas semanas, Ricardo Sumalavia vino de Burdeos a Lima a presentar su novela Mientras huya el cuerpo, editada por Estruendo Mudo. Una novela híbrida que tiene un relato policial y, luego, la explicación del método de composición del mismo. Carlos Sotomayor lo entrevistó para su blog “Letra Capital”. Ahí confirma la apreciación de Carlos Calderón Fajardo sobre que esta es su novela más peruana a causa del exilio. Aquí algunas preguntas:

?Se suele decir que una novela surge a partir de una una idea o imagen inicial, es ese sentido, cuál fue el disparador de Mientras huya el cuerpo. Si he de partir de una imagen, creo que sin duda te diría la de un hombre atado a una silla. A partir de esta se pueden decir y escribir muchas cosas. Surgen muchas preguntas. Luego la presencia de un detective, y que fuera justamente él el hombre atado a esa silla, vino de una manera natural. Desde ya empezaba con el héroe en problemas, solo, en medio de una habitación abandonada, aguardando que alguien más, o nadie, decidiera su destino. De aquí la madeja va sola, para atrás y para adelante. A este sujeto se le iba la vida, su materialidad, su realidad, y con él la memoria de los otros. Yo tuve una necesidad de hablar de esos instantes, de hurgar en ellos, y así va apareciendo una investigación, policial de un lado, vinculado con el Perú de fines de los noventa, y otra en un sentido más amplio, analizando incluso las fichas antes de moverlas. ?¿En qué momento y cómo decides la estructura que finalmente tiene la novela? Como sabes, la novela, luego del cuento policial que le da inicio, es una suma de fragmentos que buscan dar una explicación a cada elemento de ese cuento. Esto me llevaba a cierto caos, pues la novela también tiene como principio la dispersión, dejarme llevar libremente para encontrar la motivación última, a veces intelectual, otras íntima, personal, de cada pasaje. Por esa razón, después de todo ese rastreo, que pasa desde mis años de infancia en Barrios Altos, mis lecturas, mi formación como escritor, mi vida fuera del Perú, crímenes de mujeres apuñaladas en diferentes épocas, etc., se impuso la necesidad de darle una aparente coherencia, y que mejor que hacerlo desde el propio caos. De allí ese final como un torbellino. (…) ?Apolo tiene de Apolinario; sin embargo, también tiene de ti, del autor. Como Flaubert, ¿de alguna manera tú eres Apolo y los demás personajes? Es innegable que las nociones de identidad están en crisis, y esto no tiene por qué ser negativo, ni reciente. Creo que nos cuesta cada vez más fijar las coordenadas para saber quiénes somos y dónde estamos. Por esa razón, siempre me atrajo la idea de una construcción de la identidad a través de las palabras, que seas tu propia voz, o la voz, o las voces, que vas asumiendo en la escritura. Esto ya lo planteé en mi anterior novela, Que la tierra te sea leve. La idea de esas identidades mutantes que son una y todas a la vez. Y esta novela, Mientras huya el cuerpo, pasa lo mismo. Soy Apolo, Apolinario y cada uno de los personajes. Y cuando hablo explicitamente de mí, estoy también hablando de ellos. (…) ?Carlos Calderón Fajardo decía en la presentación que ésta era tu libro donde el Perú estaba más presente. ¿El estar varios años fuera influye de alguna manera en esto? En mi caso sí. La distancia me refrescó la memoria. Permitió que pudiera verme y redescubrirme en distintos momentos de mi pasado. Y en esta dinámica de reconocimientos, ver el Perú y hablar de él, que en realidad es ver y hablar del Perú que me tocó, muchísimo más localizado e íntimo, también correspondía para lo que yo quise contar. Hablar de Apolo y Apolinario es imposible sin un referente más amplio, así me los tenga que inventar completamente.



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28 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Julio Ramón Ribeyro, cuentos de circunstancias

Este es mi post de hoy en el blog Vano Oficio en “El País” de España.

Julio Ramón Ribeyro. Fuente: Okiperú Ribeyro vivió en París durante la época del Boom literario, coincidió con todos los escritores célebres de esos años y ninguno le mezquinó una palabra de elogio. Sin embargo, es uno de los “olvidados” del Boom, quizá porque la fama siempre le fue esquiva o porque, al contrario, fue él quien esquivó a la fama debido a su personalidad anti-Boom: no solo era discreto, inseguro y con una gran “tentación al fracaso” sino que, además, era muy silencioso. El silencio -salvo excepciones- no se lleva bien con el éxito. El escritor peruano regresó a Perú unos años antes de su muerte. Se compró un departamento frente al mar y se rodeó de amigos, cómplices literarios. Además, descubrió que aquí lo admiraban muchísimo: en un homenaje que le brindó una municipalidad, el público que se quedó fuera del recinto lo obligó a mostrar su afilada figura y saludar desde el balcón municipal bajo el coro “Ribeyro es del pueblo”. Muchas veces lo vi caminando por el malecón de Barranco; por entonces yo dictaba cursos en un instituto que quedaba frente a su edificio. Su timidez se mezcló con mi propia timidez y nunca me acerqué a agradecerle sus obras. Ahora me arrepiento. Cuando Ribeyro murió había recibido, meses antes, el premio de la FIL Guadalajara, cuando se llamaba “Premio Juan Rulfo”. No llegó a recogerlo, pero sí pudo disfrutar que celebraran su calidad también fuera del país. Aunque la obra de Ribeyro que prefiero son los fragmentos, ideas y aforismos reunidos en Prosas apátridas, sin duda fue un cuentista prolífico que redactó algunas piezas memorables. El espíritu de la Euro2012 me ha poseído, así que dejo aquí un once titular: mis once cuentos favoritos de Julio Ramón Ribeyro. Una guía para no iniciados. 1. Los gallinazos sin plumas: Una relato que parece el guión de una película neorealista urbana italiana. Dos niños que recogen basura para alimentar un chancho. El animal más grande se engulle siempre al más pequeño. Los niños, gallinazos sin plumas, se defienden, pero la ciudad tiene las fauces más abiertas. 2. Por las azoteas: Fue el primer cuento que leí de Ribeyro. y la primera vez que lloré frente a un cuento. Lo releí muchas veces durante el colegio y nunca dejé de lagrimear. La relación entre el niño y el abuelo jubilado es perdurable. 3. Espumante en el sótano: Siempre me pareció extraordinaria la capacidad de Ribeyro para retratar una situación con detalles. Cuando el protagonista de este cuento llega a su centro laboral, para auto-celebrar sus 25 años en la empresa, con unas empanadas bajo el brazo y una botella de espumante bajo el otro, el lector termina conmovido y asbolutamente rendido antes de que acabe el cuento. 4. Las botellas y los hombres: Un padre y un hijo se enfrentan, en una pelea ritual que no solo resume la complejidad del amor filial sino además el proceso de transformación en que el hijo se convierte en padre y protector. La última escena, cuando le coloca un anillo al cuerpo vencido del padre, es épica. 5. La primera nevada: El mejor cuento que he leído, de cualquier autor, sobre el exilio. Un peruano tímido se deja apabullar por otro peruano, vividor y decidido, que invade su departamento. El cuento avanza en una tensión impresionante entre ambas formas de vivir el exilio y termina con una nevada que solo es la primera que caerá en sus vidas. 6. Silvio en el rosedal: Aunque no me gusta toda la arquitectura simbólica, demasiado obvia, detrás del cuento, lo cierto es que la historia resulta maravillosa cuando descubrimos que Ribeyro ha querido enseñarle a su protagonista que solo se puede vivir en el presente. En el presente no existe felicidad ni amargura, solo paz. Una enorme lección de vida. 7. Alienación: La historia de un joven mulato que quiere transformarse en un gringo, impulsado por el amor a una chica y por su deseo de triunfar en un mundo de blancos. Aparece en ese relato una frase de construcción memorable: “Precisemos que se llamaba Roberto, que años después se le conoció por Boby, pero que en los últimos documentos oficiales figura con el nombre de Bob. En su ascensión vertiginosa hacia la nada fue perdiendo en cada etapa una sílaba de su nombre.” 8. Al pie del acantilado: Muchos consideran este cuento, donde una familia sin recursos intenta resistir la dureza de la ciudad, como el único cuento de Ribeyro donde los personajes no fracasan. Aunque la vida los trate con rudeza, ellos son “como la higuerilla” y siempre resistirán. 9. La insignia: Un cuento breve, fantástico, de inspiración kafkiana. Un sujeto encuentra una insignia en un basurero que le cambia la vida. Al final, aunque el cuento se ubique en una realidad absurda, no cabe duda que, como en las mejores ficciones fantásticas, es un espejo de la realidad-real. Todos llevamos una insignia puesta para movernos en una vida que no nos gusta ni entendemos. 10. El profesor suplente: El personaje más estremecedor de su obra es este “profesor suplente”, un hombre sin fortuna a la que un día se le da una oportunidad, reemplazar a un profesor de historia, que él desperdicia dando vueltas por las calles y por sus pensamientos, sin virtud alguna, hundido en sus temores. Si fuera alcohólico, podría ser un personaje de Joseph Roth. El retrato mismo del fracaso y las cabes que nos ponemos a nosotros mismos. 11. Solo para fumadores.- Un cuento extraordinario sobre el vicio. Alrededor del acto de fumar se cuentan anécdotas, algunas autobiográficas, donde el cigarrillo se convierte en dueño de la vida de quienes lo consumen. El relato está lleno de divagaciones y digresiones. Pronto entendemos que habla de cigarrillos pero se refiere, sobre todo, del gran vicio (o “dulce condena” como diría Onetti) que es el acto de escribir. Ribeyro nos ha dejado su arte poética.



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27 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una recomendación desde Ucrania

Juan Pablo Varsky Llevar un libro a un vuelo, sobre todo a un vuelo intercontinental, es un riesgo y una decisión que no se puede tomar apurado. Juan Pablo Varsky, uno de los mejores periodistas deportivos que conozco y que admiro, ha ido a Ucrania para comentar las semifinales y la semifinal de la Euro2012. ¿Y qué libro se llevó? Un publicista en apuros, de Natalia Moret. Lo descubrí hoy en Twitter.

Una recomendación de un hombre culto e inteligente, además de excelente futbolero, como Juan Pablo Varsky para mí vale más que muchas reseñas. ¡Felicitaciones, Natalia!



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26 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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"Yo sospecho radicalmente del escritor prestigioso como de la peste"

Damián Tabarovsky Damián Tabarovsky desconfía de los escritores vendedores, de aquellos que ponen el énfasis en las tramas y los argumentos, de quienes usan el inicio-nudo-desenlace como única estrategia. Y le gusta polemizar, como se comprobó en el 2004 cuando publicó el ensayo Literatura de izquierda, y ardió Troya. Su nueva novela Una belleza vulgar aparece bajo su propio sello editorial, Mardulce, y es motivo de una entrevista de Silvina Friera en Página12. Dice la nota: En la novela se afirma que ?el discurso vencedor se vuelve doxa, habla cotidiana, manual de escuela?. El problema de encontrar la paradoja allí donde no se la ve habitualmente es que también puede volverse doxa. ¿Qué discursos literarios se transformaron en doxa? ?Es una buena pregunta, pero es difícil saberlo… Yo sigo pensando la literatura como un lugar de contrapoder frente a los lenguajes hegemónicos, el lenguaje de los medios, del deporte, de la salud, que son lenguajes binarios: el exitoso y el fracasado, el sano y el enfermo. La literatura es una especie de contragolpe. Me di cuenta de que el único tenista que me gustaba, sin saber mucho de tenis, era André Agassi, porque era un contragolpeador. Necesitaba que el otro pegara primero y él contragolpeaba. La literatura viene detrás: primero están esos grandes poderes y luego la literatura contragolpea. Existe el riesgo de que haya un sentido común de vanguardia o un sentido común de academia o un vanguardismo-académico ?categoría que usé en Literatura de izquierda?, un vanguardismo hecho como un producto bastante accesible. Si eso ocurre con mi novela, es que fracasó (risas). Por eso intento sospechar de mí mismo y de ese tipo de literatura para que no se vuelva doxa. Ahora se cumplen veinte años de que publiqué mi primer libro. O sea que hace veinte años que escucho la misma pregunta: ¿cuáles son tus propuestas? (risas). Y otras veces me preguntan: ¿qué defendés? Precisamente defiendo la negatividad, pensar la literatura por sustracción. Intento que cada novela mía vaya más adelante en esta idea. ¿Nunca intentó arriesgar una dialéctica con síntesis como experimento, para ver qué pasaría? ?No, porque lo primero que me viene a la cabeza es Martínez Estrada. El me hace frenar, me detengo antes del momento ontológico. Muy al comienzo de Radiografía de la Pampa dice que, en la Revolución de Mayo, el ejército lleva la revolución a las provincias; ergo: en la Argentina se generó primero el ejército y después el pueblo. Por lo tanto, hay algo que viene fallido desde el origen, lo que Murena después llamaría el ?pecado original? de América latina. En la novela juego con el fracaso del entubamiento del arroyo Maldonado, pero también con el fracaso de qué hubiera pasado si no se hubiera entubado. Ahora pertenecería a Palermo Soho, sería un arroyo con barcitos alrededor, como en París con el Sena, con un tipo tocando el violín y lleno de turistas. El entubamiento es la alegoría de la oclusión, de lo obturado, lo que la ciudad no quiere mostrar porque le molesta: que derrama agua e inunda todo; entonces lo entubamos y no lo vemos. Y reaparece el trauma y la inundación. Ese pequeño hiato donde entra mi literatura es mostrar que el arroyo entubado es la reaparición del trauma, va a derramar agua siempre; pero también sospechar de los efectos del no entubamiento y detenerse antes de que lo ontológico postule que esto está fallado para siempre. Hay unas preguntas, formuladas por Libertella, que resuenan en Una belleza vulgar: ?¿Cómo es el eco de un sonido que jamás se produjo? ¿El arte y la literatura serán eso??. ¿Hubo un propósito de trabajar con ciertas propuestas de Libertella? ?Sí, y estoy muy feliz porque tengo la impresión de que tiene más lectores ahora. Siento que formé parte de la tarea de divulgación y lo sigo haciendo, particularmente de El árbol de Saussure y de otro libro que me parece clave, Nueva escritura en Latinoamérica, por la idea de que ya no se puede ser vanguardista como un ejército, un grupo que rompe con la tropa, va hacia adelante y subvierte, sino como alguien que lo hace de manera oculta, discreta, que irrumpe cuando no se lo espera. La vanguardia talla las piedras en las cavernas, o sea que es arqueológica, si se quiere, y paradójica. Esta idea libertelliana me marcó para siempre. En A la santidad del jugador de juegos de azar tiene un capítulo sobre Goyeneche que es un artículo sobre la vanguardia. Hay una idea de Deleuze, que Héctor conocía muy bien, que la literatura lo que quiere es hacer tartamudear a la lengua. Héctor era un gran apropiador de citas, las masticaba, las rumiaba, hacía siete digestiones y la cita salía de otra manera. Pero está hablando de eso: de destrozar la sintaxis. ”(…) Un escritor que no polemiza es un escritor prestigioso. Yo sospecho radicalmente del escritor prestigioso como de la peste. Ni Martínez Estrada, ni Fogwill, ni Aira encarnarían el lugar de escritor prestigioso. También se puede discutir por lo que un escritor deja de hacer.? ¿Por ejemplo? ?Aira, en este momento, puede dar talleres y cobrar una luca por clase. Y no lo hace. Podría, perfectamente, con un buen agente pasar de Mondadori a Planeta y que le den el premio Planeta-Casa de América. Y no lo hace. Lo mismo valía para Héctor (Libertella). Yo no lo puedo hacer porque nadie me va a dar el premio Planeta, ni cursaría conmigo una clase por mil pesos (risas). ¿Y si estuviera dentro de diez años en el lugar de Aira? ?¡Dios no lo permita…! En Flores, desayunando en Pumper Nic, porque creo que no se enteró de que ya no se llama más así. No lo quiero plantear en estos términos porque sería un juicio moral. Yo publiqué casi todos mis libros en Mondadori. Una belleza vulgar salió en España por Caballo de Troya, un sello que pertenece a Mondadori. Cuando discuto con los talleres literarios, polemizo por los efectos literarios de la escritura de taller. Me importan los efectos culturales de ciertas instituciones, como los talleres literarios o el mercado. Nunca es un juicio moral, sino un discurso político sobre los efectos literarios. No querría quedar en el lugar del ?policía intelectual?, que no lo soy. Aira podría escribir una novelita sobre desaparecidos, una entre setenta, y tener un best seller. Y no lo hace porque él no cree en esa literatura. Podría hacerlo, pero él frena antes. Eso es muy interesante como efecto político y serviría para rediscutir de qué se habla cuando se habla de literatura política. ¿Y de qué se habla? ?Literatura política no es que aparezca Videla en una novela; son los efectos de la sintaxis. La literatura política es inventar una sintaxis que discuta con las doxas establecidas.



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26 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un periodista sin Twitter ni Facebook

Guy Talese Aunque llego tarde, pues ha sido noticia en el Facebook durante varios días, no quería pasar por alto la estupenda nota que Bárbara Celis publica sobre Guy Talese y su libro Vida de escritor (Alfaguara), la autobiografía del famoso protagonista del Nuevo Periodismo que empezó en New York Times y que ahora publica para New Yorker, Esquire o donde lo llamen, siempre bien pagado. Un periodista,como dice Celis, de antes de que existieran las redes sociales, el Facebook y el Twitter, pero que -queriéndolo o no- se ha vuelto modelo para esta generación de periodistas 2.0  Dice la nota:

Es posible ser periodista e informarse sin utilizar Twitter o Facebook y no tener correo electrónico, aunque eso es un lujo que solo se puede permitir un reportero que no vive bajo la dictadura del modelo informativo que prima en el siglo XXI: producir mucho y muy deprisa. Mientras las nuevas generaciones de periodistas entran en un mundo laboral en el que para llegar a fin de mes tienen que firmar toneladas de noticias a 20 euros, el veterano Gay Talese aún tiene la suerte de cobrar, y mucho, por dedicar tres meses y siete páginas a un reportaje en la revista The New Yorker sobre Marina Poplavskaya, una soprano con cero interés para el nuevo dios mediático: las redes sociales. Y el tiempo y el mimo que invierte Talese en su trabajo se notan, ya que algunas de sus piezas, como la titulada Sinatra está resfriado, publicada en la revista Esquire en los años sesenta, figuran entre las mejores de la historia del periodismo. (…) Sentado en un venerable hotel neoyorquino y con el mismo sombrero de gentleman que luce en la portada de la edición estadounidense del libro que ahora publica Alfaguara, el veterano periodista, con gemelos y corbata a juego y un pulcro traje hecho a medida como los que vestía Cary Grant en la película clásica de reporteros Luna nueva (His girl friday), defiende un libro que según los críticos estadounidenses no figura entre sus mejores obras. Pese a su título, apenas hay rastro de Gay Talese en su interior. Eso sí, a través de él uno entiende perfectamente la minuciosidad y la atención con la que aborda su trabajo. Es más, el grueso del libro lo componen reportajes que nunca llegaron a publicarse, como el que escribió sobre Lorena Bobbit (la mujer que le cortó el pene a su marido) para la revista The New Yorker, sus múltiples notas para elaborar un reportaje sobre restaurantes que tampoco llegó a ver la luz o sus dudas periodísticas durante su cobertura de las marchas por los derechos civiles en Selma en el año 65. ?Quería intentar descubrir quién soy, porque no lo sé muy bien. Creo que siempre me he visto a través de mi trabajo, toda mi vida he escrito sobre otros y siempre he tratado de quedarme al margen de la historia?. Y quizás por eso el título del libro confunda, porque no son unas memorias que describen la vida de este escritor, sino un autoanálisis del trabajo del escritor y su forma de abordarlo. ?Soy un escritor que escribe haciendo reportajes y además soy un reportero. La idea es que lectores y escritores descubrieran en qué consiste un trabajo en el que son tan importantes las historias que se publican como las que no?. Pese a los reveses laborales descritos en Vida de un escritor, Talese asegura que desde que publicó La mujer de tu prójimo (donde analizó el comportamiento sexual de los estadounidenses y donde él mismo expuso sus propias experiencias), poco a poco ha ido metiendo cada vez más de sí mismo en sus libros. Esa tendencia alcanzará su epítome en el que será su libro número 12, una obra sobre sus 50 años de matrimonio con la editora Nan A. Talese. ?Un reportaje exhaustivo sobre lo que significa estar casado y vivir en una casa como padre de una familia durante 50 años?. Esa familia supo por sus propias palabras de sus infidelidades setenteras y espera que acepte todos los detalles de un libro en el que lleva 10 años trabajando. ?Quizás a mi mujer no le guste, ya veremos. Mi vida es un libro abierto. Ella sabe todo lo que hago y la gente a la que veo, aunque haya cosas que no hablamos. Yo dejo constancia de todo lo que hago en una pizarra que tengo en casa y en las notas que tomo a diario?. En ese día a día también hay mucho periodismo, con lecturas intensas de toda la prensa neoyorquina. Hace dos años defendió el trabajo de los reporteros actuales en una entrevista con esta misma periodista pero hoy se retracta. ?Estoy decepcionado. El 11-S acabó con el buen periodismo. Con la excusa de la seguridad nacional la prensa estadounidense dejó de hacer preguntas, ya no cuestiona el poder. Creía que aquello acabaría tras los años oscuros de la Administración de Bush, pero con Obama no ha mejorado. Los periodistas de hoy siguen haciéndole el juego al Gobierno, son como funcionarios. Falta curiosidad y escepticismo en el tratamiento de Irak, Afganistán o incluso Siria. Y el ciclo de noticias de 24 horas que impone la red no ayuda porque los convierte en animales carroñeros?. Y suspirando, añade: ?No, no es un buen momento?.



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25 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hans Joachim Schädlich reseñado

Hans Joachim Schädlich El escritor alemán Hans Joachim Schädlich ha sido traducido al castellano gracias a Adriana Hidalgo. Su libro El viaje de Kokoshkin, cuyo protagonista es un botánico de 95 años, ha sido reseñado, para el blog de Eterna Cadencia, por Florencia Parodi. Dice la reseña:

El escritor es alemán, Hans Joachim Schädlich. El protagonista, ruso, Fiódor Kokoshkin, un botánico que en el presente de la novela tiene noventa y cinco años. El viaje de Kokoshkin tiene una especie de epílogo de una página, un diálogo entre él y su amigo Hlavácek, que lo acaba de acompañar durante un recorrido por Rusia y Europa. Pero la novela empieza con el embarque en un crucero en Southampton, camino de vuelta luego de ese recorrido, a Estados Unidos, donde Kokoshkin reside desde 1934. El viaje en crucero dura tres días y tres noches, y dentro de ese período se extiende la novela evocando también otros viajes. En la contratapa del libro se indica la superposición de tres tiempos: ?el presente de su regreso en crucero, el pasado reciente del viaje que ha hecho y la evocación de los recuerdos de infancia que ese viaje ha despertado?. Pero en realidad hay una línea más, que es la que se menciona en ese primer diálogo que funciona como epílogo (??Podríamos ir a pescar lucios (?). Como lo hicimos en Studená, Moravia?): la visita en la que Kokoshkin conoce a Hlavácek, en el 1968, durante los últimos días de la Primavera de Praga. El marco es sin duda el tiempo del crucero: así como empieza con el embarque, la novela termina con la llegada al puerto de Nueva York. A sus noventa y cinco años, Kokoshkin se define como un emigrante de profesión, pero también seduce como un profesional a una mujer con quien comparte mesa en el barco. Y no es menos experto a la hora de organizar, dosificar y condensar la historia de su vida relatada a distintos interlocutores. Su emigración profesionalizada se nota al principio en los detalles precisos sobre trances entre naves y países. Una vez en el barco: el manual del peligro, las instrucciones en caso de catástrofe. Cuando lleva poco tiempo a bordo conoce a sus compañeros de mesa del restaurant: Olga Noborra, una arquitecta alemana mucho más joven que él con quien le gustará pasar el rato durante el viaje; Oakley, un norteamericano que conoce de Boston; Frank y Lucy, una pareja de británicos, y el fagotista ruso Sajnovski. (…) El personaje de ficción que construye Schädlich se cruza constantemente con figuras reales como la de Gorki o Iván Brunin, y los acontecimientos históricos más dramáticos se aluden tangencialmente a través de las idas y venidas de Kokoshkin. El único suceso que se relata con detalle es la Batalla de Kahlenberg, que relata el único pasajero norteamericano de la mesa, Oakley, y define como el cumpleaños de Europa. Oakley le cuenta a los demás cómo los otomanos sitiaron Viena en 1683 y los ejércitos cristianos resistieron (?Juan Sobieski envió el estandarte del profeta al Papa con el mensaje: ?Vinimos, vimos, Dios venció??). Al final de su discurso se ocupa de los países islámicos: ?Tienen la bomba atómica, y la bomba atómica es su verga. Y todo esto lo justifican idiotas políticamente correctos, que también entre nosotros tienen la sartén por el mango. Ahora a los enanos hay que llamarlos personas con capacidades de altura diferentes?. Cuando termina, Kokoshkin le adjudica el mérito de llamar las cosas por su nombre. Esto no desentona con el final: la llegada al puerto de Nueva York con la visión al amanecer de la Estatua de la Libertad se parece más al final de una película norteamericana que a la conclusión de una historia sobre un personaje de origen ruso que atravesó entero un continente y un siglo, como si todavía fuera posible sostener la utopía de encontrar en Estados Unidos la calma política.



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25 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pierre Michon eliminado de la Eurocopa literaria 2012

Pierre Michon. Foto: Daniel Mordzinski. Un enorme escritor de novelas breves, uno de los mejores del siglo XXI, Pierre Michon, representando a Francia, ha sido eliminado de la Eurocopa literaria 2012 de Moleskine Literario. Lo cierto es que el partido de ayer, que se anunciaba como uno de los mejores partidos de la Euro, fue un partido aburrido y denso. El primer tiempo de estudio, Francia prefirió poner a jugadores fuertes para contención (como Malouda) antes que jugadores rápidos, para tocar la bola, como Nasri. Además, como otros equipos le han hecho a España (y Barcelona), le cedió la bola a España, confiados en una individualidad de Ribery o de Benzemá. España con la pelota en su poder, no tuvo profundidad salvo en una ocasión, que fue el gol del primer tiempo. En el segundo tiempo se animó Francia, puso dos 9 en el área (Gouvu y Benzemá), puso a Nasri y creó más peligro, pero España aguantó bien el golpe (impecable Ramos y Casillas), mientras Iniesta no tuvo ahora acompañantes (mal partido e Cesc) y al final fue una jugada inesperada, una caída en el área de Pedrito (que para eso está este año, incluso en el Barca, para buscar el foul o inventárselo)  dio la tranquilidad. Doblete de Xabi Alonso y pasa España dejando demasiadas dudas.  Así es como Enrique Vila Matas logró pasar un partido que se le presentó muy difícil desde el principio, venciendo a Pierre Michón, que merecía más coraje del equipo que representaba, que cedió muy rápido el partido.Casi desde el vestuario.

Pierre Michon nació en 1945 en Cards, en la Creuse francesa. Estudió letras en Clermont-Ferrand, pero no publicó su primer libro, “Vidas minúsculas”, hasta 1984, cuando tenía treinta y siente años, que lo consagró de inmediato como uno de los grandes escritores franceses del siglo. Todas sus obras han sido publicadas por Anagrama.

Las obras publicadas en castellano son: Rimbaud el hijo, Vidas Minúsculas, Señores y sirvientes, Cuerpos del rey, Once, El origen del mundo.

Aquí hay una columna que Vila Matas, su verdugo en la Euro, le dedicó a Pierre Michon.

Y aquí una entrevista que José Manuel Fajardo le dedicó en el 2009.



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24 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Petros Márkaris se despide de la Eurocopa literaria 2012

Petros Márkaris La propuesta de Grecia era aprovechar picaramente un error del rival, meter un gol y luego defender con once hombres abajo. Y así, con un poco de suerte pero sin muchos jugadores, ganar la Euro. Era un equipo incluso peor que aquel que ganó la Euro en el 2004, pero con el mismo ADN. Felizmente, Alemania puso las cosas en su sitio, aunque durante seis minutos del segundo tiempo estuvieron bajo la zozobra del empate. Daniel Kehlmann se convierte así, por ahora, en el más firme candidato al título. Es cierto que le tocó jugar con el más frágil de los cuartos de final, pero había que pasar ese partido y lo hizo con una goleada de 4-2 (los dos goles griegos son errores en la marca de Boateng, el único punto débil del equipo, al menos como central) y jugando bien, tocando la bola, con contundencia. Veremos qué pasará cuando juegue con un equipo que lo ataque (aunque ya sucedió, Holanda y Portugal lo atacaron, y Hummels respondió creció mucho). Nos despedimos así de Petros Márkaris, el escritor de policiales griegos más exitoso del momento, cuya obra ha sido publicada en castellla íntegramente por Tusquets. Además, fue colaborador, como guionista, del fallecido Theo Angelopoulus en la maravillosa “La eternidad y un día” (y otras películas más). Petros Márkaris nació en Estambul en 1937. Tras estudiar ciencias económicas en Viena y en Stuttgart, se trasladó a Atenas, donde reside actualmente. Guionista de televisión y autor teatral, ha colaborado en varios guiones del cineasta griego Theo Angelopoulos, entre los que destacan La mirada de Ulises (1995) y La eternidad y un día (Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1998). Asimismo, ha traducido a importantes autores de lengua alemana, como Goethe, Schnitzler, Brecht y Bernhard. Ha alcanzado fama internacional y prestigiosos premio, como el reciente Premio Pepe Carvalho 2012, con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el comisario griego Kostas Jaritos, de la que Tusquets Editores ha publicado todos los títulos: Noticias de la noche, Defensa cerrada, Suicidio perfecto, El accionista mayoritario, Muerte en Estambul y Con el agua al cuello. Aquí está la página web que la editorial ha creado para él. Y aquí una entrevista con el autor en España.



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24 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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?Yo quiero lograr transitar por una realidad paralela a la cotidiana?

Mario Bellatin El “Babelia” de hoy dedica su portada a Mario Bellatin, cuya obra El libro uruguayo de los muertos (Sexto Piso) acaba de ser publicada en España. Me pidieron que haga un breve viaje (no más de 600 palabras en total) por las cuatro obras más emblemáticas de Bellatin. Escogí Salón de belleza, Flores, El gran vidrio y El libro uruguayo de los muertos. Además, Pablo de Llano hace unas extensa entrevista titulada “Cien mil veces Mario Bellatin”. Dice:

Si el Mario Bellatin real se correspondiese con el Mario Bellatin que narra sus novelas en primera persona, esto no sería una entrevista para un suplemento cultural, sino una entrevista clínica. De acuerdo con las características que se atribuye en El libro uruguayo de los muertos, su última obra, recién editada por Sexto Piso, estaríamos ante un hombre tarado por haber crecido en una familia ?malvada, funesta, miserable?, en la que su madre recogía hormigas por la mañana para dárselas a sus hijos de desayuno y donde abundaba la deformidad: por ejemplo, una hermana ?que en lugar de boca tenía una especie de trompa como la de un elefante?, o un abuelo diabético, con una pierna y un brazo amputados, que a veces hablaba a solas con una foto de Mussolini colgada en el lugar principal de la casa. Mario Bellatin sería un cleptómano de plumas Inoxcrom aquejado al mismo tiempo de ?grafofobia?, y a unos metros del sofá en el que atiende esta entrevista, en su espartano hogar de Ciudad de México, habría un esqueleto llamado Agapito enterrado debajo de la plancha de cemento de la cocina. (…)A Mario Bellatin le gusta difuminar la línea entre su universo literario y el mundo cotidiano, y su propia apariencia ??mi estricto uniforme?, le llama? tiene elementos de personaje ficticio. La cabeza rapada. Una túnica negra combinada con pantalones negros y con unas aparatosas botas del mismo color que parecen más acordes a un punki londinense de los setenta que a un escritor mexicano de 52 años. Y envuelto en la manga derecha de la túnica, un antebrazo ausente desde su nacimiento que antes solía completar con una prótesis metálica con pinzas que le daba un aspecto a medio camino entre un monje y un ciborg. (…) Cuando se le pregunta por la veracidad de todas esas rarezas con que dibuja su figura en sus libros, Bellatin suele responder con un comprensivo pero indiferente ?no importa, eso no importa?. Explica que todos esos elementos autorreferenciales, así como los temas recurrentes de su escritura, como la enfermedad, la deformidad de los cuerpos o la presencia de la muerte ?que fabuló en una truculenta novelita de 1994 llamada Salón de belleza, una parábola implícita de la expansión del VIH en aquella época?, son pretextos para atraer al lector a un mundo diferente. ?Yo quiero lograr transitar por una realidad paralela a la cotidiana?, dice, ?y que el lector se salga del mundo real y entre a este universo que no es el mundo de todos los días, deslavado y aburrido?. (…)La actividad artística de Bellatin desborda la escritura. Además de ese filme, actualmente está terminando la edición de una ópera que ha filmado con la compositora Marcela Rodríguez en Ciudad Juárez, el lugar más mortífero de México. Dice que es una obra sobre la violencia que trata la violencia a la inversa, sin mostrar una gota de sangre. Está basada en Bola negra, un cuento suyo sobre un entomólogo japonés que se come a sí mismo. Para el coro eligió a chicos y a chicas de Ciudad Juárez ?en situación de extrema vulnerabilidad?. Según detalla, en el escenario se proyectan imágenes del muro fronterizo que separa Estados Unidos de México, de las nuevas urbanizaciones de la zona ??con casas abandonadas sin puertas ni ventanas y picaderos de droga?? o de la ?miseria humana? que traslucen los talleres de maquiladoras, como se conoce en Latinoamérica a las mujeres que subsisten de la industria manufacturera, en muchas ocasiones sin un contrato formal. Mientras tanto, el coro entona una letra que Bellatin recita en su casa de manera acompasada: ?Has-ta-har-tar-se / Con-su-mi-do-por-sí-mismo / De-glu-ti-do-por-sí-mismo…?. Bola negra es parte del material que mostrará Bellatin en julio en la Documenta de Kassel (Alemania), la exposición quinquenal de arte contemporáneo. Él enfoca el musical como un cuestionamiento del rol social del autor. Bellatin está en contra del esquema ?binario? del escritor como un individuo con dos opciones, usar su obra como un medio para denunciar injusticias o ser un ente puro que crea de espaldas al mundo. ?Estoy de acuerdo en que la literatura es un mecanismo de cambio, pero no en el sentido de una inmediatez coyuntural, como si el texto fuese un instrumento que no se puede sostener por sí mismo, sin su contexto?. Ya en sus inicios, según cuenta, su heterodoxia se dio de frente con otra división de categorías en la que sus propuestas no encontraban acomodo: la separación de los escritores latinoamericanos entre autores internacionales como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes y otra corriente de compromiso social regionalista. ?Para las cosas que yo trataba de hacer usaban términos envenenados, como kafkiano?, recuerda. ?Y yo con 18 años pensaba, guau, puta madre, kafkiano, pero en realidad me estaban diciendo ?Muy bien, hijito; ahora, si quieres ser escritor, haz algo indígena o algo urbano que hable de lo que se tiene que hablar: del dictador, del realismo mágico o del exotismo de Latinoamérica?. (…) Después de unas tres horas de conversación sobre la mentira, la verdad, el arte y los entomólogos japoneses que se engullen a sí mismos, con la media taza de café ya en el recuerdo, Bellatin, agotado y hambriento, hace un esfuerzo no del todo exitoso por dar a entender su relación con el sufismo a un periodista con una capacidad de comprensión cada vez más obtusa: ?El sufismo me enseñó que todo es un todo?, arranca el escritor; ?que todo forma parte de lo mismo?, repite; ?que vivimos en tiempos paralelos?, dice escalando grados ontológicos; ?que no hay avance, que hay circularidad, paralelismos?, continúa hasta hacer una afirmación terminante: ?Que todo el tiempo, los vivos y los muertos vivimos en tiempos simultáneos, en el instante?. Se detiene un momento, se disculpa por estar ?un poco descerebrado? por el cansancio y finaliza con unas palabras que tampoco cuadran en la cabeza del interlocutor: ?Y ese mismo instante es lo que busca el derviche girador?. Bellatin se considera sufí y cumple con su estética austera. El mobiliario de su hogar es tan esquemático que la casa parece casi deshabitada, o habitada por un fantasma, como dice el escritor que se siente en ocasiones. Siempre lleva su uniforme negro, y conduce un coche negro sin cambio automático ni dirección asistida, cosa meritoria teniendo en cuenta que solo dispone de un brazo. El principal foco decorativo de la sala es un minúsculo cuadro con un derviche ?un bailarín sufí? congelado en un instante del giro permanente en que consiste la danza ritual de esta religión. Esa pared, como todas las demás de la sala y del estudio, estarán cubiertas pronto por enormes estanterías en las que piensa distribuir Los cien mil libros de Mario Bellatin, una obra que también presentará en la Documenta. Se trata de otro proyecto a medio camino entre la literatura y el arte conceptual, consistente en la edición de cien libros suyos en un formato mínimo y con una tirada de 1.000 ejemplares cada uno. Los comercializará por su cuenta, sin pasar por las librerías, intercambiándolos directamente con los compradores ?por un cigarro o por 1.000 pesos, dependiendo de mi estado de ánimo?. De momento ha publicado seis, y calcula que con todo lo que ha escrito durante su carrera ya tiene material para 52. ?A partir de ahora quiero seguir escribiendo para llegar a 100. Pero igual me muero antes, no importa. Lo importante es que el hecho de que aquí haya 100.000 libros o no haya nada solamente depende de un deseo, y nada objetivo, externo a ti mismo, se puede interponer a ese deseo?. Como el derviche que gira en un movimiento eterno, lo único que desean el hermano de la chica elefante, el ladrón de bolígrafos, el hijo de la cocinera de hormigas y el dueño del perro Perezvón es que Mario Bellatin permanezca siempre escribiendo.



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23 de junio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Benjamín Black vuelve

John Banville John Banville usa el seudónimo Benjamín Black para darse el gusto de escribir novelas policiales. Muerte en verano es el título que aparece en Alfaguara. Es curiosa la relación que tiene uno con el otro. Dice la nota: “Banville asegura que Black ni siquiera le cae bien y que le envidia porque es capaz de escribir mucho más que él en menos tiempo”. La verdad es que yo, que soy fan de John Banville, tampoco soporto a Black. Dice la reseña de Laura Fernández en El Cultural:

Dicho todo esto, y añadiendo el gusto decididamente norteamericano del sentido del humor (negro) de Black, que por momentos parece algo así como el hermano irlandés de Ross Macdonald, restándole decorados y sumándole un pulso narrativo sin igual en la literatura de detectives (y, en este caso, forenses) de hoy, abordamos el cuarto caso de Quirke, Muerte en verano, teletransportándonos en primer lugar al Dublín de los 50 (porque es allí donde habita el Banville negro), en concreto, al despacho de Diamante Dick, Richard Jewell, el magnate de la prensa sensacionalista, que parece haberse suicidado. Aunque, qué curioso, su mandíbula está en la otra punta del despacho pero la escopeta con la que aparentemente se ha volado la cabeza sigue entre sus manos, manos que, por cierto, están completamente limpias. El inspector Hackett, más hundido de lo habitual, brilla, como siempre, en su papel de sombra del verdadero desvelamisterios de la historia: Quirke. El forense grandullón que no puede evitar beber más de la cuenta y enamorarse de la mujer del muerto, la misteriosa Françoise d’Aubigny. ¿Pero no estaba con Isabel Galloway, a la que conoció en su anterior caso (En busca de April)? Sí, pero Quirke siempre se enamora de la chica inadecuada. Black ha vuelto hacerlo. Armado con un pedazo del pasado de su querido doctor (su condición de huérfano y su fugaz paso por el St. Christopher, orfanato que la multimillonaria víctima visitaba a menudo por su condición de amigo del hogar de chicos perdidos), una ola de calor capaz de confundir a cualquiera (incluida a su más que sensata hija Phoebe) y la dosis exacta de corrupción (o el espejismo de poder del enemigo fatal del muerto, Carlton Sumner), deseo irrefrenable (y prohibido) y maldición familiar (maldición que encarnan la pequeña Dannie y la aún más pequeña Giselle), Black ha vuelto a elevar a categoría de clásico una aventura detectivesca al uso. Con una maestría que no tiene nada que envidiarle al maestro Ellroy, Banville inyecta alta literatura (como la de la escena en la que François cree haber perdido a su hija, en la que la acción parece exquisitamente ensayada, y las frases componen una singular coreografía) a la prosa de su otro yo, su yo oscuro y juguetón, un Black que es cada vez más Banville. De lectura deliciosa y adictiva, Muerte en verano es quizá, por su aparente sencillez, el ejercicio de esgrima perfecto del cada vez más poderoso Mr. Hyde de John Banville.



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23 de junio de 2012
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El Boomeran(g)
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