Andrés Ortega
Pese al supuesto proceso abierto en la cumbre de Annapolis, la paz basada en dos Estados, uno israelí y otro palestino, se aleja por razones coyunturales, y por razones demográficas. Hace unos años, varios analistas, en general de la derecha americana e israelí e incluso el laborista Shimón Peres, propusieron que se quedara un sólo Estado, Israel, y que Palestina fuera unida a Jordania. La crisis de Gaza lleva a algunos a dar un paso más en este tipo de solución: que la franja se incorpore en Egipto.
Daniel Pipes, un analista que algunas veces refleja puntos de vista próximos al Gobierno israelí presentó esta propuesta recientemente. "Washington y otras capitales deberían declarar fallido el experimento de autogobierno de Gaza y presionar a Hosni Mubarak de Egipto para que ayude, quizás proporcionando a Gaza tierra adicional o incluso anexionándola como provincia", lo que implicaría que El Cairo se haría responsable de su seguridad.
El presidente egipcio ya lo ha rechazado. Incorporar Gaza a Egipto (donde ya estuvo hasta 1967) conllevaría revisar los acuerdos de Camp David de 1978 entre Israel y Egipto, lo que no parece viable. Incluso habría que revisarlos para la opción de que Egipto se encargara de la frontera con Gaza. Podría ofrecer a los habitantes de Gaza más terreno en el Sinai para expandirse, pues la franja, con 1,4 millones de habitantes, es uno de los lugares con más densidad de población de la zona. Esta segunda opción sería una posibilidad que no se ve mal en un Israel que así podría cerrar sus contactos con la franja a cal y canto, y casi desentenderse aunque seguiría controlando las fronteras y al espacio aéreo y marítimo de Gaza.
El derribo hace unos días del muro en el paso de Rafah entre Gaza y Egipto fue una operación preparada con bastante antelación por Hamás -que reflejó la desesperación de la población de 1,4 millones-. Los servicios egipcios debieron estar al tanto, pues le pidieron al Gobierno de Israel que abriera otros pasos para quitar presión a lo que estaba a punto de ocurrir en Rafah. Pero Israel no movió un dedo. En todo caso, medios israelíes consideraron entonces que por ese agujero se colarían más terroristas. La cuestión no era si iban a atentar, sino cuando. Y la primera respuesta llegó ayer con el suicida en Dimona, que aunque Hamás no ha reivindicado, sí ha considerado "heroico" y "justificado".
Lo que ha ocurrido en Gaza en estos meses desde la victoria de Hamás en las elecciones al parlamento palestino a principios de 2006 ha servido, paradójicamente para impulsar el proceso con Cisjordania, aunque no haya dado ningún resultado concreto. Pero de no ser por Gaza y Hamás, nada se habría movido. Los que lo propugnan aún confían en que se produzcan mejoras económicas que los de Gaza vieran como el camino a seguir, y exigieran entonces nuevas elecciones. Pero lo que está claro es que sin Gaza no hay proceso de paz posible. Sólo el que llevaría a desestructuración de la idea de Palestina.