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Del uso público de la vida sentimental

Por 8 de enero de 2008 Sin comentarios

Andrés Ortega

 A Bill Clinton casi lo lapidan sus enemigos por el caso Lewinsky. Nicolas Sarkozy se ha encargado de proclamar, dejándose fotografiar muy a gusto,  sus relaciones con Carla Bruni, y probablemente de filtrar un posible próximo matrimonio con la ex modelo y cantante. La distancia del uno al otro no es sólo la que media entre el puritanismo norteamericano y el supuesto libertinaje francés, que, sin embargo,  evitó que la existencia de una hija extraconyugal de François Mitterrand saliera a la luz casi hasta la muerte de éste, sino la de la diferencia en la manipulación. Los franceses no estaban acostumbrados a esto.

En el caso de Clinton la derecha americana utilizó el escándalo de su relación con una becaria en la Casa Blanca para intentar acabar con el presidente que aún conserva una alta popularidad (mayor que su mujer y candidata Hillary), y no sólo porque mintió al respecto (A Bush no le ha pasado nada por mentir sobre las armas de destrucción masiva para justificar la guerra de Irak). Por el contrario, el hiperactivo Sarkozy está usando su vida sentimental para influir en la vida política, atraer o distraer la atención pública (por ejemplo de la polémica visita de Gaddafi), y recuperar la popularidad perdida, pues está cayendo en los sondeos, situándose en el fatídico entorno del 50%, también debido a la factura que le está pasando la mediatización de su vida privada. De hecho, casi todo en Sarkozy, el hipermediático, parece guiado por los índices de popularidad, como tanto en la política en nuestros días. Ahora se ve que su supuesta reconciliación con Cecilia en vísperas electorales buscaba un impacto en los votos, pero no aguantó la entrada en el Palacio del Elíseo.

Usar la vida sentimental contra un político es inmoral.  Usarla un político como parte de su política, también.

Luego está la cuestión de, más allá de la Disneylandia en suelo francés, quién paga esos viajes al Presidente de la República, pues las amistades de Sarkozy con los grandes dirigentes del empresariado francés pueden acabar jugándole una mala pasada, y, sobre todo, ponen en duda su autonomía política. Aunque el personaje más interesante en todo esto es ella, por su relación con la intelectualidad francesa.

Todo ello puede tener consecuencias geopolíticas. No sólo porque, como señalara recientemente Umberto Eco -según alerta un lector- , el lecho de los amantes sea uno de los principales escenarios para la fuga de información reservada -siempre lo ha sido-, sino también porque la pareja Cecilia-Nicolás eran unos enamorados de Andalucía y de España en general. ¿Girará ahora más hacia Italia las preferencias del presidente francés? Hoy Sarkozy dará más explicaciones.

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Andrés Ortega

Andrés Ortega Klein nació en Madrid en 1954. Es hijo de español (José Ortega Spottorno fundador de Alianza Editorial y de El País e hijo a su vez de José Ortega y Gasset) y francesa (Simone Ortega, autora de 1.080 recetas de cocina). Estudió bachillerato francés en Madrid, se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y posteriormente realizó un Master en Relaciones Internacionales en la London School of Economic (LSE) con una beca de la Fundación March. En Londres inició su carrera periodística como corresponsal para El País, pasando posteriormente a Bruselas donde cubrió el final de las negociaciones de ingreso de España en la hoy Unión Europea.  Durante la primera Presidencia española del Consejo comunitario en 1989, trabajó como asesor ejecutivo para el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. A principios de 1990, pasó al recién creado Departamento de Estudios de la Presidencia del Gobierno encabezado por Felipe González, que dirigió entre 1995 y 1996. Se incorporó entonces a la sección de Opinión de El País como editorialista y columnista. En 2004, se convirtió en el primer director de Foreign Policy Edición Española (FP), publica por la Fundación FRIDE.  Junto a su labor de análisis de la realidad internacional en El País y en FP, ha publicado en numerosos medios especializados en España y otros países y participado en los principales foros. Ha publicado cuatro libros: El purgatorio de la OTAN (1986), La razón de Europa (1994); Horizontes cercanos: Guía para un mundo en cambio (2000) y La fuerza de los pocos (primavera de 2007). En 2002 fue galardonado con el Premio Madariaga de Periodismo Europeo (prensa escrita).

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