Víctor Gómez Pin
En un momento de la "Interpretación de los sueños", Freud pone en boca de uno de sus pacientes el siguiente relato: "Un padre asistió noche y día a su hijo mortalmente enfermo. Fallecido el niño, se retiró a una habitación vecina a fin de poder ver desde su dormitorio la habitación donde yacía el cuerpo de su hijo, rodeado de velones.
Un anciano, a quien se le encargó vigilarlo, se sentó próximo al cadáver, murmurando oraciones. Luego de dormir algunas horas el padre sueña que su hijo está de pie junto a su cama, le toma el brazo y le susurra este reproche: ´Padre, entonces ¿no ves que estoy ardiendo?´.
El padre despierta, observa un resplandor que viene de la habitación vecina, se precipita hasta allí y encuentra al anciano guardián adormecido, y la mortaja y el brazo del cadáver querido quemados por una vela que le ha caído encima".
Y ahora un segundo relato:
"Mientras su padre [Manuel Moreno Mauricio, nacido en Vélez Rubio, Almería, 1908, fallecido en Badalona, 1983, tras múltiples años en la prisión franquista de Burgos] intentaba evitar que el PSUC [partido de los comunistas catalanes] se quebrara, su hijo Felip Moreno Sarriera murió una tarde de invierno de 1981. Gravemente afectado por la esclerosis múltiple, Felip apenas se podía mover tendido en la cama (…) Todavía podía mover las manos para encender un pitillo. Fumaba mucho. Un pitillo se le cayó de los labios y fue a parar a la almohada. Cuando su madre, que dormía la siesta en otra habitación, se dio cuenta la cama ya estaba envuelta en llamas. Una muerte terrible que hundió a su padre (…) perdía al hijo a quien no pudo ver crecer y la causa a la que había dedicado tosa su vida se estaba degradando. Se mantuvo en pie, sin embargo. Eje vertical sobre la tierra. Ese modo de andar flexible, rápido y la mirada siempre delante, una mirada que ahora era triste (…) El PSUC murió en 1981 y no volverá…" (Enric Juliana, "Aquí no hemos venido a estudiar" Arpa, Barcelona 2020).
Contexto social de esta tragedia:
"Tenemos que ir a Vélez Rubio, municipio de diez mil habitantes de la provincia de Almería. El cura pitillo ha quedado anonadado al saber que su amigo manolo ha sido condenado a muerte (…) el cura Juan Sánchez está consternado. En cuestión de días, su amigo de niñez puede ser fusilado en el campo de tiro de Paterna (…) Manolo era hijo del pastelero del pueblo: Juan era hijo del alpargatero (…). La alpargatería de la familia Sánchez ni iba nada mal, hasta que murió la madre y, después la abuela. Tuvieron que cerrar el negocio (…) Entonces fue cuando el padre de Manolo ayudó a la familia Sánchez a pagar los estudios de Juan en el seminario de Almería (…). Juan Sánchez saca el genio (…) Hace tres días que la esposa del general Perón ha llegado a Madrid con gran alboroto (…). La gira prevé una visita a Granada (…) 16 de junio de 1947. Hacia las dos de la tarde salen del hotel (…) Un cura se abalanza con un papel en la mano (…) ‘¿qué quiere?’ pregunta Evita, ‘Quiero clemencia’ le responde el cura, mientras le entrega el sobre. Dentro diez líneas y un nombre. ‘Clemencia’, repite el sacerdote Juan Sánchez, conocido en su pueblo como el Cura Pitillo" (Enric Juliana, idem).
Hay veces que indiscutiblemente una palabra y las metonimias a ella asociadas abre vericuetos por los que discurren los más abismales de los temores. Los velones rodean el lecho del niño del sueño de Freud; "Pitillo" es el apodo de Juan Sánchez, cura de Vélez Rubio, pueblo natal también de Manolo Moreno que debe su vida a la tenacidad del primero; un pitillo es la causa del accidente que provoca la muerte del hijo de este último…a la par se quema un mundo: mundo que había amanecido como promesa de fraternidad, confundida con la vanguardia de la vida espiritual desde el arranque del pasado siglo.
Un relato conmovedor narrado por un periodista que se adentra en la vida y el esfuerzo de personas vinculadas a la tragedia que España vive inmediatamente antes, durante y después de su guerra. Historias paralelas en las que los protagonistas principales son miembros del partido comunista de España y del entonces estrechamente vinculado al mismo (aunque con autonomía formal dentro del movimiento comunista internacional) PSUC, Partido socialista unificado de Cataluña.
En el libro se consignan todas las diatribas, desde mera oposición de perspectivas hasta contradicciones sangrantes, que afectan al interior del movimiento comunista internacional, pero todo ello como cristalizando en un lugar tremendo y emblemático: la gélida cárcel burgalesa dónde, en los años terribles, el franquismo concentró a muchos de los más significativos opositores al régimen.
Encuentro en la cárcel de Burgos del vasco Ormazábal y del catalán-andaluz, Moreno Mauricio, confrontados por la muy diferente percepción que uno y otro tenían de la situación social y del grado de fortaleza del régimen, pese a la crítica internacional y a un nivel de resistencia interna, que, dadas las circunstancias, cabría catalogar de heroico.
Por el libro de Juliana pasan nombres muy conocidos simplemente para los que hemos vivido la España del último medio siglo. No se trata de un libro de investigación historiográfica, no revela inesperados documentos, pero sí pone sobre el tablero la significación de muchas cosas evocadas en otros libros o artículos sin excesivo escrúpulo de verificación y de inserción en su contexto: por ejemplo el poema de Jorge Semprún (Federico Sánchez según el nombre de guerra) a Stalin, o lo que ocurrió en el debate "intelectual" que en la localidad francesa de Arras (dónde por cierto había sido fusilado el filósofo resistente francés Jean Cavaillès), desemboca en un conflicto que acaba con la expulsión del partido del mismo Semprún y de quien compartía su visión de las cosas, el entonces segundo en la secretaría del partido Fernando Claudín.
Pero el libro se detiene con detalle en muchas otras cosas, que rara vez se han contado desde una perspectiva en la que no estuviera directamente involucrado un militante del partido comunista: la capacidad de resistencias en las situaciones más agónicas y los ejemplos de solidaridad que simplemente hacen contrapunto a la impostura que suele caracterizar la mayoría de los procederes humanos. Es conocido que de esto también dieron testimonio – aunque esto no forma parte del libro- muchos españoles en el campo de concentración de Mathausen.
El libro no oculta nada de las luchas, calumnias, acusaciones inconcretas de traición y en consecuencia desmoronamiento psicológico, entre miembros de las organizaciones comunistas. Pero también pone de relieve que cuando el caído en desgracia Joan Comorera, que fuera primer secretario general del PSUC, llega desgastado a la prisión de Burgos (tras haber rechazado un pasteleo que le proponía el comisario Creix, que efectivamente sí hubiera supuesto una traición), el "ortodoxo" Manuel Moreno impone que no se le haga el vacío, a la vez que personalmente se esfuerza por entender sus razones. Cuando Comorera fallece por una neumonía el 7 de mayo de 1958, "los presos formaron en las galerías y unos cuantos llevaron el ataúd sobre los hombros hasta las puertas de la cárcel. Por primera vez se despedía a un difunto en la prisión de Burgos sin responder al cura".
Hay en el libro páginas simplemente emocionantes recordando la reacción de personas del pueblo natural del protagonista, Vélez Rubio, totalmente alejadas de su ideario comunista y que se movilizan con gran dosis de imaginación: de entrada para evitar que se lleve a cabo su paso por las armas; más tarde tras 24 años de lucha clandestina y dieciséis de cárcel para ayudar a su mujer, María, enferma y psicológicamente afectada cuando (en razón de su tenacidad ) se acentúa para él el régimen carcelario.
La España resistente que este libro evoca es una contradictoria síntesis de penuria y de promesa, una penuria a la que fuimos porosos, y alcanzó nuestras entrañas, desde las cuales, sin embargo, apelaba a redimirnos de ella misma. Una España que el régimen intentó carcomer, pero que, al leer el libro, se tiene la sensación de que no lo consiguió nunca en lo profundo. Y en algunas páginas el autor deja entrever que en ocasiones en la vida española más que el peso del régimen se constataba el perdurar de un alma.
España, ni idealizada ni dada por perdida u olvidada. España que, en ausencia, (para tantos exiliados por razones políticas, económicas o ambas a la vez) incide como marca de hierro incurable, y que en presencia exige que se luche por hacerla perdurar. España de Cernuda y España de Vallejo, España privada de "lo que el espíritu del hombre ganó para el espíritu del hombre a través de los siglos" y España que, de caer, los niños del mundo habrían de luchar por re-encontrar: "¡salid, niños del mundo; id a buscarla!".