Víctor Gómez Pin
En nombre de la buena causa se acabará prohibiendo no ya lo que parece contrario a la moral, sino aquello mismo que efectivamente (por ahondar en los abismos y redimir a través de las palabras) se sitúa efectivamente más allá del bien y del mal. La historia del pensamiento filosófico y científico muestra como la defensa de la causa en que era obligatorio comulgar, condujo a la privación del derecho (lo que la terminología jurídica francesa llama "forclusion") de la obra de los más grandes, desposesión concretamente del derecho de ser publicada o conocida. Pues bien, no estamos lejos de ello.
Es bien sabido que proliferan los anatemas contra creadores en razón de su actitud moral. Obras cinematográficas han estado últimamente condenadas con expresa afirmación de que su valía como obra artística era de poco peso dada la poca fiabilidad moral de su creador. Una cronista de un periódico barcelonés evocaba ya al respecto el caso de Picasso, acusado de haber llevado al límite del abuso el trato con alguna de sus amantes, y preguntándose si ello debería mover a bajar del pedestal su obra. Ciertamente la autora no abogaba por la afirmativa, pero dejaba la cosa en el aire no adoptando la clara actitud siguiente:
No mezclemos aquello que una persona es capaz de realizar en materia de moral y aquello que -si de creación se trata- nada tiene que ver con la moral. Alguien que aplica toda clase de argucias para instrumentalizar a los demás, es sin embargo capaz de creación y de conocimiento, precisamente porque el esfuerzo en pos la creación y el conocimiento son la forma emblemática de alzarse sobre sí mismo. En términos kantianos:
Aun aquel que falla al imperativo categórico, tratando a los seres de razón como si no lo fueran, es decir cosificándolos al servicio de sus intereses, es perfectamente capaz de desentrañar la estructura del espacio y el tiempo, o de escribir el "Viaje al fondo de la noche". Si se olvida esta diferencia nadie sabe adónde podemos llegar. Aun no se ha hablado de la necesidad de excluir de las historias pedagógicas relativas al arte "Les Demoiselles d’ Avignon" en razón de que las protagonistas eran pensionistas de un conocido burdel barcelonés, pero puede ocurrir en cualquier momento. A punto está la cosa de que se resucite la polémica Celine, y alguien estará dándole vueltas al caso Quevedo. Se sabe que uno de los aspectos inquietantes del film de Alfred Hitchcock "Los pájaros" es que se desconoce la razón por la cual atacan a los hombres, niñas de una escuela en primer lugar. Aun no hemos llegado a ello, pero no me extrañaría que juzgando que la trama predispone contra los animales, alguien pudiera elevar el dedo acusador contra esta obra emblemática del cine. Pues bien:
Pasando la causa del hombre por la búsqueda de esa modalidad superior de emergencia que es la obra de arte ("la escuela más sobria de vida y el verdadero juicio final", que decía Marcel Proust) y careciendo esta de común medida con las buenas intenciones, sopesarla en la balanza de estas últimas equivale simplemente a repudiar una parte de nuestra humanidad.