
Roberto Herrscher
Al escribir estas líneas, el viernes 24 de noviembre de 2017, ya se perdió toda esperanza de encontrar con vida a los 44 tripulantes de la dotación del submarino argentino San Juan, perdido en las profundidades del Atlántico Sur.
Durante ocho días, barcos y aviones de 11 países lo buscaron infructuosamente. Los familiares, destrozados, enfrentaban con angustia, bronca, llanto y gritos a las cámaras de televisión. Al final, fueron ellos los que tuvieron que contarles a los periodistas lo que los voceros oficiales se negaban a revelar: que los marinos estaban muertos.
Esta semana, no se habló de otra cosa. ¿Pero por qué caló tan hondo esta historia en la sensibilidad colectiva de los argentinos? Yo creo que tiene que ver con traumas nacionales, que vienen de la historia reciente del país y que quedaron como heridas colectivas que siguen supurando.
1. Desaparecidos
En primer lugar, las imágenes de esposas, madres, hijas clamando a las puertas de un cuartel militar con carteles, exigiendo información sobre sus seres queridos recordó a muchos las madres y abuelas de Plaza de Mayo, solo que esta vez eran familiares de militares. No hay peor angustia que no saber, ni peor indignación que saber que las autoridades saben pero no quieren decir.
Tal vez esta tragedia de unos militares que aparentemente estaban cumpliendo una tarea útil para el país (protegiendo las aguas continentales de los pesqueros ilegales) ayude a cerrar una de las ‘grietas’ argentinas: los militares no son nosotros; son el enemigo: En los estertores de la dictadura, las marchas de derechos humanos se hacían con cánticos de “No hubo errores; no hubo excesos: son todos asesinos los milicos del Proceso”.
Este es el primer caso conocido de militares cuya suerte se desconoce y cuyos cuerpos están desaparecidos.
2. Malvinas
Esto lo escribo como periodista pero también como veterano de la Guerra de las Malvinas. En 1982 me tocó hacer el servicio militar y fui enviado a las islas. Durante una semana mi barquito, el Penélope, fue dado por perdido. Se nos dañó el radar y la radio. Mis padres temían que yo estaba muerto. La soledad del océano sin ver la costa es capaz de volver loco a cualquiera.
Malvinas es una herida todavía abierta en Argentina. Jovencísimos soldados enviados a morir y a enloquecerse sin el equipamiento ni la preparación necesarios.
Los partidarios del gobierno de Mauricio Macri se solazan hoy recordando que la expresidenta Cristina Kirchner declaró en 2011 que el submarino San Juan navegaría durante 30 años. Los ‘kirchneristas’ critican al gobierno actual. Usan la tragedia ajena para atacarse mutuamente. Mientras tanto, un centenar de familiares sienten que nadie los escucha.
3. Claustrofobia
Fue justamente en la época de la dictadura y de Malvinas, en 1981, que salió una de las películas más angustiosas que haya visto mi generación: Das Boot, un preciso y detallista film alemán sobre la tripulación apiñada en un submarino durante la Segunda Guerra Mundial. Pocas veces el cine se internó tanto en la claustrofobia. El submarino se hunde para no ser bombardeado, fondea a 270 metros de profundidad, comienza a entrar agua y finalmente logra salir a flote, pero el capitán muere.
La muerte en un submarino es de las que produce más horror: creo que tiene que ver con estar atrapados, saber lo que viene y no poder hacer nada. Como una condena a muerte con el mar inmenso como un enemigo imposible de derrotar.
4. Incompetencia
Quedará para siempre en la memoria de los argentinos la cara impertérrita del capitán Enrique Balbi, vocero de la Armada, anunciando este jueves que “Concretamente, se recibió una información sobre un evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear, consistente con una explosión”.
Todo el manejo de esta crisis brilló por la incompetencia de las autoridades militares, y sobre todo del Ministerio de Defensa. Ni el ministro Oscar Aguad ni su secretaria de Servicios Logísticos para la Defensa y Coordinación Militar en Emergencias, Susana Villata, tenían conocimiento ni formación alguna en el área. Ante la opinión pública, la impresión de desorganización e improvisación recordaron los casos de recientes inundaciones e incendios donde este gobierno y el anterior se vieron desbordados.
5. Una mujer
Por último, la tragedia del ARA San Juan tiene un nombre propio, que recuerda al desastre de la nave espacial Challenger de la NASA, que se desintegró a segundos de su lanzamiento en 1986. Entre los siete muertos, la maestra Christa Mc.Auliffe. Las caras de desazón de los alumnos de McAuliffe, que estaban reunidos en el aula para ver a su maestra subir al espacio, quedarán para siempre como imagen de un trauma nacional.
Entre la tripulación del San Juan se encontraba la primera mujer oficial de submarinos de América Latina, Eliana María Krawczyk. En uno de los muchos perfiles que los medios argentinos le dedican, su familia, de la provincia de Misiones, la describió en el diario La Nación como “dulce” pero “dura como el acero”.
Este final para la primera submarinista del continente, una mujer entre tantos hombres, es el último elemento de un horror que hoy acongoja a todo un país.
Artículo publicado en La Folha de Sao Paulo de Brasil en portugués el sábado 25 de noviembre de 2017.
Link: http://www1.folha.uol.com.br/mundo/2017/11/1938172-desaparecimento-do-san-juan-toca-dores-recentes-dos-argentinos.shtml?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=compfb