Francisco Ferrer Lerín
HERMAFRODITAS. Bajo el pontificado de Inocencio III surgió una secta de innovadores que sostenía que Adán al nacer era a la vez varón y hembra. Plinio aseguraba que en África, más allá del desierto del Sahara, existía un pueblo de Andróginos que se reproducía por sí mismo. Las leyes romanas incluían a los Hermafroditas en la lista de los monstruos y los condenaban a muerte: Tito Livio y Eutropio refieren que cerca de Roma, bajo el consulado de Claudio Nerón, nació un niño que reunía los dos sexos y que el senado, asustado por este prodigio, decretó que era necesario ahogarlo; encerróse al niño en un cofre de madera de olmo, se llevó a alta mar y se arrojó a las aguas. Los Hermafroditas, en la Antigüedad, tenían dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas; los dioses, dice Platón, habían creado un hombre redondo, sumando dos cuerpos; estos dos hombres en uno poseían una fuerza tan extraordinaria que decidieron enfrentarse a Júpiter y este, irritado, los partió en dos para debilitarlos. Aristóteles habla de un pueblo que tenía el ojo derecho de hombre y el izquierdo de mujer.