Vicente Molina Foix
Las mujeres son las mejores artistas de PhotoEspaña 2016, que este año logra lo imposible, superar la calidad de las ediciones anteriores. También el número de exposiciones ha aumentado, extendiéndose fuera de Madrid, por distintos centro de la provincia, y llegando a lugares distantes, unos más que otros: Ciudad Real, Bratislava, Helsinki, Zaragoza. No tenemos el don de la ubicuidad, pero sí el de la curiosidad, y en lo que a mí respecta llevo más de un mes de ‘photoespaña’ en ‘photoespaña’, y todavía me quedan muchas por ver antes de que se clausuren, por lo general en septiembre. Hago una breve reseña de las que más impacto me han causado, que están además las cinco en un radio urbano de menos de un kilómetro a la redonda; mi recomendación para una tarde de felicidad es verlas todas seguidas.
En el Círculo de Bellas Artes el descubrimiento del año, la extraordinaria Louise Dahl-Wolfe, que pese a su nombre de filósofa lógico-matemática fue en realidad una fotógrafa al servicio del glamour en el Nueva York y el Hollywood de los años 1930-1960. Empleada por la revista Harper´s Bazaar, Dahl-Wolfe recreó el trillado arte de la moda a base de originalidad plástica y talento narrativo: las prendas de vestir siempre tienen un correlato inesperado (como esos bañadores de dama con dos elefantes por fondo), y el paisaje entra a menudo como ficción en la alta costura. Ambiciosa en todo lo que hizo, fuese encargo o creación, la amplia antológica de esta mujer que se retiró en 1960 y tuvo tiempo antes de morir en 1989 de ser debidamente reconocida, recoge también sus bodegones, desnudos y retratos, algunos (Colette, Orson Welles, la jovencísima Lauren Bacall) memorables.
En las salas de la Fundación ICO está la más conceptual de todas con el título de ‘Desplazamientos’, en la que Andrea Robbins y su marido Max Becher (hijo de los artistas ‘minimal’ de los años 70 Hilla y Bernd Becher) seducen con sus imágenes de ciudades y edificios ‘calcados’ que han ido retratando por todo el mundo; nada de costumbrismo o anécdota en su fascinante trabajo, dirigido más bien a la documentación de los sueños monstruosos y las huellas colonialistas. Desde Alcalá, subiendo por Gran Vía, la tienda Loewe llena su piso inferior con una pequeña pero preciosa recopilación de los trabajos de Lucia Moholy, que, aquí se comprueba, fue algo más que la esposa de László Moholy-Nagy, el pintor y diseñador de la Bauhaus. Unos metros arriba, en las salas de Telefónica, el tributo a Inge Morath, la primera mujer miembro de la famosa agencia Mágnum, de quien se muestra una elocuente selección de sus fotografías en torno al Danubio, acompañadas del homenaje temático que le rinden ocho fotógrafas actuales becadas a tal efecto.
Desde allí cruzamos el paseo de Recoletos para nuestro último recorrido, en este caso por el fotoperiodismo de Juana Biarnés, pionera española a la que le cuadra muy bien el adjetivo "epocal". Los disparos de su cámara de reportera de calle nos devuelven la temperatura y el paisaje humano de una época, la España de los años 1960/1970, su gran período en las páginas de los diarios ‘Pueblo’ y ‘ABC’. España negra de guateques ñoños, toros y matadores, ‘grises’ ojo avizor para que las fans no se coman a besos a los rockeros del momento, y otra España también de ídolos musicales y fiestas para los pocos, que muchos se contentaban viendo en el papel de un periódico.