Víctor Gómez Pin
"Se diría que asistimos a una suerte de lucha de gigantes por lo virulento de su confrontación en torno a la entidad (gigantomachia… peri tes ousias, Platón El sofista 246ª y siguientes).
En 1903 el químico belga Ernest Solvay patrocina en la universidad de Bruselas la creación de un centro de investigación que llevará su nombre. En 1911 decide que en tal marco se realicen periódicamente encuentros científicos. El primero de ellos tuvo lugar una semana entre finales de octubre y principios noviembre de ese mismo año. El tema era La théorie du rayonnement et les quanta (Teoría de la radiación y los quanta), Chairman de la conferencia era Hendrik A. Lorentz y entre los participantes estaban Max Planck, Ernest Rutherford, Marie Curie, Henri Poincaré, y casi el benjamín de tos ellos… Albert Einstein. No fue invitado Louis de Broglie, aunque sí acompañaba a su hermano Maurice, secretario de ese primer Conseil Solvay, hoy conocido como Solvay Conferences.
Se considera que esta primera conferencia constituye un auténtico hito en la historia de las reuniones científicas. En el calendario de las Solvay conference hay sin embargo una segunda fecha, que además de ser un punto de referencia absoluto en la física puede también ser considerado como un momento determinante de la historia de la meta-física. Me refiero a la quinta conferencia que bajo el título general de "Electrones y fotones" tuvo lugar en octubre de 1927 (1) también presidida por Hendrik Lorentz. Varios de los congregados eran ya premios Nobel pero muchos otros lo serían más tarde (en total 17 de los 29 participantes).
Una suerte de lucha de gigantes en torno a la entidad ( gigantomachia peri tes ousias,)", nos dice Platón en El Sofista, diálogo que forma parte de los conocidos como metafísicos: los unos afirmando que sólo tiene entidad aquello que ofrece resistencia a los sentidos, incómodos y negándose incluso a escuchar cada vez que se atribuye la entidad a lo carente de cuerpo…;los otros, reiterando que el ser sólo es atribuible a lo que se aprehende con el intelecto. Y, "como un niño que responde ‘los dos‘", el que busca ante todo la verdad se negará de entrada a posicionarse, apreciará apreciando y baremando lo afirmado por cada una de las partes.
Y efectivamente como ya he reiterado aquí en relación al fragmento de problemática análoga, literalmente polémica (pues expresada en términos de vencedores y vencidos ("Pobre intelecto, pretendes vencernos a nosotros que somos las fuentes de tus evidencias. Tu victoria será tu derrota") que Galeno atribuye a Demócrito, el interés de cada posición reside en gran parte en el conflicto (polemos) mismo que mantiene con la otra. Este conflicto podrá ser interpretado como una polarización en el seno del sujeto, polemos entre las facultades del ser de razón. Pues bien:
El estatuto del ser de razón acabará siendo también el problema al que se verán abocados los protagonistas de aquel debate en el otoño de 1927 en Solvay. Ellos directamente, o al menos sus herederos. Pero este problema del testigo (el problema por ejemplo de dónde situar la frontera entre indicador del resultado de una medida – el cual es a su vez medible – y lo que en última instancia mide) será el punto de llegada, no el de arranque. La nueva "lucha de gigantes" se focalizará en primer lugar en la entidad física inmediata, y allí aparecerá explícita o embrionariamente todo aquello que desde entonces (al hacer que la física alimente de nuevo las alforjas del filósofo) permite sostener que asistimos al renacimiento de la metafísica.
La riqueza de contribuciones en el coloquio de Solvay 1927 fue tal que, cabe decir, se encuentra allí en embrión todo el desarrollo de la física cuántica a lo largo del siglo XX. En Solvay se discutió la mecánica ondulatoria de Schrödinger y la mecánica de matrices forjada dos años antes por Heisenberg, de la que Max Born da una interpretación probabilística (regla de Born) que se ha convertido en un pilar de la disciplina. Decía antes que el físico francés Louis de Broglie no había sido invitado en la conferencia inaugural de 1911, pero sí lo fue en esta de 1927, dónde presentó una hipótesis (Pilot wave) sobre la realidad cuántica con gran peso en interpretaciones ulteriores, concretamente en la de David Bohm (hasta el punto de que ha podido hablarse de "La mecánica cuántica de De Broglie-Bohm"). Bohm fue un defensor a ultranza (a través de una teoría más compleja) de los principios ontológicos reivindicados por Einstein, aunque igualmente incapaz de salvar el más importante de ellos, punto de arranque de la conferencia de Einstein en Solvay (de pasada, Bohm fue una víctima del McCarthysme y, pese al apoyo de Einstein, escandalosamente marginado por el rector de la universidad de Princeton, lo que le forzó a exiliarse a Brasil)
Antes de centrarse en alguno de los debates que allí tuvieron lugar y que justificaría el título dado a esta columna, convendrá recordar ( y así lo haré en la próxima columna) un aspecto de la vida de uno de los protagonistas, concretamente el conflicto interior entre la asunción por Albert Einstein de su obra y ciertos corolarios de la misma, conflicto que se da en un doble frente: el de los principios éticos (a menudo evocado) y en el de los principios filosófico-ontológicos (menos popularizado). Einstein enfrentado a los corolarios filosóficos de una de las ramas de su esfuerzo por entender el mundo; de alguna manera Einstein frente… a Einstein: tal será uno de los combates a los que se asistirá en ese prodigioso ring científico-filosófico que fue en 1927 el castillo de Solvay.
(1) G. Bacciagalupe and A. Valentini, Quantum theory at the crossroads: Reconsidering the 1927 Solvay Conference. Cambridge University Press 2009. Se trata de un volumen en el que los autores recogen en inglés las intervenciones de este simposium.