
Jesús Ferrero
Al hilo del artículo que Clara Ferrero ha publicado en El País sobre el sexismo en la lengua (Por qué ser una zorra es malo y ser un zorro es bueno) creo oportuna una reflexión sobre la palabra “barón” que quisiera compartir con vuesas mercedes.
Ignoro en qué momento el concepto barón empezó a emplearse metafóricamente para designar a los dirigentes de los partidos políticos, pero me consta que en los años sesenta el semanario socialdemócrata francés Le Nouvel Observateur acuñó el término “barones del gaullismo” para designar a miembros relevantes del partido conservador. Es posible que a partir de entonces se empezara a hablar también de los barones del Partido Socialista en la misma Francia, y de Francia pasó a España, quizá. Es algo que no he contrastado porque en el fondo me da igual. Me preocupa más el significado de la palabra que localizar el momento en que empezó a ser utilizada en el ámbito de la política.
Los diccionarios etimológicos tienden a decir que varón viene de barón, y que en realidad se trata de la misma palabra. Barón tendería a significar “hombre fuerte”. En otras palabras: “macho dominante”. Y ello sería así tanto si procede del latín como del germano.
No hace falta se un lince para saber que es un concepto machista.
Como título nobiliario, habría que ubicarlo en la baja nobleza. El barón se hallaría por debajo del vizconde, y sólo por encima del señor y del hidalgo.
Uno se pregunta por qué se eligió “barón” para designar a los miembros de la élite política. Aventuro una respuesta: no los podían llamar duques o condes porque quedaría muy grotesco, muy pomposo y demasiado ancien régime, de modo que eligieron un título más modesto, perteneciente a la petite noblesse. No optaron por títulos más bajos como señor o hidalgo por razones obvias. Decir los señores del PP o los señores de PSOE puede sonar a señores de la guerra, y llamarlos hidalgos apestaría demasiado por lo que ha supuesto la hidalguía en nuestra historia. Por eso eligieron un título de apariencia más neutra. Erraron como siempre, ya que en realidad se trata del título más machista de todos al incidir en la idea de “hombre fuerte” o “supermacho”.
Tenía la esperanza de que los nuevos partidos se librasen de ese sambenito. Vana ilusión: una vez más han podido los arcaísmos masculinistas.
El uso de barón (o macho dominante) en un régimen democrático, laico y que aspira a la igualdad de sexos es una aberración. Pero más aberrante me parece que los viejos partidos hayan aceptado con complacencia ese presunto “título”, y les agrade verse tratados como barones de pacotilla en los periódicos, o más bien como barones de opereta. Confieso que toda vez que leo esa palabra en lo periódicos me cuesta seguir leyendo.
Como Podemos y Ciudadanos acepten ser definidos con esa terminología sexista, cursi, kitsch, arrogante, ajena a la horizontalidad democrática y a la igualdad de género, los ciudadanos de a pie (que ni somos barones ni aspiramos a serlo) podríamos empezar a dudar de ellos.
Una cultura verdaderamente democrática evitaría esas metáforas y empezaría por hablar del ciudadano Iglesias, la ciudadana Colau, el ciudadano Rivera, la ciudadana Carmena… Los otros pueden seguir llamándose barones, hasta que ese título bufonesco les acabe pareciendo, también a ellos, tan hiriente como patético.
Por encima de las instituciones y de lo que representan, o bien somos todos ciudadanos o el sistema se envilece y se arcaiza.
Asombrosamente, no creo que los periódicos se den cuanta de lo mucho que envejece la política esa palabrería ancien régime de la que tanto abusan y que tanto hiede.
Si los nuevos partidos quieren imponer un nuevo estilo, a tiempo están se sublevarse contra esa terminología ubicada en el campo semántico del machismo. Se quejaban los periódicos del uso populista de la palabra “casta” y sin embargo ellos no dudan en abusar de conceptos como barón, rigurosamente inseparables de la idea de casta superior y hasta de superhombre.
Todo cambio verdadero empieza por un cambio en el lenguaje.