Víctor Gómez Pin
El embrollo metafísico mayor en el que se halla la física de nuestros días es el siguiente: en base a la condición de localidad, en base a asumir que lo que ocurre en un lado es totalmente independiente de lo que ocurre en el otro, no hay manera de dar cuenta de lo que efectivamente constatamos, y que se muestra conforme a las previsiones teóricas que la mecánica cuántica realiza. Esta imposibilidad de dar cuenta mueve, como ya he indicado, a considerar la hipótesis de que de hecho las partículas que ponen de relieve tal comportamiento no están de verdad sometidas a la condición de localidad, que alguna fuerza, oculta a nuestra observación está operando y modificando los resultados que se darían si hubiera efectivamente un comportamiento puramente local.
El problema es que, de haberlo, se trata de un lazo raro, irreductible a todo lo que sabemos de interconexiones entre cosas espacialmente separadas, es decir, interconexiones que resultan de alguna fuerza electromagnética o incluso gravitatoria.
He señalado que la distancia entre los dispositivos que miden la polarización de fotones gemelos en el experimento de Aspect es de 12 metros. Ello bastaba ya para asegurar que no había influencia debida a causas clásicas o conocidas por la física. Pero desde entonces se han realizado experimentos en los que la distancia era mucho mayor. Pues bien, ocurre algo notable, a saber, que con el aumento de la distancia los efectos cuánticos de inter-conexión no disminuyen en absoluto. Para apercibirse de lo que ello supone, baste pensar en que una acción como la motivada por la gravedad disminuye con el cuadrado de la distancia.
Cabe mencionar otros dos rasgos que, contribuyen ni más ni menos que a la "imposibilidad de reconciliar resultados como los de Aspect con el resto de nuestra representación de la física" (Maudlin o. c. p. 21):
Cuando la gravedad terrestre hace sentir sus efectos sobre un aeroplano que ha perdido el control, todos los pasajeros la experimentan, y por supuesto la acción afecta a los objetos dispuestos en el avión como equipaje de mano etcétera. Por el contrario el efecto de un fotón explicativo de la singularidad que constituye la violación de la desigualdad de Bell se ejerce en exclusiva sobre el fotón gemelo, siendo todos los demás absolutamente indiferentes al mismo.
En fin, sea por ejemplo el fotón de la izquierda, ya he indicado que si en el instante en el que es actualizado el dispositivo que determina a cual de sus dos polarizadores potenciales se dirige, la información fuera enviada incluso a la velocidad de la luz no llegaría a tiempo de influenciar el comportamiento del otro fotón. En consecuencia, la influencia a distancia entre los dos fotones que el experimento de Aspect parece sin duda alguna constatar se efectúa a una velocidad, si no infinita, sí al menos superior a la velocidad de la luz. Mas la velocidad de la luz es en la relatividad restringida considerada como teniendo ese carácter de absoluto que precisamente tiempo y espacio han perdido, algo no dependiente de otras condiciones y criterio de medición de todas las demás velocidades. Así pues estamos ante algo absolutamente problemático para la enorme herencia de la teoría de la relatividad restringida.
De ahí el imperativo de asegurarse al máximo de que no es así mediante algún tipo de experimento que garanticé la situación de pureza, a la vez que muestra la veracidad de las previsiones clásicas. Experimento ciertamente más fácil de concebir que de llevar a cabo. Se asiste aquí a uno de esos momentos singulares en los que el vínculo entre un protocolo matemático y la solución de algo que presenta de entrada una dificultad meramente técnica viene a constituirse en ingrediente fundamental, no ya de una teoría física sino de una teoría metafísica.