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Asuntos metafísicos 13

Por 1 de octubre de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Digresión: mal moral y necesidad natural 

En el Discurso del Método y en las Meditaciones, Descartes estima que sólo la hipótesis de un Dios tan poderoso como arbitrario, y hasta intrínsecamente engañador, podría ofrecer un flanco a la duda sobre la veracidad de las proposiciones geométricas. Sólo Dios, en suma, podría hacer que la medida de los ángulos de un triángulo no fuera igual a dos rectos. Cabría explorar este asunto, efectuando una revisión de las diatribas sobre la esencia divina que, desde Tomás de Aquino y Guillermo de Occam a Kierkegaard y Leon Chestov, pasando por el mismísimo Lutero, no han dejado de alimentar la reflexión implícita o explícitamente teológica:
Tomás de Aquino venía a sostener (mediante artilugios para salvaguardar el "atributo" de la omnipotencia divina) que Dios estaba tan comprometido con las tablas de la ley… que ni él podía ya hacer que fuera legítimo codiciar los bienes ajenos o suspirar por la mujer del prójimo; Duns Escoto limitaba tal compromiso a los mandamientos de la primera tabla (los tres primeros) que concernían a nuestra obligación con Dios. Pues bien:
Guillermo de Occam daba una suerte de salto y venía a decir que la hipótesis de la toda potencia divina obligaba a liberar a Dios de cualquier atadura, de tal manera que Él podía hacer que fuera legítimo y hasta moral, no ya matar o robar, sino incluso entregarse a la fornicación con la mujer ajena en el mismo día del Señor. Vidal Peña, traductor de las Meditaciones de Descartes, ha señalado que es la sombra de este Dios arbitrario y cruel lo que subyace tras la hipótesis cartesiana de un ser supremo que "aplica toda su industria a engañarme", de tal manera que Descartes se equivocaría al estimar que, soñando o despierto, dos más tres igual a cinco y la relación entre la circunferencia y el radio es 2 pi.
Para que el lector ajeno a estas disquisiciones, aprehenda la trascendencia del asunto baste citar el siguiente párrafo de Lutero: "Este es el grado más alto de la fe, el creerle clemente, a Él que salva tan pocas almas y condena en cambio a tantas… puesto que si yo pudiera comprender la razón por la que resulta que es misericordioso este Dios que muestra tanta cólera y tanta iniquidad… ya no haría falta la fe".
Dios, pues, que por todopoderoso, haría que fuera falaz la geometría euclidiana, de tal manera que Cartesio se vería abocado a conformarse con la certeza solipsista de ser "una cosa que piensa".
Y sin embargo hay otra perspectiva, en la que la geometría euclidiana no es aquello que Dios pueda vencer, sino más bien la expresión de la ley que él nos ha impuesto. En su excelente libro Ideas de Espacio (Mondadori 1992) Jeremy Gray nos recuerda que en boca de Ivan Karamazov (dirigiéndose a su hermano Alyosha, poco antes de que surja la figura del Gran Inquisidor) hay un literario eco de estas diatribas. Dostoievsky escribe en un momento en que, tras los trabajos de Lobachevsky, Bolyai y Riemann, se sabía la perfecta consistencia de una geometría en la que los tres ángulos de un triángulo miden otra cosa que dos rectos y, sobretodo, se barruntaba que la misma podía ser la base de esa cosmología que, con la Relatividad General, llegaría a subvertir radicalmente los conceptos de tiempo y espacio:
"Si Dios realmente existe y realmente ha creado el mundo, entonces, como todos sabemos, lo creó de acuerdo con la geometría euclidiana, y creó la mente humana capaz de concebir sólo tres dimensiones del espacio. Y sin embargo ha habido, y hay todavía, matemáticos y filósofos, algunos de ellos hombres de extraordinario talento, que dudan de que el universo haya sido creado de acuerdo con la geometría euclidiana."
Quizás no sea ocioso señalar que, en el texto, la problemática trasciende lo científico y lo gnoseológico, para adentrarse en el orden de la rebeldía y la aspiración a la libertad:
"… no acepto el mundo de Dios… estoy tan convencido como un niño de que las heridas curarán y las cicatrices desaparecerán, convencido de que el repugnante y cómico espectáculo de las contradicciones humanas se desvanecerá como un lastimoso espejismo, como una horrible y odiosa invención de la débil e infinitamente insignificante mente euclidiana del hombre."
Dios parece hallarse no sólo en todas partes, sino también agazapado tras los más dispares problemas. El Dios que aquí irrita a Karamazov es un Dios, por así decirlo, convencional, y hasta conservador: el Dios que efectuaría su acto de creación obedeciendo principios lógicos y topológicos inscritos desde la eternidad en su espíritu, y de cuya trascripción física Newton sería algo así como el notario. La moraleja de este asunto es que el colapso de las leyes geométricas que hemos aprendido en nuestros años escolares ni siquiera sería síntoma de la toda potencia de un Dios amante de las paradojas, sino de la insuficiencia de nuestra concepción de su poder. No, al dudar de que las leyes topológicas que hasta entonces había asumido pudieran ser falaces, Descartes no había topado aún con el maligno… éste espera quizás en otra parte.

 

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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