Víctor Gómez Pin
El guionista del sueño
En ocasiones los sueños tienen un carácter desarticulado y aunque sus imágenes aisladas formen pequeños grupos significativos, no hay una ley de composición que les confiera unidad formal (al menos aparente, pues otra cosa es la unidad posterior que pueda resultar de una interpretación).
En ocasiones, sin embargo, los sueños impresionan por su coherencia. Coherencia "realista" o fantasiosa (es decir, respetando o no las leyes aparentes del entorno físico y hasta los comportamientos previsibles de los seres que lo animan), pero respondiendo a las reglas de una narración bien construida o mejor, dada la preeminencia de las imágenes visuales, reglas de un riguroso guión cinematográfico, en el cual-matiz clave- el espectador juega un papel protagonista.
Este protagonismo del espectador en la trama del sueño (ingrediente esencial de lo literalmente insoportable que resulta en ocasiones la peripecia onírica), plantea el problema clásico de la alienación del ser humano en sus propios espejismos. Pero en estos casos de sueño que parece responder a un guión bien trabado, surge para el soñador una inquietante pregunta: ¿ quién o qué es soporte de esta trama de cuya rigurosa articulación el sujeto consciente es simplemente incapaz?
Tales sueños parecen dar testimonio de que, tras el yo incapaz para la forja de un relato que vaya más allá de la pueril expresión de los inmediatos temores deseos y fantasmas, hay un riguroso conocedor de las leyes de la palabra y de la potencia de la misma. Trabajando oculto en la vigilia, su tejido se muestra en el sueño, amenazando a nuestra subjetividad (desarticulada, pasiva, huidiza ante toda confrontación) pero dando testimonio del rescoldo de veracidad que perdura en nosotros.
Heidegger parece invitarnos a apostar por una autenticidad existencial que entre otras cosas pasaría por el reencuentro de una verdad no reductible al estatus de correlato del conocimiento. El problema es sin embargo delimitar el horizonte en el que tal verdad ha de ser buscada y la disposición de espíritu (no parece conveniente utilizar al respecto el término método) que facilitaría el reencuentro.
Es en general de buen augurio el sentimiento de que nuestra subjetividad cotidiana y consciente ha topado con algo que realmente la interpela, algo que escapando a su control, poseyendo un indudable peso y en consecuencia suponiendo un riesgo, es sin embargo portador de algún tipo de promesa.
De ahí el interés de esos sueños a los que me refería en los que la escenografía visual parece trabada por una consistente sintaxis. Escritura no procedente del exterior, pero tampoco forjada por nuestra conciencia (mero reflejo en general de un cúmulo de prejuicios y frases masticadas), su implacable rigor es signo de que tras las cosas, los seres que me hablan y yo mismo no hay vacío de significación sino quizás precisamente la matriz de la misma.
Tales sueños marcan el límite de nuestros parapetos, de nuestras tentativas por reducir todo -incluso la propia muerte- a representación, de nuestros esfuerzos por mantener nuestro reducto. Por eso la primera e inmediata anamnesis de los mismos es emoción pura, cuando no simplemente esa angustia tan evocada por el propio Heidegger.
Veracidad y ciencia natural de nuestro tiempo
Parece que el neutrino, rara partícula por su rara densidad, por su cuasi etérea masa, defrauda alguna oculta esperanza y no supera la velocidad de la luz, con lo que ello hubiera supuesto de efectos extraños, como quizás trascender la imposibilidad de remontarse en el tiempo. El proyecto sobre partículas elementales Opera, en el marco de cuyas investigaciones se fraguo el viaje de los neutrinos a través de 730 kilómetros, reconoce que dos deficiencias técnicas han podido modificar las condiciones y producir la ilusión de que cabe una velocidad supraliminar, la cual eventualmente pudiera ser utilizada como medio de transmisión que (en la medida en que el tiempo empírico para un intervalo espacial dado, tiene límite en lo que tarda en cubrirlo la luz) permitiría enviar un mensaje al "pasado"(comillas porque el término pasado ha cambiado de sentido si permite algún tipo de reversibilidad.
Decía en una columna reciente que nada de esto cabe esperar del fenómeno en el que una partícula determinada A es sometida a una medición de Bell respecto a una partícula B que antes se hallaba vinculada a C, lo cual tiene como consecuencia que C se libera y alcanza el estado que tenía A. Pues para que esto acontezca se exigen determinadas condiciones, a saber que haya información clásica de lo que ha ocurrido entre A y B, o sea información que de ninguna manera se transmite a velocidad superior a la de la luz.
Avanzaba que el asunto se hace barroco cuando consideramos el caso en el que se dan dos parejas entrelazadas A-D por un lado (digamos arriba), B-C por otro (digamos abajo). El entrelazamiento entonces entre A y B provoca la disolución del antiguo lazo lazo entre B y C y un entrelazamiento entre D y C. Indicaba que la expresión "trueque de entrelazamientos"(Entanglement Swapping) era perfectamente adecuada para designar el proceso al que se asiste.
Hay razones para suponer que el Entanglement Swapping constituye una de las más sorprendentes cosas que el hombre haya podido consignar en su esfuerzo por observar la naturaleza y hacerla inteligible. Si en experimentos anteriores (el de Aspect confirmando la violación de las desigualdades de Bell es el clásico) podía mostrarse que la naturaleza responde en ocasiones a un comportamiento holístico en el que sólo lo relacional es susceptible de ser archivado y los individuos parecen perder su subsistencia, con el trueque de entrelazamientos se diría que los lazos mismos vienen a ser protagonistas casi exhaustivos de la peripecia. Como ya he sugerido, lo prodigioso de ello es que no se trate de un desarrollo en la fascinante y grandiosamente especulativa Ciencia de la Lógica de Hegel, sino de un capítulo de la ciencia natural de nuestro tiempo. Capítulo que constituye un reto para la metafísica y ofrece la oportunidad de retomar la interrogación sobre la esencia de la misma. Heidegger no niega que la metafísica es en en primer lugar reflexión tras la física, mas considera que por ello mismo la metafísica es la expresión paradigmática de la disposición del ser humano caracterizada por la puesta entre paréntesis de la interrogación cabalmente ontológica; la metafísica es parte, según su expresión, de la reducción del ser al ente y signo en ello mismo de su olvido, lo que acarrearía para el ser humano la prosecución fines propios de una existencia inauténtica.
¿Olvido pues del ser la reflexión sobre la disciplina que ha forzado a dejar de contemplar la naturaleza como conjunto de entidades dotadas de propiedades intrínsecas, sometidas a relaciones de contigüidad y obedientes a principios de razón suficiente? Mantener el proyecto de una reflexión sobre la physis posterior a la física, mantener el proyecto de una meta-física, tras el radical socavamiento de principios que ha supuesto la ciencia natural de nuestro tiempo, exige quizás una marcha atrás, exige remontarse a la prehistoria de tales principios, exige considerar de nuevo la disposición de espíritu que lleva a la metafísica.
La pregunta sobre la esencia del dinero
Una reflexión del economista Miguel Otero sobre las causas del fracaso del proyecto europeo ( el autor en síntesis se adhiere a la tesis de la incongruencia de una unión monetaria sin poder político unificado de la cual la moneda común sería un instrumento), ofrece sus lectores la oportunidad de hacer conjeturas sobre el origen y la esencia del dinero.
La primera conjetura es la de que el dinero habría surgido como unidad de cuenta que permite calcular valores. En Mesopotamia, 3000 años antes de Cristo, el poder soberano tendría en el dinero una referencia de lo que (en cabezas de ganado de una u otra especie, por ejemplo) estaban en derecho de demandar a sus súbditos. Como Miguel Otero enfatiza, el dinero así concebido es un puro medio de control, carece de substancia en un metal por ejemplo. El soberano puede según su conveniencia devaluarlo, es el caso cuando lo que adeuda a otros es más de lo que le adeudan a él, lo cual obviamente es más difícil de hacer con algo -oro en general – a lo que se ha concedido valor substancial.
De ahí que, en una segunda conjetura el dinero habría aparecido como medio perdurable de intercambio al que se le supone un valor intrínseco y que supone el fin del trueque. Una devaluación de un metal no puede efectuarse más que si deja de ser considerado auténticamente precioso por los que lo poseen, lo cual exige algo más que un mero acto administrativo.
En fin el dinero es asimismo concebible como depósito de valor. La función del dinero es aquí extraña. El dinero tiende a la acumulación, pero como esta acumulación sólo puede hacerse por mediación de la riqueza (el número de cabezas en una sociedad ganadera por ejemplo -en la lengua vasca rico -aberatsa- tiene la misma raíz que ganado- abere-), la acumulación de dinero pasa por el control de la riqueza ajena. La situación actual de la economía europea en la que los gestores del dinero controlan tanto la "riqueza" reducida a deuda- la casa en primer lugar- de los ciudadanos, como la deuda inmensa de los estados es un buen ejemplo. Ejemplo, señalaré de paso, que convierte en pura retórica la interrogación efectuada en el diario "Le Monde" por el presidente del partido Social- Demócrata aleman Sigmar Gabriel "¿Quien fija las reglas de juego de los mercados, los que especulan o la política?" La evidencia de la respuesta no hace sino más legítima la denuncia por el mismo Gabriel de la "democracia adecuada al mercado" de la señora Merkel que impide la existencia de "mercados respetuosos de la democracia". El problema es que a la hora de llevar a cabo está bienintencionada propuesta la disposición de los socialdemócratas parece bastante tibia.