Víctor Gómez Pin
En los años en que yo era estudiante de filosofía en la Sorbona se editó en edición de bolsillo un libro que contraponía un texto del anarquista Pierre Joseph Prudhon a otro de Carlos Marx. Frente a la Filosofía de la miseria del primero…Miseria de la filosofía del segundo. Tras el juego de palabras, una radical diferencia conceptual sobre la esencia de la filosofía, su función social y las condiciones de posibilidad de que la filosofía alcance legitimidad.
Yo era entonces de aquellos que simpatizaban más bien con la actitud de Marx. Era corriente oir e mi entorno que las reflexiones de Proudhom eran utópicas y un tanto lacrimógenas, pero a mi me parecía sobre todo que pecaban de una especie de reducionismo grosero, limitando la capacidad de razonar a la facultad de síntesis y análisis ("rien de plus", no hay nada más,explicita) y afirmando que "estudiar la leyes de la economía social es hacer teoría de las leyes de la razón y crear la filosofía".
Lector de Aristóteles, tenía yo otro concepto de la exigencia filosófica, más cercana en todo caso a la asunción por el hombre de ese "problema total de la existencia", al que se refiere Marx en sus Manuscritos del 44.
La sfease miseria de la filosofía de Marx me parecía apuntar sobre todo a la actitud, efectivamente indigente, de aquel que, pasivo ante un orden social generador de esclavitud, y en consecuencia esclavo él mismo, encuentra imaginario refugio en un pensamiento supuestamente independiente de la vida social y material, pretendiendo como el estoico que en su esclava obediencia es rey. No he cambiado en exceso respecto a esta dialéctica entre Prudhom y Marx. Y sin embargo…
Hay párrafos extraordinarios en el texto de Proudhom que pueden ser erigidos como armas frente a la concepción nihilista hoy imperante que considera natural, y por consiguiente legítima, la reducción de la inmensa mayoría de los humanos a animales cuyo destino es la lucha por la subsistencia. Así al denunciar una educación basada en el sistema social que escinde la inteligencia y la actividad práctica, convirtiendo al hombre sea en ser abstracto sea en máquina, propone una educación alternativa en la cual "Todo el mundo conociendo la teoría sobre algo poseería por ello mismo la lengua filosófica. Podría entonces, ya fuera una vez en su vida, crear, modificar, perfeccionar, mostrar capacidad de inteligencia y comprensión, producir su obra maestra, en una palabra, mostrarse como un ser humano"
Para los hombres y mujeres forjados en esta educación alternativa "La desigualdad en las adquisiciones de la memoria no cambiaría nada respecto a la equivalencia de las facultades, y el genio se mostraría al fin como lo único que realmente es, a saber, la salud del espíritu".
Podría multiplicar las citas pero quiero retener la noble tesis que encierra el final de ambos párrafos: mostrarse como ser humano exige fertilizar la capacidad intelectiva y creativa, y tal restauración de la salud del espíritu ha de ocurrir al menos "una vez en la vida". Condición de ello es obviamente que las estructuras sociales que impiden la restauración en cada uno de su humanidad sean primero denunciadas y en segundo lugar efectivamente abolidas. Tanto como decir que la praxis política es en sí misma un gesto filosófico. Seguiré aun con este tema antes de retornar a problemas filosóficos relativos a nuestra representación del orden natural en los que hace unas semanas estaba embarcado.