Víctor Gómez Pin
En el texto anterior me sustentaba en consideraciones de dos físicos separados por casi un siglo a fin de poner de relieve que para abrirse a la interrogación filosófica es suficiente considerar las aporías a las que se ven abocados esos mismos físicos en cuanto dan un paso más allá de la descripción de los fenómenos, en cuanto asumen el peso de las implicaciones meramente teóricas de su propia disciplina. Trabajar hoy en física conduce inevitablemente a la pregunta ontológica, concretamente a la interrogación avanzada desde al menos Aristóteles y retomada en términos explícitos por Heiddeger sobre la cosa, no tal o tal cosa sino lo que se predica en general cada vez que nos referimos a una cosa: pregunta, si cabe decirlo así sobre la coseidad de la cosa (thingness of things, en la expresión de veta heideggeriana de Isham).
Pero, ¿como se concretiza esta pregunta? Abandono aquí a Heiddegger y me limito a acercarme a la interrogación con la ayuda simplemente de los físicos y en los términos que son comprensibles a partir del trabajo de los mismos.
En primer lugar se trata de una interrogación lógica y conceptual. Cuando reconocemos algo como tal o tal, estamos implicitamente utilizando una serie de principios y conceptos generales que sería un círculo vicioso cosificar, es decir considerar a su vez como cosas, puesto que constituyen la condición de posibilidad de que las cosas se den para nosotros. Para dar un ejemplo claro: si califico lo que está ante mí de silla, estoy utilizando una gran cantidad de conceptos implícitos que hacen que no lo confunda con, por ejemplo, un taburete. Pero se trate de silla o taburete estoy desde luego diciendo que se trata de un individuo, es decir de algo indiviso respecto a sí mismo y dividido o separado respecto a todo lo demás. El concepto general o categoría de individuo es omniaplicable, es un predicado de todo aquello que tenga derecho a calificar de cosa.
Este asunto fue profusamente estudiado por la filosofía escolástica y concretamente por el gran Francisco Suárez. El Doctor Eximio no podía sin duda estar en condiciones de suponer que un día la ciencia física vendría a referirse a nociones como onda o campo, cuya coseidad no muestra con claridad los rasgos de la individuación (sobre todo cuando la individuación se vincula con la exigencia de ubicación bien determinada o localidad), pero dejo provisionalmente este asunto, en razón de algo mucho mas llamativo, a saber: aun en los casos de realidades físicas "clásicas", la coseidad de las mismas no es seguro que responda siempre al principio de individuación.
Me limito por el momento a este ejemplo para poner de relieve un segundo aspecto:
Cuando un físico en el sentido convencional se refiere, por ejemplo, a un determinado electrón de un átomo concreto de hidrógeno está suponiendo que este electrón tiene unas propiedades que su trabajo como físico consiste precisamente en poner de manifiesto, cosa que conseguirá o no. Podemos llamar a esta posición realista, en contrapunto con otra denominada instrumentalista, que viene grosso modo a decir: la tarea del físico no consiste en descubrir la propiedad de la cosa que a él se le oculta, sino en arreglárselas para dotarse de instrumentos que permitan en todo caso que la cosa se muestre determinada por conceptos matemáticos; dotarse en suma de instrumentos que permitan que la cosa sea medida. El instrumentalista, a diferencia del realista, no se compromete respecto a la cuestión de la existencia independiente de aquello de lo que se ocupa. Es interesante preguntarse por las razones de tal prudencia.