Vicente Molina Foix
Reconozco que la primera vez que oí la palabra ‘biznaga’ me pareció algo hindú, y más bien teológica que floral. Para el andaluz que me la decía era la cosa más natural del mundo, pero yo, puntilloso con el lenguaje, fui al diccionario, y la cosa no se aclaró: "planta umbelífera". "Umbelífera" es un término bonito, prácticamente gongorino, y también suena misterioso -de un modo lírico- "umbela", que es el tallo de la planta con el que, después de un delicado proceso de unión de las umbelas y las corolas, se hacen ramilletes de jazmín. El festival de cine español de Málaga, que este año ha cumplido trece años, da biznagas de plata de premio, y uno de los principales, el de mejor actriz protagonista, ha sido para Marisa Paredes en ‘El dios de madera’. Ya he hablado antes, aquí y fuera de este blog, de la altísima calidad interpretativa (por no hablar de la humana) de la Paredes, una opinión que comparto con muchísima gente de muchos países. Para mí fue un acicate tenerla en la cabecera del reparto de esta película que he escrito y dirigido, y hoy, después de enviarle mi felicidad en forma de felicitación cibernética, no voy a reiterarme en el elogio de una de las carreras artísticas más amplias y exigentes del panorama europeo.
Ha habido dos biznagas más en el festival, y cuando lleguen a las carteleras las películas que los han obtenido iré a verlas; estoy seguro de que habrá más de una de las que han concursado -con o sin biznaga- junto a ‘El dios de madera’ que me gustará. Soy un espectador persistente del cine español, y lo era muchos años antes de que se me pasara por la cabeza dirigir películas y de que se pusiera de moda denigrar globalmente nuestra producción cinematográfica.
¿Vicio, manía, costumbre? No me preocupa gran cosa buscarle la razón a mi insistencia de espectador de esas películas, que veo en número similar a las de otras nacionalidades, y con parecida respuesta: me gustan, me disgustan, me cansan o me estimulan a partes iguales, sean turcas o catalanas, coreanas, francesas, de Hollywood o de Bollywood. Lo anómalo, digo yo, sería lo contrario. Algo así como no leer novela española contemporánea por sistema. Lo curioso es que hubo un tiempo, que yo he vivido, en que así fue. La gente se tragaba cualquier novedad literaria de Italia o de Alemania, pero lo autóctono repelía, y haber ganado, por ejemplo, el Premio Campiello daba más prestigio y ganas que haber ganado el Biblioteca Breve. Seamos optimistas, pues, lo que no que equivale a decir que seamos patrióticos. El cine, como la literatura, no tiene nación, sólo lengua, que puede ser común y universal. ¿Cómo se dirá ‘biznaga’ en checo?