Víctor Gómez Pin
"Comprendía entonces la significación de la muerte, el amor, las exaltaciones del espíritu, la utilidad del dolor, la vocación etcétera. Pues si los nombres habían perdido para mí su individualidad, las palabras me revelaban todo su sentido. La belleza de las imágenes va detrás de las cosas, la de las ideas delante de las mismas. De tal manera que la primera cesa de maravillarnos cuando las cosas se alcanzan, mientras que sólo se comprende la segunda cuando se va más allá de las cosas" (IV, 510)
Enigmático párrafo de la Recherche de Marcel Proust que traduzco algo libremente y que tiene eco en uno de los esbozos de la obra (el clasificado como XLIV: IV, 905-908 de la edición de la Pléiade que vengo citando), que culmina de la manera siguiente:
"Pensaba en lo que me había dicho Madame de Guermantes en casa de Madame Verdurin, su tristeza por el hecho de envejecer y me decía que, aunque acaba de percibir el Tiempo, no me entristecía envejecer porque ponía la finalidad de mi vida no detrás de mí sino ante mí, no considerándome como una flor que se marchita sino como un fruto que se forma, y que los años que iban a venir no me alejarían de algo que intentaría encontrar."(IV, 908)
El contexto en el que se inscribe esta reflexión es "la entrada en el Tiempo", la aprehensión concreta del cambio destructor no sólo en el entorno sino en el propio Narrador: "el encantamiento en el que vivía desde mi infancia acababa de romperse: yo también, al igual que todas las personas envejecidas, había entrado en el Tiempo" (IV, 906)
Y esta entrada en el Tiempo acontece "en el momento mismo en el que me proponía mostrar claramente, convertir en inteligible a través de una obra de arte, realidades extra-temporales" (IV, 507-508), es decir: la obsesiva polaridad- a la que aquí me he referido tantas veces- entre el tiempo de minerales y de bestias por un lado y por otro lado el tiempo paradójico, "tiempo en estado puro" de los tropos del lenguaje, tiempo en el que la imaginación deja de ser asténica y en el que la palabra funciona sin sumisión a imperativos prácticos, tiempo que retrotrae a la edad dorada, perdida definitivamente para todos los que rodean al Narrador.
Mas este descubrimiento de la obra del tiempo no diezma la moral del Narrador, en razón de que ya definitivamente el objetivo de la obra prima, en razón de que, al igual que la belleza de los nombres va detrás de las cosas mientras que la belleza de las ideas va delante de ellas, los años transcurridos en la esterilidad de la vida mundana, y que ahora vienen de "hacerse visibles", no cierran el destino (como acontecería con un fruto que no hubiera llegado a maduración), sino que tan sólo lo anuncian, anuncian la belleza de la obra que está por delante del yo actual del Narrador, efectivamente viejo, pero no a la manera de los antiguos jóvenes descritos en el tremendo párrafo que sigue:
"Mas entonces los viejos no eran lo que yo había creído siendo niño, es decir, una especie de hombres especiales, de los cuales sabía que habían sido jóvenes sin realmente representármelos tales. Los viejos, eran los jóvenes que había conocido como permaneciendo tales, pero que empezaban a no leer fácilmente, a necesitar gafas, como las hubieran necesitado en su adolescencia tras una enfermedad de los ojos, que tenían ahora un cierto embotamiento de la tez, la vejez casi no llegaba a ser una transformación, era un hombre joven, que permanecía joven en mi mente, y sin duda en la suya, que a la larga se podría en la planta como un fruto que no ha llegado a madurar"(IV, 907)
Así pues, polaridad entre la vejez como fruto que no ha llegado a madurar y la vejez como proceso de maduración. Vejez yerma a la que se hallan condenados los que simplemente se dejan llevar por la continuidad de lo milésimo, frente a vejez fértil de los que ponen esta continuidad al servicio de la obra. Sólo la obra redime, constituyendo de hecho una falsa alternativa la de consagrarla a "realidades extra- temporales" o a los efectos devastadores del tiempo. Pues obviamente el primer objetivo sólo tiene sentido, precisamente a través del segundo. Sólo porque la Recherche describe con implacabilidad la ruindad de los frutos que perduran sin maduración (nada que ver con los que perecen antes de realizarse) puede proponerse el Narrador, y proponernos a nosotros mismos, escapar a tal destino, fertilizando la imaginación, haciendo que sea "actual" lo no presente, trascendiendo la irreversibilidad "en una metáfora"