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Resurrección y metáfora (II)

Por 28 de octubre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

El grano de trigo que al caer en tierra no muere,  perdura estérilmente, mas si muere será portador de fruto" (San Juan, XII, 22)

La verdadera vida, la vida al fin descubierta e iluminada, la única vida plenamente vivida es la literatura. ( À la Recherche du temps perdu …IV, 474)

Ha de crecer la hierba y han de morir los niños  (Victor Hugo)

Indicaba que la utilización por Proust de la palabra  metáfora va más allá de lo que ésta designa estrictamente en lingüística. Metáfora en la Recherche es en cierto modo todo aquello que engloba el término tropo, es decir, toda modalidad que permita vincular una palabra (o conjunto de palabras) expresiva  de una vivencia a una palabra expresiva de una vivencia diferente pero que guarda alguna relación con la primera. De ahí que  sinécdoque o metonimia (en las múltiples acepciones de ambos ) sean también términos útiles a la hora de designar los procedimientos mediante los que cabría explicar las singulares vivencias del Narrador. Lo importante es en efecto  que Marcel Proust atribuye a su metáfora ese poder de hacer que los productos de la imaginación aun no siendo actuales tengan la acuidad de lo que sí lo es, aun siendo ideales escapen a la astenia propia de la abstracción (IV, 451), ello ocurre simplemente por el hecho, ya descrito de que el lazo que constituye la metáfora trasplanta a lo imaginario la densidad e inevitabilidad de lo que sí está presente. Para entender que este poder permita escapar al tiempo basta con que demos a este término el sentido ordinario en el que la vivencia pasada es incompatible con la vivencia presente:    

 «La verdad sólo emergerá cuando el escritor, tomando dos objetos diferentes, establecerá su relación, análoga en el mundo del arte a lo que la relación única de la ley causal es el mundo de la ciencia, y los encerrará en los anillos  de un bello estilo; asimismo cuando, al igual hace la vida, vinculando una cualidad común a dos sensaciones, extraerá su esencia común, reuniéndolas y sustrayéndolas a las contingencias del tiempo, en una metáfora" (IV, 468).

Una precisión: La concepción de la imaginación que sustenta estos párrafos, a saber, su intrínsica vinculación con lo ausente, deja abierta la puerta tanto a que su contenido sea el pasado como simplemente lo alejado en el espacio o lo que pueda advenir. Sin embargo hay razones para privilegiar el pasado en la medida en que sólo con fragmentos de lo ya vivido (o de lo que aun presente está de hecho convirtiéndose en pasado) se forjan las imágenes de aquello a lo que cabe acceder, es decir de lo designado por la palabra futuro.

El mecanismo de hacer que tenga acuidad lo que es sólo producto de la imaginación está en el texto citado explícitamente vinculado a la tarea de la  escritura.  Me atrevería sin embargo a precisar que se trata e la dimensión inevitablemente poética de toda obra literaria en el sentido cabal del término, dimensión omnipresente a lo largo de la Recherche  y que con un poco de trabajo cabe incluso extraer del conjunto de la obra, independizarla de la tarea narrativa.

Me atrevo a decir que esta modalidad del lenguaje ajena toda instrumentalización del mismo y generadora de profunda dicha es para todo hombre la originaria y aquello que está operando cabe vez que tenemos la fortuna de sentir que la presencia efectiva es en efecto ocasión de que la imaginación se libere de la astenia, cada vez por ejemplo que el ser en nuestros brazos es efectivamente amado. Me atrevo a decir que no hay amor sin metáfora, no hay amor sin retorno al origen, sin reencuentro con la plena acuidad de la palabra.

La inevitabilidad para todo humano de insertarse en el juego de lo que Proust denomina metáfora, y el hecho de que hacer fructificar las posibilidades de la metáfora sea la esencia de la literatura explica está radical afirmación de la Recherche según  la cual la verdadera vida  es la literatura. Nuestra vida cabalmente humana se inició mediante inmersión en el juego de las metáforas y habiendo sacrificado tal origen en un mundo de representaciones dónde fructifican las malas hierbas de la costumbre, el amor propio, las pasiones condicionadas por la imitación y la inteligencia abstracta, la buena suerte de retornar a la literatura es efectivamente una resurrección.

La tarea que Marcel Proust se impone es la exploración del  mecanismo que posibilita ese singular  retorno de lo que, en el tiempo físico, está irreversiblemente perdido. Se trata sin duda de describir, mas no  de describir lo preexistente al lenguaje (de tal forma que el lenguaje sería extrínseco a la naturaleza de lo descrito) sino aquello que nunca fue, de hecho, indisociable de los mecanismos del propio lenguaje. De hecho la metáfora no efectúa milagro alguno, porque el milagro consistiría en hacer revivir con el espíritu lo que tiene realidad empírica, y la metáfora  no da vida sino a lo que desde siempre se plegó a sus propias leyes. Sólo aquello que hemos vivido  desde el origen como trabado en un juego de metáforas, como reducido a material de las mismas, aquello que nos afectó ya entonces en lo que nos marca como humanos, puede ser recuperado en toda su acuidad mediante un expediente lingüístico.

Los paisajes y los seres humanos que dan cuerpo a la obra,  nada valen por si mismos fuera del papel que en ella juegan. En realidad todo ello  es  a la obra tan sólo lo que el contenido esquemático presente en el óvulo es al grano llamado a desplegarse y madurar.

"esta vida, los recuerdos de sus tristezas, de sus alegrías, constituían una reserva análoga a este álbum recogido en el óvulo de las plantas, y en el cual éste extrae su alimento para transformarse en grano, en ese tiempo en el que se sabe todavía que el embrión de la planta se desarrolla, siendo como es lugar de fenómenos químicos y respiratorios secretos y muy activos" (IV, 478)

Y no sólo pueden morir los intérpretes, sino que también ha de hacerlo el yo convencional (con todos los recuerdos conscientes que lo alimentan) del Narrador,  al igual-nos dice- que la muerte del grano es el precio del desarrollado de la planta, recordando así la tremenda verdad de los versículos de San Juan:  "El grano de trigo que al caer en tierra no muere,  perdura estérilmente, mas si muere será portador de fruto"

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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