Víctor Gómez Pin
La tesis según la cual el hombre responde a una naturaleza y que esta naturaleza, susceptible de ser fertilizada o actualizada, no es otra cosa que la capacidad lingüística, la tesis de que el hombre tiene su esencia en el lenguaje, posibilita decir de manera algo metafórica, que el hombre no precede a la palabra, sino que es fruto de la misma. Se corre entonces sin embargo el riesgo de parecer afirmar que en el origen se situaría algo así como una palabra desencarnada, la cual vendría a tomar cuerpo en los individuos humanos concretos; se corre el riesgo de parecer estar negando que el hombre es un fruto contingente de la historia evolutiva.
El problema reside tan sólo en una cuestión terminológica. Basta con precisar que mediante el término hombre se designa aquello que surge como resultado de que en la historia de los códigos de señales propios de lo que fue el ancestro del hombre, uno de ellos se transformó en esa negación del mero estatuto de código que constituye el lenguaje, basta con reservar el término hombre a la etapa posterior a las modificaciones genéticas y cerebrales que dieron lugar al lenguaje para que todo equívoco desaparezca.