Víctor Gómez Pin
En relación a la suerte de apuesta por el espíritu de la que vengo tratando, me viene a la mente algo del tipo de "pari" pascaliano. Apuesta en este caso por la idea de Dios, pero que, en el caso de Pascal, como más tarde en el de Peguy, se halla en las antípodas de un timorato refugio en la sinrazón. Pues no se trata de salvar la propia individualidad, sino por el contrario de fundirla en lo que constituye su esencia, siendo casi lo de menos que a tal esencia se de el nombre de Dios. Como en alguna ocasión tuve ocasión de decir, no es en absoluto necesario comulgar con dogma irracional alguno para hacer propia la tesis de que efectivamente "en el principio está el verbo". Basta simplemente por entender por principio aquello que da sentido y que permite la única aprehensión del mundo que nos sea dado a los humanos. Se trata simplemente de asumir que si la palabra es lo que da significación, sin la palabra todo es insignificante.