
Víctor Gómez Pin
El sábado 18 de octubre muchos periódicos destacan la fotografía de de McCain y Obama flanqueando a Edward Egan, primado de la iglesia católica neoyorquina quien, envuelto en su capa cardenalicia, presidía una cena "de beneficencia" en el Waldorf Astoria. Ese mismo día el huracán financiero arrecia y muchos prevén que la beneficencia será realmente expediente al que recurrirán ciudadanos que nunca habrían pensado en tal cosa, ciudadanos que tenían, y que por los designios del Señor… han dejado de tener. Entre ellos responsables de instituciones de crédito para alguno de los cuales, como decía, habrá poca piedad:
"No podemos transmitir el mensaje de que se puede actuar sin responsabilidad sobre los errores que se cometen", declara el miércoles 16 de octubre el Elegido, el hombre de nombre premonitorio, el que (en tiempos de amargura incluso para los hasta hace poco privilegiados "del bombín") no parece necesitar de intervención estatal para navegar sobre las aguas turbulentas, recuperar el capital extraviado en manos de banqueros ineptos, frívolos, o perezosos, redimiendo de paso a los españoles de un rescoldo del antiguo complejo frente a la "Europa limpia y que trabaja". Pues los españoles reconocen como propia (cual si del triunfo de una selección deportiva se tratara) la imagen de fortaleza que, en las finanzas internacionales, ofrece nuestra primera institución bancaria.
Un día más tarde, McCain declaraba en Florida "América no se convirtió en la mayor nación de la tierra extendiendo la riqueza", palabras que encontraban eco y precisión en las de un comentarista de Fox News, para quien distribuir sería lo propio de los detestados social demócratas europeos. ¡Pobre McCain¡: sus palabras no suenan suficientemente convincentes. El viernes 17 de octubre, el economista conservador Allan Meltzer declara al diario La Vanguardia que McCain "perderá porque no rechazó el rescate de la banca". Al parecer este erudito del teatro de las finanzas considera que tal rescate es una auténtica traición a los principios, puesto que constituiría la mayor intervención estatal y socializante que se habría dado desde el New Deal de Roosevelt.
También el rival Obama apoya intervenciones de este tipo. Pero en este caso el pecado es menor, puesto que no se le considera un auténtico fiel. No se sabe si estuvo realmente siempre convencido de lo justo de la máxima "El Señor otorga, el Señor retira… alabado sea el Señor". En cualquier caso ambos candidatos hacen bien en estar atentos a los consejos que pueda procurarles el cardenal Edgard Egan en la evocada cena de gala.