
Víctor Gómez Pin
En las autovías españolas, concretamente en la que va de Madrid a Andalucía, suelen proliferar, además de los llamados puticlubs, las residencias de la tercera edad, que constituyen auténticas prefiguraciones de los tanatorios. En tales subterráneos del alma el paisaje a contemplar no es otro que el de la carretera misma, y la única imagen de ser humano que no sea ya "recuerdo de la muerte" es el de los trabajadores del lugar, que huyen del mismo en cuanto su horario se cumple.
Pues allí se arrincona a seres humanos homologados mediante corte vertical en el ciclo de las generaciones, arrancados al entorno en el que la vida se contrasta y la palabra se renueva. En esos lugares no se está empíricamente sólo, pero la figura del otro no es jamás espejo de plenitud: esa plenitud a la vez dolorosa (puesto que perdida para el anciano) y exultante (por ser rasgo de la humanidad a la que uno pertenece, aunque toque ya representar el inevitable crepúsculo).
No hay allí más que interpares en el estatuto de residuo o desecho; estatuto determinado no tanto por la carencia psíquica o física, que sirvió de pretexto, como por la ofensa que supone el hecho mismo de ser conducido a tal lugar. Pues no es lo mismo ser el anciano de la casa que el asilado de la administración:
Sobre el primero pesa la conciencia de la progresiva e inevitable astenia y hasta quizás (en la hipótesis del exilio de los jóvenes y el aislamiento de los contemporáneos) el sentimiento de haberse quedado sólo. Pesa en definitiva lo que de trágico conlleva la existencia humana, tragedia a la que se expone todo ser de juicio, y que será tanto menos insoportable cuanto que sea asumida con mayor entereza.
Mas para el segundo a la tragedia se añade un ingrediente de humillación. Se añade el haber sido considerado como un ser humano carente de toda función en el reparto de la existencia social. En tal repudio es la sociedad la que se mutila a si misma. Pues saber dar su sitio al anciano es a la vez condición y reflejo de la salud de una organización entre hombres; y toda sociedad en la que no cabe tal cosa, en la que el ciclo generacional se corta verticalmente, se halla gravísimamente enferma… y ello cualesquiera que sean sus atavíos de progreso.