-¿Es usted anoréxica?
-No mucho.
-¿Vomita todo lo que come?
-Sólo a partir de las cinco calorías.
-¿Todos los días?
-No. Sólo cuando como.
-Bien, señorita, usted padece un grave trastorno alimenticio. Básicamente, no vamos a hacer nada al respecto. Pero sepa que no nos engaña: estamos al tanto.
Más o menos así podría ser el examen de despistaje de anorexia en la próxima semana de la moda de Nueva York, que se celebrará en los primeros días de febrero. Al menos, eso deja entrever el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos. En un comunicado que evita la malsonante palabra “anorexia” para usar la más amable “delgadez insana”, los diseñadores anuncian que no apartarán de las pasarelas a ninguna modelo por causa de extrema falta de peso. De hecho, ni siquiera les tomarán un examen médico. Sin embargo, no se preocupen. Sí tomarán medidas drásticas contra el problema, a saber, las vigilarán. Ah, y promoverán “un estilo de vida más saludable para las modelos”.
En la única página del comunicado no hay espacio para demasiados detalles, pero al parecer, promover una vida sana significa ofrecerles comidas saludables, tentempiés y agua, además de explicarles el impacto del tabaco. Quizá sirva comentarles que el cigarro mancha los dientes. Estoy seguro de que con eso bastará. También podrían darles caramelitos de menta para equilibrar el azúcar.
Aunque el problema parezca completamente banal, ha empezado a cobrar víctimas mortales: la modelo brasileña Ana Carolina Reston murió en noviembre, y otras cuatro chicas han fallecido desde entonces en ese país por las mismas causas. Sus decesos han desatado el debate, y las pasarelas europeas han estrenado un paquete de medidas básicas. Madrid y Milán han vetado ya a modelos con una masa corporal inferior a 18 –unos 56 kilos para una estatura de 1,75 metros-. No es mucho pedir, realmente. Es el mínimo saludable recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Es lo que distingue a una mujer que gana miles de dólares al mes de un niño de Biafra.
Aunque en algo tienen razón los diseñadores neoyorquinos, y es en la línea de comunicado que dice “no podemos asumir totalmente la responsabilidad de una cuestión tan compleja”. Los desórdenes alimenticios son una de las más extendidas enfermedades “voluntarias”: hay mujeres que se sienten orgullosas de padecerlos. Hay incluso páginas web en que adolescentes anoréxicas y bulímicas se dan consejos para que su mal pase desapercibido ante sus padres. Compramos modelos de belleza enfermos, literalmente. Nuestro ideal físico no es una mujer, es un perchero. La sociedad de consumo nos consume. Pero eso sí, nuestros cadáveres se verán guapísimos. Yo pienso comprarme una mortaja Armani.