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La soledad de las computadoras

Por 15 de enero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Conocemos la situación: estás en una discoteca tratando de ligar y no escuchas nada de lo que te dice esa persona, que por lo demás, te da igual. Los dos tienen que pasarse horas estableciendo comunicación para saber si se gustan o no, y finalmente es muy posible que no. Aún si sí, nadie te asegura que se irán a la cama esa misma noche, de modo que puedes haberte tomado todo ese trabajo sólo para conseguir “una bonita amistad.” ¿Cuántas noches has perdido así?

Cada vez es más la gente que prefiere ahorrarse los prolegómenos al sexo, conversación incluida. Perder el tiempo en engorrosos trámites y negociaciones es una tradición en extinción. Antes era imprescindible, ya que no todo el mundo comparte las mismas intenciones ni la certeza de tener empatía. Pero ahora, Internet ha resuelto el problema. La solución se llama Adult Friend Finder.

Basta de buscar temas de conversación o puntos en común. Adult Friend Finder te ofrece un formulario. Tienes que especificar tu lugar de residencia, nivel de educación, y grupo étnico. Debes detallar tu tendencia sexual: gay, hetero, bi o algo llamado “bicurioso”. Por último, si eres hombre, parte del formulario te solicita especificaciones de “dotación”: grosor, longitud y circuncisión. También puedes poner tus fotos.

Con más de un millón de visitas sólo en España, Adult Friend Finder se ha convertido en uno de los portales más populares de este país. Pero versiones de él van adueñándose de la red en toda Europa y EE UU. En ellas, los participantes estipulan lo que buscan: sexo en grupo, sexo uno a uno, intercambio de parejas, incluso hay un apartado de “otras actividades alternativas”. La cosa es sencilla: si coincides, conectas y fijas una cita. Tu pareja y tú no tienen un pasado ni un futuro en común. Estás en el siglo XXI: nadie tiene tiempo para sentimentalismos.

Siempre se concibió a las herramientas como extensiones de funciones humanas: el teléfono amplía el alcance de la voz, la televisión extiende los límites de la vista, el automóvil amplía las funciones de locomoción. Pero Internet no está extendiendo las relaciones humanas: las está alterando y determinando. Si en los años 60, los anticonceptivos representaron una revolución al separar el acto sexual de la reproducción, quizá Internet sea el paso siguiente: un instrumento que independiza al sexo de su relación con los sentimientos.         

Indudablemente, eso nos dirige hacia un mundo más libre y una socialización más democrática del placer, pero también consolida una sociedad más solitaria. La tecnología nos ofrece todo lo necesario para vivir, incluso vínculos sociales, que sin embargo son cada vez más momentáneos, no muy distintos de la relación que tenemos con las zanahorias del mercado. Y eso no sólo ocurre en Internet. Con computadoras o sin ellas, cada día se vuelve más fácil encontrar alguien con quien follar que alguien con quien hablar.

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