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Chávez y España

Por 30 de noviembre de 2005 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Hace como un año y medio, Hugo Chávez fue el primer visitante extranjero del gobierno de Zapatero. En ese momento, España trataba de reparar el daño que su retirada de Irak había infligido a sus relaciones con EEUU. Pero a su llegada, Chávez saludó el carácter “revolucionario y antiimperialista” del gobierno socialista. Al día siguiente, el ministro cubano de relaciones exteriores anunció el restablecimiento de la normalidad diplomática con España debido al carácter “revolucionario y antiimperialista” de su gobierno. Esa semana, un editorial del Wall Street Journal afirmó que el problema de Zapatero no era su juventud sino su “ideología”.
De la noche a la mañana, la magia mediática de Hugo Chávez había convertido al socialdemócrata Zapatero en un radical, en “uno de los nuestros”.
Ahora, EEUU anuncia su preocupación por la venta de armas del gobierno a Venezuela. En respuesta, el ministro de defensa español José Bono se ve obligado a recordar públicamente que España es un país soberano y Chávez es un gobernante surgido de las urnas. Según su lógica, el trato es un buen negocio y consolida la posición de España como país mediador entre Europa y Venezuela. La principal crítica desde la oposición española no tiene que ver con la moralidad de esta decisión. Al fin y al cabo, EEUU es un país más armamentista y desestabilizador que Venezuela. Más bien, los conservadores españoles cargan las tintas en lo inoportuno de ser más amigo de Chávez que de Bush. Y eso es un debate interno, de dimensión nacional.
Pero en América Latina, el significado político es otro.
Chávez ha comprado algo más que aviones.
Los latinoamericanos están acostumbrados a que sus gobiernos reciban dinero de los europeos, pero no a lo contrario. La imagen de un Chávez entregándole $1700 millones a un gobierno europeo y llamándole a su ministro “Pepe” tiene para sus seguidores un significado político mucho más importante que la cantidad de equipo militar adquirido.
Chávez proyecta la imagen de un gobernante que trata de igual a igual con España.
Para la opinión pública española, siempre hay socios. En los últimos años, han optado entre dos alternativas: una relación más subordinada con el poderoso EEUU, o una más igualitaria con los menos poderosos Francia y Alemania. Si prefieres lo primero, votas al PP. Si prefieres lo segundo, votas al PSOE.
Para los latinoamericanos, nunca hay socios. Las opciones que percibe el ciudadano ecuatoriano, boliviano o peruano son de subordinación o de subordinación. O Chávez. No sé si ése es el panorama real, pero es la percepción. Y en política, la percepción manda.
En el decisivo año electoral que arranca para Perú, Venezuela, Brasil, Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador y México, el modelo chavista arranca con mucho mejor pie que el de Lula. Quien quiera frenarlo deberá oponerle una democracia sólida que, entre otras cosas, actúe en pie de igualdad con Europa y EEUU. O al menos lo aparente.

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