
Foto de Diego Figueroa (Migrar Photo)
Roberto Herrscher
Hace ocho años yo tenía una columna en la revista digital The Objective. Fue un ejercicio de mirada e imaginación que me gustaba mucho, un cotidiano reto en el que debía elegir una foto que aparecía ese día en el medio, que en esos tiempos hacía primar las fotografías. Yo debía construir una historia desde esa foto.
Y la primera semana de julio de 2015, la foto que me conmocionó era de Diego Figueroa (Migrar Foto). Ilustraba la celebración en Chile del prestigioso Salón del Fotoperiodismo, en su 37ª. edición.
Esta fue la foto, y esto escribí entonces:
Miren esta imagen y piensen en cada una de las posibilidades verbales: verán una foto distinta. Les provocará otros sentimientos, otras ideas, se relacionará con distintas memorias.
Sí: las fotos y sus textos pueden dirigir nuestras reacciones, pueden engañar, pueden usarse para manipular y provocar amores y odios.
¿Qué estamos viendo? Seis posibles pies para esta foto:
1.
En medio de las protestas de los estudiantes, un joven acaba de lanzar una bomba molotov en un edificio gubernamental en Santiago. El ataque produjo tres heridos, entre ellos una niña de 11 años.
2.
Una víctima escapa de un edificio en llamas en Antofagasta. No pudo salvar ninguna de sus pertenencias. “Perdí todos mis recuerdos”, dijo.
3.
Aprovechando un incendio fortuito, un preso escapa de una comisaría en Valparaíso. Tres horas más tarde fue capturado mientras tomaba un helado en la playa. “Valió la pena”, declaró.
4.
Un policía de civil corre para atrapar a un preso que escapó de una comisaría de Temuco aprovechando un incendio fortuito.
5.
Un manifestante de derecha huye tras lanzar octavillas en contra de los inmigrantes en la puerta de un edificio público en Lyon.
6.
Un manifestante de izquierda huye tras lanzar octavillas en contra de la Troika y a favor de Syriza frente a una oficina bancaria en Atenas.
Y ahora les pregunto: “¿Una imagen vale más que mil palabras?”.
Ese año yo estaba a cargo del Máster en Periodismo de IL3-Universidad de Barcelona, y cuando les pedí el primer día a los alumnos que se describieran con una frase, el estudiante peruano Pedro Gerardo Velarde dijo que era fotógrafo y que estaba en el Máster para aprender a escribir, porque sin palabras, las fotos no revelan sus secretos.
Y entonces Pedro me dijo una frase que no olvidé más y que rescato hoy, ocho años después: “Nada se entiende sin palabras. Incluso para explicar el concepto de que ‘una imagen vale más que mil palabras’ necesitamos de las palabras”.
Así es. Sin palabras no entendemos (o sea: no vemos) la imagen.