Edmundo Paz Soldán
De Erri De Luca solo había leído Montedidio (2001), una novela evocativa de una infancia en un barrio pobre de Nápoles, lleno de callejones y sin "espacio para tender un trapo", en el que sus habitantes se aferran orgullosos a su identidad regional: "estamos en Italia" dice el padre del niño que narra la novela, "pero no somos italianos… Muchos de nosotros nunca hablaremos italiano y moriremos en napolitano". El niño aprenderá el idioma nacional a pesar de sentir que traiciona a su región. No cuesta adivinar en él a una versión incipiente de quien luego se convertirá en uno de los escritores contemporáneos más importantes de Italia y hoy en una causa célebre de la justicia.
Los hechos son claros: desde hace un par de décadas que, en defensa del medio ambiente, pobladores del valle de Susa y activistas antiglobalización se oponen a la construcción de túnel para un tren de alta velocidad (TAV), proyecto a manos de una compañía francesa. Erri De Luca, que apoya a los activistas, declara en una entrevista dos años atrás que, en vista de que el proyecto no se detiene, solo queda un recurso: "el TAV ha de ser saboteado". Cuando le preguntan si el sabotaje y el vandalismo son justos, responde: "son necesarios para que se comprenda que el TAV es una obra nociva e innecesaria". A petición de la compañía francesa, la fiscalía de Turín ha llevado a De Luca a juicio por "incitación a la violencia". El juicio puede acarrearle una condena de hasta cinco años de cárcel; este lunes 16 de marzo, De Luca se sentará en el banquillo de los acusados y tomará la palabra.
De Luca publicó hace poco La palabra contraria (Seix Barral), un panfleto que es su versión de los hechos y que ya ha vendido más de cien mil ejemplares en Italia. De Luca, militante de izquierda revolucionaria durante los traumáticos años setenta, no niega haber usado la palabra "sabotaje", solo que pide que se la entienda en un contexto más amplio: "Su uso no está limitado al significado de daños materiales, como pretenden los fiscales en este caso… La acusación contra mí sabotea mi derecho constitucional a la palabra contraria. El verbo ‘sabotear’ posee una vasta aplicación en sentido figurado y coincide con el sentido de ‘obstaculizar’".
En La palabra contraria, De Luca se legitima como descendiente de esos grandes escritores -Orwell, Rushdie– que con su voz pública han sacudido la conciencia de su época y protegido con su palabra "el derecho de todos a expresar la suya propia". Es decir, De Luca no quería exactamente incitar al sabotaje material, pero está orgulloso de su papel de instigador. Se trata de un argumento retorcido, y De Luca lo sabe. Quizás por eso es que, en un gesto ético que lo ennoblece, ha dicho que no apelará si es encontrado culpable y tampoco pedirá las disculpas que permitirían que los fiscales reduzcan su condena o lo dejen libre; está dispuesto a ir a la cárcel por defender la libre expresión de sus ideas.
Los escritores suelen quejarse de que nadie les presta atención. En este caso, una corporación poderosa, aliada al Estado, ha decidido prestarle atención y dar un ejemplo. Se debe criticar esta connivencia, la forma en que los fiscales acusan a De Luca y no a tantos otros que han dicho cosas más agresivas contra el TAV: la justicia, una vez más, no es igual para todos. Es cierto, sin embargo, que las palabras de De Luca, un hombre con mucha presencia en la esfera pública, tienen más peso que las de un ciudadano común y corriente. Más allá de si los fiscales han actuado o no con independencia de criterio, lo mejor que puede hacer el escritor italiano, y de hecho lo está haciendo, es asumir ese peso cueste lo que cueste. Su incitación al sabotaje fue literal, no metafórica. Puede terminar en la cárcel pero ya ha dado una lección, y quizás incluso también logre su propósito de "obstaculizar": el caso ha concitado tanta atención que será difícil que la compañia francesa pueda construir el túnel algún día. Paradójicamente, las palabras de De Luca tendrán resultados más concretos que cualquier sabotaje real de alguno de sus seguidores.