Skip to main content
Blogs de autor

El poeta Nicanor Vélez

Por 24 de noviembre de 2011 Sin comentarios

Julio Ortega

 
Nicanor Vélez es el poeta que todos llevamos dentro.  Alguien que escribe sin prisa, de paso, y brevemente.  No escribe poesía, escribe poemas. Escribe porque escribe, a favor de una pausa del lenguaje, conversando con los poetas que admira y frecuenta. Porque sabe muy bien lo que es la gran poesía, a cuya devoción, ahora que lo piensa, le ha dedicado la vida.  Le ha dedicado, quiero decir, cuadernos, anotaciones, fragmentos, imágenes. No es el autor de una obra, es hechura él mismo de la obra que tributa, entre borradores y papeles que el tiempo pule y alguna editorial acoge.  Es el poeta reluctante que rescribe más de lo que escribe, sin énfasis ni demanda. Muy de tanto en cuando le regala a sus amigos un delgado cuaderno de pocos poemas, breves todos, y más entredichos que decidores.  De pronto, leyéndolo, sus elipses nos embargan con la nostalgia del silencio palpado por esta poesía verdadera. Siempre he creído que la emoción estética es una nostalgia de lo genuino.

 

Pero he aquí que su nuevo libro, La vida que respira (Valencia, Pre-Textos, 2011) es sin proponérselo, una plena revelación.  No sólo porque revela la destreza y certeza de un poeta liberado del lenguaje mismo, capaz de decirlo casi todo con un puñado de palabras, sino porque la noción de que la poesía es la última verdad creíble irrumpe aquí con intensidad y, a la vez, con sobriedad; de modo que da de hablar, por fin, al silencio, y nos hace parte de su lacónica elocuencia. Porque ahora la verdad es lo indecible, pero también aquello que el lenguaje aferra en un puño. Lo sabe el poeta, y nos dice lo que no se sabe:

El poema celebra

o abre la grieta del silencio;

con el dolor, una secuencia

indescifrable de palabras,

intenta recoger

el gesto, y se hace trazo,

intenta dialogar

con esa parte de nosotros mismos

irreductible a las palabras.

El poema no dice:

crea el misterio con su trazo.

Nunca acaba su gesto:

empieza, siempre recomienza.

(La poesía)

 

De la poesía, creo que nos confiesa, sólo nos queda su trayecto: aparece y desaparece, pero está cuando no está, y en esa tensa y tersa expectación nos devuelve, impecablemente, sin palabras.  Pero nos queda, entiendo, esa promesa de volver a nombrar, vana y feliz porfía.

Pero el poema es también la libertad de los nombres, y la epifanía del mundo en la mirada que recobra una palabra:

Roca que no precisa de alas,

pues cuando se vive profunda

se hunde en el mundo de lo oscuro,

al fondo del abismo:

levita, se alza y vuela como el pájaro,

su más cercano descendiente.

(Sobre la levedad del peso)

 

El temblor de lo ignoto recorre este libro desde las agonías de la muerte de los amigos, los parientes, y la madre. Pero esta biografía (“La lámpara se enciende./El cuerpo se calcina”) es una meditación sobre la dimensión del “graphos”, de la escritura, más que sobre la “bio” (“en ese hueco de la muerte/vertemos toda nuestra vida”). Y, así, es una reflexión vivencial sobre la propia precariedad. Y en esa dimensión es una lección moral (“nuestra concepción de la historia tiene que ver con nuestra concepción de la muerte”).  La escritura, al final, es una transformación revelada: fuego, pájaro, pez, le dice a José Ángel Valente, son el verbo hecho carne en el poema.  Unas palabras bastan para hacernos libres.

 

Con mi amigo Nicanor Vélez he compartido muchas horas de conversación amena, crítica, memoriosa, erudita y placentera.  Cuando preparé el tomo de la Poesía reunida de Rubén Darío para el Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg,  lo vi dedicarle tanto tiempo a una coma que me emocionó su pulcritud, y le pedí firmar la edición conmigo. Supongo que me vio tan conmovido que por cortesía aceptó. Nicanor ha sido responsable de las mejores ediciones establecidas y solventes  de la obra de Octavio Paz, Julio Cortázar, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Su trabajo de alquimista editorial estaba dedicado a la poesía. Tanto a Valente como a Blas de Otero. Me doy cuenta, al leerlo ahora, que siempre hemos hablado de los poemas que no hemos leído pero confiamos leer como buenos lectores que lo esperan todo de un poema. No es tampoco casual sino de necesidad que Manuel Ramirez y Manolo Borrás hayan publicado, en el sentido más cierto de dar a conocer, este libro en su magnífica editorial. Pre-textos es una casa donde la poesía vive perdurable y suficiente.

 

Nicanor Vélez es el amigo más íntimo de la poesía, y por ello de todos los que todavía creemos en la gracia de lo gratuito.

 

 
 
      

profile avatar

Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

Obras asociadas
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.