Edmundo Paz Soldán
Hay partes de otro estereotipo que funcionan para entender a Zuckerberg en La red social: las del genio incomprendido, el visionario dispuesto a sacrificar todo con tal de perseguir su obsesión. El programador de computadoras es el nuevo héroe de nuestro tiempo, narcisista y arrogante y algo asceta (ajeno a las tentaciones del alcohol y las drogas). Zuckerberg representa las máximas aspiraciones del capitalismo: su individualismo salvaje lo lleva a sacrificar a sus amigos cuando se oponen a su ambición sin límites. Es un triunfador que además tiene un proyecto ideológico -un mundo más abierto- que conecta perfectamente con el zeitgeist.
Para tener un retrato más complejo y contradictorio de Zuckerberg, uno debe asomarse a The Facebook Effect, de David Kirkpatrick, y a "The Face of Facebook", un perfil de Zuckerberg publicado por José Antonio Vargas en The New Yorker (20 de septiembre, 2010). El libro de Kirkpatrick es una suerte de "versión oficial" de los hechos, pero aun así, al compararlo y contrastarlo con el artículo de Vargas y con la película, ayuda a rellenar ciertos huecos. El principal es que Zuckerberg puede ser un nerd y un geek –sabe cuatro idiomas, entre ellos griego y latín, y es considerado un "genio de la programación" desde la adolescencia–, alguien "intensamente introvertido", pero no es un inadaptado. Tanto Kirkpatrick como Vargas insisten en que Zuckerberg es simpático en persona, y con suficiente talento y carisma como para manejar una empresa de mil quinientos empleados. Se lleva muy bien con su familia (una de sus hermanas trabaja para él). Tampoco ha tenido problemas para conseguir amigos o parejas. Es un inveterado bromista.
El Zuckerberg de Sorkin es una gran creación, pero quizás sea hora de crear nuevos estereotipos. ¿Qué tal, para comenzar, un nerd con amigos, un geek exitoso con las mujeres, un solitario capaz de relacionarse con la gente, un tímido que de pronto se desmarca con una broma? ¿Qué tal, para comenzar, alguien como el verdadero Mark Zuckerberg?
(La Tercera, 26 de octubre 2010)