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Del inglés al globish

Por 19 de julio de 2010 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

Hace un par de semanas descubrí en una licorería de Santa Cruz la Coca Colla, el refresco aprobado por Evo Morales para combatir a la Coca Cola en Bolivia. El energizante era más dulzón que el Red Bull y tenía el sabor indiscutible de la hoja de coca. Aparte de la fuerza simbólica del gesto antiimperialista, hubo algo que me llamó la atención: debajo del nombre del refresco, un subtítulo decía: Bol Energy. ¿En vez del inglés, no hubiera sido más consistente escribir esto en quechua o aymara? Luego pensé que, incluso para los que luchan contra Estados Unidos, el inglés había sido despojado de su carga ideológica de avanzada del imperio –"Siempre la lengua fue compañera del imperio", escribió el gramático Antonio de Nebrija en 1492–, y era tan aceptado como los jeans y las hamburguesas.

Para entender lo que ocurre con el inglés resulta útil leer Globish: How the English Language Became the World’s Language (Norton, 2010), de Robert McCrum. El argumento de McCrum es que el inglés ha adquirido una dinámica "supranacional" que lo aparta cada vez más de sus raíces inglesas y estadounidenses; es una "lingua franca emergente", "un fenómeno global" con fuerza multinacional. Nosotros conocemos el Spanglish (esa mezcla controversial pero imparable de inglés y español en los Estados Unidos), pero también existen el Englasian (vocabulario inglés con sintaxis china e hindú), el Konglish (inglés en Corea del Sur), Manglish (inglés con malayo), el Singlish (inglés de Singapur) y el Chinglish (inglés de China). Los hombres de negocios en Asia no hablan inglés; hablan Englasian.

Se calcula que dos mil millones de personas en el mundo (un tercio de los habitantes del planeta) hablan algo de inglés en alguna de sus formas. Sólo el chino es hablado por más gente, pero las dificultades de este idioma para ser aprendido incluso por los chinos y adaptarse a otras culturas hacen que el inglés no tenga competencia como lengua global. El francés Jean-Paul Nerrière, un lingüista amateur, fue el primero en sugerir que esa lengua global debía llamarse "globish": una suerte de inglés "descafeinado", "sin gramática o estructura" y con un vocabulario "utilitario" de alrededor de mil quinientas palabras.

McCrum nos muestra a las masas de trabajadores chinos que, en un esfuerzo por conseguir mejores trabajos, aprenden "Crazy English" con obsesiva dedicación; a los jóvenes hindúes en Bangalore, tomando cursos en inglés para conseguir un puesto en un "call center" y formar parte de la economía global. McCrum no es ingenuo, y sabe que Nebrija está en lo cierto. De hecho, para él, el triunfo del inglés en la cultura contemporánea es la prueba clara de que estaban equivocados quienes pensaban que, con el ascenso reciente de China, India y Rusia se acababa el mundo unipolar dominado por los Estados Unidos en los años después de la guerra fría. El globish señala más bien que la cultura angloamericana es parte fundamental de la "conciencia global". La lengua es un virus invisible, un instrumento de poder a través del cual se disemina una forma de ver el mundo, una ideología, los valores de la cultura angloamericana.

McCrum es un anglófilo acabado. Sus ataques constantes a la cultura francesa, su incapacidad para tomar en cuenta el avance del español, hacen que este libro de apariencia polifónica termine siendo un monólogo. Después de todo, si es cierto lo que sugiere McCrum de que el inglés se ha vuelto una lingua franca gracias a su capacidad de adaptación, entonces, por dar un ejemplo, el Chinglish no llevaría dentro de sí sólo la ideología de la cultura angloamericana, sino también de la cultura china, que se apropió del inglés y lo adaptó a sus propios usos. Es decir, se trataría de un triunfo parcial de la cultura angloamericana. Igual, su libro es necesario para entender fenómenos contemporáneos como el hecho de que una bebida antiimperialista use el inglés para publicitarse.

(La Tercera, 19 de julio 2010)

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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