
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
Cuadernos de notas (1878-1911)
La reedición de estos apuntes personales de Henry James es una gran noticia. Por alguna misteriosa razón los nueve cuadernos que componen el presente volumen se salvaron del fuego que en cambio sí destruyó otros muchos papeles que James optó por no guardar. Fueron publicados por vez primera en inglés en 1947 y la edición estuvo a cargo de F.O. Matthiessen y Kenneth B. Murdock. Hubo que esperar hasta 1989 para que alguien, en este caso Península, tuviese la idea de publicarlos es castellano. La editorial española tuvo un primer acierto en la elección de traductor, pues recurrió a Marcelo Cohen. Este escritor argentino, que había ejercido de redactor-jefe de Quimera y El viejo topo mientras residió en Barcelona, optó por pasarse a la traducción cuando cerró la segunda revista, y tiene en su haber unas excelentes versiones de Jane Austen, T.S Eliot, Philip Larkin y Wallace Stevens, es decir, unos auténticos miuras literarios cuya lidia exige un amplio conocimiento de los idiomas de partida y llegada, aparte del manejo de los recursos poéticos. También es el autor de esta traducción que Península (y conste que ofrezco el dato sin ánimo de proporcionar munición a quienes opinan que los editores raras veces leen los libros que publican) incluyó en una colección de Historia, Ciencia y Sociedad. Henry James empezó estas anotaciones en 1878, cuando contaba 35 años de edad y estaba redactando Los europeos. Mantuvo la costumbre hasta 1911, cinco años antes de su muerte, ocurrida cuando tenía 73 años.
Es de suponer que este libro atraerá a los incondicionales de James, que deben de ser muchos a juzgar por la cantidad de ediciones y reediciones de sus libros que tienen lugar año tras año. Pero sobre todo va a provocar delirios en aquellos que andan enzarzados en esa lucha a brazo partido que supone escribir una novela. Porque de eso van estos cuadernos. El lector tiene la fascinante oportunidad de asistir a los primeros pasos de una historia que, al cabo de un largo y complicado proceso, puede materializarse (o no) en una narración. James fue el inventor de un género literario que podría llamarse "the long short story". En la edición española, quien más cerca estuvo de encontrar una definición parecida fue Lara padre, para el cual todo libro de ficción de los que él publicaba era un cuento corto o un cuento largo, refiriéndose en este segundo caso a lo que el resto de mortales considera una novela. El cuento corto largo de James va por ahí. Lo curioso es que, en plena maquinación de una historia, James era capaz de cuantificar la longitud final del posible relato, siendo su unidad de medida las cinco mil palabras. Toda historia que no diera para juntar esa mínima cantidad de palabras era desechada y de hecho hace un par de años Andrés Barba y Javier Montes recurrieron a tres escritores españoles y tres mexicanos para que desarrollasen ideas que James dejó anotadas pero no utilizó nunca. El séptimo de los elegidos fue el irlandés Colm Toibin, autor de una biografía novelada de James que me ha costado no sé cuántas discusiones hasta las tantas a costa de una práctica que, en mi opinión, es un híbrido perverso y que contamina tanto a la novela como a la biografía sin llegar a ser ni una cosa ni otra. Pero ya habrá ocasión de tratarlo con más detalle.
El prodigio de los Cuadernos es que se puede ver en funcionamiento la mente de un auténtico narrador de raza. El cual, al término de una cena en casa alguna de aquellas damas que tanto le gustaban volvía a su estudio con historias reales que le habían contado las comensales y, mientras tomaba notas, empezaba el proceso perfilar la sinopsis de una historia que en ocasiones puede durar hasta cinco páginas. Los editores originales se ocuparon de identificar y seguir la pista a los relatos pergeñados en cada entrada, y como dan noticia acerca de su título final en el momento de su publicación, resulta facilísimo ir a consultar el relato en cuestión y ver qué pasó cuando se trató de pasarlo del bosquejo a la versión publicada. Los viciosos de James tienen juerga para rato.
Cuadernos de motas (1878-1911)
Henry James
Destino