
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Una semana de cine en Valladolid. Sobre todo viendo cine documental. Viendo miradas a la realidad y sus interpretación. Películas sobre la historia reciente, el pasado que todavía nos sorprende y el presente que no deja de sorprendernos. En otro momento, cuando los premio se hayan dado hablaré de lo mejor de ese cine en el Festival. Soy jurado y no debo hacerlo ahora.
Pero en las calles vallisoletanas, desde grandes carteles nos atraca la seducción del cine que nos hizo cambiar. Hay quién está marcado por guerras, postguerras, dramas, viajes, familia o religión; yo estoy marcado por el cine de la "Nouvelle Vague". Su cine, sus guiones, sus actores, sus fetiches, sus discursos fueron mi cine. Nuestro cine, mucho más que el español. Berlanga y Buñuel vinieron después. Antes llegó ese aire de París que nos llenó de deseos de libertad y modernidad.
Nosotros quisimos ser Jean Paul Belmondo besado por Jean Seberg. También fuimos los dos novios, Jules y Jim, de Jeanne Moreau. Y crecimos acercándonos al espíritu de nuestro amigo Antoine Doinel en el cuerpo de Jean Pierre Léaud. Somos los adolescentes que crecimos con la "Nouvelle Vague". Y éramos jóvenes y atrevidos, nos habiamos paseado por el Barrio Latino, fumábamos como si estuviéramos al final de alguna escapada. Teníamos veinte años y nuestros amores se llamaban, también, Catherine Deneuve, Francois Dorleác, Delphine Seyrig, Brigitte Bardot, Anna Karina, StéphanneAudran, Anouk Aimée y otras cuantas que no se enteraron de nada.
Por eso las tuvimos que engañar con otras. Pero esa es otra lista, otro documental.
Si alguien quiere amar el cine. Y amar los hombros, los ojos, la boca de Jean Seberg que vuelva al cine de la Nouvelle Vague. Si lo que quiere es elegir entre los pechos o los pezones de Brigitte Bardot, que vaya a la misma ola. Si lo que quiere son hombres el catálogo es plural, desde los ingenuos a los brutos como Eddy Constantine. Y que busque entre esos críticos que se pasaron a la dirección que son nuestros amigos de por vida. Gracias a Godard, Truffaut, Rohmer, Chabrol, Malle, Resnais, Vadim, Eustache, Rouch, Marker, Garrel, Rivette y otros.
Cine tan vivo, tan deseado y deseante como los labios de Jeanne Moreau.
Merci.