
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
¿Cuánto hace que no leen una de esas novelas que no se pueden dejar?
Yo estoy leyendo una que se llama Drood, escrita por un tal Dan Simmons, de quien hasta ahora, por cierto, ni siquiera había oído hablar. Es verdad que parece un libro escrito para mí: una historia de horror que tiene a mi venerado Charles Dickens por protagonista, a su gran amigo Wilkie Collins –el autor de The Moonstone– como narrador y a la novela inconclusa de Dickens The Mistery of Edwin Drood como centro de un misterio.
Hasta ahora lo habitual era que dos o más películas surgiesen en simultáneo disputándose el mismo tema: ocurrió con un par de films sobre volcanes en erupción, con los proyectos sobre Alejandro el Grande (Oliver Stone lo concretó, Baz Luhrmann lo abandonó) y las versiones de King Lear que andaban en danza –de las cuales, según leí, sólo la de Michael Radford con Al Pacino seguiría en pie. Pero que aparezcan en simultáneo dos novelas que tratan el mismo tema –en este caso, los enigmas en torno a esta inusual novela de misterio que Dickens estaba escribiendo cuando murió- es verdaderamente más extraño. Además de Drood acaba de salir The Last Dickens de Matthew Pearl, el autor de otros libros que utilizan a escritores célebres como personajes en el centro de sus historias: The Dante Club y The Poe Shadow. Como me pareció que Pearl recurría a una fórmula, opté por Drood. Y hasta el momento –voy por la página 312 de 773- no me he arrepentido para nada.
Drood está llena de guiños para aquellos familiarizados con Dickens y Collins, al tiempo que hila un misterio que compele a seguir devorando páginas hasta horas insensatas. No me extraña nada que Guillermo del Toro haya comprado los derechos de Drood para el cine. Si la película de Guy Ritchie que pretende relanzar la figura de Sherlock Holmes tiene éxito, seguramente esta historia que utiliza a Dickens y Collins como una suerte de Holmes y Watson entrará en un fast track que le permitirá acceder a una pronta producción.
Los dejo aquí para seguir leyendo un poco más, a pesar de que la madrugada me ha sorprendido de pie. Y después les cuento…