
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
¿Cuánto tiempo nos prestará el lector? En el periódico, la superficie de papel disponible impone un límite que el editor administra con desigual criterio. En el blog, la extensión no tiene coste. El autor se considera un autócrata. ¿Quién le dirá basta? ¿Sobrevivirá a su prepotencia?
Afortunadamente una herramienta sustituye al editor. Mide el tiempo que cada usuario dedica a los textos. Es un testimonio de implacable dureza. No admite discusión. Se parece a un veredicto.
Antes de Internet los lectores la usábamos sin prestarle mucha atención. Nunca nos lo preguntamos con la suficiente seriedad: ¿Cuánto tiempo invertiremos en la lectura de un artículo?
Como ahí se pone a prueba la retentiva y la sagacidad de cada lector nos consolaba pensar que no hay respuesta unánimemente satisfactoria. Depende, decíamos los tres: autor, lector y editor.
Al articulista le corresponde el oficio de conducir la impaciencia del lector. ¿Cómo retenerlo, no exasperarlo, como evitar las trampas del ingenio, cómo sortear la redundancia que se ha convertido en uno de los pantanos de nuestra profesión?
¿Será finalmente el autócrata una herramienta del servidor?